EL PALACIO BOSCH Y LA ANÉCDOTA DE SU VENTA MILLONARIA
Corría el año 1910 y Buenos Aires era
una fiesta. Se celebraba el centenario
de la Revolución de Mayo y Argentina integraba
la lista de los diez países más ricos del
mundo
. En París, Ernesto Bosch terminaba
sus funciones como embajador argentino, y
en pocos meses debía regresar al país para
ocupar el cargo de ministro de Relaciones
Exteriores en el gabinete del presidente
electo, Roque Saénz Peña. Su mujer, Elisa
de Alvear, estaba convencida de que un
ministro de Estado merecía tener una residencia
digna de su cargo –además de que
quería seguir viviendo con las mismas comodidades
y refinamiento de la residencia
de los embajadores argentinos en París, ubicada
en el número 68 de la Rue de Courcelles–,por lo que convenció a su marido para que convocaran a René Sergent, uno de los arquitectos franceses más prestigiosos de
sus funciones como embajador argentino, y
en pocos meses debía regresar al país para
ocupar el cargo de ministro de Relaciones
Exteriores en el gabinete del presidente
electo, Roque Saénz Peña. Su mujer, Elisa
de Alvear, estaba convencida de que un
ministro de Estado merecía tener una residencia
digna de su cargo –además de que
quería seguir viviendo con las mismas comodidades
y refinamiento de la residencia
de los embajadores argentinos en París, ubicada
en el número 68 de la Rue de Courcelles–,por lo que convenció a su marido para que convocaran a René Sergent, uno de los arquitectos franceses más prestigiosos de
aquella época, para que desarrollara el proyecto
de su nueva casa en Argentina. "Hacia 1910, la zona más allá del Jardín Zoológico, próxima al parque de Palermo, era considerada demasiado alejada para construir grandes residencias, a pesar de su entorno privilegiado. Sin embargo, ese fue el sitio elegido entonces por Ernesto Bosch y su esposa, Elisa de Alvear, para edificar su casa... "Así inició
la construcción del Palacio Bosch El resultado: un capricho de 3.600 metros cuadrados
El palacio Bosch es uno de sus mejores edificios donde además de lograr una obra de gran calidad arquitectónica resolvió magistralmente el complejo programa de una residencia para un diplomático. La construcción del edificio duró varios años y se vió afectada por el desarrollo de la Primera Guerra Mundial
.La obra fue diseñada en 1912. Con el conflicto bélico, los materiales no llegaban.A pesar de que la Primera Guerra Mundial retrasó enormemente la obra, Así, por ejemplo muchos elementos de la decoración interior retrasaron su llegada a la Argentina, como en el caso de la gran baranda de la escalera de honor, que hubo de ser rehecha ya que la original se perdió al ser hundido el barco que la transportaba a través del Atlántico La residencia fue finalmente inaugurada ostentosamente el 6 de Septiembre de 1918, siendo escenario de innumerables tertulias y reuniones políticas por más de diez años .
Este palacio se inscribe entre los mejores ejemplos de la corriente que recreó el clasicismo del siglo XVIII francés a principios del siglo XX y es una excelente recreación del "grand hotel particulier" del siglo XVIII tiene como fuente de inspiración más probable el chateau de Bénouville, en Normandía, construído por Claude Nicolas Ledoux, cuya obra Sergent apreciaba especialmente.
VENTA MILLONARIA
La anecdota más insolita del palacio es como la residencia familiar se convirtió en embajada de los Estados Unidos .
Mientras Ernesto Bosch y Elisa de Alvear disfrutaban todas las fastuosas comodidades de su mansión el electo presidente norteamericano Hoover visitó Argentina en diciembre de 1928 y el embajador Robert W. Bliss le hizo explícito su interés por comprar una propiedad que sirviera como residencia permanente para los embajadores de Estados Unidos. El Presidente regresó a Washington y al poco tiempo le ordenó a Bliss que iniciara la búsqueda de un inmueble. Sólo le puso una condición: debía ser una propiedad emblemática y muy bien ubicada en la ciudad. Tenía que reflejar el espíritu y el protagonismo que estaba tomando Estados Unidos en el concierto de las naciones. Bliss,entonces, sólo tuvo ojos para el Palacio Bosch.
