Vocación en duda Cambiar de carrera, un signo de época
El 22% de los estudiantes universitarios lo hacen en los primeros 2 años; según los expertos, la orientación vocacional es deficiente y existe un abismo entre la oferta curricular y la demanda laboral
Matías Avramow
Para Alba Vilas (27), estudiar una carrera universitaria siempre significó un trámite, un peldaño más para pasar a lo que realmente le interesaba: tener un empleo en el que se sintiera cómoda. Sin embargo, encontrar una profesión le llevó casi diez años y tuvo que cambiar tres veces de carrera antes de encontrar lo que buscaba.
“Quería una carrera con la que obtuviera un trabajo recién saliera de la facultad –cuenta Alba–. Así que fui con un orientador que me terminó convenciendo de estudiar Nutrición, pero no me gustó y dejé. Después de eso estudié tres carreras más antes de encontrar el formato y profesión que me gustaban.”
Como ella, en 2021 unos 150.000 estudiantes universitarios en la Argentina cambian una o más veces de carrera antes de encontrar su profesión ideal. Según las últimas estadísticas del Ministerio de Educación, 1 de cada 5 estudiantes cambia de carrera en los primeros dos años, un fenómeno que, los especialista, cada vez crece más.
“Lo que podemos observar es que las condiciones actuales propician que los chicos cambien de carrera”, afirma Sandra Ziegler, coordinadora de la maestría en Ciencias Sociales con orientación en Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
¿Cuáles son esas condiciones? Según los expertos consultados, son tres: una orientación vocacional deficiente, el abismo entre la oferta curricular y la demanda social y laboral, y el deterioro en la formación preuniversitaria.
Sin conocer la vocación
Cuando terminó el secundario, Alba Vilas no sabía qué estudiar: “En el colegio lo único que nos ofrecieron como orientación fue una feria de universidades y un test vocacional –recuerda–. Y en el examen salió que tenía que convertirme en cirujana, pero yo no quería una carrera que fuera tan larga”.
Según el psicopedagogo Alejandro Castro Santander, una de las causas más frecuentes de cambio de carrera es la falta de orientación en la primaria y en la secundaria. Autor de diversas publicaciones relacionadas con la educación, sostiene que es fundamental reformular la idea que actualmente se tiene de lo que es la orientación vocacional.
“Es algo que suele ser abordado recién en los últimos años del secundario, pero que debería ser incentivado en todos los momentos del aprendizaje –dice el especialista–. Los colegios tienen que construir una biografía académica de cada alumno para actuar desde el inicio de la formación. Y también debería haber una tutoría en la universidad, principalmente en el primer año”.
Otra causa detrás del cada vez más frecuente cambio de carrera no es nueva: la presión familiar. La presión para que un hijo o hija estudie una carrera que brinde seguridad en el futuro es uno de los casos más comunes. Pero a la hora de elegir una carrera se pone en juego no solo el “mandato” familiar, sino también ciertos factores de prestigio social que histócoinciden ricamente dan forma a la cultura de un país. De hecho medicina y derecho siguen siendo las carreras más demandadas.
“Aún hoy sigue en juego el precepto de ‘mi hijo el doctor’”, asegura Marcelo Rabossi, profesor e investigador en educación de la Universidad Torcuato Di Tella.
Esto se verifica incluso dentro de esta casa de estudios, confirma Mariana Picado, coordinadora de Orientación de Estudios de la Di Tella: “Muchas veces, la opinión de los familiares ejerce un peso importante sobre la elección de los chicos, puesto que les pagan la carrera y los acompañan durante todo el proceso. Esto puede influir en que entren en un lugar, y luego se arrepientan”.
Esta situación no solo se observa en las universidades privadas. En la Universidad de Buenos Aires (UBA), la institución con más alumnos del país, los casos de cambios de carrera se concentran durante el Ciclo Básico Común (CBC).
“Muchos, incluso, hacen dos programas en simultáneo”, explica Felipe Vega Terra, director del CBC. Según Vega Terra, entre 2021 y 2022 hubo alrededor de 34.000 alumnos que cambiaron de programa y que hicieron dos en simultáneo.
