Capitalismo y comunismo, ¿de qué estamos hablando? no insistíamos, sino que nos entreteníamos viéndolo llegar y verificando si “su” mesa estaba ocupada o no.
Juan Carlos de Pablo
Recordado Manuel, muchas gracias.Trabajadores en un centro de procesamiento de carnes, en China
Preguntas a Manuel San Miguel Economista 1922-2014
Fue, entre otras cosas, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas; con 34 monografías, posee el récord de trabajos presentados en la mencionada institución es más fácil encontrar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Por eso, algunos de los mejores análisis del funcionamiento del sistema capitalista fueron realizados por quieres lo veían “de afuera”. Y lo mismo ocurrió con el sistema comunista. ¿Qué relación existe entre los referidos sistemas, tal como aparecen descriptos en libros y revistas, y lo que ocurre en la práctica? ¿Es la de la Argentina una economía capitalista? ¿Es la de China una economía comunista? En otros términos; ¿para qué sirve plantear estas cuestiones, a este nivel de abstracción?
Sobre el particular conversé con el argentino Manuel San Miguel (1922-2014), quien ocupó múltiples cargos públicos: fue subsecretario de Comercio en 1955, consultor de la Organización de Estados Americanos en la redacción de documentos de la Alianza para el Progreso, secretario ejecutivo y vicepresidente del Consejo Nacional de Desarrollo (Conade), secretario ejecutivo de la Comisión Administradora del Fondo de Apoyo al Desarrollo Económico (Cafade) y delegado a numerosas reuniones internacionales. Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, con 34 monografías ostenta el récord de trabajos presentados en la referida corporación. Me interesó conversar con él porque en la Universidad de Buenos Aires fue profesor de teoría y política económica, y de sistemas económicos comparados.
–Don Manuel, no se ofenda, pero no resisto la tentación de comenzar con una nota de color.
–Adelante. –Durante la década de 1990, con mi esposa solíamos desayunar en el Café de la Paix, que ya no existe. Usted era un habitué del lugar, muy cercano a su domicilio. Llegaba con varios diarios bajo el brazo y enfilaba a cierta mesa, ubicada próxima a una ventana. La consideraba “su” mesa, aunque ningún cartel dijera “reservada”. Si cuando llegaba no estaba disponible, ¡se iba a dar una vuelta hasta que se desocupara!, rechazando, por ejemplo, la invitación que le hacíamos para que se sentara con nosotros. Al final –No me ofendo, pero le pregunto: ¿quién le dijo a usted que un café tiene el mismo sabor en cualquier mesa de un mismo bar? (risas). –Entremos en materia. ¿Es cierto, en el análisis de los sistemas económicos, que muchas veces los árboles no dejan ver el bosque? –Déjeme llevar agua para su molino. Si quiere entender la dinámica del sistema capitalista, lea a Karl Heinrich Marx (más allá de que se equivocó feo en sus pronósticos), y también a Paul Alexander Baran, Michal Kalecki y Rosa Luxemburgo (por el análisis de la etapa imperialista del capitalismo). Mientras que si quiere entender la dinámica de la economía de la Unión Soviética, présteles atención a Abraham Bergson, Alexander Gerschenkron y Alexander Nove. Claro que también existen trabajos valiosos, escritos dentro de los sistemas.
–Por ejemplo.
–Estoy pensando en Jaroslav Vanek y su teoría del funcionamiento del sistema cuando las empresas son administradas por los trabajadores, y en Victor Kornai y su concepto de restricción presupuestaria blanda. A lo cual cabe agregar la labor de los teóricos rusos, quienes, dado que la revolución comunista se planteó en Rusia, que era un país pobre, y no en
“En la argentina, después de pagar los impuestos, la tasa de ganancia de las empresas es ínfima, lo cual explica el reducido nivel de inversión”
Alemania, tuvieron que analizar la cuestión de la “acumulación de capital primitiva”. Y no me puedo olvidar de Nikolai Dmitrievich Kondratieff, asesinado por sostener la inviabilidad de las ideas de Stalin, referidas al comportamiento de los campesinos. Pero, con el mayor de los respetos, no perdamos más tiempo.
–¿Qué quiere decir?
–Como usted indicó, también enseñé política económica argentina, donde volqué mi experiencia como funcionario público. Por eso, más que replantear la cuestión, sugiero ubicarla en un plano más operativo.
–Adelante.
–En la Argentina, después de pagar los impuestos, la tasa de ganancia de las empresas es ínfima, lo cual explica el reducido nivel de la proporción del producto bruto interno (PBI) que se dedica a la inversión. Este hecho, sumado a las regulaciones, ¿convierte a la de la Argentina en una economía socialista? Debate estéril. Por eso, más que las calificaciones, sugiero poner la atención en los incentivos y los desincentivos, y en quién adopta finalmente las decisiones.
