domingo, 25 de febrero de 2024

LA HISTORIA DE PARQUE DE LOS PATRICIOS


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Historia de los barrios porteños. Parque de los Patricios, de ranas, poetas y laburantes
Historia de los barrios porteños. Parque de los Patricios, de ranas, poetas y laburantes
Con las marcas de un origen criollo y de extramuros, cuadras de pasiones y sueños populares, Parque de los Patricios contiene poesía, pasajes y contraseñas que hicieron al ser porteño.
Buenos Aires
Por: MARIANO OROPEZA
“Nació en los Corrales Viejos/ allá por el año ochenta/Hijo fue de la milonga/ y de un taita del arrabal”, recitaba el poeta Miguel Camino, en el cruce de caminos que pueden semblantear Tango, Buenos Aires o Parque de los Patricios. Barriada de límites del gaucho, el criollo y el inmigrante, con su pasado a cuestas de mataderos, fiebres amarillas, bares y quemas, pero también donde la pionera feminista Julieta Lanteri anunciaba un porvenir verde, se multiplicaban las casas baratas, Enrique Santos Discépolo era un “chiquilín que miraba de afuera” a los grandes poetas porteños, y Oscar “Ringo” Bonavena tiraba fintas en el ring de la vida, a suerte y verdad; Parque de los Patricios emerge con un brillo singular de payada, dos por cuatro y verso de puñalada. En los últimos años aggiornado como Distrito Tecnológico y sede del gobierno municipal, en el bello marco verde que pensó cien años antes el real transformador paisajista Carlos Thays, allí en la esquina de la avenida Caseros y La Rioja, se conjuran las voces y los horizontes de brazos hermanados en el estaño del mítico Café El Globito. Y resurge el sentimiento que el escritor y dramaturgo Mariano Pensotti revaloriza en el nuevo milenio, en la ciudad que tiene su corazón mirando al Sur, “Parque Patricios es un refugio en el desierto que atraviesa la ciudad”.

Si bien la denominación oficial surge a partir de 1902, cuando el intendente Alberto Casares decreta construir un 12 de septiembre el Parque de los Patricios –no el barrio como se conocería en el habla popular, abreviado mal comúnmente Parque Patricios-, esta zona anegadiza y casi salvaje por siglos, no muy distinta a la actual Reserva Ecológica de la Costanera Sur, tenía una rica historia que narraba las vicisitudes de la primera industria argentina, la ganadería. Desde la época del Virrey del Pino (1801-1804) existía el Matadero del Sud o de “la Convalecencia”, en la actual Plaza España, que se supone en haras que trabajaron los jesuitas. No muchas más referencias, no más que un perdido apéndice de la Parroquia de San Cristóbal, pese a que algunos historiadores situaron el fuerte de Pedro de Mendoza de 1536, en algún rincón de Parque de los Patricios. Para la época que Esteban Echeverría escribe el cuento “El Matadero” (1839), texto fundacional de la literatura argentina, inspirado en este enclave sur porteño, poco había más que unas quintas como las del marino Tomás Espora –hoy museo-, simples corrales limitados por palos o calaveras de animales, y cerca de ellos, saladeros y curtiembres. Por ello no es de extrañar que haya funcionado un cementerio hasta 1871, lugar de masivas inhumaciones durante la Fiebre Amarilla, en el contemporáneo Parque Ameghino –que exhibe el impactante Monumento a la Víctimas de 1889-.
Este paisaje chato e inhóspito, que vio pasar a Liniers rumbo a la Reconquista (1806) y vería un combate encarnizado por la federalización de Buenos Aires (1880), cambiaría en 1867 cuando se habilitan las primeras playas y galpones de hacienda del flamante Matadero del Sur, en lo que hoy conocemos como el Parque de los Patricios. Alrededor se arraigaría el primer núcleo poblacional hacia 1872, ligado al trabajo y la faena ganadera que llegaba del Camino al Puente Alsina –hoy Pompeya-. En la esquina de las futuras Caseros y La Rioja se irradian los primeros comercios y casas, mirando rumbo a la Plaza Miserere, junto a la calle Caridad (hoy General Urquiza) Al tiempo se instala la Casa de Corrección de Menores Varones (1870), primera estructura de la aún en pie Cárcel de Caseros, desafectada en 2001; al igual que la continuidad penal inaugurada en 1979, que hoy es sede del Archivo General de la Nación.


Soy del Barrio de las Ranas
Mientras aumentaba la actividad del comercio animal, y el barrio adquiría una fisonomía de gauchaje y chinas en tránsito a compadritos y milonguitas, con pulperías a la vigüela de los payadores, los más importantes de la época dorada (1870-1920) pasaron por Parque de los Patricios; otro avance de la ciudad sobre el campo daría el alias histórico a esas cuadras de ranchos improvisadas y caminos polvorientos; en los cuales se podían en 1900 aún observar cinchadas y carreras de cuadreras por la avenida Chiclana. Barrio de la Quema. Debido a que el antiguo vaciadero de avenida Rivadavia y Loria no daba abasto, y la ciudad se expandía rápidamente al oeste hacia Almagro, en 1871 se decide trasladarlo al Sur –medida completada recién en 1890-, en terrenos que hoy serían de Pompeya y Barracas, cercanos al Riachuelo, unidos por el Tren de la Basura, librado al servicio público en 1873. Pero la historia popular ligaría a Parque de los Patricios a aquellas ignominiosas y olorosas quemas, que podían verse desde cualquier punto de Buenos Aires, ubicadas detrás de donde se erigiría el moderno estadio art decó de Huracán (1949), intersección de las avenidas Jujuy y Amancio Alcorta. También se lo conocería como Barrio de las Ranas. Que abundaban en verdaderos pantanos, batracios para el juego y el alimento.


