martes, 16 de octubre de 2018

LA HISTORIA DE GRACE KELLY

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A NUEVA YORK A LOS 17 AÑOS. A esa edad, Grace Kelly le anunció a su familia que quería ser actriz. Después de varias reuniones familiares tomaron la decisión de que la futura actriz y princesa se instalaría en el hotel Barbizón, en Manhattan (Nueva York), para asistir a la Academia de Arte Dramático Un edificio para señoritas de buena familia al que los chicos no podían acceder más allá del primer piso.
ESOS INCREÍBLES OJOS... Nunca se la vio en las fotografías oficiales con gafas, pero según la biografía que escribió su hermana pequeña de ella, Grace era bastante miope. Tanto, que a veces no veía a las personas que la saludaban cuando se cruzaban con ella por las calles de Manhattan. Eso le granjeó fama de ser un poco esquiva y altiva.
VOCACIÓN TEMPRANA. Su vena artística se despertó pronto, ya en el colegio, donde a Grace le encantaba participar en todas las funciones. Sin embargo, su familia insistía mucho en su educación. Grace tuvo que luchar para que mis padres aceptaran su vocación.
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MOGAMBO, EL INICIO DE TODO. Grace ganó mucho con Mogambo. Por un lado, una afectuosa relación con Clark Gable. En segundo lugar, una amistad para toda la vida con Ava Gardner. Además de conseguirle nuevos amigos, Mogambo le proporcionó la fama. La película la catapultó y logró su primera nominación a un Óscar.
MUSA DE HITCHCOCK. Mogambo fue la película que la catapultó, pero fue Alfred Hitchcock el que la convierte en una estrella. El director británico decide llevar al cine Crimen perfecto, un éxito de Broadway, y le ofrece a Grace interpretar el papel de la rica protagonista, Margot Wendice.
ICONO DE ESTILO. Hitchcock la eligió como protagonista de La ventana indiscreta por su halo de inaccesibilidad. El director contrató a la diseñadora de vestuario Edith Head para darle un estilo clásico y elegante a su actriz fetiche. Head diseñó cinco vestidos, cada uno con un color y significado diferente para recrear la historia. Todos los diseños retratan a la perfección a la mujer de los años 50 y logran narrar la evolución del personaje de Grace Kelly a través de su vestimenta.
LA ACTRIZ COMO PERCHA. La ventana indiscreta, además de una obra maestra del thriller, es un tratado del vestuario femenino de los años cincuenta. Como muestra, este vestido de dos piezas compuesto por un corpiño negro con escote en uva y mangas casquillo, falda de gasa y tul adornada con cuencas negras, cinturón ceñido, muy utilizado en la época y guantes, obra de la diseñadora de vestuario Edith Head.
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OSCARIZADA. El 30 de marzo de 1959, Grace Kelly obtuvo el Óscar por su papel en Angustia de vivir. Se lo arrebató a Judy Garland, nominada por su papel en Ha nacido una estrella. William Holden fue el encargado de anunciarlo: «La ganadora del Óscar es... Grace Kelly».
RODAJE PREMONITORIO. El rodaje de Atrapa a un ladrón en la Costa Azul, con Cary Grant como protagonista y a las órdenes de Alfred Hitchcock, fue el anticipo de su llegada, como princesa, al Principado de Mónaco. La película, de 1955, en la que encarnaba a la voluble millonaria Frances Stevens, se rodó un año antes de su boda con Rainiero, el 19 de abril de 1956.
SU ÚLTIMO PAPEL EN HOLLYWOOD. Su papel en Alta sociedad fue el último que interpretó antes de viajar a Mónaco para contraer matrimonio con Rainiero y convertirse en princesa. Uno de los principales atractivos de la película fue su trío protagonista, formado por Bing Crosby, Frank Sinatra y la propia Grace Kelly. Un papel que no le era ajena porque su familia pertenecía, precisamente, a la alta sociedad estadounidense.
EN EL CINE Y EN LA VIDA. En Alta sociedad, la mujer a la que da vida Grace Kelly se debate entre su exmarido (Bing Crosby) y su prometido (Frank Sinatra). Todo muy enrevesado. Tanto, como su propia vida amorosa, en la que, antes de casarse con Rainiero, Grace Kelly tuvo decenas de amantes, generalmente mayores que ella.
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DESTINO, MÓNACO. Grace Kelly y Rainiero de Mónaco se conocieron en el Festival de Cannes de 1955. Fue Pierre Galante, marido de Olivia de Havilland el que hizo de ‘celestino’. A él, editor de un diario francés, se le ocurrió la idea de organizar una sesión de fotos de Grace con Rainiero en el palacio monegasco. Dos guapos solteros en un bonito escenario. La sesión se fijó para el 6 de abril a 4 de la tarde. Aparentemente no pasó nada y no puede decirse que fuera un encuentro romántico. Cuando Grace volvió a casa y su hermana le preguntó por él solo dijo de Rainiero que era «encantador».
Y POR FIN, PRINCESA. El martes 5 de enero de 1956 se hizo oficial el compromiso. La boda, en el Principado, se celebró el 19 de abril de ese mismo año ante más de 1.600 invitados. El resto es historia. Tres hijos. Un aburrido matrimonio. Y un montón de tareas asignadas como nueva princesa del Principado, la mujer, la estrella de Hollywood que, con su imagen y su sola presencia, iba a poner Mónaco en el mapa.
La vida de Grace Kelly fue un cúmulo de luces y sombras. En julio se cumplieron 65 años del estreno de ‘Solo ante el peligro’, su primera gran película, y en septiembre, 35 de su muerte. Un suceso tan sombrío como el resto de su vida.
