viernes, 16 de febrero de 2024

EL GRAN JORGE LUZ







El artista precoz que recorrió América con sus imitaciones y encontró en una vecina de barrio el personaje que lo inmortalizó
Jorge Luz en sus épocas de Los cinco grandes del buen humor
Comenzó en el radioteatro gracias a un faltazo junto a su hermana mayor, se consagró en cine con Los cinco grandes del buen humor y más tarde cerró su galería de personajes en un dúo mítico junto a Jorge Porcel
Pablo De Vita
La ciudad era tan bulliciosa como lejana y llena de aromas. Para el pequeño Oscar Jorge Da Lus Borbón era un paseo infrecuente: solo a uno de los cuatro hermanos le correspondía ese viaje mensual con su madre desde Empalme San Vicente –lo que hoy es Alejandro Korn– a Buenos Aires, donde todo parecía una sucesión de encantamientos. “Era una mezcla única que no me olvidaré nunca, porque al llegar a Constitución estaban las casas que tuestan el café, el olor a galletitas de las fábricas Bagley y Terrabusi, y era algo único. Los zócalos del hall de la estación me pedían a gritos que los tocara pero mi mamá no me dejaba. Yo le contestaba: “¿Cómo me voy a ensuciar si están brillosos?”, recordaba con una sonrisa nostálgica a este cronista un ya mítico Jorge Luz al evocar esa ciudad que aún no lo había coronado como uno de sus rostros identitarios del mundo del espectáculo.
Para el hijo de un técnico industrial que revisaba la calidad de los productos surgidos de una empresa láctea de San Vicente, el menor de los hermanos Juan José, Carlos Alberto y Aída, las imitaciones existían casi antes de tener memoria. Surgían de las preguntas de su mamá, que lo animaba diciendo: “¿Cómo camina fulano? ¿Cómo habla la vecina?”, y Oscarcito acertaba el tono para recibir caramelos y besos como temprana felicitación, mucho antes de los aplausos. Ese mundo de calles de tierra y viajes en tren existió hasta los nueve años, cuando la familia se mudó a dos “piezas” de la calle Baigorri, luego a un conventillo de Chiclana y Pavón y más tarde a una casa en Deán Funes y Chiclana que le permitía estar cerca de la avenida San Juan, que tenía cines y ese escape a la ilusión que en su pueblo natal se llamaba Sagarra. Los ojos chiquitos de Jorge Luz iban a ver cine mudo, estelarizado por Mary Pickford, Greta Garbo, Lon Chaney: “Las de cowboys me fascinaban, siempre ganaba el muchacho que corría y corría por su amada”, señalaba sobre esas tardes en continuado. “Hice de segundo a sexto grado en la escuela Herrera, que estaba en La Rioja entre Pavón y Cochabamba, y después de los deberes me iba con un compañerito a repartir volantes del cine Americano”, recordaba.
En 2000, en el estreno de Florindo Penzil en el Paseo La Plaza

El mundo del espectáculo estaba a la vuelta de la esquina. Jorgito intentó proseguir sus estudios en el industrial Otto Krause, a la sazón relacionado con el mandato de seguir el derrotero paterno. El colegio, empero, para él tenía algo de prisión y no le interesaba en absoluto. Sería de la mano de su hermana Aída, quien un día le pidió que la acompañara a una grabación a la que habían faltado dos actores en Radio Argentina. Ante la posibilidad de postergación, la actriz sugirió a su hermano para una prueba y así dejar listo el programa ese mismo día. “Tenía que hacer de mazorquero y decir: “¡Viva la Santa Federación!” Yo no tenía ni idea, pero lo hice y me contrataron. Mi carrera empezó en la radio y de ahí a los teatros y a los elencos en otras radios: pasé por todas”, afirmaba Luz sobre ese instante iniciático que se prolongó como el espacio natural para escuchar su decir inimitable e irrepetible. El único memorable traspié ocurrió en Radio Splendid. Luz era parte del elenco estable de la radio con lo cual pasaba de programa en programa por un salario irrisorio. Más tarde llegaba Pepe Arias, ya toda una superestrella, con su Justo Justino Reyes al que, cierta vez, secundó un mozo andaluz que de tanto éxito duró solo una emisión. Para 1939 ya coqueteaba con el cine en papeles menores para Y mañana serán hombres, de Carlos Borcosque y luego con la inmensa Niní Marshall, de quien luego fue gran amigo: “Me la presentó Aída. En Los celos de Cándida la voy siguiendo por Mar del Plata. Iba con un traje de bañista. Para mí era y es grandiosa. Luego en una reunión me la presentaron y me quedé mudo. Nos hicimos muy amigos. Era tímida, humilde, sincera. Siempre pienso en ella y entonces seguimos siendo amigos. Haber sido amigo de Niní y de Olinda Bozán, a quienes admiré siempre, me ha hecho afortunado y siempre doy gracias”, añadía con la humildad propia de los grandes.
Los cinco grandes del buen humor en La patrulla chiflada

