martes, 27 de junio de 2023

BLACK MIRROR EN NETFLIX


CUANDO LA TECNOLOGÍA EXPONE LO PEOR DE NOSOTROS
EL CREADOR DE BLACK MIRROR, CHARLIE BROOKER, HABLA DE CÓMO ESTA SERIE DEVENIDA HITO ANTICIPA UN FUTURO POCO AMIGABLE
— texto de María Fernanda Mugica —NUEVA TEMPORADA Salma Hayek (izquierda) y Annie Murphy (abajo), en el episodio “Joan es horrible”, que parodia a Netflix.
Arriba, Josh Hartnett en “Más allá del mar”
Algunos pocos elegidos miran a su alrededor y pueden ver el futuro. Lo que está sucediendo en este instante, los lleva a imaginar una progresión exagerada de la actualidad. El futuro como una hipérbole del presente.
Los maestros de la ciencia ficción suelen contarse entre estos elegidos. Sus obras, leídas como fantasías en su época, muchos años después son consideradas rigurosas piezas de futurología. Sucedió con Julio Verne y sus viajes al espacio exterior y el fondo del mar; con George Orwell y su visión de una sociedad bajo vigilancia constante. También en el cine, cuando Georges Méliès adaptó a Verne y creó una imagen indeleble de una luna antropomorfa siendo golpeada en un ojo por un cohete; o cuando Stanley Kubrick mostró el diseño de una tableta, como las que se usan hoy para leer el diario o chequear los mails, décadas antes de que se fabricaran en el mundo real.
Charlie Brooker ya es parte de esa tradición, como creador de la serie de antología Black Mirror, centrada en historias relacionadas con la influencia de la tecnología en nuestras vidas. Desde el inicio de la serie, en 2011, el británico imaginó productos y escenarios futuristas que luego se hicieron realidad. A diferencia de sus antecesores y acorde con la aceleración de los avances tecnológicos, algunos de los futuros que Brooker presentó en las cinco temporadas de Black Mirror, se convirtieron en presente poco tiempo después.
¿Cómo es posible que Brooker o cualquiera de los autores/profetas tecnológicos describieran exactamente un producto que se inventaría años más tarde o imaginaran situaciones que luego ocurrirían? Una conciencia agudizada los mantiene conectados a sus mayores preocupaciones y miedos. Ahí parece estar el origen de todo. “Sí, es la respuesta corta –dice Brooker a la nacion, vía Zoom, riéndose ante la pregunta sobre si son sus miedos y preocupaciones el germen de las historias que cuenta en Black Mirror–. Pero, a menudo, en una forma graciosa. La mayoría de las veces me divierto imaginando qué es lo peor que podría pasar en una situación o cómo podría arruinar mi vida o lo que sea. Cuando llegó el momento de escribir la sexta temporada, estuve tratando definitivamente de que la serie fuera distintiva y diferente. Creo que cuando empezó Black Mirror no había tantas series sobre distopías tecnológicas. Ahora sí las hay, así que no quería que se sintiera como una versión cliché de sí misma, por eso hice un poco pedazos el reglamento”.
Algunas de las historias narradas en la sexta temporada de Black Mirror, queya está disponible en netflix, tienen una relación más leve con la tecnología que otras, incorporando elementos más cercanos al terror que a la ciencia ficción. Esto se relaciona con la intención de Brooker de sorprender al público y mantener a Black Mirror como algo novedoso, y no una repetición de sí misma. En esta nueva entrega de episodios –o films, como brooker muchas veces se ha referido a las historias individuales que conforman cada temporada–, se tratan temas como los derechos de imagen; la mercantilización de las historias de crímenes reales como entretenimiento; el robo de identidad a través de la tecnología (en un sentido más amplio del que suele manejarse), y el racismo y la xenofobia, entre otros. Aunque, claro, Brooker no puede evitar meterse también con algunas tecnologías tan cercanas que dan escalofríos.
“Lo que sigue pasando es que continúan lanzando productos que son alarmantemente similares a cosas que hicimos en episodios anteriores, lo cual hace que deseara tener los derechos de esos productos –dice Brooker, puntuando con una sonrisa su comentario–. En un episodio de la segunda temporada, titulado
Be Right Back, una mujer empieza a comunicarse con una especie de versión chatbot de su marido muerto, y alguien lanzó un servicio que hace algo parecido, lo cual pienso que está mal. A veces, esto es lo que pasa. Digo, Joan es horrible, en esta temporada, es muy oportuno”.
Este primer episodio de la nueva entrega, más que una predicción, es una leve exageración de lo que ya está sucediendo. Cuenta la historia de Joan, interpretada por Annie Murphy, cuya vida se ve alterada cuando una plataforma de streaming, con un diseño parecidísimo a Netflix, estrena una serie protagonizada por un alter ego maligno de ella misma, encarnado por Salma Hayek. A partir de allí habrá una serie de giros sorpresivos y extravagantes en la trama, como es característico de la serie.
La productora ejecutiva Jessica Rhodes, que compartió con Brooker la charla  explica que se dieron cuenta de lo cercano a la realidad que estaba aquel episodio ni bien leyeron el guion y tuvieron que actuar con celeridad. “Sabíamos que lo teníamos que filmar muy rápido y asegurarnos de que saliera en esta temporada, porque se sentía como algo que no sería perenne. Se sentía como algo que podría pasar”, dice Rhodes.
