lunes, 28 de agosto de 2023

LECTURA


Dime cómo lideras y te diré qué clase de presidente serás
Repasar el perfil de los últimos cuatro mandatarios argentinos resulta revelador
 Por Andrés Hatum y Luciana SabinaNéstor Kirchner le entrega el bastón de mando a Cristina Kirchner, el 10 de diciembre de 2007
La “casta” política, como la llama el ganador de las paso, no sale del asombro del batacazo electoral del outsider Javier Milei. “Un cisne negro”, auguraron algunos. Si tomamos la definición de Nassim Taleb, un cisne negro es un suceso que ocurre tan de sorpresa que ningún analista había previsto y que, para bien o para mal, termina teniendo un gran impacto. Milei superó esta definición y se convirtió en un cisne negro tamaño cóndor que barrió la lógica del sistema político imperante en el país desde la crisis de 2001.
En 2003, la llegada de Néstor Kirchner también supuso un cambio en la política local. No fue un cisne negro, sino uno patagónico, parte de “la casta” que tanto denosta Milei. Los niveles de indignación generalizada que se alcanzaron en los últimos días de 2001, la desesperación por la pérdida de los ahorros, los saqueos a supermercados, la sensación de descontrol e incertidumbre, la desconfianza hacia toda la clase política tradicional, el clamor popular pidiendo “que se vayan todos” los políticos abrieron una etapa marcada por el populismo, que demostró su fracaso veinte años después.
Hoy, Javier Milei, un ganador inesperado, emergió de la insatisfacción y el hartazgo de la gente con la clase política que, supuestamente, vino a cambiar las cosas luego de la hecatombe del año 2001. Nuestro cisnecóndor supera al menos una grieta: lo votan pobres y jóvenes de clases acomodadas.
Hoy como ayer, el ciudadano común sigue pidiendo un cambio profundo de la política vernácula. ¿Qué sucedió durante estos veinte años? Cuatro presidentes gobernaron nuestros destinos como país entre 2003 y 2023. Un repaso por sus estilos de liderazgo nos permitirá entender mejor nuestro presente incierto.
Néstor Kirchner, el caudillo hegemónico, práctico y bestial.
Los líderes, como las monedas, tienen una cara y una contracara en las que muestran lo mejor y lo peor de sí mismos. En el caso de Néstor Kirchner, la cara positiva fue su practicidad, que le permitió navegar las aguas turbulentas de un país que había colapsado. Era tan práctico Kirchner que, cuando los números del Indec no lo favorecieron, lo intervino. La contracara de la practicidad fue la bestialidad de su liderazgo, del que Kirchner hizo uso y abuso. El liderazgo bestial es fundamentalmente resultadista. aguantamos a las bestias cuando las cosas van mal, pero el estrés que generan no es sostenible en el largo plazo. El líder bestial es, fundamentalmente, un mal líder. posee características no necesariamente agradables: no delega, no reconoce el trabajo del otro y subestima a sus colaboradores. arrasa con todo lo que tiene delante con tal de alcanzar el objetivo que se propuso.
Hubo un sentido de refundación en Kirchner: se estuvo en el infierno, era hora de salir de él de la mano heroica del nuevo líder. El problema es hacia dónde lleva esa refundación.
Dos grandes temas nos muestran los rasgos de brutalidad que estresaron a la sociedad: la generación de la grieta y la cooptación de grupos de derechos humanos, así como la agresiva relación con los medios de comunicación.
El plano dicotómico fue de gran utilidad para Kirchner, un político que accedió al poder con el 21,97% de los votos en 2003. Dividir para captar y cooptar una base de potenciales adeptos fue la solución que encontró, como si fuera uno de los mejores alumnos de Maquiavelo. El mundo que Kirchner creó es el de las grietas: se está de un lado o del otro. Si estás del lado correcto, el de él y su movimiento, bienvenido. Si estás del otro, no existís. Es más, ojalá te caigas en la grieta.
Cristina Fernández de Kirchner, una lideresa narcisista, ideóloga y autoritaria.
Narcisista y autoritaria, Cristina Kirchner dominó la escena política en los últimos veinte años, primero como ladera de su marido y luego de forma directa a partir de su centralidad en el Frente para la Victoria. Un líder narcisista es alguien que requiere gran necesidad de atención, admiración y reconocimiento constante de los demás y, por otra parte, carece de empatía hacia los sentimientos y las necesidades del otro. Una pequeña muestra: unos meses después de la Tragedia de Once, en la que el 22 de febrero de 2012 un tren de pasajeros chocó contra los paragolpes de contención de la estación y fallecieron 52 personas, Cristina encabezó un acto en esa misma estación y dijo: “Miren que tenemos que hacer rápido, porque si no viene la próxima formación y nos lleva puestos”. El líder narcisista no es empático.
Los narcisistas son vanidosos y propensos a la grandiosidad. Tienen inflada la confianza y su ego es más grande que el espejo en el que se miran. Creen tener el derecho a ser los amos. Generalmente la psicopatía, el narcisismo y el maquiavelismo van de la mano. Cristina demuestra carisma, histrionismo y seducción. Es popular. Tiene una gran capacidad de tirar bombas verbales, desaparecer y generar un halo de misterio y respeto alrededor. No cualquier líder logra algo así.
También es una ideóloga. Está lejos del “hombre de Estado” tal como lo define Ernesto palacio en su libro Teoría política. El hombre de Estado es realista y práctico; el ideólogo es idealista y temperamental. por eso, la creación del relato K ha sido tan importante para la lideresa ideóloga, que necesitó presentar su visión de la historia, la sociedad y la política. El relato es la explicación de la refundación de la argentina según la visión K, que convierte al kirchnerismo en un movimiento superador del peronismo, más inclusivo, pero increíblemente más polarizante, dinámica que empezó a profundizarse con el conflicto con el campo luego de la resolución 125. Un país quebrado por la grieta fue el logro más cabal de Cristina Kirchner desde lo ideológico.
Mauricio Macri, un liderazgo práctico, racional y burocrático.
La llegada de Mauricio Macri es distinta a la de otros líderes de la política argentina. Los peronistas o los radicales han hecho carrera desde la unidad básica o el comité, respectivamente, y de allí escalaban en el entramado territorial de esos partidos. Macri trajo una novedad a la política vernácula: era un empresario devenido presidente de uno de los clubes de fútbol más importantes del país, Boca Juniors, y luego alcalde de la Ciudad autónoma de Buenos aires.


