miércoles, 1 de febrero de 2023

NORMAN MAILER...100 AÑOS


Norman Mailer, un escritor que supo transformar la escena literaria en un ring
Qué opinaba de sus colegas el premiado autor estadounidense, que hoy cumpliría cien años
Daniel GigenaMailer, haciendo una broma
Renovador de la ficción militar con la primera de sus doce novelas, Los desnudos y los muertos; ensayista genial, valiente y egocéntrico, integrante de la avanzada del “nuevo periodismo” con Hunter S. Thompson, Joan Didion y Tom Wolfe, aficionado al boxeo en los gimnasios de Brooklyn desde su juventud, candidato a alcalde de Nueva York por el Partido Demócrata y protagonista en debates públicos sobre distintos asuntos, Norman Mailer (1923-2007) fue, además, el “macho alfa” de la literatura estadounidense por su actitud combativa y polémica. Hoy se cumplen cien años del nacimiento, en Nueva Jersey, del escritor que supo transformar la escena literaria de su país en un ring.
Aunque en varias ocasiones reveló que era “incapaz” de leer libros de escritoras, incluida Virginia Woolf, reconoció el talento de la obra temprana de Mary McCarthy, Jean Stafford y Carson McCullers. De habitual retórica misógina, Mailer protagonizó con activistas feministas y escritoras como Susan Sontag, Cynthia Ozick y Diana Trilling un célebre debate en el Town Hall de Nueva York, en 1971, retratado en el divertido documental Town Bloody Hall (disponible en YouTube). Se casó seis veces y tuvo nueve hijos; en noviembre de 1960, apuñaló a su segunda esposa, la escritora y artista Adele Morales, que escribió sobre esa relación en La última fiesta.
En 1973, ya consagrado con La canción del verdugo (con el que ganó su segundo Pulitzer), publicó una biografía de Marilyn Monroe tan exitosa en términos comerciales como especulativa e irreal en cuanto al contenido; por las críticas que recibió, tiempo después esbozó su autodefensa ante una ficticia “corte literaria”. Mailer sabía ser juez y parte del acontecimiento. A mediados de este mes se publicó en Estados Unidos una nueva biografía Tough Guy: The Life of Norman Mailer, de Richard Bradford. En 1986, mientras presidía el Centro PEN Internacional, organizó en Nueva York un megaevento al que asistieron Joseph Brodsky, Günter Grass, Amos Oz, Mario Vargas Llosa, Toni Morrison, Susan Sontag, Wole Soyinka, Salman Rushdie y Saul Bellow, a Mailer se le ocurrió invitar a George Shultz, secretario de Estado de Ronald Reagan, que fue abucheado por los participantes debido a la política exterior de Estados Unidos (Mailer alegó que convenía contar con el auspicio del Departamento de Estado). Fue uno de los primeros escritores reconocidos en apoyar a Rushdie cuando el ayatollah Khomeini pidió a los “valientes musulmanes” que asesinaran al autor de Los versos satánicos.
Tras la huella de Ernest Hemingway, su modelo literario y al que irónicamente nominó candidato a presidente de Estados Unidos, el autor de Los tipos duros no bailan fue un escritor exigente consigo mismo y, a la vez, un lector y crítico poco condescendiente con la obra de sus colegas en sus columnas en The Village Voice (que cofundó con Ed Fancher, Dan Wolf y John Wilcock), Esquire o Parade. “Uno no puede esperar una actuación objetiva cuando un novelista critica la obra de otros novelistas –advirtió–. Es mejor darse cuenta de que un grupo de hombres que son hasta cierto punto honestos y en otro sentido engañosos (con el lector, consigo mismos o con ambos) están siendo juzgados por uno de sus pares que comparte en líneas generales las proporciones de integridad y fingimiento, y es probable que tenga el interés creado más intenso en hacer avanzar la reputación de ciertos escritores mientras hace todo lo que puede para disminuir la de otros”. ¿Qué opinaba Mailer de otros novelistas estadounidenses?
Mark Twain
Supongo que soy el lector número diez millones que dice que Huckleberry Finn es una obra extraordinaria. De hecho, por todo lo que sé, es una gran novela. Fallida, extravagante, despareja, no está por encima de golpes bajos y de hacer efectivos demasiados cheques (rara vez está por encima de ordeñar su propio humor): de todos modos, ¡qué libro tenemos aquí! Tuve la más curiosa sensación de entusiasmo.
Ernest Hemingway
Parece más o menos evidente que los hombres que han convivido mucho con la violencia suelen ser más amables y más tolerantes que los que la aborrecen. Los boxeadores, los toreros, gran cantidad de soldados, los héroes de Hemingway en suma, casi siempre son hombres muy amables. Y no porque hayan leído a Hemingway. Eran amables mucho antes de que naciera Hemingway. Sucede que este fue el primer escritor que observó esa repetición y la respetó profundamente.
Jack Kerouac
A Kerouac le faltan disciplina, inteligencia, honestidad y un sentido de la novela. Los ritmos son erráticos, el sentido del carácter es nulo, y es tan pretencioso como una puta rica, tan sentimental como un chupetín. Sin embargo, creo que cuenta con un talento importante. Su energía literaria es enorme, y ha tenido una mirada bastante salvaje para acompañar a sus instintos y convertirse en la primera figura de una nueva generación. En su mejor nivel, su amor por el lenguaje tiene un fluir extático. Para juzgar su valor es mejor olvidarse de él como novelista y verlo, en cambio, como un “action painter” o un bardo.
Jonathan Franzen
Es muy buena como novela [Las correcciones], realmente muy buena, y sin embargo muy desagradable ahora que se asienta en la memoria, como si uno hubiera estado usando la misma ropa durante muchos días. Franzen escribe soberbiamente bien frase a frase, y sin embargo uno no está feliz con el logro. Está demasiado lleno de lenguaje, así como los nuevos ricos están demasiado llenos de dinero.
John Updike
Corre, conejo se mueve en chorros bien modulados, precisamente en esos lugares donde el estilo disminuye hasta ser casi un murmullo de dama y los personajes ocupan la escena. El problema de John, como el de muchos buenos escritores jóvenes antes que él, es que no sabe exactamente qué hacer cuando la acción decae, así que cultiva su vicio privado, escribe. Y así aparecen largas descripciones recargadas de sintaxis exacerbada, criptas desprovistas de aire de cuatro o cinco páginas, enormes esfuerzos interiores que recuerdan a los levantadores de pesas; un sudor rancio y dulzón se adhiere a sus frases.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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