La audaz apuesta de un editor joven que marcó época
La fundación de la revista Pelo contada por su creador, Daniel Ripoll
Constanza Bengochea MAURO ALFIERI
Daniel Ripoll tenía apenas 23 años cuando fundó Pelo, la biblia del rock argentino. Armó la redacción en el sótano de la mueblería de su padre. La inversión inicial fueron 1000 dólares: 500 le prestó su madre y otro tanto juntó con quienes serían sus compañeros de trabajo. Sin un centavo para publicidad, ideó una original red de promoción a través del correo. El primer número de Pelo apareció en los kioscos el 4 de febrero de 1970 y llevaba a los hermanos Mccartney, Paul y Mike, en la portada. El éxito fue prácticamente inmediato: la edición número ocho, con “un informe completo” sobre Creedence Clearwater Revival y el anuncio de la separación de Almendra, vendió 40.000 ejemplares.
“Se llamó Pelo porque era lo que nos identificaba a los jóvenes... y por lo que te llevaban preso en ese momento. Además, ¿qué odiaban los padres? ¡El pelo largo! Pero tuve un problema: todos los kiosqueros eran tangueros y la escondían. Pero la demanda fue tan fuerte que no les quedó otra que exhibirla”, dice Ripoll.
–Imagino que eras fanático del rock.
–No, para nada. Yo era un chico de clase media a quien un día le regalaron un disco de los Beatles. Trabajaba de periodista.
Daniel dio sus primeros pasos en el periodismo escribiendo crónicas de fútbol en La Razón. “Pero el fútbol nunca me gustó demasiado... De ahí pasé a Primera Plana, donde mi jefe era Tomás Eloy Martínez. Como era el más chico, me pedían informes sobre la juventud. En 1968 me convocaron para hacer una revista para los jóvenes. Tuve una entrevista y entré inmediatamente como secretario de Redacción. La revista se llamó Pinap. Era de espíritu pop, con mucha moda. Yo tenía 21 años”.
En la revista Pinap, Daniel tuvo su primer contacto con la música. “Estaban Sandro, Palito Ortega, Leonardo Favio... pero también noté que estaban surgiendo otros grupos: Almendra, Los Gatos, Manal... Sentí que la cosa iba por ese lado y empecé a incorporar eso que se llamaba ‘música beat’ a la revista. Primero en notas chiquititas. Recuerdo que Rodolfo García, el baterista de Almendra, un día me dijo: ‘Vos fuiste la primera persona que puso Almendra en letras de molde’. Para mi suerte, la redacción de la revista estaba en la esquina del Kavanagh, a una cuadra del Instituto Di Tella, que tenía un laboratorio de música experimental que era caldo de cocción para el movimiento modernista”.
En noviembre de 1969, Ripoll hizo una apuesta audaz que definió su carrera: organizó, con el sello de Pinap, el primer festival de música masivo y al aire libre en el Anfiteatro Municipal Río de la Plata, al lado de la Facultad de Derecho. Tocaron Los Gatos, Litto Nebbia, Pappo y La Cofradía de la Flor Solar, entre otros. Además, debutaron Almendra y Manal.
–¿Que repercusión tuvo el festival?
–Fue un éxito, pero a mí me despidieron. La directora de la revista sintió que estuvo muy volcado al rock y no le gustó. Me echó junto a otros dos chicos. Ahí dije: “Voy a hacer una revista”, ellos vinieron conmigo.
–¿Cómo lograste armar la redacción?
–Yo sabía cómo hacer una revista, cómo se distribuía, sabía todo, solo me faltaban algo de dinero y el lugar. Así que le pedí 500 dólares a mi vieja, y mi viejo me prestó el sótano de un comercio que él tenía en la calle Independencia. Entre todos los chicos se juntaron otros quinientos dólares. La primera edición tuvo una tirada de 12.000 ejemplares. Para tener una idea, Primera Plana imprimía 45.000 diarios. Pero los primeros números no vendieron nada.
–¿Cómo incrementaste las ventas?
