sábado, 13 de octubre de 2018

REGAR EL ESPÍRITU DE INVESTIGACIÓN


“La curiosidad mató al gato”, “No metas tu nariz donde no corresponde”. En otras épocas, la pasión por adquirir nuevos conocimientos no tenía el protagonismo y la valoración que se le da hoy, con estudios de psicología y pedagogía que muestran que la curiosidad es el principal motor de la creatividad y la innovación, además de un generador de bienestar emocional.
“Los valores van cambiando con los años: si hubiera escrito este libro en el pasado tal vez se hubiera llamado Cómo criar hijos obedientes, cuenta la
bióloga y especialista en educación Melina Furman Pero estamos en 2018, y el libro que acaba de publicar Furman (editado por Siglo XXL para su colección “Ciencia que aprende”) se titula Cómo criar hijos curiosos: Ideas para encender la chispa del aprendizaje en casa. Lo que sigue es una lista de recomendaciones prácticas que surgen del libro de la especialista:
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Espacio subestimado: Hay algo que siempre le llamó la atención a Furman de los padres que se le acercan preocupados por la educación de sus hijos: el 90% de las consultas tiene que ver con a qué colegio ir, o qué orientación elegir. “Es como si en este desafío le dejáramos toda la responsabilidad a la institución educativa, que es muy importante, pero es relevante también lo que pasa en casa”, explica. Por eso brinda consejos prácticos para aplicar en el hogar.
Ojo con los elogios: A Furman, madre de mellizos de seis años, hay una enseñanza en particular que le costó aplicar, “porque es algo que como padres hacemos todo el tiempo con la mejor intención”: la de tener cuidado con el exceso de elogios. No es que no haya que hacer comentarios positivos, sino que hay que modificar la forma de formularlos. “Los elogios son un arma de doble filo, no todos ayudan y algunos pueden ser contraproducentes”, sostiene. “Con las mejores intenciones, buscando que se sientan confiados, les decimos: ‘¡Qué genio que sos! ¡Sos superinteligente!’ Y lo que muestran hoy las investigaciones es que elogiar la inteligencia y el talento de los chicos genera todo lo contrario”. ¿Por qué? La idea es que los chicos empiezan a no querer defraudarnos a nosotros y a su propia imagen de sí mismos; y dejan de elegir actividades que los desafíen o les resulten difíciles.
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Mentalidad de crecimiento: La solución, para Furman, pasa por elogiar el esfuerzo, siendo lo más específico posible: “Me gustó mucho el cuento que escribiste, en particular tal personaje porque…”. Elogiar la inteligencia o el talento va en contra de fomentar una “mentalidad de crecimiento” y solidifica la idea de que ciertas aptitudes son “naturales”.
Inteligencias múltiples: Uno de los mayores divulgadores en innovación y educación, sir Ken Robinson, suele contar que gente muy exitosa (músicos, arquitectos, de cualquier disciplina) sufre lo que se denomina “síndrome del impostor”: piensan que están engañando a los demás, que no son lo suficientemente buenos en lo que hacen. Para Robinson, una explicación de este fenómeno tiene que ver con que la escuela “premia” un tipo de inteligencia, y muchas personas muy exitosas en su disciplina no tuvieron notas altas durante su etapa de formación. Es muy útil, como padres, considerar la inteligencia no como una variable única sino como “un repertorio, un abanico de capacidades que vale la pena cultivar”. En una de sus estudios más conocidos, el psicólogo Howard Gardner enumera varios tipos de inteligencias (lógico-matemática, lingüística, musical, corporal, espacial, naturalista, intrapersonal, interpersonal, etc.).
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Evitar el “efecto Pigmalión”: “La visión de una inteligencia multifacética es una de las ideas más poderosas que puede aportarnos el campo de la educación. Es poderosa (y también liberadora) porque nos ayuda a reconocer que cada hijo o hija tiene un repertorio de habilidades que aportan distintas herramientas para la vida, y que podemos ayudar a nutrir”, dice la autora. Este abordaje sirve para evitar lo que se conoce como “efecto Pigmalión”, que proviene de la obra Metamorfosis, del poeta romano Ovidio. Allí se cuenta la historia de un escultor (Pigmalión) que modela una preciosa estatua de marfil de la que se enamora. Su devoción conmueve a Venus, que decide darle vida a la estatua. La trama habla de las profecías autocumplidas, y en educación el “efecto Pigmalión” destaca cómo nuestra confianza como padres (y como docentes) es determinante en el aprendizaje y en cómo se conciben los chicos a sí mismos.
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Músculo: En un mundo donde los cambios se aceleran y donde el futuro del trabajo es una incógnita, mantener prendida la llama del aprendizaje permanente parece ser “la” habilidad a promover, porque la curiosidad es un músculo que se puede entrenar. Cuánto más se sabe, más uno quiere saber. La clave está en encontrar la llave de encendido.
Practicar lo que sale bien: Aunque insistir con reforzar aquellas habilidades en las que un chico viene flojo parece ser la norma, para Furman es muy importante “practicar lo que sale bien”, por dos motivos: para fortalecer autoestima y porque la creatividad surge cuando se domina un determinado campo.
Aburrirseunpoco: No hay que tenerles tanta fobia al vacío o a los momentos en que los chicos “no saben qué hacer”. Crear su propio entretenimiento les da autonomía, y los estudios dicen que cuando nos aburrimos un poco la creatividad aflora. Hay que gestionar esa ansiedad.
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Agenda exponencial: Furman es escéptica con la idea de que solo hay que enseñar habilidades (empatía, etc.) porque en un futuro los conocimientos específicos estarán disponibles y no vale la pena perder tiempo con ellos. Ninguna habilidad se aprende en un vacío contextual, sostiene. “Por más traductores online perfectos que haya, saber otro idioma abre nuevas conexiones neuronales y nos da la experiencia de ‘aprender a aprender’ que luego nos puede servir para otro desafío”.
Dormir bien: Los efectos negativos de la baja calidad del sueño en funciones cognitivas (memoria, creatividad, resolución de problemas) están cada vez mejor demostrados. Ir a la cama más temprano puede ser un arma poderosísima para aumentar la curiosidad y mejorar el aprendizaje. Puede que la curiosidad haya matado al gato, sostuvo una vez el escritor inglés Arnold Edinborough, “pero déjenme solo decirles que ese gato murió de una forma muy noble”.

S. C.

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