El mismo acelerado avance tecnológico que fue revelando el poder predictivo de Black Mirror, genera una curiosa visión retroactiva al pasado de la serie. “Es algo interesante que si vas hacia atrás y ves algunos de los primeros episodios, te causan cierta nostalgia –observa Brooker–. Esa es una buena respuesta, en realidad, a por qué algunos de los episodios de esta temporada suceden en el pasado. Porque es una especie de pasado alternativo distópico en algunos episodios, lo cual, espero, los mantenga atemporales”.
En la tradición de Black Mirror, imbricado de forma inseparable con la temática tecnológica está la crítica a los medios de comunicación, una preocupación central de Brooker que se puede observar en toda su carrera. Luego de ser historietista en su adolescencia y hacer reseñas de videojuegos, el guionista y productor creó un sitio de internet dedicado a la sátira de la TV, que lo llevó a trabajar en un programa cómico sobre actualidad y a escribir crítica de televisión para el diario británico The Guardian.
Más tarde, Brooker estuvo detrás y frente de las cámaras en Screen Wipe y News Wipe, programas en los que hacía humor a partir de la TV y las noticias. Su incursión en la ficción televisiva fue con Dead Set, una miniserie en la que los participantes de un reality show, estilo Gran Hermano, eran los últimos en enterarse del Apocalipsis zombie que acechaba a la humanidad, hasta que los muertes vivientes invadían “la casa”. La sátira de los realities y otras cuestiones de la realidad, combinada con la comedia de terror (un subgénero en el que el cine británico se ha destacado), serían la clave del proyecto que llevó a Brooker al éxito internacional.
Junto con su socia, Annabel Jones, tuvieron la idea de hacer una serie de antología en la tradición de La dimensión desconocida. El estreno de Black Mirror fue en 2011 y sus dos primeras temporadas se emitieron por Channel 4, en el Reino Unido. Luego de ser cancelada por la señal británica, Netflix llegó al rescate, subiendo esos primeros episodios a la plataforma y produciendo las temporadas siguientes.
Fue entones cuando la serie se convirtió en un fenómeno de la cultura popular mundial, con episodios célebres como el provocativo debut The National Anthem; el inspirado en Star Trek USS Callister; la feroz crítica a la tendencia a puntuar todo en las apps de Nosedive; y el conmovedor San Junipero.
Siguiendo su vocación de crítica a los medios, Brooker se despacha ahora con un asunto que lo toca de cerca: las plataformas de streaming.
En Joan es horrible, el guionista se anima a parodiar de forma muy específica a su casa matriz. “Debo decir que en Netflix entendieron el chiste –explica Rhodes, sobre las similitudes estéticas de la plataforma ficticia y la real–. Streamberry estaba en un par de episodios y era una plataforma de streaming cualquiera; no era tan específicamente cercana a Netflix como en la versión final. Se nos ocurrió que sería divertido usar la misma gráfica para nuestra ‘S’ y les preguntamos y dijeron que sí. Nos sorprendió que dijeran que sí tan fácilmente, así que les pedimos más. Les pedimos el ‘tudum’. Una vez que tuvimos eso nos inclinamos a realmente emular la plataforma, tanto en el teléfono como en la pantalla. Creo que tienen un sentido del humor al respecto. Pero también creo que tiene que ver con la forma en la que abordamos hablar sobre la cualidad ‘meta’ de la plataforma, que es que todos somos grandes consumidores de contenido. Miramos streaming todo el tiempo”. La crítica no se limita a la plataforma y quienes deciden o crean lo que se puede ver en ella, sino también al consumidor, tanto por la liviandad con la que acepta los términos y condiciones que ni siquiera lee, como también en lo que elige ver.
El segundo episodio, Loch Henry, pone el ojo crítico sobre un género que explotó en los últimos años, el True Crime, que convierte a horribles crímenes reales en historias de suspenso. “Amo los documentales True Crime –dice Brooker–. Sin embargo, soy consciente de que tienen ciertos aspectos… es algo muy macabro para ver. Creo que es una época interesante para estar vivo y creando… No me gusta la palabra ‘contenido’ y quisiera que hubiese otra palabra. Tenemos que encontrar una mejor. Necesitamos preguntarle al CHATGPT que palabra es mejor que ‘contenido’”.
Brooker acompaña su última frase con una sonrisa irónica. Según le dijo a la revista Empire, probó si el CHATGPT podía escribir un episodio de Black Mirror y, aunque a primera vista el resultado tenía cierta lógica, le pareció “una porquería”. Black Mirror no es una serie sobre la tecnología, sino sobre el comportamiento frente a la misma. El espejo negro del título alude a las pantallas de los dispositivos y refleja a los seres humanos. La imagen que devuelve, según expresa Brooker a través de sus guiones, suele ser poco feliz. “Lo que más me preocupa en este momento es el potencial crecimiento de la desinformación convertida en un arma, las imágenes falsas y ese tipo de cosas. Es aterrador, porque la gente da miedo cuando está desinformada y asustada, y eso puede fácilmente desinformar y aterrar a las personas. Es una perspectiva que provoca miedo. ¡Eso sí que es deprimente!”, concluye Brooker, riéndose de ese horror para nada lejano.•

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