María Fernanda Rivas
◗ Licenciada en Psicología. Psicoanalista.
◗ Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina
◗ Asesora del Departamento de Familia y Pareja de APA
◗ Docente de APA y de la Maestría en Pareja y Familia de la USAL
◗ Autora de los libros La familia y la ley y Familias a solas
El desafío de lograr un cuidado compartido de los hijos sin conflictos
Pautas que facilitan la organización familiar cuando los chicos viven en dos casas y cómo evitar momentos incómodos
Mariana Israel“Lo más importante es la calidad de tiempo que pasen juntos”, asegura Rivas
Cada familia se organiza según sus posibilidades; algunas eligen que sean los padres quienes se muden alternadamente de la vivienda”
Enseparacionesconniños de por medio mucho se avanzó en los últimos años. En ese terreno, donde se entrecruzan la psicología y la justicia, abundan nuevos conceptos y modelos para contener a los integrantes de la familia, sobre todo a los chicos.
La licenciada María Fernanda Rivas, psicóloga y especialista en el tema, explica que el criterio que hoy predomina es que los hijos continúen el contacto lo más equitativamente posible con ambos progenitores. “Se sabe que esta es la opción más saludable desde el punto de vista emocional. Concibe que se separa la pareja, pero no necesariamente la familia”, afirma.
Dentro de este paradigma, ya no se habla de “custodia” o de “tenencia”, sino de “cuidado personal compartido”. También se desterró el término “régimen de visitas” y se lo reemplazó por el de “derecho de comunicación”. La base del éxito es un buen acuerdo, sabiendo que las condiciones pueden cambiar y que nunca es tarde para revisarlo.
–¿Cuál es la primera condición para lograr un acuerdo con una expareja respecto a los hijos?
–Los acuerdos en relación al cuidado personal compartido se logran en general en casos de separaciones no destructivas, en las cuales los ex consiguen separar los conflictos derivados de la conyugalidad, de las vicisitudes de la parentalidad. Y esto sucede cuando la separación se vive como una experiencia que no funcionó como se esperaba y no como una injuria. O bien cuando se han procesado los resentimientos mutuos. De esta manera, la expareja puede seguir funcionando como un equipo en la crianza
–¿Cuál suele ser el principal obstáculo para un buen acuerdo?
–En los casos más conflictivos, la separación desemboca en la construcción de temores en relación con el “robo del hijo”. Los ex suelen amedrentarse con amenazas del tipo: “Te lo voy a sacar” o “Me lo voy a llevar y no lo vas a ver más”. De esta manera, se deshumaniza al hijo y se lo trata como un objeto. Estos contenidos pueden desplazarse a la mente de los niños, que a veces expresan temor de que uno de sus padres lo robe o secuestre.
–¿Existe un modelo ideal para un cuidado personal compartido saludable?
–Cada familia podrá construirlo según sus posibilidades. Algunas eligen que sean los padres quienes se muden alternadamente de la vivienda, de manera que los chicos permanezcan en el mismo lugar. Este sistema, por lo general, comienza a mostrar su incomodidad cuando uno o ambos progenitores forman una nueva pareja. No se puede forzar un modelo si resulta incómodo o desgastante para alguno de los miembros de la familia, por ejemplo, por traslados muy largos, horarios engorrosos o gastos excesivos. Lo más importante no es la cantidad de tiempo que pasen juntos, sino la calidad, y que cada modelo estará sujeto a ensayo y error.
–¿Qué pautas básicas favorecen que este sistema funcione?
–Cuando los chicos se trasladan de la vivienda paterna a la materna o viceversa, es importante evitar que se armen líos grandes con lo que llevan o traen. En lo posible, que tengan objetos de uso cotidiano en cada hogar. Al mismo tiempo, deben poder sentirse libres y autorizados para usar los objetos que les provean cada uno de sus padres en el territorio del otro. Hay que tener presente que estos sistemas nunca funcionan a la perfección, requieren ajustes periódicos y paciencia en la organización.
–¿Cómo manejar los sentimientos que pueden aflorar cuando los hijos vuelven de la casa del ex?
