El gobierno prohibió el uso del lenguaje inclusivo en la administración pública
Lo anunció ayer el vocero presidencial, Manuel Adorni: “Consideramos que las perspectivas de género se utilizaron también como negocio de la política”, dijo; antecedentes de un complejo debate
“No se va a poder utilizar la letra e, @ ni x” en los comunicados oficiales
Un día después de que el Ministerio de Defensa, a cargo de Luis Petri, prohibiera el uso del lenguaje inclusivo en las Fuerzas Armadas y en todas las áreas que dependen de ese organismo, el vocero, Manuel Adorni, anunció ayer que, por decisión del presidente Javier Milei, se aplicará la misma norma en toda la administración pública nacional. “No se va a poder utilizar la letra e, @ ni x (comúnmente usadas para no dar indicios de género)”, explicó el funcionario en su habitual conferencia de prensa en la Casa Rosada, en la que instó a “evitar la innecesaria inclusión del femenino en todos los documentos”.
“El lenguaje que contempla a todos los sectores es el que utilizamos en la lengua castellana; es el español. No veo por qué haya que tener estructuras y no vamos a participar en un debate sobre eso porque consideramos que las perspectivas de género se utilizaron también como negocio de la política”, agregó Adorni en línea con la medida anunciada anteayer por Petri. La resolución del Ministerio de Defensa, que se publicó el viernes en el Boletín Oficial, remarca que en caso de que se utilicen términos con la “e” (como “generale”) se podrán recibir sanciones por infringir las normas.
No es la primera vez que el lenguaje inclusivo en las comunicaciones oficiales genera polémica tanto por su uso como por su prohibición. Aunque la Real Academia Española se manifestó en contra de términos como “amigues”, el expresidente Alberto Fernández solía dirigirse en sus discursos a “todos, todas y todes”. En enero de 2020, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, anunció que su administración preparaba una guía de lenguaje inclusivo para aplicar en los organismos públicos con el objetivo de “visibilizar e incluir a todas las personas”. Y en noviembre del mismo año, la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses) informó que, a partir de la resolución 418/2020, firmada por su por entonces titular, Fernanda Raverta, incorporaba la utilización del lenguaje inclusivo y no sexista en toda la documentación del organismo estatal. El mismo camino tomó el Ministerio de Salud de la Nación en mayo de 2022. El debate llegó también al interior de las universidades y fueron varias las instituciones (como la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA) que adoptaron el inclusivo en sus clases.
Desde el gobierno porteño, en cambio, la exministra de Educación Soledad Acuña anunció en junio de 2022 una “regulación” del uso del inclusivo en las aulas de la ciudad de Buenos Aires. La medida despertó críticas e, incluso, un recurso de amparo contra la resolución oficial.
Consultada por acerca de la nueva prohibición en la administración pública nacional, la escritora y académica María Rosa Lojo dijo: “El llamado lenguaje inclusivo surge de la voluntad filosófica y política de visibilizar colectivos de género que nuestra lengua, tal como existe hoy, no representa de manera diferenciada, porque subsume esa diversidad en lo masculino genérico. Por más que se pueda compartir la voluntad de dar cuenta de todas las identidades, ese lenguaje modificado supone la introducción de nuevos elementos no pronunciables (como la @ o la x para el plural) y plantea problemas de concordancia y también confusiones. Lo más importante de todo es que la mayoría de la sociedad no habla ni escribe así habitualmente y el uso generalizado es lo único que les da legitimidad a los cambios lingüísticos, que son creaciones colectivas y democráticas, no decisiones individuales o de grupos de opinión. Las academias dictan normativas apoyadas en ese uso mayoritario, no es a la inversa. Por eso no me parece mal que la normativa en los documentos e instituciones oficiales se atenga a la consensuada por el conjunto de la sociedad y que reflejan las academias. Otra cosa son las decisiones individuales, particularmente las creativas, que no deberían estar alcanzadas por ninguna restricción. Creo que esta prohibición tiene que ver con las batallas del partido gobernante y no tanto con una genuina preocupación por el proceso colectivo de construcción de la lengua”.
Prohíben usar lenguaje inclusivo en el Estado
La resolución apunta a eliminar la perspectiva de género en la administración pública nacional.