“Barrio cuyo harapiento vecindario regálase con la gran cocina de los desperdicios metropolitanos”, describía Félix Lima en el filo del novecientos a las casillas que bordeaban la actual avenida Alcorta; con hombres, mujeres y niños que subsistían en los bordes de la legalidad y revolviendo los desperdicios. Un submundo que la primera literatura, el Tango y el teatro fundacional criollo expondría una y otra vez, en piezas de Alberto Vacarezza, “La otra noche en los Corrales” (1918), o el tango “El Ciruja” (1926) de Francisco Marino y Ernesto de la Cruz, un clásico imperecedero de los cantores y las Orquestas Típicas. Ranero o Ciruja serían un tipo más de la fisonomía arrabalera, y contraria a la ley, del porteño. Un detalle: el Barrio de las Ranas, que desaparece en las topadoras del Centenario, alrededor de 1910, no resulta un antecedente de los Villas Miserias porque en aquel entonces, entre tahúres, malandras y prostitutas, imperaba el mundo delictivo, aclara Ricardo Llanes.
Laboremus en Parque de los Patricios
Para la tercera década del siglo pasado muta Parque de los Patricios de barrio con cuño criollo a cuadras con manos calladas de inmigrantes, tal vez el más famoso el millonario griego Aristóteles Onássis, que vivió en Avenida Almafuerte y Diógenes Taborda, y trabajó un par de años en el barrio como limpiador de vidrios en la Sastrería Marchetti. Ya los mataderos se habían mudado al barrio al Mercado de Liniers (Mataderos.1901), Thays en esos terrenos diseña el Parque de los Patricios y luego instalaría un Zoo del Sur –de breve vida, hoy el espacio del racionalista Hospital Churruca-, aparecen la Maternidad Sardá y Escuela Palacio Instituto Félix Bernasconi (1929) en la antigua propiedad del Perito Moreno, y se establecen barrios de casas baratas alrededor del necesario pulmón verde. De las primeras, el italianizante microbarrio La Colonia (1905) y la ecléctica Casa Colectiva Valentín Alsina (1919), ambas que cobijarían a los obreros de mil idiomas, que trabajan en las fábricas aledañas, y gozarían con los bailes y éxitos deportivos del histórico club de la avenida Caseros, el Club Huracán fundado en 1908. Un año después fueron los vecinos de este barrio, fundadores del club, ex alumnos del Colegio Luppi de Pompeya, solicitaron a Jorge Newbery permiso para usar el globo en el escudo, en homenaje al padre de la aviación argentina que cumplió la hazaña de unir Argentina y Brasil en 13 horas. “Esperando que el team que lo lleve sobre el pecho sabrá hacerle el honor correspondiente al esférico que de un solo vuelo cruzó tres repúblicas”, expresó Newbery de una institución central en la vida social y cultural de Parque de los Patricios, cuna de Herminio Masantonio, el primer futbolista que tuvo una plazoleta en su honor, en Zavaleta y Alcorta (1971) Tan relevante como el Cine Teatro Rivas de la calle La Rioja, hervidero de expresiones artísticas por donde cantaron Carlos Gardel y Hugo del Carril, el desaparecido Café Benigno, frecuentado por González Castillo, Homero Manzi, Celedonio Flores y Julián Centeya, entre otros, y el aún existente Café y Pizzería El Globito.


Zona de amplios espacios verdes, varias casas que conservan el tradicional estilo “chorizo” y hospitales de gran escala, no en vano la terminal de subtes abierta en 2007 se denomina Hospitales, Parque de los Patricios en las últimas décadas cambió nuevamente su estampa, siendo en la actualidad uno de los barrios con mayores inversiones inmobiliarias del área metropolitana. Una nueva canción del trabajo y la cultura sostiene al barrio, como siempre, al igual que cuando en Rioja y Garro se editaba la revista “Laboremus” en los veinte. O sea cuando en el atelier del Artista del Pueblo Guillermo Facio Hébecquer congregaba en una misma sala a Quinquela Martín, que inventaría un barrio popular y colorido, La Boca, Enrique González Tuñón, que en un sainete creó la fenomenología del porteño, y a un adolescente Julián Centeya, que mamaba “El misterio del Tango”. Pegado un Discepolín, chiquilín, sabiondo y suicida. Adivinado en el mágico Pasaje América de avenida Caseros 2745, todo ese ranaje late y labura en Parque de los Patricios.

Fuentes: Llanes, R. M. El barrio de Parque de los Patricios. Buenos Aires: Cuaderno XLII. 1974; Un barrio en Parque Patricios en revista del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires. Buenos Aires: MCBA. 1987; Parque Patricios. El Barrio de la Quema. Año 3 Nro. 14. Buenos Aires:


http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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