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"Era algo natural, algo que estaba ahí. No había ansiedad en todo esto, para nada. Era estar parado viendo pasar el tiempo, en mi mambo, y de repente sentir esa cosa en el cuerpo: 'Es el que viene'".
De esa manera intentó explicarlo recientemente, casi 35 años después de cometer una saga de asesinatos, calcados, que aterrorizó al barrio porteño de Mataderos en 1982.
Las víctimas: siempre taxistas. El momento: siempre de noche. El modo: con un arma que llevaba a toda hora encima, en el instante en que el conductor estaba por cobrarle el viaje. Los motivos: ni él ni los expertos en salud mental que lo trataron a lo largo de las más de tres décadas que lleva encerrado logran conocerlos.
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Ricardo Luis Melogno era un joven de 20 años cuando, en septiembre de 1982, en apenas una semana, mató a cuatro taxistas. A uno de ellos lo asesinó en Lomas del Mirador. A los otros tres les quitó la vida de manera idéntica: al llegar a destino, en un radio de pocas cuadras del barrio de Mataderos, los remató dentro de sus vehículos, en esquinas oscuras.
Luego se quedó un rato con ellos, en algún momento llegó a fumar un cigarrillo y se fue en las tres ocasiones a comer a un bodegón.
Melogno reveló esos y otros detalles en diálogo con el escritor argentino Carlos Busqued, quien entre noviembre de 2014 y diciembre de 2015 se reunió con él en su lugar de reclusión, las instalaciones del Programa Interministerial de Salud Mental, en el complejo penitenciario de la localidad de Ezeiza.
De esas conversaciones y las que Busqued tuvo con distintos expertos en salud mental que trataron a Melogno surgió el reciente e impactante libro Magnetizado (Anagrama, 2018) donde el asesino de taxistas, luego de más de 90 horas de conversación, intenta dar algún tipo de explicación sobre lo que ocurrió.
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UN CASO QUE SACUDIÓ A LA OPINIÓN PÚBLICA
Hacia fines de 1982, las páginas de los principales medios gráficos ponían el foco en la Guerra de Malvinas y sus heridas recién abiertas, la imagen del gobierno militar en decadencia y la inflación como uno de los grandes problemas que afectaba el bolsillo de los argentinos.
Hasta que la curiosa serie de asesinatos a taxistas irrumpió en la agenda pública y conmovió a los argentinos.
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Ocurrió que, con el correr de los días, lo que al principio a las autoridades les había parecido un hecho aislado se convirtió en un tema de gran preocupación.
Asustados, los vecinos de Mataderos, temían por sus vidas. Nadie había visto al misterioso atacante nocturno que aterrorizaba al barrio.
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El primer taxista asesinado apareció dentro de su vehículo, en la calle Pola. Cuatro días después, un caso similar, esta vez en la calle Oliden, muy cerca de la avenida Directorio. La víctima falleció camino al hospital sin poder dar datos del atacante.
"Todos los cadáveres aparecieron en horas de la madrugada, caídos sobre el asiento delantero de sus automóviles, cada uno de ellos con un orificio de ingreso de bala calibre 22 en la sien derecha. Los taxis, estacionados en esquinas oscuras, con las luces internas y el motor apagados, los faros delanteros encendidos. No había evidencia de robo, aunque siempre faltaba la documentación del vehículo y de la víctima", detalla Busqued en Magnetizado.
Luego del segundo caso, la policía intentó armar un operativo especial, con efectivos de comisarías de toda la ciudad, y hasta elaboró un identikit con el rostro del posible criminal.
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Sin embargo, y pese a las medidas tomadas, el asesino volvió a atacar, el 28 de septiembre.
Desde entonces, como ocurre en la actualidad ante asesinatos aberrantes, se multiplicaron las hipótesis, las búsquedas en el barrio, las falsas denuncias.
Se habló de más de un responsable de los crímenes. Hubo, incluso, protestas de taxistas que querían salir a buscar ellos mismos al asesino ante la falta de pistas concretas.
Hasta que dos semanas después, el 15 de octubre, un hombre se presentó en Tribunales.Quería entrevistarse con el juez que investigaba el caso de los taxistas asesinados; aseguraba ser el hermano del asesino.
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"Ese día al mediodía, un hermano del homicida se presentó en los tribunales y le explicó al juez Miguel Ángel Caminos (…) que en su casa de Espinosa 1869, piso segundo, departamento 'C', estaba un hermano suyo, Ricardo Luis Melogno, quien sería el autor de la muerte de los conductores de taxi acontecidas los días 23, 27 y 28 de septiembre en las cercanías de los mataderos", detalló el diario La Prensa en su edición del 18 de octubre de 1982.
Entonces el juez, un secretario y el hombre fueron hasta esa dirección. Allí, tal como había adelantado su hermano, encontraron a Melogno muy calmo.
"Melogno no ofreció resistencia y habría contado al juez cómo y por qué mató a los trabajadores, agregando la autoría de otros hechos", detalló el diario.
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Ocurrió que durante uno de los primeros interrogatorios, Melogno confesó ser el autor del crimen de otro taxista, poco antes de los que tuvieron lugar en Mataderos, en la localidad de Lomas del Mirador.
Según se pudo reconstruir días después, el asesino de taxistas había estado viviendo en la calle mientras cometió los crímenes. Deambulaba por la ciudad, iba a los cines que ofrecían una programación continuada y comía en bodegones, siempre con una suerte de carterita de mano encima donde guardaba su arma.
Luego de cada uno de los ataques regresaba a un depósito que tenía su padre a dejar los documentos que iba recolectando de las víctimas. Allí fue encontrada la pistola calibre 22 que utilizó para quitarle la vida a los taxistas.
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En aquellos primeros encuentros con las autoridades, el hombre sorprendió a todos. Con 20 años, hablaba sereno y brindaba, sin ningún tipo de inconveniente, todos los detalles que le solicitaban.
A nadie le daba la impresión de ser una persona que delirara ni presentaba, a priori, incoherencias en su relato.
CONTARLO TODO
De inmediato, Melogno fue detenido y su reclusión continúa hasta hoy. Para los expertos se trata de un caso curioso porque nadie pudo encontrar un móvil concreto para los crímenes.
Tampoco se ponen de acuerdo en el diagnóstico de su posible trastorno psíquico.
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A lo largo de los 35 años que Melogno lleva privado de su libertad, quienes lo trataron llegaron a distintas conclusiones y ninguna certeza: dijeron que padece un síndrome esquizofrénico sobre una personalidad psicopática, que lo suyo es un trastorno de su personalidad antisocial, que fue víctima de un cuadro delirante crónico, entre otros diagnósticos.
Luego de tantos años de encierro, Melogno dio su versión de los hechos y lo hizo para Magnetizado, el libro de Carlos Busqued.
Entre otras grandes revelaciones de la publicación, Melogno cuenta allí sobre su difícil infancia con una madre que lo maltrataba y sobre cómo decidió dedicarse al espiritismo desde muy chico, con apenas 13 años.
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"Te aceptan los espíritus: vos sos presentado ante ellos y, así como te pueden aceptar, te pueden rechazar y revolearte contra las paredes. Fui bautizado con sangre. Me dieron los santos de cabeza que me iban a guiar, para que me den fuerza", relata.
Allí el hombre también intenta recrear qué sintió luego de cometer los crímenes.
"No tengo ninguna sensación del momento de la muerte, pero recuerdo la satisfacción del después, de irme a comer una suprema a la napolitana con papas fritas y mousse de chocolate de postre, y me acuerdo que estaba riquísmo", concluye.
A. L.
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