–Lo escucho.
–Cuando, en 1978, un agricultor le explicó a Deng Xiao Ping que del pedazo de tierra a su cargo, dedicado a producir repollos, el primero que salía era para él y los demás, para el Estado, Deng le preguntó cuántos salían. Uno, fue la respuesta. Entonces dio vuelta por entero las reglas de juego, de manera que el primero fuera para el Estado y el resto, para él. Y del mismo terreno, con las mismas herramientas, salieron decenas de repollos. Esto fue literalmente así: la transformación de la economía china comenzó por su agricultura, aplicando un principio básico planteado por Adam Smith, según el cual no es la benevolencia del carnicero la que posibilita que comamos, sino que él vive de eso. –La clave, según usted, es que el esfuerzo y el correr riesgos tienen que tener sentido para quien los encara. También aludió a la propiedad privada. –Porque los frutos se pueden disponer de manera inmediata o mediata. Si para disponer de los frutos de mi trabajo tengo que pedirle autorización al funcionario de turno, nunca voy a encontrar la ocasión de viajar a admirar la torre Eiffel, las pirámides de Egipto o el Taj Majal. Porque quien administra las reservas de divisas del Banco Central tiene 20 destinos más importantes que ese. La lógica respuesta de los argentinos consiste en conseguir divisas en el segmento ilegal del mercado de cambios, emigrar o no trabajar. Y cualquiera de estas alternativas tiene consecuencias sobre el funcionamiento del sistema económico.
–¿Es una tontería, entonces, la idea de reformar el capitalismo?
–Es una tontería promover un debate totalizador, ideologizado, al que son afectos quienes no se toman el trabajo de entender cómo funcionan las cosas –única manera de mejorar su funcionamiento–, sino que se dedican a cruzar espadas con otros seres humanos que practican el mismo deporte.
–¿No está siendo demasiado duro?
–Somos economistas, ¿verdad? Entonces, practiquemos lo que enseñamos. Luego de explicar, en la primera clase de cualquier curso introductorio de economía el principio de escasez, según el cual no hay de todo, para todos, gratis, explicamos que los recursos escasos tienen usos alternativos. Esto se aplica a la asignación de camas de terapia intensiva, de los recursos públicos para asistir a los pobres, a los ancianos, a los niños, etcétera, pero también a las energías dedicadas a entender los problemas, para poder actuar en consecuencia.
Preguntas a Manuel San Miguel Economista 1922-2014
Fue, entre otras cosas, miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas; con 34 monografías, posee el récord de trabajos presentados en la mencionada institución es más fácil encontrar la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Por eso, algunos de los mejores análisis del funcionamiento del sistema capitalista fueron realizados por quieres lo veían “de afuera”. Y lo mismo ocurrió con el sistema comunista. ¿Qué relación existe entre los referidos sistemas, tal como aparecen descriptos en libros y revistas, y lo que ocurre en la práctica? ¿Es la de la Argentina una economía capitalista? ¿Es la de China una economía comunista? En otros términos; ¿para qué sirve plantear estas cuestiones, a este nivel de abstracción?
Sobre el particular conversé con el argentino Manuel San Miguel (1922-2014), quien ocupó múltiples cargos públicos: fue subsecretario de Comercio en 1955, consultor de la Organización de Estados Americanos en la redacción de documentos de la Alianza para el Progreso, secretario ejecutivo y vicepresidente del Consejo Nacional de Desarrollo (Conade), secretario ejecutivo de la Comisión Administradora del Fondo de Apoyo al Desarrollo Económico (Cafade) y delegado a numerosas reuniones internacionales. Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, con 34 monografías ostenta el récord de trabajos presentados en la referida corporación. Me interesó conversar con él porque en la Universidad de Buenos Aires fue profesor de teoría y política económica, y de sistemas económicos comparados.
–Don Manuel, no se ofenda, pero no resisto la tentación de comenzar con una nota de color.
