Una arqueóloga, que es exploradora de National Geographic, nos cuenta lo que no se ve cuando se visitan las ruinas incas.
Una vista clásica de Machu Picchu.
Antes de tomar la chicha, una bebida fermentada de maíz, hay que arrojar un chorrito al suelo para agradecerle a la Pacha Mama, la madre tierra. Ella nos dio el cultivo con el que se hizo la poción y a la naturaleza debe volver como acto de reciprocidad. Esta costumbre, que viene probablemente desde de épocas prehispánicas, sirva de moraleja cuando se visita Machu Picchu. Antes de sacar el teléfono para hacerse un autorretrato, vale la pena hacer una pausa en señal de agradecimiento. Esa contemplación nos permitirá acceder al mejor secreto dejado allí por el imperio inca: la comunidad entre la ciudadela y su entorno espectacular en la llamada ceja de selva, lo que anuncia la abundancia incomparable de la Amazonia.
Es la legendaria arqueóloga peruana Denise Pozzi-Escot, directora del Museo del Sitio Pachacamac, un impresionante oráculo inca ubicado en Lima, la que me advierte de este detalle, no pequeño. “Los incas nunca destruyen el paisaje sino que insertan a la ciudad como parte del paisaje”, dice. Ella es exploradora de la National Geographic y nos hace de guía. Un privilegio.
“Los incas no conocían ni la rueda ni la escritura y lograron construir estas ciudades tan importantes. Ellos conquistaban el paisaje y, una vez que lo hacían, tenían la capacidad de conquistar al pueblo que estaba ahí”, cuenta.
Machu Picchu: vista general de la ciudadela inca
Estamos muy cerca en lo que se denominó el Antisuyu, la región Este del Imperio, que es la que linda con la selva, donde crecían plantas tan apreciadas como la coca. Y de allí venían también pueblos muy guerreros, que los incas querían tener bien a raya. La privilegiada vista desde todos los puntos de la ciudadela, incluyendo la que hay desde la montaña contigua, el Huayna Picchu (Montaña Nueva, en quechua), es inigualable y conmovedora. Hay selva y también un glaciar. Magia pura.
Machu Picchu (Montaña Vieja) es hoy el emblema arqueológico del Perú. En 2007, fue declarada Maravilla del Mundo, lo que lo convierte en una atracción mundial. Pero, llamativamente, no es el lugar más importante desde el punto de vista de la ciencia. Acaso, tenga más relevancia Chan Chan, la ciudad de adobe precolombina más grande de América (construida por el reino Chimú en la costa Norte). O tal vez los sitios de la región amazónica, como Kuelap o Laguna de los Cóndores, entre otros.
Por misterio y belleza, Machu Picchu viene amasando fama desde 1913.
Pero Machu Picchu, por su locación y belleza, viene amasando fama desde 1913, cuando la revista National Geographic publicó la primera nota anunciando al mundo su existencia. Ese artículo vino a cuento de una misión de Hiram Binham, el arqueólogo que la había visto por primera vez dos años antes. Su viaje había estado auspiciado tanto por la revista como por la Universidad de Yale. El título de tapa decía: In the Wonderland of Peru (En el maravilloso Perú).
La tapa de National Geographic, que dio vuelta al mundo.
La figura de Binham, de arqueólogo empedernido, sirvió –luego– para forjar el personaje de Indiana Jones. Pero Hollywood también ayudó a cimentar el halo fantástico de Machu Picchu cuando en 1954 se filmó The Secret of the Incas, un disparate histórico protagonizado por Charlton Heston, un actor que también habitó la piel de Marco Antonio, Moisés, Ben-Hur y el Cid Campeador, entre otros. No en vano, sobre ella se han tejido muchos mitos, misterios y exageraciones, que tergiversaron la mirada sobre estas ruinas. Por ejemplo:
La arqueóloga Denise Pozzi-Escot, exploradora de la National Geographic.
Mito 1:Nadie sabía nada de Machu Pichu hasta que Bingham la descubriera en 1911. Falso. La antigua ciudadela estaba habitada por dos familias. Y los pastores de la zona la conocían perfectamente. “No era una ciudad perdida, los españoles la habían identificado”, indica Pozzi-Escot. Seguramente, el libro de Bingham, llamado La Ciudad Perdida de los Incas, haya ayudado a crear la impresión de que este lugar se había caído del mapa de la historia.
Mito 2: Machu Picchu fue una ciudad sagrada. Exagerado. “Las últimas excavaciones dicen que era un lugar donde se hacían ritos, pero no era el centro ceremonial más importante del Imperio”, aclara Pozzi-Escot. En las habitaciones de los sacerdotes se han encontrado restos de pintura roja y amarilla. A lo largo del sitio se encuentran pequeñas huacas o altares de piedra tallada, que rodean a los Apus o divinidades de las montañas. Los Apus tienen una forma idéntica a la de los macizos de enfrente y son hermosos. La ciudad fue construida por orden de Pachacútec, que fue quien expandió las fronteras del Tawantinsuyu o Imperio. El lugar formaba parte de las propiedades de la panaca real (familia del Inca) de Pachacútec.