Daniel Gigena
La resolución del Ministerio de Defensa de la Nación, publicada el viernes en el Boletín Oficial, que prohíbe el uso del lenguaje inclusivo en las Fuerzas Armadas y en las áreas que dependen de ese organismo caracteriza el inclusivo como una “desviación o desnaturalización del castellano” y señala que el uso incorrecto del idioma “puede afectar el desarrollo de las operaciones y generar confusión”.
La redacción de la medida tuvo en cuenta la Constitución nacional; la ley 23.554 de defensa nacional; el Diccionario para la acción militar conjunta; el Glosario de definiciones y abreviaturas para comunicaciones del Comité Superior de Normalización del Ministerio de Defensa; los reglamentos que norman las comunicaciones en las Fuerzas Armadas; el Reglamento de terminología castrense de uso en el Ejército Argentino; el Diccionario de terminología militar para la Armada; el Reglamento para la escritura y correspondencia de la Fuerza Aérea, y el Diccionario de la Fuerza Aérea.
Cita, además, un trabajo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde se indica que “es importante no confundir el género gramatical (categoría que se aplica a las palabras), el género como constructo sociocultural (roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para los seres humanos de cada sexo) y el sexo biológico (rasgo biológico propio de los seres vivos)”.
También incluye el dictamen de la Academia Argentina de Letras (AAL): “Una lengua, un cuerpo lingüístico, no puede inventarse o reinventarse conscientemente de la noche a la mañana. No pueden reemplazarse las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque se tiene la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica. Esa sustitución es ajena a la morfología del español e innecesaria, pues el masculino genérico o masculino gramatical ya es inclusivo, ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
Y se apoya en la Real Academia Española (RAE): “Los nombres terminados en ‘-l’ suelen funcionar como comunes en cuanto al género (’el/la corresponsal’, ‘el/la cónsul’). Para el nombre ‘general’, en referencia a persona, lo normal es usar, por tanto, ‘el/la general’”.
“Según el Diccionario de la Lengua Española, de la RAE y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, se dice ‘el general’ y ‘la general’ –explicó a la nacion la presidenta de la AAL, la lingüista Alicia María Zorrilla–. En su cuarta acepción, leemos: ‘m. y f. Oficial general del Ejército con la graduación de capitán general, teniente general, general de división o general de brigada, y los correspondientes en la Armada, en los cuerpos distintos del cuerpo general’”.
Respecto de “capitana”, el Diccionario de la Lengua Española registra los dos géneros: capitán y capitana, pero indica que, para el femenino, se usa capitán en las acepciones 1ª y 3ª: “Oficial de graduación inmediatamente superior al teniente e inferior al comandante” y “Persona que manda un barco”. “Aunque el uso haya impuesto ‘la capitán’ en los ámbitos indicados, desde ningún punto de vista el femenino capitana se puede censurar. El general José de San Martín declaró Patrona y Generala del Ejército de los Andes a Nuestra Señora del Carmen de Cuyo”, concluye Zorrilla.
“Sargenta”, según la RAE, puede significar “religiosa lega de la Orden de Santiago”, “alabarda que llevaba el sargento”, “mujer corpulenta, hombruna y de dura condición” (usada despectivamente), “mujer autoritaria” y “mujer del sargento”.
Para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), lo habitual es dejar invariables los grados militares, como recomienda la Gramática de la RAE. “Se consideran comunes en cuanto al género los sustantivos que designan grados de la escala militar, cualquiera que sea su terminación: el soldado / la soldado; un teniente / una teniente (y lo mismo cabo, sargento, comandante, coronel, general). En diversos países se emplea capitana para designar el femenino de este grado militar, pero es más frecuente usarlo para hacer referencia a la mujer que dirige una nave o un equipo deportivo”.
Fundéu admite que tanto “capitana general” como “capitana generala” tienen abundantes registros históricos. En obras de los españoles Benito Pérez Galdós y Vicente Blasco Ibáñez se usa la expresión “capitana generala”. En novelas históricas argentinas, como Bastarda. Manuela Sáenz, amor y desmesura de Simón Bolívar, de Florencia Canale, se usa “generala”, “coronela” y “capitana”.