En el caso de Alba Vilas, el trajín vocacional comenzó en la UBA, poco después de culminar el CBC. “Empecé con Nutrición porque hablé con una orientadora que me lo sugirió. Me gustaba, pero no estaba muy segura. Hice el CBC y seis meses más antes de salirme. No me gustó nada la experiencia”, relata.
Por aquel entonces, Vilas estaba confundida. No solo era un tema curricular, sino que ella no proyectaba un futuro profesional. “Yo no me veía trabajando en un hospital o un consultorio –cuenta–. Me gustaban los temas, pero solo por saberlo, no los veía como destrezas para trabajar”, recuerda.
Tuvieron que pasar tres carreras y tres universidades más para que encontrara el programa justo para ella: “Descubrí que soy demasiado inquieta como para estar en un pupitre 8 horas al día. No solo no me gusta, sino que me pongo impaciente. Así que ahora estudio Psicología en una universidad en línea, llevo la mitad de la carrera y me sienta perfecto este formato”, dice.
Más flexibilidad
Castro Santander plantea que el mundo del trabajo y la cultura contemporánea están comenzando a exigirles a las universidades más flexibilidad en diferentes aspectos. “¿Es necesaria la universidad? ¿Por qué estudiar una carrera? ¿Por qué no prepararme en un área de competencias, algo más específico?’”, cuestiona el experto.
Y agrega: “el formato tradicional de 4 o 5 años” de estudio resulta cada vez menos vigente. Muchas veces, lo que los empleadores requieren es que los chicos sepan hacer trabajos específicos, y no necesariamente que tengan un bagaje teórico enorme”, agrega.
En la Unión Europea, por ejemplo, han tomado cartas en el asunto. Desde principios de siglo, los países europeos convinieron en reestructurar los programas curriculares. Hacerlos más cortos, dividirlos. De esta manera, pretenden abrir salidas profesionales intermedias, como las tecnicaturas. Incluso han implementado cursos de formación y titulación técnica en los que tengan que invertir entre 2000 y 30 horas de su tiempo dependiendo el objetivo.
“Tanto el rector y el vicerrector han planteado la necesidad de generar titulaciones intermedias porque muchas veces los chicos no necesitan hacer una licenciatura. También pretenden articular una formación académica específica vinculada al mundo del trabajo, por ejemplo, a través de diplomaturas de las áreas de formación profesional”, explica Vega Terra, del CBC. No obstante, este punto no solo se refiere a los diferentes títulos que se pueden obtener.
Entre los expertos, hay consenso: el mundo del trabajo está demandando a la universidad más velocidad. “Les pide otras cosas, más especificidad, saber trabajar en equipo y, por otro lado, pide menos teoría”, precisa Castro Santander.
Ese es el caso de Valentina Popovici (23). Hace unos años, comenzó a estudiar Ciencias de la Comunicación en la UBA, pero después de varias crisis, decidió salir de allí y comenzar a estudiar Periodismo en TEA. “Yo sabía que quería ser periodista desde un inicio, y pasar por tantos años de carrera me mató bastante las ganas de estudiar en la UBA”, explica Popovici.
Valentina recuerda que estaba en el primer semestre de la licenciatura, después de haber termide el CBC, cuando comenzó a darse cuenta de que no quería seguir estudiando Comunicación. Popovici lo cuenta así: “Estaba en clase de historia, y recuerdo que nos dieron a leer un libro de Eric Hobsbawm que habla, en tres capítulos, sobre la importancia de la lana en la Revolución Industrial… ¡Tres capítulos! Yo no podía creer que estuviera usando mi tiempo para esto. No es que no sea importante, pero eso lo puedo ver en un video de Youtube de siete minutos y lo entiendo a la perfección”.
Para la experta en educación, Sandra Ziegler, la formación de nivel superior plantea una dinámica que va a contramano de lo que busca la sociedad actual.
“Las carreras, sobre todo en las universidades más antiguas, están organizadas con una fuerte carga teórica. Generalmente, llegar a conocer la especialidad y el núcleo de la carrera suele aparecer más adelante. Para los chicos es difícil conocer su carrera. Esto también está ligado a otro factor crucial relacionado con el cambio de carrera que es la duración de las carreras, que también es muy extensa”, reflexiona Ziegler.