El salto a la fama y giras inmensas por todo el mundo hispanoparlante será con Los cinco grandes del buen humor quienes nacen, creados por Tito Martínez del Box y Francisco Mastandrea como La cruzada del buen humor a comienzos de la década del 40. Imitaban a las estrellas del momento como Tita Merello, Niní Marshall, Alberto Castillo y Luis Sandrini. Y de un instantáneo suceso radial se traslada dicha fama al cine, primero con una aparición en Fabricante de estrellas, de Manuel Romero, en 1943. En 1947 rodaron Cuidado con las imitaciones, dirigida por Luis Bayón Herrera, donde un productor de Hollywood viaja a la Argentina para rodar una película con las máximas estrellas del cine nacional de entonces. Ninguna de sus películas está disponible en streaming, pero sus voces siempre están cerca y pueden descubrirse en fragmentos de YouTube.
“Al terminar Cuidado con las imitaciones, el último día, Gueñol, Rico y Máximo Aguirre, que era nuestro libretista, me dicen que se van a separar y hacer un conjunto propio. Me proponen integrarlo y la corazonada me llevó a decir que sí pero Tito Martínez me había ofrecido exclusividad con un dinero muy bueno. Me tiré el lance con los Cinco Grandes”, recordaba Luz, acodado en el piano del estudio central de Radio Nacional: “No sabía que iba a pasar. Me acuerdo que nos reunimos en un café y para definir el orden de cartel pusimos pelotitas de papel con nuestros nombres. Salieron Rafael Carret, Jorge Luz, Zelmar Gueñol, Guillermo Rico y último Juan Carlos Cambón. Lo notable fue que salimos en orden de edad de menor a mayor, cronológicamente: ahí pensé que algo pasaba y que íbamos a ser un éxito. No me equivoqué. Pero cuando vamos a debutar en la radio, Tito Martínez dijo que nos había echado por comunistas. No había un solo comunista. Zelmar Gueñol era socialista pero no tenía nada que ver con el comunismo. La cuestión que eso hizo que no pudiésemos debutar. En nuestro lugar debutó Juan Carlos Mareco”, recordaba de una instancia que parecía deshacer el triunfo como arena entre los dedos.
Jorge De La Riestra, Jorge Luz, Lalo Malcolm, Osvaldo Pacheco, and Jorge Porcel en Coche cama alojamiento (1968)
La ciudad estaba empapelada con la llegada de Los cinco grandes del buen humor, pero las imitaciones quedaron tan congeladas como el ánimo del exitoso quinteto recién independizado. Tres meses más tarde, el “Pato”Carret se encontró con Pierina Dealessi, quien poco después presidirá el Ateneo Cultural Eva Perón y ya era íntima amiga de Evita. Al día siguiente, la prohibición se levantó. Luz conocía a Eva Duarte de sus tiempos de actriz de radioteatro, cuando hacía a las diez de la mañana por Radio Argentina Un trapito en la sombra.
Desde Cinco grandes y una chica se suceden otras siete películas estelarizadas por Los cinco grandes del buen humor y cuatro títulos más como Los grandes del buen humor al morir, con apenas 44 años Juan Carlos Cambón, pianista del grupo y autor de tangos como “Flor de fango”, “Ivette”, “Tinta china” y “De vuelta al bulín”. Antes se suceden las giras por toda Sudamérica, con varias presentaciones en Chile y Perú donde causan furor, al igual que en Cuba, donde realizan teatro y radio con Blanquita Amaro, con quien ya habían hecho Cuidado con las imitaciones y Locuras, tiros y mambo. La gira por España depara un reencuentro familiar porque Jorge Luz llevó a su madre en barco para que pudiera reencontrarse con su propia progenitora. “Mi abuela era muy graciosa. Mi tío le había comprado una radio para que pudiera escucharme en los programas que hacía en Madrid. Cuando me escuchó por primera vez dijo: “Pobrecito, se va a afogar ahí dentro”. El grupo ya era tan famoso que aparecían en sus películas futbolistas como Amadeo Carrizo o Angel Labruna, el corredor de autos Clemar Bucci y, luego, en las parodias a películas mundialmente famosas, Trompada 45 que emulaba a Winchester 73 o Los peores del barrio que se sumaba al éxito de Lolita Torres, La mejor del colegio.