Cuenta la historia, que el embajador Robert Wood Bliss agotó todos los medios de persuasión para que Bosch le vendiera la residencia.Ante la negativa varias veces manifestada de éste de no venderla, Bliss optó una vez más por reclamarselo frente a muchos invitados en una reunión.
Bosch en broma y como queriendo poner un punto final a esta insistencia, dijo que sólo la vendería por una alta suma y deslizó una cifra exagerada y desalentadora para su comprador:Tres millones de pesos.(una cifra inmensa para esa época).
Algunos dias después recibió el anuncio que el gobierno de los Estados Unidos estaba dispuesto a pagar esa cifra, lo que obligó a un hombre de palabra como Bosch a no poder retractarse y cumplir con su promesa.
Lo más doloroso sería comunicarle a su mujer Elisa que estaban obligados a dejar la casa
Eran otros tiempos donde la palabra empeñada todavía resaltaba los valores de una persona.
La residencia fue trasladada al gobierno de los Estados Unidos, el 10 de Agosto de 1929.
Los Bosch-Alvear, por pedido y condición de Elisa para abandonar su amada casa, no aceptaron desprenderse del mobiliario que habían traído con ellos desde Europa.Pero ese no fue un obstáculo para el embajador
Bliss, ya que junto con su mujer Mildred,pudo imprimir buen gusto y refinamiento a la casa. Amuebló cada uno de los ambientes con piezas del mismo estilo y compró destacadas antigüedades que hasta el día de hoy decoran muchos de sus rincones.La chimenea es una réplica, ya que los Bosch-Alvear decidieron llevarse la original ,diseñada especialmente para Elisa ,cuando se mudaron a otra residencia de menor tamaño pero de gran jerarquía en Montevideo y Quintana .
PATRIMONIO
El Palacio Bosch abre sus puertas para que los conozcan los vecinos
Es la actual residencia del Embajador de Estados Unidos. Lo construyeron en 1928, con aires neoclásicos.
Hacia el jardín. El Palacio Bosch, una joya de estilo francés en Libertador al 3500, Palermo.
Puede ser el gran jardín, donde conviven la armonía del estilo neoclásico con las líneas simples y contundentes de aires Art Dèco. O la luz que cae, como un manto brillante, sobre la escalera señorial. Con esos imanes sobra para tentarse con conocer el Palacio Bosch, residencia del Embajador de Estados Unidos en la Ciudad de Buenos Aires.
Fachada principal. Conserva la marquesina de hierro original.
Escalera. De doble circulación, es protagonista.
Al Palacio lo pensó el arquitecto francés René Sergent desde París. Y al jardín lo diseñó el paisajista Achille Duchêne, también allá, a la distancia, y lo materializó acá el maestro Carlos Thays. Los profesionales franceses fueron los mismos que proyectaron otras joyas preciosas de "Buenos Aires, la París latinoamericana": el Palacio Ortiz Basualdo -actual sede de la Embajada de Francia- y el Errázuriz -del Museo Nacional de Arte Decorativo-,
Pero el Bosch, con sus sellos franceses, estaba además en la línea de la arquitectura que se elegía en Washington a principios del siglo XX: imponente, sólida, elegante y sobria.
A la mesa. El comedor principal tiene capacidad para treinta invitados.
Por eso, Robert Woods Bliss, embajador de Estados Unidos, debe haber insistido tanto en comprar el Bosch -además de por su belleza-. Se cuenta que Ernesto Bosch, ex embajador argentino en Francia y después canciller, lo mandó a construir para quedarse a vivir. Así que, como Bliss le proponía y le proponía que lo vendiera, él le pidió más de $ 2 millones: el doble al menos de lo que valía, según cálculos del historiador Daniel Balmaceda. E igual se lo pagaron. El contrato fue firmado un par de meses antes del gran crisis económica del 29.
