martes, 16 de octubre de 2018
LA OPINIÓN DE FEDERICO ANDAHAZI,
Por Federico Andahazi
La nueva columna del escritor
A los 15 años Sarmiento ya era maestro. Pero no se quedó en esa humilde escuelita. Sabía que podía ser protagonista de un país en formación, inmenso, poco poblado en el que el que muy pocos sabían leer y escribir.
La curiosidad, el talento y la producción intelectual de Sarmiento son bien conocidos. Fue uno de nuestros mejores escritores. Un político apasionado que imaginó un país republicano y desarrollado, y que trabajó en ese sentido cuando todo era adverso.
Resulta siempre necesario subrayar su honestidad sobre la venalidad que existía entonces y que se extendió como un cáncer en el tiempo y el espacio. Es un lastre que cargamos: políticos contemporáneos dados a los bolsos, las valijas y el éxtasis que le provocan las cajas fuertes.
Sarmiento nunca tuvo un peso, debió exiliarse en varias oportunidades, fue preso a manos de sus adversarios, fue perseguido y calumniado, incluso hasta ahora por docentes que entienden que confunden enseñar con adoctrinar. Sarmiento fue y es aún incomprendido porque trabajó incansablemente para lograr un país de ciudadanos libres.
Las corrientes revisionistas de la historia de línea populista insisten en demonizarlo una y otra vez. En el canal infantil Paka Paka el niño nacionalsocialista adoctrinado llamado Zamba, se cansó de insultar y difamar a Sarmiento.
Ese pequeño rosista-mussoliniano le enseñó a los chicos que Sarmiento era malo, mientras los docentes de Baradel le decían a nuestros adolescentes que Rosas y Perón eran los grande héroes.
Siempre olvidan el detalle de que la primera Campaña al desierto la organizó el Juan Manuel de Rosas y que los héroes de Perón fueron San Martín, Belgrano, Sarmiento, Roca y Mitre, tal como bautizó el propio Perón a los ferrocarriles nacionalizados por él.
Así seguimos en estas tierras peleando por la figura de Sarmiento, mientras en la avenida Commonwealth de la ciudad de Boston en EEUU, se puede ver una escultura de bronce que lo homenajea. Pero por más que esto nos resulte curioso la verdad es que es comprensible. Sarmiento fue un adelantado que luchó por conquistas que aún no logramos.
En un tiempo donde la religión católica regía la educación y la vida de las personas, Sarmiento sembró las bases de la educación libre, laica y gratuita instaurada años más tarde por Roca.
Él no veía otro futuro posible como Nación más que un pueblo alfabetizado, formado en carreras y oficios, educado cívicamente y libre para decidir.
No encuentro una fecha más indicada para que volvamos a reflexionar sobre el papel de la educación en la Argentina del siglo XXI.
En mi trabajo como escritor y como periodista, pero también en mi condición de padre vengo advirtiendo el objetivo adoctrinador que llevan adelante ciertas líneas educativas en nuestro país. Algunos funcionarios parecen no tomar nota de la gravedad de esta situación.
Mientras muchísimos docentes dejan el alma y el cuerpo en las escuelas de nuestro país, hay un sector que toma la educación como una herramienta más para bajar línea de una manera canallesca. La educación, por definición, implica una relación asimétrica entre el docente y el alumno. Uno es el educador y el otro el educando.
El peronismo adoctrinó a los chicos de primaria con manuales de lectura que endiosaban las figuras de Perón y Evita. Pero ese no es un solo un pasado pintoresco. Hay docentes que, desde su lugar en las aulas, practican un revisionismo histórico mañado.
No se pretende dar a los alumnos las herramientas para que analicen la historia y el presente desde visiones libres e informadas; todo lo contrario: se presenta un mundo de buenos y malos en el que Sarmiento, por ejemplo, está del lado de los asesinos, la generación del 80 regaló el país y a Santiago Maldonado lo secuestró, lo torturó y lo mató la gendarmería. Mienten.
“Hombre, pueblo, Nación, Estado: todo está en los humildes bancos de la escuela”, decía Sarmiento.
Y es cierto, no logramos darle a la educación el lugar que Sarmiento comprendió que tenía, cuando era apenas un maestro de 15 años. No logramos comprender que justo ahí está el camino de la vocación y de la concreción de las aspiraciones personales y sociales.
En la vereda de enfrente de Sarmiento estaban los caudillos, los personalistas, los líderes vociferantes. ¿Estaban o están?
El sistema se ha perfeccionado, también tenemos punteros, valijeros, coimeros, sistemas clientelares que hacen de la ignorancia y de la falta de educación su herramienta principal de manipulación.
Gremios docentes que anuncian paros de 72 hs. sin advertir que son los chicos más necesitados los que quedan vulnerables y abandonados. Gremios cómplices que no dijeron nada durante más de una década de saqueo.
Luego tenemos una generación de chicos extremadamente expuestos a la información pero que no tienen los recursos ni la competencia para discernir entre tantos datos. ¿cómo capturar la atención de los más jóvenes?, ¿cómo generar la chispa de la curiosidad que es el motor del aprendizaje?
Cuando Sarmiento llegó a la presidencia en 1868 había un 70% de analfabetismo en el país. Rápidamente puso en marcha programas de promoción de inmigración, educación y formación de maestros. Ya venía trabajando en esto junto a Horace Mann en EEUU.
Ambos fueron los ideólogos de la educación pública en el continente americano.
Las tasas de analfabetismo han decrecido exponencialmente. En Argentina alrededor del 2% de los habitantes son analfabetos. Pero qué pensaría Sarmiento si se enterara que el 30% de sus hermanos vive en la pobreza en la Argentina del siglo XXI. Más aún, que la mitad de la población de niños y adolescentes en nuestro país es pobre.
Me daría pudor que Sarmiento supiera que después de años de discutir si él fue un maestro ejemplar o un cabrón iracundo, las generaciones que tanto lo juzgan son los artífices de esos chicos pobres con necesidades insatisfechas; esos gremios docentes que son un brazo partidario descarado y que utilizan las aulas como campo de combate.
Ellos son los responsables del fracaso escolar, del abandono de la secundaria por parte de los adolescentes más vulnerables y de una escuela que en la mayoría de los casos no brinda herramientas para pensar libremente, ni preparación para abordar el mundo del trabajo.
Desde esta humilde columna, nuestro homenaje al pensador genial que fue Domingo Faustino Sarmiento, uno de los pocos escritores que gobernó este país y que tuvo un verdadero proyecto a largo plazo para un país pujante, republicano, en el que la gente pueda ejercer el libre pensamiento sin que nos deban bajar líneas a grandes y chicos. Algo que todavía le debemos.
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