En 2001 junto a Guillermo Rico y Rafael Carret, en un homenaje a Los cinco grandes del buen humor en Mar del Plata
Los grandes del buen humor se despiden cuando, en medio de ese vértigo, a Guillermo Rico le ofrecen un contrato imposible de imitar en Colombia y Zelmar, Jorge y el “Pato” deciden poner punto final al grupo, que quedó como una marca indeleble en la memoria de la gente. La trayectoria de Jorge Luz se integra luego a obras de grandes autores; luego vendrán papeles serios para Abierto de 18 a 24, Delito de corrupción y Sol de otoño e incluso rodar con Marcello Mastroianni De eso no se habla, las giras con Tango Argentino y ese puntapié inicial con obras de Goldoni, Moliere, Gozzi, en el Teatro Caminito con Cecilio Madanes en donde surge otro personaje indeleble: “A la señora de Garroneaga yo la saque después de hacer La zapatera prodigiosa con Madanes. Yo salía montado en una burrita blanca hermosa y había un chiquito que había tenido polio y Cecilio le regaló la burrita al finalizar la temporada. Con Cecilio y dos personas más de Caminito fuimos a llevarle la burrita hasta San Miguel. Era una familia acomodada y la mamá de esta señora estaba haciendo una kermese, hablaba con la papa en la boca y cuando me presentaron dijo: “Sí, como no lo voy a conocer, ¡si es el de Los tres chiflados!”. Después agregó: “Esta kermese me tiene muy atareada así que los tengo que dejar” mientras se iba gritando “¡Jueguen, jueguen, jueguen!”. Así, con la papa en la boca. Y quedó creada la señora de Garroneaga, una dama dedicada a las colectas”.
Fue uno de los tres personajes que quedaron por décadas, y siguen existiendo en la memoria ¿Cómo definir si no la actualidad de su periodista joven Puyeta Adorna Videla, que “recién comienza”? ¿O su mítica Porota, la vecina chusma de barrio? “Se me ocurrió que era hija de doña Etelvina Lapislázuli Iturriberri viuda de Méndez Taretti. De esas periodistas que recién empiezan y preguntan: “¿Se siente realizado?” o “De no ser quien es, ¿quién le hubiese gustado ser?” “Si se saca la lotería, ¿qué compraría?” Cuando uno dice que quisiera ser Olinda Bozán, responden: “¿Quién?”o “Tengo 23 años y recién empiezo”, recitaba con ese timbre de voz tan único que toda crónica escrita pierde de su inimitable encanto.
Jorge Luz como su personaje más recordado, la mitad del dúo La Tota y Porota que comandaba con Jorge Porcel

La génesis de La Tota y la Porota es más difusa y se mezcla con el mito. Una versión indica que en una pausa de grabación de Operación Ja Ja, Javier Portales se acercó a Jorge Porcel y a Luz y les dijo: “¿Cómo les va a las señoras?”, y los humoristas comenzaron a responder como tales. Otra de las historias fija el origen en la reproducción de una conversación que los cómicos habían presenciado y a los que Luz bautizó con nuevos apodos. Lo cierto es que fue el personaje que acompañó hasta el final al popular actor, quien murió a los 90 años, de una afección pulmonar, el 15 de julio de 2012. El mundo había cambiado: el cine ya no se filmaba en los grandes estudios, muchas estrellas de antaño se habían apagado, como su hermana Aída (que “se había ido de gira” seis años antes, en 2006), pero a Jorge Luz lo saludaban en el supermercado, en la calle, le pedían autógrafos como en los tiempos de Los cinco grandes del buen humor y los taxis seguían negándose a cobrarle el viaje.
Los memoriosos citaban esa usina de sonrisas al amparo de la gran pantalla y los contemporáneos no dejaban de pedirle un saludito de la Porota: “Hay muchas Porotas. Lo que nunca quise es hacer una señora de barrio parecida a Catita porque siempre tuve un respeto muy grande por mi amiga Niní Marshall. A Libertad Lamarque le encantaba ese personaje, siempre me decía que lo pasaban en Miami más que a El Chavo. Un día salgo de Canal 11 caminando por Pavón en dirección al centro, a la hora de la siesta. Sale una señora al umbral de una puerta, con ruleros, zoquetes, un delantal de cocina y pega un grito: “¡Neeeeene, vení porrrrquería!”, me ve a mí y dice, toda dulce,“¡Dios mío, quién está acá! ¡Jorge Luz! Mire que me río con la Porota, ¿de dónde la sacó?” “‘Y, mirando señora’, le contesté”.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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