–Inventé un truco. Cuando trabajé en Pinap me habían escrito muchos chicos y yo tenía esas cartas. Entonces le escribí una carta a cada uno de ellos contándoles de la revista que iba a salir y les dije que si contestaban mi carta con la dirección de diez amigos, les íbamos a enviar un regalo. A los pocos días tenía un montón de direcciones... A todos les escribí contándoles sobre Pelo. Funcionó.
Al mismo tiempo, Daniel sintió que era el momento de sacar a la luz a ese movimiento que crecía entre los jóvenes y era marginado por la sociedad. “Teníamos mala fama. Había mucho prejuicio con el tema de los hippies y las drogas. Así surgió la idea de hacer un festival, que llamamos BA Rock, en el velódromo municipal con 30 bandas”, cuenta. Comenzó el sábado 7 de noviembre de 1970, el día que Carlos Monzón derrotó a Nino Benvenuti en Roma, y duró cinco días.
–Fue el primer festival de rock en el país, ¿cómo resultó la experiencia?
–Esperábamos gente, pero no tanta. Hubo como 20.000 espectadores. Fue nuestro Woodstock. Ganamos muy poco dinero, pero me sirvió para promover la revista.
–¿Pelo se dedicaba solo al rock?
–Primero cubrimos música beat. Después pasamos al rock y dejamos de lado la música que era complaciente con el sistema, como el Club del Clan o Palito Ortega. Nos volvimos un poco fundamentalistas.
–¿Por qué sentían que tenían que defender el rock nacional?
–Porque en esa época empezaron a decir que éramos extranjerizantes... y justamente el rock nacional fue el único movimiento en el mundo que fue auténtico con su país: solo podía cantarse en castellano y los músicos eran cantautores, es decir, ellos componían y cantaban lo que escribían.
–En los 35 años de Pelo, ¿hubo algún momento en el que dijiste ‘no va más’?
–En el 72 la Justicia me cerró la revista porque debía un pagaré... Andaba a los tumbos, me atrasaba en los pagos. Ese día dije: “Se terminó, esto no es hippismo”. Me profesionalicé y saqué otras revistas de salud, psicología, fascículos de historia...
–¿Que repercusión tuvo el festival?
–Fue un éxito, pero a mí me despidieron. La directora de la revista sintió que estuvo muy volcado al rock y no le gustó. Me echó junto a otros dos chicos. Ahí dije: “Voy a hacer una revista”, ellos vinieron conmigo.
–¿Cómo lograste armar la redacción?
–Yo sabía cómo hacer una revista, cómo se distribuía, sabía todo, solo me faltaban algo de dinero y el lugar. Así que le pedí 500 dólares a mi vieja, y mi viejo me prestó el sótano de un comercio que él tenía en la calle Independencia. Entre todos los chicos se juntaron otros quinientos dólares. La primera edición tuvo una tirada de 12.000 ejemplares. Para tener una idea, Primera Plana imprimía 45.000 diarios. Pero los primeros números no vendieron nada.
–¿Cómo incrementaste las ventas?
–Inventé un truco. Cuando trabajé en Pinap me habían escrito muchos chicos y yo tenía esas cartas. Entonces le escribí una carta a cada uno de ellos contándoles de la revista que iba a salir y les dije que si contestaban mi carta con la dirección de diez amigos, les íbamos a enviar un regalo. A los pocos días tenía un montón de direcciones... A todos les escribí contándoles sobre Pelo. Funcionó.
Al mismo tiempo, Daniel sintió que era el momento de sacar a la luz a ese movimiento que crecía entre los jóvenes y era marginado por la sociedad. “Teníamos mala fama. Había mucho prejuicio con el tema de los hippies y las drogas. Así surgió la idea de hacer un festival, que llamamos BA Rock, en el velódromo municipal con 30 bandas”, cuenta. Comenzó el sábado 7 de noviembre de 1970, el día que Carlos Monzón derrotó a Nino Benvenuti en Roma, y duró cinco días.
–Fue el primer festival de rock en el país, ¿cómo resultó la experiencia?
–Esperábamos gente, pero no tanta. Hubo como 20.000 espectadores. Fue nuestro Woodstock. Ganamos muy poco dinero, pero me sirvió para promover la revista.
–¿Pelo se dedicaba solo al rock?