Mito 3: Era una ciudad donde vivían encerradas mujeres nobles consagradas a los dioses. Exagerado. Si bien Bingham encontró tumbas donde había mujeres, Machu Picchu no era un lugar donde las mujeres estuvieran escondidas. El número de hombres y mujeres era casi igual en número. En las tumbas se encontró material que provenía de la costa y de la sierra, lo que indica que era un punto de intercambio entre ambas regiones del Imperio.
Un chamán moderno, reproduciendo un rito inca.
Mito 4: Machu Picchu es un lugar único. Exagerado. Es único por su ubicación y la extraordinaria conservación de su arquitectura, pero muchas estructuras no lo son. La arquitectura que se encuentra en Machu Picchu también se ve en otras ciudades incas. Por ejemplo, el templo del Sol, que es la única construcción con paredes circulares, se repite también en el Coricancha, un importante templo en el centro de Cusco, que era la capital del Tawantisuyu. Acaso, uno de los sitios más sorprendentes sea el templo del Cóndor, cuyas paredes imitan las alas desplegadas del ave, talladas con maestría. Es notable la distribución del agua, cuya ingeniería sigue resultando maravillosa, con sus canales y fuentes. Los incas creaban a lo largo del imperio “nuevos Cuscos” que eran réplicas en pequeña escala de su capital. Tal vez Machu Picchu haya tenido el mismo patrón pues incluye sectores administrativos, plazas y templos.
Un misterio: ¿Cuánta gente vivía en Machu Picchu? A pesar de ser un sitio espectacular y de tamaño imponente, su población era pequeña. Pozzi-Escot dice que vivían entre 100 y 400 personas. No hay mucha claridad sobre el nombre que los propios incas le daban a la ciudadela, a la que referimos sólo por el nombre de una de sus montañas. El Machu Picchu y el Huayna Picchu no están estáticos: continúan moviéndose. Y esa fuerza está abriendo hendijas entre algunas de las construcciones. Se han encontrado una serie de viviendas circulares en la parte baja del Huayna Picchu, probablemente era el lugar de residencia de la gente que trabajaba en Machu Picchu.
Verdadero 1: Machu Picchu era un lugar donde se hacían observaciones astronómicas. Hay varias edificaciones cuyas ventanas coinciden con el solsticio de verano, como el Intipunku, como se denomina la Puerta del Sol, ubicada a la entrada, cerca del viejo camino inca. Los incas eran ávidos observadores del cosmos, ya que esto les permitía establecer con exactitud las estaciones. O sea, el momento para cultivar y para cosechar. Machu Picchu tiene un importante reloj solar, conocido como Intihuatana.
Verdadero 2: Machu Picchu estaba en un sitio estratégico. No se sabe qué función tenían las construcciones del Huayna Picchu (recientes excavaciones parecen demostrar que había viviendas). Pero este es un lugar desde donde se puede ejercer control del paisaje, vigilar los movimientos de la gente que venía del Antisuyu (selva), que era muy guerrera. Los escalones son muy estrechos. Tenía un acceso restringido.
Verdadero 3: Los caminos incas van por las alturas. Están construidos donde no pueden afectar a la agricultura. No se sube abruptamente. Y una vez que se alcanza cierta altura, se va de frente. Los puentes son impresionantes. Tienen hasta 50 metros de ancho. Aún hoy, las comunidades siguen usando las mismas técnicas para hacerlos. Sin estos caminos no podía haber Imperio. Circulaba en ellos la información, la mercadería, se conectaban las ciudades. El principal, llamado Qhapaq Ñan, partía del Cusco e iba por la sierra uniendo las capitales provinciales entre el noroeste argentino, Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y parte de Colombia.
En Perú hay algunos tramos muy bien conservados. Pero el camino de la sierra se conectaba con la costa a través de sendas transversales que unían todo el imperio. El Qhapaq Ñan es Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 2014.
Una lección. ¿Qué sabían los incas del uso del territorio que luego se ignoró? Nunca se ocupaban los terrenos agrícolas, que siempre se hacían en las laderas de los cerros. Los cerros también fueron aprovechados para cultivos. Las ciudades estaban en un punto medio, lo que les permitía acceder a las alturas, donde estaban los camélidos (proveían de proteína, lana y huesos para hacer instrumentos textiles). Los cultivos altoandinos se intercambiaban por productos de la selva (la coca) o la pesca en la costa.
M. A.
Una lección. ¿Qué sabían los incas del uso del territorio que luego se ignoró? Nunca se ocupaban los terrenos agrícolas, que siempre se hacían en las laderas de los cerros. Los cerros también fueron aprovechados para cultivos. Las ciudades estaban en un punto medio, lo que les permitía acceder a las alturas, donde estaban los camélidos (proveían de proteína, lana y huesos para hacer instrumentos textiles). Los cultivos altoandinos se intercambiaban por productos de la selva (la coca) o la pesca en la costa.
M. A.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.