La resolución del Ministerio de Defensa de la Nación, publicada el viernes en el Boletín Oficial, que prohíbe el uso del lenguaje inclusivo en las Fuerzas Armadas y en las áreas que dependen de ese organismo caracteriza el inclusivo como una “desviación o desnaturalización del castellano” y señala que el uso incorrecto del idioma “puede afectar el desarrollo de las operaciones y generar confusión”.
La redacción de la medida tuvo en cuenta la Constitución nacional; la ley 23.554 de defensa nacional; el Diccionario para la acción militar conjunta; el Glosario de definiciones y abreviaturas para comunicaciones del Comité Superior de Normalización del Ministerio de Defensa; los reglamentos que norman las comunicaciones en las Fuerzas Armadas; el Reglamento de terminología castrense de uso en el Ejército Argentino; el Diccionario de terminología militar para la Armada; el Reglamento para la escritura y correspondencia de la Fuerza Aérea, y el Diccionario de la Fuerza Aérea.
Cita, además, un trabajo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde se indica que “es importante no confundir el género gramatical (categoría que se aplica a las palabras), el género como constructo sociocultural (roles, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad determinada en una época determinada considera apropiados para los seres humanos de cada sexo) y el sexo biológico (rasgo biológico propio de los seres vivos)”.
También incluye el dictamen de la Academia Argentina de Letras (AAL): “Una lengua, un cuerpo lingüístico, no puede inventarse o reinventarse conscientemente de la noche a la mañana. No pueden reemplazarse las letras a y o, que diferencian el género, con la arroba, el asterisco, la e o la x porque se tiene la voluntad de hacerlo en contra del androcentrismo o de reflejar con ello una realidad sociopolítica. Esa sustitución es ajena a la morfología del español e innecesaria, pues el masculino genérico o masculino gramatical ya es inclusivo, ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
Y se apoya en la Real Academia Española (RAE): “Los nombres terminados en ‘-l’ suelen funcionar como comunes en cuanto al género (’el/la corresponsal’, ‘el/la cónsul’). Para el nombre ‘general’, en referencia a persona, lo normal es usar, por tanto, ‘el/la general’”.
“Según el Diccionario de la Lengua Española, de la RAE y de la Asociación de Academias de la Lengua Española, se dice ‘el general’ y ‘la general’ –explicó a la nacion la presidenta de la AAL, la lingüista Alicia María Zorrilla–. En su cuarta acepción, leemos: ‘m. y f. Oficial general del Ejército con la graduación de capitán general, teniente general, general de división o general de brigada, y los correspondientes en la Armada, en los cuerpos distintos del cuerpo general’”.
Respecto de “capitana”, el Diccionario de la Lengua Española registra los dos géneros: capitán y capitana, pero indica que, para el femenino, se usa capitán en las acepciones 1ª y 3ª: “Oficial de graduación inmediatamente superior al teniente e inferior al comandante” y “Persona que manda un barco”. “Aunque el uso haya impuesto ‘la capitán’ en los ámbitos indicados, desde ningún punto de vista el femenino capitana se puede censurar. El general José de San Martín declaró Patrona y Generala del Ejército de los Andes a Nuestra Señora del Carmen de Cuyo”, concluye Zorrilla.
“Sargenta”, según la RAE, puede significar “religiosa lega de la Orden de Santiago”, “alabarda que llevaba el sargento”, “mujer corpulenta, hombruna y de dura condición” (usada despectivamente), “mujer autoritaria” y “mujer del sargento”.
Para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), lo habitual es dejar invariables los grados militares, como recomienda la Gramática de la RAE. “Se consideran comunes en cuanto al género los sustantivos que designan grados de la escala militar, cualquiera que sea su terminación: el soldado / la soldado; un teniente / una teniente (y lo mismo cabo, sargento, comandante, coronel, general). En diversos países se emplea capitana para designar el femenino de este grado militar, pero es más frecuente usarlo para hacer referencia a la mujer que dirige una nave o un equipo deportivo”.
Fundéu admite que tanto “capitana general” como “capitana generala” tienen abundantes registros históricos. En obras de los españoles Benito Pérez Galdós y Vicente Blasco Ibáñez se usa la expresión “capitana generala”. En novelas históricas argentinas, como Bastarda. Manuela Sáenz, amor y desmesura de Simón Bolívar, de Florencia Canale, se usa “generala”, “coronela” y “capitana”.
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