–Es necesario que los padres trabajen para poder entender y tolerar los sentimientos de extrañamiento que los regresos de sus hijos pueden desencadenar. Es muy frecuente escuchar decir que vuelven “cambiados” o “contagiados” de aspectos del ex o de su familia. Por ejemplo, si vienen contentos y dan indicios de haberla pasado bien, quien los recibe puede sentir celos o ira, al suponer que “allá la pasan mejor”. Si vuelven tristes, agresivos o quejosos, puede tomarse como indicio de un posible daño por parte del ex o de su entorno.
–¿Hay que guardarse las ganas de interrogar a los hijos sobre lo que hicieron o la vida del ex?
–Es desaconsejable interrogarlos sobre lo que hicieron o sobre la vida del ex. Será necesario aprender a respetar su privacidad con las cosas que puedan no ser compartibles respecto de lo que hacen en su otro hogar. También hay que poner especial cuidado en no atacar ni criticar a la familia del ex.
–¿Cómo repercute el hecho de que un ex forme nueva pareja?
–Es importante respetar el contacto con la familia extendida de ambos lados. Esto se aplica también cuando uno o los dos forman nueva pareja. El escenario más saludable es cuando la nueva pareja del ex –si tiene una actitud receptiva y generosa–es considerada por el otro como una ayuda para la crianza de los hijos, en lugar de un adversario. En estas situaciones, los hijos saben que no están forzados a reemplazar a nadie, sino que tendrán otras figuras en quienes apuntalarse.
–¿Es conveniente ponerle un plazo al acuerdo de cuidado compartido?
–Se convierte en una exigencia muy grande decidir de entrada cómo se manejará la familia el resto de su vida. Y es muy importante contemplar los cambios derivados de las etapas del ciclo vital familiar y del crecimiento de los hijos. Pueden proponerse pautas a corto plazo: que los padres acuerden determinadas modalidades de convivencia con los hijos, frecuencias de encuentros, pernoctes, contactos con la familia extendida, etcétera, por un tiempo acotado y con la posibilidad de evaluar juntos los resultados.
–¿Qué pasa si el acuerdo o modelo elegido deja de funcionar?
–A veces, la decisión de poner en marcha el cuidado personal compartido de los hijos requiere tiempo, ensayos e ir modificando acuerdos. Las fallas no deben ser motivo de frustración o de abandono del intento, sino de reformulación de las condiciones.
Cada familia se organiza según sus posibilidades; algunas eligen que sean los padres quienes se muden alternadamente de la vivienda”
Enseparacionesconniños de por medio mucho se avanzó en los últimos años. En ese terreno, donde se entrecruzan la psicología y la justicia, abundan nuevos conceptos y modelos para contener a los integrantes de la familia, sobre todo a los chicos.
La licenciada María Fernanda Rivas, psicóloga y especialista en el tema, explica que el criterio que hoy predomina es que los hijos continúen el contacto lo más equitativamente posible con ambos progenitores. “Se sabe que esta es la opción más saludable desde el punto de vista emocional. Concibe que se separa la pareja, pero no necesariamente la familia”, afirma.
Dentro de este paradigma, ya no se habla de “custodia” o de “tenencia”, sino de “cuidado personal compartido”. También se desterró el término “régimen de visitas” y se lo reemplazó por el de “derecho de comunicación”. La base del éxito es un buen acuerdo, sabiendo que las condiciones pueden cambiar y que nunca es tarde para revisarlo.
–¿Cuál es la primera condición para lograr un acuerdo con una expareja respecto a los hijos?
–Los acuerdos en relación al cuidado personal compartido se logran en general en casos de separaciones no destructivas, en las cuales los ex consiguen separar los conflictos derivados de la conyugalidad, de las vicisitudes de la parentalidad. Y esto sucede cuando la separación se vive como una experiencia que no funcionó como se esperaba y no como una injuria. O bien cuando se han procesado los resentimientos mutuos. De esta manera, la expareja puede seguir funcionando como un equipo en la crianza
–¿Cuál suele ser el principal obstáculo para un buen acuerdo?