Popovici cursaba Comunicación cuando un comité de estudiantes su facultad publicó los resultados de una encuesta que la desmotivó aún más. Los datos indicaban el promedio de tiempo para graduarse: “La mayoría terminaba en 7 u 8 años, y era demasiado para mí –recuerda–. Yo me cambié de carrera, trabajé en Estados Unidos, tuve experiencias increíbles y voy a terminar antes o al mismo tiempo que mis compañeros de la UBA”.
Hoy en día, la teoría y la información vienen de lugares diferentes. Para la gente más joven, Internet es la fuente más vasta de información, se actualiza constantemente y se presenta en múltiples formatos. “Yo quería que me enseñaran a escribir una nota, hacer una entrevista, cuestiones más aplicadas. Lo otro realmente lo puedo encontrar por mi cuenta”, añade Popovici.
Barrera de acceso
Cambiar de carrera, ciertamente no es algo nuevo. Desde que la oferta educativa existe hay crisis vocacionales. Sin embargo, sí son varios los cambios a través del tiempo. Para Victor Volman, economista y director del Observatorio de Argentinos por la Educación, lo más preocupante es que son unos pocos los que llegan a siquiera intentar estudiar la universidad. “En cifras generales, solo 16 de cada 100 alumnos terminan el secundario en tiempo y forma, y tienen los conocimientos para iniciar una carrera universitaria”, describe el economista.
Volman y otros expertos consultados coinciden en que estos son factores muy relevantes en el abandono, y en que el cambio de carrera se gesta antes de entrar a la universidad. “Sabemos que el chico que elige una carrera, no elige en las mejores condiciones. Primero, por condiciones de formación, que es algo que vemos con las evaluaciones que los chicos tienado nen. Pero también vemos déficits en las estrategias de aprendizaje”, plantea el psicopedagogo Castro Santander.
Algo que Carlos Brillembourg (28) destaca de su experiencia universitaria es que después de mucho tiempo logró desarrollar útiles técnicas de aprendizaje. Una estructura y una forma de resolver los retos académicos que probablemente no hubiera obtenido de no haber cambiado de carrera.
Carlos estuvo muy confundido con su vocación por varios años. “No sé siquiera si pensaba en una carrera específica. Lo que quería era independizarme de mis padres, y cuanto más rápido, mejor para mí. Por eso comencé con Economía, pero a los seis meses me salí de allí”, repasa Brillembourg.
A Carlos no le interesaba dedicarse a la investigación ni nada por el estilo. “Además, no me gustó la universidad. Así que el siguiente semestre decidí comenzar una nueva carrera en la Universidad Católica: Ingeniería Civil”, describe. Le gustaba la idea de construir objetos tangibles, que perduraran en el tiempo.
“No era malo con los números y la verdad es que siempre me gustó la idea de caminar por la calle de grande y decir ‘ese edificio lo hice yo’”, agrega.
Cursó durante 2 años y medio, y sintió que la presión fue mayúscula. Estudiaba todos los días y no parecía llegar el resultado que esperaba. “Así que me cambié a Comunicación, pero ya tenía mucha experiencia, una estructura u una disciplina muy buena para el estudio. Desde el día uno me fue muy bien, y lo disfruté”, reflexiona Brillembourg. Hoy en día es líder de un equipo que se dedica a proyectos de comunicación. Lleva un año en ese trabajo y ya logró independizarse.
VALENTINA POPOVICI
“Yo sabía que quería ser periodista desde un inicio, y pasar por tantos años de carrera me mató bastante las ganas de estudiar en la UBA”
CARLOS BRILLEMBOURG
“Lo que quería era independizarme, y cuanto más rápido, mejor para mí. Por eso comencé con Economía, pero a los seis meses me salí de allí”
“El formato tradicional de 4 o 5 años de estudio está cada vez menos vigente”
“Aún hoy sigue en juego el precepto de ‘mi hijo el doctor’”
ALBA VILAS
“En el colegio lo único que nos ofrecieron como orientación fue una feria de universidades y un test vocacional”
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