sábado, 2 de enero de 2021

DESAFÍOS

Jane Goodall: “No podemos tener un desarrollo económico global ilimitado en un planeta con recursos naturales finitos”



HUGO ALCONADA MON


Alos 86 años, la legendaria Jane Goodall está más activa que nunca. Concede entrevistas, escribe columnas de divulgación científica, presiona a los líderes globales y moviliza a personas alrededor del mundo. ¿Por qué? Porque vamos a destruir el planeta, dice, y nos queda poco tiempo para revertirlo. “No podemos seguir así, ¿verdad?”, plantea a la nacion desde su casa familiar en la campiña de Inglaterra. “A medida que salgamos de esta pandemia, tenemos que encontrar una nueva economía verde que no solo dependa del desarrollo económico. De hecho, no podemos tener un desarrollo económico global ilimitado en un planeta con recursos naturales finitos y una población en constante crecimiento”.
Octava persona -y primera mujer- en obtener un doctorado en la Universidad de Cambridge sin un título de grado previo, Goodall confía en que la humanidad se encuentra a tiempo de revertir su debacle. Pero eso, afirma, dependerá de cada uno de nosotros, incluso en estos tiempos de coronavirus. Y, en particular, de los jóvenes. Confía en ellos. “Parecen estar -dice- a la altura del desafío”.
-¿Qué es lo que más le preocupa de esta pandemia?
-Mi mayor temor es que sigamos adelante como si nada, que continuemos con esta codiciosa destrucción de los recursos naturales del planeta. En ciertos lugares estamos consumiendo esos recursos más rápido de lo que la naturaleza puede reponerlos, mientras aumenta la población humana y mientras todos aspiran al mismo estilo de vida insostenible que existe en el mundo desarrollado. Ahora somos 7200 millones de personas, se estima que para 2050 seremos 9700 millones y no sé qué va a pasar si seguimos como hasta ahora. Tenemos que aliviar la pobreza, tenemos que reducir el estilo de vida insostenible del resto y tenemos que pensar cómo será el crecimiento de la población durante las próximas décadas. -En ese sentido, usted les planteó a los líderes de la Unión Europea en junio pasado que si no hacemos las cosas de otra manera, será nuestro fin... -Sí, creo que será así. No de inmediato, no sucederá como el Big Bang o como si fuéramos golpeados por algún objeto extraterrestre. Pero ocurrirá, lentamente. Destruiremos el planeta. ¡Mire lo que está pasando ahora! ¡Mire los terribles incendios que asolan partes de Estados Unidos o los incendios del año pasado en Australia! Mire también los incendios en el Amazonas, los que han devastado Grecia y los incendios que por primera vez aparecieron en el Círculo Polar Ártico. ¡Mire cómo se derriten los casquetes polares! Mire el aumento del nivel del mar. Mire a la gente que ha tenido que dejar sus hogares por las largas sequías, por las inundaciones, por la destrucción de los huracanes que son cada vez más fuertes y abundantes. Y si miras a tu alrededor te das cuenta que también estamos viendo la extinción de miles de animales y plantas. No podemos seguir así, ¿verdad? A medida que salgamos de esta pandemia, tenemos que encontrar una nueva economía verde que no solo dependa del desarrollo económico. De hecho, no podemos tener un desarrollo económico global ilimitado en un planeta con recursos naturales finitos y una población en constante crecimiento.
-Alude a la “economía verde”. ¿De qué se trata?
-Bueno, mi trabajo no es el de un economista, pero está claro que tenemos que repensar la economía, que no debe depender solo del producto bruto interno de cada país. Tiene que centrarse en que las personas tengan una vida mejor, que la gente tenga suficiente, pero no demasiado. La única excusa para vivir para el dinero es si lo usarás para hacer del mundo un lugar mejor, para ayudar a mitigar el cambio climático, por ejemplo, o para asistir a los refugiados.
-Usted es amada, elogiada y respetada alrededor del mundo, pero cuando expresó sus puntos de vista ante los líderes mundiales, ¿qué respuesta recibió?
-No me han dicho nada [risas]. Así que creo que todos saben en el fondo de su corazón que lo que estoy diciendo es verdad. Solo planteo hechos, datos. Y no creo que muchos líderes nieguen realmente el cambio climático.
-¿Hay motivos para la esperanza?
-Sí. La razón por la que tengo esperanzas es principalmente porque los jóvenes parecen estar a la altura del desafío. Una vez que comprenden el problema y los capacitamos para que tomen medidas, son muy decididos. No estoy hablando solo de marchar y exigir a los políticos ylas empresas que

