Vargas Llosa: “Cuando leo a Borges, entro en estado de beatitud”
novedad. Durante la presentación, en España, de su último libro, Medio siglo con Borges, el Nobel peruano contó las idas y venidas de su relación con el autor argentino y no ocultó su admiración
MADRID.– “No me voy a dejar enterrar por este premio”, dijo Mario Vargas Llosa cuando, en 2010, obtuvo el Nobel de Literatura. El autor peruano continúa con su prolífica producción y esta vez fue el turno de la no ficción. En España, presentó Medio siglo con Borges (Alfaguara), que saldrá en la Argentina a fines de julio, un generoso trabajo donde recuerda con ternura y veneración y también donde reflexiona sobre algunas cuestiones polémicas del autor de Ficciones.
En París, en 1963, Vargas Llosa, que ya había publicado La ciudad y los perros y Los jefes, entrevistó por primera vez a Jorge Luis Borges. “Por entonces, los franceses quedaron deslumbrados con el hecho de que alguien que viniera de la tierra de los gauchos hablara un francés tan perfecto, tan literario. Eso revirtió la imagen que se tenía de los escritores de América Latina”, comenzó Vargas Llosa la entrevista virtual realizada por Leila Guerriero en el canal de la Fundación Telefónica.
Vargas Llosa recuerda que en aquel primer encuentro lo sorprendieron muchísimo la timidez y la vulnerabilidad que transmitía Borges y destaca “esa especie de caballerosidad un poco anticuada”, la elegancia y la cultura que desplegaba.
“El estilo de Borges es una cosa insólita en nuestra lengua, que suele ser una lengua muy numerosa, con muchas palabras para pocas ideas. En cambio, en la prosa de Borges hay muchas ideas para tan pocas palabras”, destaca la precisión y la adjetivación sorprendente del argentino.
Vargas Llosa, quien en 1961 adscribía a los postulados de Jean Paul Sartre, hecho que hacía ineludible que un autor estuviese comprometido políticamente, admite hoy que Borges, que se encontraba en las antípodas, generaba cierta antipatía entre sus pares: “Lo leía un poco a escondidas con vergüenza por sentir tanta admiración hacia quien representaba todo lo que yo no quería ser”.
Guerriero consultó sobre la faceta política con Borges y mencionó el almuerzo que tuvo el escritor con Jorge Rafael Videla. “Uno puede entender que una persona tan antiperonista como Borges se sintiera muy cercana de los militares que habían sacado a Perón. Hay unas dictaduras militares con las que él es muy tolerante, muy comprensivo, como la entrevista que tuvo luego con Pinochet, que resulta tan desconcertante. Es algo que resulta muy incómodo para los admiradores de Borges. Creo que la explicación es el gran desprecio que sentía él por la política y los antepasados militares que él tenía y de los cuáles él se sentía tan orgulloso”.
La gotera del encono
En 1981, en su departamento de la calle Maipú, Vargas Llosa volvió a entrevistar a Borges. “Me sorprendió la modestia con la que vivía”, recuerda. En el cuarto de doña Leonor, su madre, aún se encontraba casi en exhibición el vestido que había llevado el día que murió. El peruano recogió esta intimidad en su entrevista, pero aquello que enojó a Borges fue el hecho de que mencionara en aquel texto que había una gotera en su edificio. Tiempo después, volvió Vargas Llosa a encontrarse con Borges, pero el vínculo cambió para siempre.
Guerriero inquirió sobre la influencia del “meteorito Borges” en la obra de Vargas Llosa: “No sé cuál es la influencia que Borges pudo tener sobre mí. Soy un escritor muy distinto de lo que él era como escritor. Nunca escribió novelas, además su obra está llena de frases desdeñosas de la novela y el mundo de la literatura fantástica está muy lejos del mío, pero cuando lo leo, entro en estado de beatitud”.
Borges, en perfecto francés, llevaba a las salas de conferencias a las que asistía un público vasto, que incluía escritores, algo inusual para aquel entonces. Destaca así Vargas Llosa una conferencia que brindó en el Instituto de América Latina sobre la literatura fantástica: “Ya saben ustedes de qué se trata y ahora pregúntense si las vidas de ustedes pertenecen a la literatura fantástica o a la realista”, culminaba.
Guerriero, quien había comenzado la conversación refiriéndose a Vargas Llosa como un escritor que “logró ser más grande que su premio”, en alusión al Nobel, consultó al peruano si alguna vez se había sentido como Borges (“el hombre más agasajado del mundo, pero siempre sumergido en una inmensa soledad”). En otro acto de generosidad, Vargas Llosa respondió, pero pronto desplazó una vez más la atención hacia Borges: “Creo que he tenido bastantes enemigos a lo largo de mi vida, enemigos políticos que me impedían volverme un vanidoso.
Gracias a esos adversarios, nunca me he sentido solitario. Sí tengo la impresión de que Borges estaba muy aislado y de que su yo profundo no salía a flote. Era una especie de persona que había inventado para defenderse”.
L. V.
L. V.
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