lunes, 7 de enero de 2019
NUEVAS LIBRERÍAS
Librerías nuevas. A pesar de la crisis, dos escritores se pasan del otro lado del mostrador
El abogado y novelista Bernardo Beccar Varela abrió en San Isidro la infantil Dulcinea, para leer entre hamacas y un tren de madera; Suerte Maldita surge en Palermo como un bonsái de libros
Para Beccar Varela, abrir una librería “es también un gesto de resistencia ante la tecnología”
A contrapelo de un 2018 gris para el sector, entre caídas en ventas de ejemplares del 12% y cierres de librerías, dos escritores decidieron abrir nuevos espacios destinados al encuentro de los lectores con los libros: Dulcinea, un oasis para chicos en San Isidro, y Suerte Maldita, que hace su apuesta en Palermo.
Detrás de la jugada están Bernardo Beccar Varela, abogado de familia que en su faceta novelista este año publicó su segunda novela, El ahogado (Emecé), y Luis Mey, narrador con experiencia como librero (Las garras del niño inútil, El pasado del cielo y, a propósito del caso, Diario de un librero).
“Hace varios años, con Lucía, mi mujer, pensábamos en un proyecto que conjugara lo que nos gusta hacer con un emprendimiento familiar. Así fue como la idea de una librería empezó a dar vueltas en nuestras cabezas”, dice Beccar Varela. Una vieja casa de estilo colonial de ciento cincuenta metros cuadrados se convirtió entonces en Dulcinea, librería especializada en literatura infantil y juvenil. “Refaccionamos el lugar y lo transformamos en un gran espacio abierto, con un sector dedicado a los adolescentes y jóvenes y otro infantil, con un tren de madera para que chicos y grandes puedan sentarse a leer y quedarse un buen rato eligiendo sus libros”, agrega. El nombre elegido rinde tributo a la heroína invisible de Don Quijote y a una amiga de la pareja, fallecida tiempo atrás.
Ubicada en Monseñor Alberti 655, en el barrio La Calabria de San Isidro, la apertura causó sensación entre los vecinos. “Los vecinos pasaban y se asomaban. Muchos creían que era un bar o algo gastronómico. Cuando fue tomando forma y ya se sabía lo que iba a ser, la noticia fue muy bienvenida”. Con mucha gente joven, parejas y familias con niños, La Calabria está en pleno crecimiento. Alrededor de Dulcinea hay seis colegios. La reacción de los chicos, cuando entran por primera vez en el local, es un enfático “uauuuuhh” que brota apenas ven las hamacas, el tren de madera y los libros.
“La literatura infantil siempre nos atrajo, más a Lucía, que como docente de primaria estuvo y está siempre en contacto con chicos. También es un gesto de resistencia ante la tecnología que nos abruma. El hecho de ser nuevos en el rubro hizo que fuéramos de a poco, y a la vez nos dimos cuenta de que la especialización era una oportunidad”. Otros profesionales del sector acercaron sus recomendaciones. “Entre muchos más, Pablo Braun, de Eterna Cadencia, nos dio un curso acelerado de libreros, y Lola Rubio siempre nos aconseja”, agradecen. La intención es que Dulcinea se vuelva un espacio de referencia.
En el barrio de Carriego
“Pensamos que, entre tanta desidia, había que darle vida a algo”, dice Luis Mey. Con Ana López, una de las socias de Suerte Maldita (Serrano 1394), el escritor daba un taller literario. Mientras, el tercer socio, el poeta y economista Silvio Santantonio, aporta su saber para que los números no dejen de rimar.
Suerte Maldita, que comparte nombre con una novela de Danny Miller ambientada en los años 60 en Londres, tiene cuarenta metros cuadrados. “Parece pequeña, pero se eligieron los libros prácticamente uno por uno. Fuimos a los depósitos editoriales a crear nuestro propio pedido. Es como siempre creímos que debía ser: una librería bonsái”, grafica el librero.
Palermo, zona de compadritos en los años de Evaristo Carriego, está ahora poblado de librerías. “El barrio la recibió como suya –sigue Mey–. Es una zona de Palermo que, al estar muy cerca de la Plaza Serrano, se conserva como barrio. Descubrimos, algo emocionados, que no solo había montones de lectores, sino que también parecen haber tomado la librería como punto de referencia para acercar a nuevos lectores. Revuelven, se quedan, conversan, anotan. La imagen que habíamos esperado poco a poco se va dando”.
Respecto de la crisis del sector del libro, Mey es elocuente. “Tendrías que haber visto la cara de mi madre cuando le dije que quería ser librero y escritor”. Mientras escribe en simultáneo tres novelas, expresa un deseo para el año que está por comenzar: “Ojalá la biblioteca de cada casa vuelva a ser fundamental. Un espacio cuidado y en expansión”.
D. G.
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