¿Cómo fue Macri como líder? El sociólogo Max Weber trazó una categorización de liderazgos, entre los que encontramos el burocrático, que se basa en una forma de organización social de terminada por la división del trabajo, la jerarquía de la autoridad, la impersonalidad y la racionalidad. No toman decisiones basadas en sus emociones, sino que siguen procedimientos. ¿Qué permite un liderazgo burocrático, de acuerdo a Weber? La administración eficiente y efectiva de la organización. Claro, el problema es tener un líder burocrático y racional, según la descripción de Weber, en el contexto argentino, que dista de ser estable. Un ejemplo de la racionalidad y el estilo burocrático de Macri lo encontramos en cómo estructuró su equipo. Una vez en el poder, loteó el gabinete con personas por fuera de estructuras partidarias, de gran nivel técnico.
Macri decidió arrancar su mandato sin un ministro de Economía. Eligió gente competente y prestigiosa que se instaló en sus áreas de especialidad. Un sistema atomizado de poder, más cercano a la realidad de un país europeo que a la inestabilidad vernácula. Tal vez quiso evitar sombras en su propio poder.
Macri hizo un uso conveniente de la grieta que inauguró Néstor Kirchner y profundizó Cristina. Según el expresidente, el kirchnerismo dejó un legado espantoso y triste que se resume en la grieta, grieta que él mismo también agrandó.
Alberto Fernández, el presidente que no fue y la pérdida de autoridad.
Alberto Fernández es un presidente distinto a los tres antes analizados. Es un presidente que no pudo ser líder. Esto no sucedió con Néstor Kirchner, que mantuvo su liderazgo e influencia luego de dejar de ser presidente, o con Cristina, que generó un relato tan fuerte que creó un halo de idealismo a su alrededor con el que pocos líderes pueden competir. Macri fue el ave fénix que remontó vuelo luego de las PASO y tuvo, en octubre de 2019, un apoyo impensado para la crisis existente. Fernández es diferente. Durante su mandato vio diluida su autoridad, su liderazgo y su poder rápidamente. Una combinación espantosa y poco sostenible en el tiempo para cualquier líder, ya que en casos así los ciudadanos dejan de reconocer al gobernante como tal.
Alberto no es un líder carismático y tampoco alguien capaz de crear un paradigma de pensamiento que genere seguidores, al estilo Cristina. Fue Cristina quien, como estratega, lo ungió para el cargo. Alberto es el peón que cumple un papel de protagonista por autoridad delegada. Y acá vienen los problemas. La actual vicepresidenta le delegó la autoridad formal y un poder limitado para tomar decisiones. Esto hizo que la presidencia del disminuido Alberto se viera petardeada por los acólitos de Cristina cuando el presidente se desviaba del rumbo ideológico de la facción kirchnerista.
El politólogo y jurista español Manuelgarcí apela yo considera que una autoridad legitimada por sus acciones puede consolidarse. Confianza y ejemplaridad son dos características de los líderes exitosos. Sin embargo, acá también falló Alberto. En marzo 2020, anunció la que sería una de las cuarentenas más largas del mundo producto del Covid-19. El encierro estricto hizo que no se pudieran visitar familiares o acompañar en el último adiós a los fallecidos. En este contexto, dos temas minaron la confianza hacia la figura presidencial. Por un lado, el festejo del cumpleaños de su pareja, Fabiola, cuando las reuniones estaban prohibidas. Por otro lado, el llamado vacunatorio vip, por el cual se vacunaron a políticos y amigos del poder mientras la población esperaba las vacunas, que venían a cuentagotas.
En síntesis, los últimos veinte años estuvieron signados por líderes populistas y uno que intentó, infructuosamente, abrir la ventana republicana e instaurar una economía de mercado en un país más abierto al mundo. Pero los cuatro presidentes mostraron falencias en sus liderazgos. Algunas más graves, como las de aquellos que se volvieron amantes del poder por el poder mismo; los otros no estuvieron a la altura de las circunstancias por ineptitud o inexperiencia.
El país siempre estuvo tironeado por concepciones o modelos diferentes. El ejemplo de cómo llegó, cien años atrás, a ser una de las naciones más potentes en el concierto mundial fue el resultado de generaciones de líderes que tenían una visión clara y, a pesar de las diferencias, avanzaban tras un objetivo común: una Argentina pujante y moderna. Esa generosidad se fue perdiendo, en un tiempo en el que los líderes imperfectos solo miraron la coyuntura de corto plazo. Una gran Argentina será posible cuando los líderes puedan crear políticas visionarias que los trasciendan

Hatum es licenciado en Ciencia Política y MBA; Sabina es historiadora; ambos son autores de (Galerna)

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.