Juan Carlos Pallarols, el dueño de los secretos del bastón presidencial
Excepto Mauricio Macri, todos los presidentes electos usaron la vara de mando que el orfebre confecciona con madera correntina en su taller de San Telmo desde 1983
Luisa Estrada
Desde la recuperación de la democracia, el orfebre confecciona ese símbolo del poder para cada mandatario.
A tres días de las elecciones, las encuestas miden la intención de voto, los candidatos se miden entre ellos y Juan Carlos Pallarols, a los 80 años, espera los resultados para medir la longitud del bastón presidencial. “Todos los bastones son iguales, lo único que cambia es la altura”, dice el reconocido orfebre. “Luego de las elecciones me reúno con el mandatario electo, probamos el bastón y lo corto. El de Duhalde mide 88 cm; el de Menem, 91; el de Kirchner y De la Rúa, 96”.
Antes del retorno de la democracia el bastón era diseñado de acuerdo con una reglamentación de 1932. Establecía que la vara debía ser de madera de caña de malaca y la empuñadura de oro. En 1983 Pallarols logró instalar un nuevo modelo que este año, junto con la democracia, festeja sus 40 años. Según relata, fue difícil que aceptaran el bastón de madera de urunduy y plata. “En 1983 [el joyero] Ricciardi vendía su diseño a 14.000 dólares, que en ese momento alcanzaba para comprar cuatro departamentos. Yo lo quería donar, pero no se podía; debía ser facturado a nombre de la Nación. Entonces hice una factura por un peso y dejé la boleta y el bastón en Presidencia. A los dos o tres días me llamó Alfonsín”.
Así como los periodistas deportivos se cuidan de revelar de qué equipo son hinchas, Pallarols dice: “No me apasiona mucho la política. Soy fervoroso de la democracia. Además no sería justo que tomara partido, no se puede estar con Dios y con el diablo”. La neutralidad es un signo del orfebre que realizó todos los bastones del período democrático en un país dividido por la grieta. Aunque confeccionó uno para Mauricio Macri, el expresidente eligió usar otro del joven orfebre de Mercedes Damián Tessore. “Tenía miedo de que yo le hubiera prestado el bastón a Cristina Kirchner y que tuviera un gualicho”.
Fuera de esa excepción, los bastones solo se diferencian por algún detalle especial. “Menem me dijo: ‘Me mataron a mi hijo’. Me mostró un cuaderno del colegio donde Carlos Menem Jr. había dibujado un sol y me pidió que lo replicara en la empuñadura. Alberto Fernández me pidió que grabara la leyenda ‘Argentina de pie’”. Cada presidente recibe un bastón en la asunción, incluso en caso de ser reelegido. “Cristina tiene dos. Perón tenía tres. No sería democrático especular un año antes quién va a ganar las elecciones. Recuerdo que en la semana de 2001 de los cinco presidentes hice un bastón para cada uno”.
En su museo-taller frente a la Plaza Dorrego, entre esculturas y pinturas, Pallarols se enorgullece: “Este no es otro país, es otro mundo”. Es una casa antigua refaccionada donde conviven pelotas de fútbol, una foto con Maradona, una guitarra que perteneció a Carlos Gardel y un piano de cola. Parece que está todo mezclado, y sin embargo, cada pieza contribuye a una extraña cohesión. El pasillo dirige al visitante al taller, donde cuatro artesanos transforman la plata. Ahí, entre el fuego de las hornallas, cinceles y martillos se gesta actualmente el próximo bastón presidencial.
En la pared, por encima de las herramientas y los artesanos, un cartel reza: “Y sigo jugando con el Abi”. Pallarols se emociona recordando a su abuelo, a quien considera su principal maestro y un hombre de gran sabiduría. “Él me decía que la fórmula del éxito tiene dos condimentos: el juego y la pasión”. Además en una placa se lee un texto que el abuelo le escribió nueve días antes de morir donde se condensa la filosofía de seis generaciones de orfebres catalanes: “Si eres pobre, trabaja. Si eres rico, sigue trabajando. Si eres dichoso, no dejes de trabajar. La ociosidad engendra la duda, el temor, el hastío (...) Si te abruman las cargas y responsabilidades, trabaja. Trabaja como si hoy empezaras a hacerlo. El trabajo hace olvidar los achaques del cuerpo y las dolencias del espíritu. ¿Amas la vida? Trabaja”.
En Pallarols el arte y la vida se desdibujan. Con este impuso, el orfebre asumió la confección del bastón presidencial como una misión diplomática para difundir los valores de la democracia y romper con el mito de que “Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires”. “Toma un año hacer el bastón como lo hago yo: lo llevo por todas las provincias, de norte a sur. Quiero que trabajen los 45 millones de habitantes para que la gente tome conciencia de lo que es la democracia. Se confecciona en la Capital, pero es un legado de todos los argentinos”.
Desde principios de año Pallarols recorre kilómetros para llegar a distintas localidades con la empuñadura del bastón y un cincel. La gira tiene lugar en instituciones educativas públicas y privadas, sendas peatonales de avenidas principales, centros comerciales y plazas frente a los edificios gubernamentales. Allí se instala con sus herramientas y le propone a la gente participar de la construcción colectiva de la icónica pieza. “Con esos millones de golpecitos, el material se endurece. De esta manera, en la empuñadura quedan grabadas todas las marcas de quienes cincelaron el bastón”. Además, lleva un libro de firmas dirigido al futuro presidente donde todos dejan por escrito sus deseos. En abril de 2022, por primera vez Pallarols convocó a su taller a los candidatos para dar inicio a la confección del bastón. Los invitó a dejar su huella con cincel en la empuñadura.
Otra particularidad del próximo bastón es que se utilizará madera de Corrientes y no de Chaco, Formosa y Misiones, como en años anteriores. Los listones de urunday entregados a Pallarols pertenecían a un árbol centenario que cayó en una tormenta en el parque del campus de la Universidad Nacional del Nordeste.
Respecto del futuro, el orfebre se preocupa por su legado. “A los 80 años, tengo miedo de que esto se pierda. Quiero hacer una fundación, pero no confío en nadie. Lo mejor sería promulgar una ley que regule la elección del platero presidencial a través de una licitación; el procedimiento debe garantizar que se cobre lo justo y que no sea un negocio”, reflexiona Pallarols. “No lo hago por dinero. Con mis clientes del exterior gano muy bien. Este es un trabajo que me gratifica”.
En su sala de estar cerca de la bandera argentina, enmarcó las palabras de Colbert, asesor de Luis XIV: “Si nuestros artesanos imponen gracias a su cuidado la calidad superior de nuestros productos, los extranjeros encontrarán ventaja proveyéndose en Francia y las divisas quedarán en el reino”.
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