El chocolate es uno de los alimentos más populares y románticos. También tiene algunas sorprendentes raíces y conexiones judías. Los primeros europeos que descubrieron el cacao fueron miembros de la tripulación de Cristobal Colón que navegaron hacia el nuevo mundo, algunos de los cuales eran judíos. Ellos zarparon en 1492, el mismo año en que los judíos fueron expulsados de España. En la tripulación de Colón había varios judíos, incluyendo a su traductor Luis de Torres, quien escogió quedarse en América y no regresar a la Inquisición en España.
Colón creyó que la fruta del cacao que su tripulación encontró se asemejaba a almendras de forma extraña y se llevó algunas con él. La fruta de cacao no se puede comer directamente. Los aztecas asaban y molían la fruta antes de mezclarla con agua, chiles picantes y vainilla. Los guerreros Aztecas tragaban la mezcla antes de ir a la batalla; dicen que el emperador Azteca Moctezuma tomaba 50 tazas al día.
En los siglos XVII y XVIII “chocolate” implicaba chocolate caliente: una bebida picante y dulce que conquistó Europa. Los judíos fueron pioneros en la producción de los tres ingredientes primarios del chocolate (cacao, azúcar y vainilla).
Los hermanos judíos David y Rafael Mercado vivían en lo que actualmente es Guyana. Ellos inventaron máquinas para procesar y refinar el azúcar.
La primera planta moderna de procesamiento de cacao fue creada por Benjamín d’Acosta de Andrade, un judío secreto portugués que se mudó a la colonia holandesa de Brasil alrededor del 1600.
El chocolate tal como lo conocemos (golosinas dulces hechas de cacao y otros ingredientes como leche, crema, nueces o manteca) lo inventaron en Francia los refugiados judíos que escaparon de la Inquisición portuguesa.
Con la introducción de la Inquisición en Portugal en 1536, algunos judíos escaparon a Francia y se asentaron al otro lado de la frontera en la aldea de Saint-Esprit, cerca de Bayona. Se les permitió vivir en Francia como “cristianos nuevos” y les restringieron considerablemente sus posibilidades de viajar, poseer tierra y comercializar. Pero había una industria que tenían abierta: confiando en sus contactos con otros judíos y con judíos secretos en el nuevo mundo, la comunidad francesa importó cacao y procesó las primeras golosinas de chocolate.
En 1854, Bayona contaba con 34 compañías de chocolate y era conocida como la principal ciudad productora de chocolate en Francia.
Con tantos judíos en el negocio del cacao, los cocineros judíos tanto en América como en Europa comenzaron a experimentar con el chocolate mucho antes que sus vecinos no judíos. Aparecieron mezclas de azúcar y cacao en los pasteles de las cocinas judías en Francia, Italia y Hungría.
En los Estados Unidos, el comercio del chocolate fue introducido y dominado por dos familias judías sefaradíes, la familia Gómez en Nueva York y la familia López en Rhode Island. El comerciante de cacao Aarón López fue uno de los empresarios y filántropos más prominentes en la Rhode Island colonial. Él era un ardiente partidario de la Revolución Norteamericana, y escribió que la escasez debido a turbulencias políticas era especialmente difícil para los judíos que cuidaban el kashrut, quienes se veían “forzados a subsistir con chocolate y café”.
El adolescente judío que inventó la Torta Sacher
El chocolate se volvió cada vez más popular en Europa. Uno de sus grandes fanáticos fue el príncipe Klemens von Matternich, ministro de exterior del Imperio Austro-Húngaro.
En un banquete en 1832, el príncipe quiso impresionar a sus invitados con un postre súper especial. El cocinero principal estaba enfermo, así que su aprendiz de 16 años, un judío llamado Franz Sacher, tomó las riendas y creó una torta esponjosa de chocolate rellena con mermelada de damascos, la bañó con chocolate y la sirvió con crema batida.
La torta fue un gran éxito. Así nació la Torta Sacher.Muchos judíos productores de chocolate escaparon del régimen nazi en Europa, y llevaron sus habilidades para preparar dulces a nuevos países. En 1938, Stephen Klein, un prominente productor de chocolate vienés, escapó de Austria hacia Nueva York, en donde estableció Barton’s Bonbonniere, conocida hoy en día como Barton’s Candy.
S. J.
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