–Adelante. –Durante la década de 1990, con mi esposa solíamos desayunar en el Café de la Paix, que ya no existe. Usted era un habitué del lugar, muy cercano a su domicilio. Llegaba con varios diarios bajo el brazo y enfilaba a cierta mesa, ubicada próxima a una ventana. La consideraba “su” mesa, aunque ningún cartel dijera “reservada”. Si cuando llegaba no estaba disponible, ¡se iba a dar una vuelta hasta que se desocupara!, rechazando, por ejemplo, la invitación que le hacíamos para que se sentara con nosotros. Al final –No me ofendo, pero le pregunto: ¿quién le dijo a usted que un café tiene el mismo sabor en cualquier mesa de un mismo bar? (risas). –Entremos en materia. ¿Es cierto, en el análisis de los sistemas económicos, que muchas veces los árboles no dejan ver el bosque? –Déjeme llevar agua para su molino. Si quiere entender la dinámica del sistema capitalista, lea a Karl Heinrich Marx (más allá de que se equivocó feo en sus pronósticos), y también a Paul Alexander Baran, Michal Kalecki y Rosa Luxemburgo (por el análisis de la etapa imperialista del capitalismo). Mientras que si quiere entender la dinámica de la economía de la Unión Soviética, présteles atención a Abraham Bergson, Alexander Gerschenkron y Alexander Nove. Claro que también existen trabajos valiosos, escritos dentro de los sistemas.
–Por ejemplo.
–Estoy pensando en Jaroslav Vanek y su teoría del funcionamiento del sistema cuando las empresas son administradas por los trabajadores, y en Victor Kornai y su concepto de restricción presupuestaria blanda. A lo cual cabe agregar la labor de los teóricos rusos, quienes, dado que la revolución comunista se planteó en Rusia, que era un país pobre, y no en
“En la argentina, después de pagar los impuestos, la tasa de ganancia de las empresas es ínfima, lo cual explica el reducido nivel de inversión”
Alemania, tuvieron que analizar la cuestión de la “acumulación de capital primitiva”. Y no me puedo olvidar de Nikolai Dmitrievich Kondratieff, asesinado por sostener la inviabilidad de las ideas de Stalin, referidas al comportamiento de los campesinos. Pero, con el mayor de los respetos, no perdamos más tiempo.
–¿Qué quiere decir?
–Como usted indicó, también enseñé política económica argentina, donde volqué mi experiencia como funcionario público. Por eso, más que replantear la cuestión, sugiero ubicarla en un plano más operativo.
–Adelante.
–En la Argentina, después de pagar los impuestos, la tasa de ganancia de las empresas es ínfima, lo cual explica el reducido nivel de la proporción del producto bruto interno (PBI) que se dedica a la inversión. Este hecho, sumado a las regulaciones, ¿convierte a la de la Argentina en una economía socialista? Debate estéril. Por eso, más que las calificaciones, sugiero poner la atención en los incentivos y los desincentivos, y en quién adopta finalmente las decisiones.
–Lo escucho.
–Cuando, en 1978, un agricultor le explicó a Deng Xiao Ping que del pedazo de tierra a su cargo, dedicado a producir repollos, el primero que salía era para él y los demás, para el Estado, Deng le preguntó cuántos salían. Uno, fue la respuesta. Entonces dio vuelta por entero las reglas de juego, de manera que el primero fuera para el Estado y el resto, para él. Y del mismo terreno, con las mismas herramientas, salieron decenas de repollos. Esto fue literalmente así: la transformación de la economía china comenzó por su agricultura, aplicando un principio básico planteado por Adam Smith, según el cual no es la benevolencia del carnicero la que posibilita que comamos, sino que él vive de eso. –La clave, según usted, es que el esfuerzo y el correr riesgos tienen que tener sentido para quien los encara. También aludió a la propiedad privada. –Porque los frutos se pueden disponer de manera inmediata o mediata. Si para disponer de los frutos de mi trabajo tengo que pedirle autorización al funcionario de turno, nunca voy a encontrar la ocasión de viajar a admirar la torre Eiffel, las pirámides de Egipto o el Taj Majal. Porque quien administra las reservas de divisas del Banco Central tiene 20 destinos más importantes que ese. La lógica respuesta de los argentinos consiste en conseguir divisas en el segmento ilegal del mercado de cambios, emigrar o no trabajar. Y cualquiera de estas alternativas tiene consecuencias sobre el funcionamiento del sistema económico.
–¿Es una tontería, entonces, la idea de reformar el capitalismo?
–Es una tontería promover un debate totalizador, ideologizado, al que son afectos quienes no se toman el trabajo de entender cómo funcionan las cosas –única manera de mejorar su funcionamiento–, sino que se dedican a cruzar espadas con otros seres humanos que practican el mismo deporte.
–¿No está siendo demasiado duro?
–Somos economistas, ¿verdad? Entonces, practiquemos lo que enseñamos. Luego de explicar, en la primera clase de cualquier curso introductorio de economía el principio de escasez, según el cual no hay de todo, para todos, gratis, explicamos que los recursos escasos tienen usos alternativos. Esto se aplica a la asignación de camas de terapia intensiva, de los recursos públicos para asistir a los pobres, a los ancianos, a los niños, etcétera, pero también a las energías dedicadas a entender los problemas, para poder actuar en consecuencia.
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