La primera postal no se envió desde una playa paradisíaca, sino desde la ciudad austriaca de Perg
El cementerio de Meidling, en Viena, no suele recibir muchas visitas de turistas, no tiene mucho de especial, no puede competir con el enorme cementerio de Zentralfriedhof, donde están enterrados Beethoven, Brahms y unos cuantos Strauss, personajes célebres, sin embargo, el cementerio de Meidling tiene sorpresa y premio para quien se fije y sepa algo de alemán, una lápida con la imagen grabada de un señor con bigote bajo el que pone Der Erfinder der Postkarte. "El inventor de la postal". Nacido en Klagenfurt, un pueblo del sur de Austria, en 1839 y muerto en Viena en 1902. La lápida también nos dice que fue profesor. Y su nombre: Emanuel Herrmann.
Herrmann es un apellido muy común en Alemania y en Austria, significa algo similar a 'soldado' y las ciudades y pueblos de estos países están llenas de calles y plazas que se llaman así. En Viena, sin embargo, con esa grafía exacta (dos erres), solo hay un parque, Herrmannpark, pegado al canal del Danubio.
De Emanuel Herrmann no se sabe demasiado, pero las pinceladas biográficas que han llegado hasta el presente desmontan enseguida la tentadora idea de que el inventor de la postal tenía que ser un intrépido viajero. En realidad, Herrmann estudió Derecho y se dedicó principalmente a la docencia. Enseñó Economía en la Universidad Técnica de Viena durante 20 años y publicó varios libros sobre el tema. Y la idea que tuvo, considerada el inicio de las postales, tenía que ver con su formación económica: el objetivo era reducir costos.
En enero de 1869, publicó en el periódico local Neue Freie Presse un artículo titulado Über eine neue Art der Korrespondenz mittels der Post ("Sobre un nuevo modo de correspondencia postal") en el que proponía la posibilidad de enviar tarjetas del tamaño de un sobre por correo.
Herrmann es un apellido muy común en Alemania y en Austria, significa algo similar a 'soldado' y las ciudades y pueblos de estos países están llenas de calles y plazas que se llaman así. En Viena, sin embargo, con esa grafía exacta (dos erres), solo hay un parque, Herrmannpark, pegado al canal del Danubio.
De Emanuel Herrmann no se sabe demasiado, pero las pinceladas biográficas que han llegado hasta el presente desmontan enseguida la tentadora idea de que el inventor de la postal tenía que ser un intrépido viajero. En realidad, Herrmann estudió Derecho y se dedicó principalmente a la docencia. Enseñó Economía en la Universidad Técnica de Viena durante 20 años y publicó varios libros sobre el tema. Y la idea que tuvo, considerada el inicio de las postales, tenía que ver con su formación económica: el objetivo era reducir costos.
En enero de 1869, publicó en el periódico local Neue Freie Presse un artículo titulado Über eine neue Art der Korrespondenz mittels der Post ("Sobre un nuevo modo de correspondencia postal") en el que proponía la posibilidad de enviar tarjetas del tamaño de un sobre por correo.
En un lado, se escribiría la dirección; en el otro, el mensaje. Irían sin sobre, por lo que serían adecuadas para mensajes con "información ordinaria" como anuncios comerciales cortos, o recuerdos y saludos. Nada muy íntimo, personal o confidencial.
En aquel momento, según cuentan en la biografía de Herrmann en el Austri Forum, una especie de enciclopedia sobre el país impulsada y mantenida por distintas instituciones austríacas, se enviaban en el recién estrenado Imperio austrohúngaro unos 33 millones de cartas al año. Las tarjetas postales serían todo un ahorro, defendía Herrmann: en cuestión de tiempo, al no tener que buscar papel, sobre y sello, este iría impreso ya en la tarjeta y en cuestión de dinero. Además, abrirían mercado: las cartas seguían unas fórmulas de cortesía muy complicadas que no estaban al alcance de personas con un nivel de alfabetización básico. En las postales solo tenías que garabatear un mensaje de no más de 20 palabras, sin espacio para formalismos.
En aquel momento, según cuentan en la biografía de Herrmann en el Austri Forum, una especie de enciclopedia sobre el país impulsada y mantenida por distintas instituciones austríacas, se enviaban en el recién estrenado Imperio austrohúngaro unos 33 millones de cartas al año. Las tarjetas postales serían todo un ahorro, defendía Herrmann: en cuestión de tiempo, al no tener que buscar papel, sobre y sello, este iría impreso ya en la tarjeta y en cuestión de dinero. Además, abrirían mercado: las cartas seguían unas fórmulas de cortesía muy complicadas que no estaban al alcance de personas con un nivel de alfabetización básico. En las postales solo tenías que garabatear un mensaje de no más de 20 palabras, sin espacio para formalismos.
En septiembre de ese mismo año, una orden ministerial aprobó las Korrespondenzkarte, tarjetas de correspondencia, y el 1 de octubre de 1869 se envió la que se considera la primera postal de la historia. Viajó de la localidad austríaca de Perg a la de Kirchdorf, y tardó solo un día en llegar. El mensaje era breve y de carácter personal: el emisor preguntaba al receptor si le gustaría visitarlo.
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