Bliss estaría ya cansado de andar entre hoteles y residencias alquiladas, entre ellas, el Palacio Noel, actual sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Pero, sobre todo, Estados Unidos consideraba que debía tener una residencia permanente acá. Así que cuando Herbert Hoovervisitó Buenos Aires en 1928 le prometió a Bliss que, al asumir la presidencia, se ocuparía del tema.
Araña. Se agregó en la restauración de los años '90. Mide 2,5 metros de altura./
El Palacio es de cuento. En 3.996 m2 cubiertos, sobre un predio de 7 mil m2, entre mármoles, madera con dorado a la hoja, taburetes de 1825, un tapiz de 1680 donado por un príncipe ruso y gabinetes chinos de laca, reúne un quincho, una huerta y una cancha de tenis (donde el ex embajador Noah Mamet encargó al artista Martín Ron, argentino top ten en el mundo, un gran mural con Juan Martín del Potro y Andre Agassi).
Rojo. El entelado impacta.
La mansión guarda otras memorias. El arquitecto Sergent -quien diseñó además el Palacio Sanc Souci, en San Fernando- la planificó entre 1911 y 1918 por encargo de Bosch y de su esposa Elisa de Alvear, "la hermana de Josefina de Alvear, la mujer del diplomático chileno Matías Errázuriz, quien mandó a edificar el Palacio -justamente- Errázuriz", apunta Chaina. Con sus planos en mano, la construyeron los arquitectos Eduardo María Lanús y Pablo Hary, quienes luego mostrarían la obra en sus clases pioneras en la UBA y dirían: "Necesita el país tener buenas casas antes que buenos monumentos".
"Aunque para los expertos el Palacio Bosch es una recreación magnífica de las mansiones francesas del siglo XVIII, otros indican que probablemente su inspiración haya sido el Castillo de Bénouville, de Normandía, construido por Claude Nicolas Ledoux, a quien Sergent admiraba", comenta Chaina.
No fue barato ni fácil edificarlo. También se cuenta que cuando el Palacio fue inaugurado, hace cien años, a la gran escalera lefaltaban pasamanos. Es que Bosch había hecho traer materiales y muebles desde París. Y, en el marco de la Primera Guerra Mundial, uno de los barcos fue bombardeado y hundido en el Atlántico. Volvieron a comprar las piezas pero, lógico, se demoraron.
Jardín francés. Con diseño de Achille Duchêne, materializado por Carlos Thays.
Se destacan el salón de baile, el de música, el rojo (o pequeño comedor), la biblioteca y el comedor principal para treinta invitados. Las lámparas son originales, salvo, la araña central, que mide más de 2, 5 metros de altura y que fue realizada en la provincia de Santa Fe e incorporada en una restauración del fines de los años '90.
Lo habitaron los presidentes estadounidenses en sus visitas a Argentina: Franklin Delano Roosevelt en 1936, Dwight Eisenhower en 1960, George H. W. Bush en 1994 y Barack Obama en 2016. Todos, homenajeados con placas.
Salón gris. Los sillones están tapizados con telas francesas.
En la biblioteca del Palacio hay una chimenea que dispara otra historia. Elisa de Alvear, quien tampoco pensaba mudarse de la casa en la que había vivido durante unos doce años con el padre de sus ocho hijos, hizo desmontar la original para llevársela una vez que Bosch la había vendido. Y pusieron una más chica. Ahí quedó hasta que en 1999 fue reemplazada por una réplica realizada sobre la base de fotos de época. No es casual que las restauraciones del Palacio Bosch, que integra el Registro de Propiedades con Valor Cultural del Departamento de Estado norteamericano, hayan merecido también su placa
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