–Primero cubrimos música beat. Después pasamos al rock y dejamos de lado la música que era complaciente con el sistema, como el Club del Clan o Palito Ortega. Nos volvimos un poco fundamentalistas.
–¿Por qué sentían que tenían que defender el rock nacional?
–Porque en esa época empezaron a decir que éramos extranjerizantes... y justamente el rock nacional fue el único movimiento en el mundo que fue auténtico con su país: solo podía cantarse en castellano y los músicos eran cantautores, es decir, ellos componían y cantaban lo que escribían.
–En los 35 años de Pelo, ¿hubo algún momento en el que dijiste ‘no va más’?
–En el 72 la Justicia me cerró la revista porque debía un pagaré... Andaba a los tumbos, me atrasaba en los pagos. Ese día dije: “Se terminó, esto no es hippismo”. Me profesionalicé y saqué otras revistas de salud, psicología, fascículos de historia...
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
–Pappo decía que Pelo le daba “con un caño”.
–En los años 60 y 70 el periodismo de revista era complaciente, sobre todo el de espectáculos. Y yo no quise hacer una revista complaciente... Pelo tenía una opinión, una ética y una conducta. Mirá, en ese festival internacional que se hizo en el país cuando vinieron a compadecerse por lo que nos había pasado (se refiere a Amnesty), estuvimos en contra y lo criticamos porque nos pareció ofensivo para la Argentina que dejaran subir un minutito a León Gieco y tres segundos a Charly García. Seguramente lo de Pappo fue un malentendido.
–Aun en los momentos más difíciles del país, ¿nunca se dejó de imprimir?
–No, a pesar de que había censura previa. En el tiempo de la dictadura, todas las revistas tenían que ir, antes de su publicación, a la Secretaría de Prensa, en la Casa Rosada. Incluso, yo un tiempo estuve exiliado y la revista siguió saliendo regularmente hasta diciembre de 2001. Luego se publicaron algunos especiales.
–¿Cómo fue el final de la revista?
–Yo llevé mi barco al desguace. Había estado editando en España y me di cuenta de cómo venía la ola del tsunami, que acá iba a llegar más tarde, pero me iba a llevar puesto. Así que dije: “Muchachos, el papel no va más”. Cerré todo ordenadamente. Al principio lloraba, me encontraba con gente que me decía que había empezado a “pensar” leyendo la revista y me conmovía. Tuve la fortuna de hacer una revista de rock que se convirtió en un clásico y que hoy, al estar digitalizada, sigue siendo consultada.●
–Pappo decía que Pelo le daba “con un caño”.
–En los años 60 y 70 el periodismo de revista era complaciente, sobre todo el de espectáculos. Y yo no quise hacer una revista complaciente... Pelo tenía una opinión, una ética y una conducta. Mirá, en ese festival internacional que se hizo en el país cuando vinieron a compadecerse por lo que nos había pasado (se refiere a Amnesty), estuvimos en contra y lo criticamos porque nos pareció ofensivo para la Argentina que dejaran subir un minutito a León Gieco y tres segundos a Charly García. Seguramente lo de Pappo fue un malentendido.
–Aun en los momentos más difíciles del país, ¿nunca se dejó de imprimir?
–No, a pesar de que había censura previa. En el tiempo de la dictadura, todas las revistas tenían que ir, antes de su publicación, a la Secretaría de Prensa, en la Casa Rosada. Incluso, yo un tiempo estuve exiliado y la revista siguió saliendo regularmente hasta diciembre de 2001. Luego se publicaron algunos especiales.
–¿Cómo fue el final de la revista?
–Yo llevé mi barco al desguace. Había estado editando en España y me di cuenta de cómo venía la ola del tsunami, que acá iba a llegar más tarde, pero me iba a llevar puesto. Así que dije: “Muchachos, el papel no va más”. Cerré todo ordenadamente. Al principio lloraba, me encontraba con gente que me decía que había empezado a “pensar” leyendo la revista y me conmovía. Tuve la fortuna de hacer una revista de rock que se convirtió en un clásico y que hoy, al estar digitalizada, sigue siendo consultada.●
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.