–En los casos más conflictivos, la separación desemboca en la construcción de temores en relación con el “robo del hijo”. Los ex suelen amedrentarse con amenazas del tipo: “Te lo voy a sacar” o “Me lo voy a llevar y no lo vas a ver más”. De esta manera, se deshumaniza al hijo y se lo trata como un objeto. Estos contenidos pueden desplazarse a la mente de los niños, que a veces expresan temor de que uno de sus padres lo robe o secuestre.
–¿Existe un modelo ideal para un cuidado personal compartido saludable?
–Cada familia podrá construirlo según sus posibilidades. Algunas eligen que sean los padres quienes se muden alternadamente de la vivienda, de manera que los chicos permanezcan en el mismo lugar. Este sistema, por lo general, comienza a mostrar su incomodidad cuando uno o ambos progenitores forman una nueva pareja. No se puede forzar un modelo si resulta incómodo o desgastante para alguno de los miembros de la familia, por ejemplo, por traslados muy largos, horarios engorrosos o gastos excesivos. Lo más importante no es la cantidad de tiempo que pasen juntos, sino la calidad, y que cada modelo estará sujeto a ensayo y error.
–¿Qué pautas básicas favorecen que este sistema funcione?
–Cuando los chicos se trasladan de la vivienda paterna a la materna o viceversa, es importante evitar que se armen líos grandes con lo que llevan o traen. En lo posible, que tengan objetos de uso cotidiano en cada hogar. Al mismo tiempo, deben poder sentirse libres y autorizados para usar los objetos que les provean cada uno de sus padres en el territorio del otro. Hay que tener presente que estos sistemas nunca funcionan a la perfección, requieren ajustes periódicos y paciencia en la organización.
–¿Cómo manejar los sentimientos que pueden aflorar cuando los hijos vuelven de la casa del ex?
–Es necesario que los padres trabajen para poder entender y tolerar los sentimientos de extrañamiento que los regresos de sus hijos pueden desencadenar. Es muy frecuente escuchar decir que vuelven “cambiados” o “contagiados” de aspectos del ex o de su familia. Por ejemplo, si vienen contentos y dan indicios de haberla pasado bien, quien los recibe puede sentir celos o ira, al suponer que “allá la pasan mejor”. Si vuelven tristes, agresivos o quejosos, puede tomarse como indicio de un posible daño por parte del ex o de su entorno.
–¿Hay que guardarse las ganas de interrogar a los hijos sobre lo que hicieron o la vida del ex?
–Es desaconsejable interrogarlos sobre lo que hicieron o sobre la vida del ex. Será necesario aprender a respetar su privacidad con las cosas que puedan no ser compartibles respecto de lo que hacen en su otro hogar. También hay que poner especial cuidado en no atacar ni criticar a la familia del ex.
–¿Cómo repercute el hecho de que un ex forme nueva pareja?
–Es importante respetar el contacto con la familia extendida de ambos lados. Esto se aplica también cuando uno o los dos forman nueva pareja. El escenario más saludable es cuando la nueva pareja del ex –si tiene una actitud receptiva y generosa–es considerada por el otro como una ayuda para la crianza de los hijos, en lugar de un adversario. En estas situaciones, los hijos saben que no están forzados a reemplazar a nadie, sino que tendrán otras figuras en quienes apuntalarse.
–¿Es conveniente ponerle un plazo al acuerdo de cuidado compartido?
–Se convierte en una exigencia muy grande decidir de entrada cómo se manejará la familia el resto de su vida. Y es muy importante contemplar los cambios derivados de las etapas del ciclo vital familiar y del crecimiento de los hijos. Pueden proponerse pautas a corto plazo: que los padres acuerden determinadas modalidades de convivencia con los hijos, frecuencias de encuentros, pernoctes, contactos con la familia extendida, etcétera, por un tiempo acotado y con la posibilidad de evaluar juntos los resultados.
–¿Qué pasa si el acuerdo o modelo elegido deja de funcionar?
–A veces, la decisión de poner en marcha el cuidado personal compartido de los hijos requiere tiempo, ensayos e ir modificando acuerdos. Las fallas no deben ser motivo de frustración o de abandono del intento, sino de reformulación de las condiciones.
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