sábado, 3 de octubre de 2020

EL CUCHI EN EL YOUTUBE DE ARMUSA


Cuchi Leguizamón y una pasión por la música que comenzó en un altillo
A veinte años de la partida de este músico excepcional, Claudio Koremblit dirigió un retrato del salteño, un verdadero artista que supo combinar las tradiciones con la innovación
Mauro Apicella“La mejor zamba es la que se puede bailar”, solía decir Leguizamón
Todo tiene un porqué. Gustavo “Cuchi” Leguizamón contó una vez: “Mi padre era un melómano increíble. Era contador público y a las seis de la tarde cerraba su escritorio y trepábamos a un altillo que lo hizo hacer especialmente para oír música. Y ahí, entonces, cuando eran las siete, me convidaba una cerveza con un queso muy rico que siempre tenía mi tata. Oíamos música hasta que bajábamos a comer. Ahí no nos molestaba nadie. Se oía fácilmente, un par de horas, dos o tres horas, muy buena música”.
La pasión por la música no se hereda, pero se promueve. Ese personaje salteño entrañable conocido con el simpático apodo Cuchi quizá no hubiera escrito música de la manera como lo hizo sin ese altillo que le había obsequiado su padre como ventana al mundo. Gustavo Leguizamón pintó su aldea con notas –las zambas “del carnaval”, “del laurel”, de “Balderrama”, de “Lozano”, la cueca “La arenosa”, la “Chacarera del expediente”– después de haber visto el mundo desde un altillo que, probablemente, tuviera como única vista al exterior los discos de su padre.
La anécdota de esos momentos de la tarde de música, queso y cerveza se escuchan en los primeros minutos del documental Cuchi Leguizamón creando la tierra, que Claudio Koremblit produjo pacientemente durante los últimos cinco años. Y quizás haya tenido como meta de estreno el último fin de semana para recordar que el 27 de septiembre se cumplieron 20 años de la partida de este músico excepcional (el documental se puede ver de manera gratuita en el canal de Youtube de Armusa).
Varios viajes entre Buenos Aires y Salta para recoger testimonios, viejas grabaciones del programa Badía y compañía (donde a mediados de la década del 80 le hicieron un gran homenaje) y entrevistas de Marcelo Pérez Cotten fueron la materia prima de su trabajo.
Conseguir el material para un documental puede ser más o menos fácil (o más o menos difícil), pero en la elaboración de un relato interesante estará el buen resultado del trabajo. La descripción del músico y su entorno (porque Cuchi sin duda era una persona muy singular), las canciones puestas en primer plano y los trazos finos y gruesos de un personaje irreemplazable del folclore argentino son los tópicos de este documental realizado de manera absolutamente autogestionada por Koremblit.
Descifrar los misterios
Aparecen grandes músicos argentinos (Manolo Juárez, Hilda Herrera, Sara Mamaní, Lilián Saba, Rodolfo Mederos), que definen a Leguizamón como músico y como persona. Escuchar una versión instrumental de la “Zamba del laurel” en las manos de Hilda Herrera, al piano, es uno de los gustos que se pudo dar el realizador de este trabajo y el que se darán aquellos que vean el documental, desde el canal de Youtube de Koremblit. También el hecho de encontrar testimonios como el de Fernando Noy, con descripciones tan detalladas de una de las grandes invenciones de Cuchi, el Dúo Salteño, que integraron Chacho Echenique y Patricio Jiménez.
Haber escrito una “Canción de cuna al vino”, habla de un personaje que es folclore en sí mismo y que hizo folclore con la genialidad de otros de sus pares, como el poeta Manuel Castilla. “La mejor zamba es la que se puede bailar”, “No necesitás ser abogado para hacerle trampa al tiempo”, son apenas un par de frases que se podían escuchar en la voz del Cuchi o de los entrevistados en este documental de casi dos horas, que pinta a un hombre que nada tenía de cotidiano, a pesar de haber sido abogado, fiscal y, especialmente, docente universitario durante varias décadas. Leguizamón era la bohemia en sí misma, testigo de una época que se traduce en una música, a estas alturas, sin tiempo.
A propósito de este estreno, días atrás el director Claudio Koremblit contó a la agencia Télam: “Siendo su música una fuente incalculable de belleza y sabiduría, mi planteo fue aprender todo lo que pueda, descifrar los misterios, entender de qué se trataba su complejidad dentro de un campo tan tradicional y conservacionista. Cómo podía ser que un compositor de música popular, aferrado a su paisaje y al folclore de su tierra, tuviera intenciones tan originales y novedosas, sin salir del molde formal de una música de raíz que la vanguardia considera primitiva, simple y ‘bailable’”.

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