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¿La mató la mafia porque se oponía a que esta controlara el casino de Montecarlo o se le paró el corazón mientras conducía, tal como afirma la versión oficial? ¿Era quizá su hija pequeña, la princesa Estefanía de Mónaco, de 17 años entonces y sin carné, quien estaba al volante cuando el Rover P6 en el que ambas viajaban se salió en un curva y se despeñó desde 37 metros de altura? Hasta una secta satánica podría haber estado implicada si hacemos caso a una de las mil versiones que se han publicado sobre el accidente que el 14 de septiembre de 1982 acabó con la vida de Grace Kelly, princesa de Mónaco, a los 52 años.
Puede que todo sea más fácil: los accidentes ocurren y tal vez el problema sea nuestro al no aceptarlo o al pretender que un aura de misterio rodee su figura y aumente su distinción. Frente a ello, y para devolvernos los pies al suelo, nada mejor que recordar la famosa frase que Gary Cooper dijo de ella: «Parece fría como un témpano, pero le bajas las bragas y se convierte en un volcán en erupción». Así era Grace Kelly. Pura contradicción.
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Ambos coincidieron en el rodaje de Solo ante el peligro. Para ella era su primer papel importante en el cine. Tenía 21 años y pertenecía a una destacada familia de Filadelfia. Su padre había ganado tres medallas de oro como remero en los Juegos Olímpicos y después había hecho una fortuna en la construcción. Su historia con Gary Cooper calcaba el esquema que la actriz ya había seguido antes y repetiría muchas más veces: le encantaban los hombres mayores –su compañero de reparto le sacaba casi 30 años– y si encima estaban casados, mejor. Como el marido de una amiga con el que perdió la virginidad. Cuentan que la futura princesa fue a visitarla, pero como no estaba en casa, acabó con el otro en la cama. O como Don Richardson,uno de sus profesores de arte dramático. Estaba separado aunque aún no tenía el divorcio, y había un problema aún mayor para la familia Kelly: era judío. Grace quiso que conociera a los suyos y aquel viaje a Filadelfia se convirtió en un infierno plagado de broncas, chistes antisemitas y amenazas. Cuando el bueno de Don descubrió que ella encima se veía con otros salió corriendo. Años más tarde, ella diría sobre esta etapa: «Siempre me estaba enamorando de hombres que me daban mucho más de lo que yo les daba a cambio». Entre ellos estaban Ali Khan, futuro marido de Rita Hayworth, y hasta John Fitzgerald Kennedy al que, según algunos biógrafos, fue a visitar al hospital disfrazada de enfermera.
Después del éxito de Solo ante el peligro vino Mogambo, rodada en parte en África, lo que le permitió conocer a uno de sus grandes ídolos, Clark Gable, y practicar una de sus aficiones favoritas: la caza. Fue eso lo que les unió. Un breve romance que ella quiso prolongar a la vuelta, pero él prefirió seguir su camino.
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Otro hombre decisivo en su vida fue Alfred Hitchcok. Con él rodó tres de sus mejores películas: Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón. La segunda de ellas, eso sí, la obligó a rechazar un guion con el que estaba entusiasmada: La ley del silencio. La fascinación del director por Grace Kelly es de sobra conocida, aunque a él lo que le gustaba era mirarla. «Princesa Desgracia», empezó a llamarla luego, seguro que despechado cuando Kelly dejó el cine para sentarse en el trono de Mónaco.
El de Alteza Serenísima fue el gran papel de su vida. O, al menos, el que más tiempo desempeñó: 26 años. La primera candidata, sin embargo, fue otra. Onassis le propuso a Rainiero que se casara con una estrella de cine para dar a conocer el Principado en el mundo y en quien pensó fue en Marilyn Monroe, algo que Grace Kelly nunca perdonó al armador griego, haciendo todo lo posible para distanciarle de su marido.
La boda, descrita como «un cuento de hadas», le salió muy cara a la actriz y a su familia. Además de renunciar a su carrera en el cine, la dote fue de dos millones de dólares. «Mi hija no tiene que pagar a ningún hombre para que se case con ella», dicen que gritó el padre al enterarse de lo que debía desembolsar, aunque al final pasó por el aro.
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«Odiaba Hollywood. Es una ciudad sin piedad. No conozco otro lugar donde tanta gente sufra crisis nerviosas, o donde haya tantos alcohólicos, tantos neuróticos y tanta infelicidad», explicó ella años después. No parece que su matrimonio o su vida como princesa fueran mucho mejor. El aburrimiento de la corte era peor aún que todas esas tragedias de la meca del cine. Había días que ni siquiera salía de la cama o que se los pasaba enteros hablando por teléfono con Estados Unidos. Y la lista de sus amantes siguió creciendo: David Niven, Frank Sinatra…
Hasta intentó volver al cine de la mano de Alfred Hitchcock. Le ofreció un millón de dólares por protagonizar Marnie, la ladrona, y ella dijo que sí. Pero al enterarse, los monegascos mostraron su indignación: de ninguna manera iban a permitir que su princesa se pusiera ante las cámaras, y mucho menos para interpretar a una cleptómana. Tampoco la relación con sus tres hijos, a medida que crecieron, le dio demasiadas satisfacciones.
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«Los cuentos de hadas son historias imaginarias, y yo soy una persona real, yo existo», le gustaba decir a la actriz que se convirtió en princesa, la misma que con solo once películas y cinco años en Hollywood consiguió un Óscar, tres Globos de Oro y, sobre todo, convertirse en un icono del cine. La realidad, sin embargo, parecía empeñada en llevarle la contraria y da la impresión de que cada uno de sus pasos estaba destinado a crear un mito. Un mito, eso sí, trágico y muy poco feliz.
J. V. 

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