instrumenten cambios. Me refiero a jóvenes, como los que se suman a nuestro “Raíces y Brotes” que salen a plantar árboles y levantar basura, abordando el problema de la contaminación plástica. Me parece que es una nueva base. Parece que se han levantado ante una desesperada necesidad y están tan llenos de entusiasmo y determinación. Y otra razón por la que soy optimista es que muchos directores ejecutivos de grandes corporaciones están cambiando. En parte porque responden a la demanda de los consumidores, que han comenzado a mostrar una conciencia mucho mayor sobre el cambio climático que hace, por ejemplo, seis años. Si la gente dice, “Bueno, no voy a comprar este producto porque se fabricó de una manera que daña el medio ambiente y aumenta el cambio climático”, eso hace que una empresa cambie. A eso se suma que muchos de estos directores ejecutivos tienen hijos, que les hacen planteos. Conozco a muchas personas que han cambiado gracias a sus hijos. Lo mismo con los políticos que realmente quieren impulsar una nueva “economía verde”, que realmente se dan cuenta de que tenemos que invertir dinero y esfuerzo para abordar el cambio climático, para apoyar la energía renovable. Al menos en las democracias, estos políticos más conscientes de los desafíos que afrontamos deberían empezar a marcar la diferencia. Y a esto se suma, claro, la resiliencia de la naturaleza. Hay lugares que hemos destruido por completo pero que pueden regenerarse.

-En varias de sus entrevistas y artículos más recientes, abordó la idea de la muerte. ¿Cuál es su mensaje para las generaciones más jóvenes?
-No lo sé, de verdad. Solo le digo a la gente lo que pienso. No estoy tratando de persuadir a otras personas porque tenemos diferentes culturas, diferentes religiones y diferentes creencias. Solo puedo decirle que no le tengo miedo a la muerte en absoluto. Creo que hay algo más allá de esta vida. No sé qué es. También creo que todos lamentamos el proceso de morir porque a menudo es bastante sombrío y muchos hemos tenido parientes y amigos que padecieron muertes horribles por cáncer y Parkinson y otras dolencias. Pero habiendo dicho eso, creo que nunca debemos preocuparnos por la muerte en sí. Cuando muera, acaso no haya nada. En ese caso, no tendré que preocuparme más [risas]. Pero si hay algo -y es lo que creo debido a varias cosas que me han sucedido-, entonces qué emocionante será descubrir qué hay más allá de esta vida. Algo que me ilusiona desde que algunos de los mejores cerebros científicos han llegado a un acuerdo de que hay inteligencia detrás del universo. No se trata solo de la yuxtaposición de moléculas al azar, ni el Big Bang, sino algo más profundo. Porque cuando algunos me dicen que sabemos cómo comenzó el universo, con el Big Bang, yo solo les planteo una pregunta: ¿Y qué generó el Big Bang? ¿Qué había antes? Y no saben qué responder. -¿Cómo puede un individuo en la Argentina, por ejemplo, marcar una diferencia en su vida cotidiana para salvar el planeta? -Cada uno de nosotros puede hacer una gran diferencia. Si fuera solo una persona, obviamente las decisiones que tome cada día no importarían en absoluto. Pero hay millones de personas que están tratando de vivir una vida más ética y tomar decisiones más éticas. Comencemos por preguntarnos sobre lo que compramos: ¿De dónde vino? ¿Cómo se hace? ¿Dañó el medio ambiente? ¿Sus productores tomaron decisiones éticas que pueden ayudar al planeta? A la gente en la Argentina no le gusta que lo diga, pero es un hecho que a medida que más personas comen más y más carne, estamos destruyendo el planeta. Sabemos que se destruye el medio ambiente para cultivar el grano que permite alimentar a miles y miles de millones de animales en granjas industriales, además de los bosques que sontaladosporelpastoreodeganado,asícomodelconsumode combustibles fósiles para llevar el grano a los animales y estos animales a la mesa. Esto, sin olvidar que todos estos animales producen gas metano con su digestión, que es un gas de efecto invernadero muy, muy peligroso. La última vez que viajé a la Argentina, ¡logré que 17 personas se hicieran vegetarianas! [risas]. Ahora, sin embargo, la gente comienza a comprender que tanto la pandemia como el cambio climático son causados por nuestra absoluta falta de respeto al medio ambiente. 
Esto comenzó con la venta de un animal en un mercado de vida silvestre en Asia, donde las condiciones son antihigiénicas y crueles, como también se han iniciado enfermedades similares en mercados de animales silvestres en África. En esas situaciones es relativamente fácil para un patógeno saltar de un animal a un humano, donde puede crear una nueva enfermedad zoonótica. Pero también hay enfermedades zoonóticas que han sido desencadenadas por animales en granjas industriales. Entonces, lo que estamos pasando y sufriendo ahora en parte es nuestra culpa.
-En otras palabras, si no cambiamos los factores de la ecuación, arribaremos al mismo resultado. Acaso otro virus en un futuro cercano.
-Sí, lo haremos. Y a medida que continuamos destruyendo los recursos naturales del planeta, muchos expertos han dicho que la próxima guerra probablemente se librará por el agua dulce, porque está disminuyendo en todo el planeta, causando terribles sequías y refugiados ambientales que dejan sus países porque ya no pueden ganarse la vida allí, no porque quieran irse de casa.

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