El asesinato de Solange: el crimen imperfecto que resultó ser perfecto
Solange y Lucila se habían conocido en secundaria y desde entonces lo habían compartido todo. Por eso la decisión de irse a vivir juntas había llegado como un paso tan inevitable como natural. Lo que nadie podía prever era que una terminaría muerta y la otra, sería sospechosa de asesinarla.El crimen perfecto existe. Al menos, en Buenos Aires. Así lo cuentan sobre el asesinato de Solange Grabenheimer.
Solange Grabenheimer era extrovertida y seductora. Lucila Frend parecía su complemento, introvertida, racional y madura. En la noche del 10 de enero de 2007 acordaron encontrarse después del trabajo. Pero Sol nunca llegó.
Lucila fue la primera que dio la alarma en la fiesta ante la ausencia de su amiga. Llamó a Santiago, el novio de Sol, para pedirle que fuera hacia la casa. Cuando llegó, dijo que estaba demasiado asustada para entrar y pidió que otros lo hicieran. Dentro, estaba Sol. Un charco de sangre confirmaba su muerte.
Llegó el fiscal al lugar y le pidió a Lucila que se animara a entrar para que viera si habían robado algo. Ella confirmaría que no, y comentaría que le había espantado ver a su amiga así.
Esta declaración llamó la atención del fiscal, quien días después la convocó para una reconstrucción. Volvió a sorprenderse: Lucila tomó un cable que estaba tirado en la habitación y estranguló al agente que representaba a Sol, una mecánica que solo conocían quienes habían participado de la autopsia.
Para el fiscal fue suficiente para ponerla en la mira. La indagó y Lucila le dijo que aquel 10 de enero se había ido a las 7:30 de la mañana -su jefe certificó que había entrado a trabajar 8:39- y que, hasta donde ella creía, Sol todavía dormía. Que luego la había llamado al móvil y no le había respondido. Que había intentado con el fijo y le había dejado un mensaje. Que había llamado al negocio donde trabajaba y le habían dicho que no había ido. Y que por eso se había preocupado aquella noche al ver que no llegaba al cumpleaños.
El fiscal no lo creyó. El perito policial ubicó la hora del crimen entre la 1 y las 7 de la madrugada, cuando Lucila estaba en la casa. Otro agregó que había indicios de que el asesino era zurdo, como Lucila. Un tercero determinó que ninguna puerta o ventana había sido forzada, por lo que podía suponerse que no habían ingresado extraños. Guevara avanzó y dijo que las chicas tenían problemas de convivencia, sugirió que la sospechosa habría querido avanzar sexualmente a la víctima y por fin pidió su detención.
Pero se la negaron. Y anularon la reconstrucción del hecho, porque había violado las garantías constitucionales de Lucila. De todas formas, la llevó a juicio oral, en 2011.
El perito contratado por la defensa dijo que el crimen había sido entre la 1 y las 9 de la mañana, lo cual le daba a Lucila una ventana de dos horas fuera de la escena. El médico de la División Homicidios ubicó la muerte entre las 7 y las 10, lo que amplió la brecha. Se buscaron pruebas para afinar el dato y, por alguna razón, se habían perdido: el forense afirmó que no había tomado la temperatura del cuerpo al hallarlo en la casa porque no tenía termómetro; el líquido que se extrae de todo cadáver para calcular la data de deceso -el «humor vítreo»- se había contaminado.
Lucila fue absuelta.
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