DESTAPAR LO ESCONDIDO

Separaciones y aprendizajes que deja a su paso el temporal (la pandemia)

Miguel Espeche

Dicen que se viene una oleada de divorcios y que ya son el 35% más las audiencias de mediación predivorcio en relación con el año anterior, lo que permite avizorar un aumento en la curva de parejas que optan por modificar su estatus para pasar a ser ex, y no más que eso. En un exhaustivo artículo de hace pocos días en la nacion, la periodista Evangelina Himitian ofreció un pantallazo de cómo venían las cosas en lo que a parejas respecta. Los testimonios que supo conseguir en ámbitos judiciales y del derecho de familia corroboran lo que se avizoraba a partir de las investigaciones sobre la salud mental en pandemia: la cuarentena ha transparentado y acelerado procesos en parejas que ya se llevaban mal y que, en condiciones de estrés, sintieron que su relación llega a su fin.

No fue la cuarentena, sino lo que la cuarentena mostró. Los puntos débiles de las relaciones fueron puestos a prueba y, en los casos que mencionamos, no resistieron la dureza de un tiempo raro y único, que requería mucha entereza para ser transitado sin resquebrajarse.
Debemos decir que no pocas parejas han caminado a través de las dificultades sin romperse, logrando ser buenos compañeros de ruta y trabajando en equipo. Los hay inclusive que sienten que la cuarentena fue una prueba que los unió más y mejor, permitiéndoles conocerse más a sí y a su compañero o compañera.
Pero no todos han vivido así las cosas. Por causas muy diversas, que generalmente anidan en la zona más íntima del vínculo, los datos nos hablan de muchos finales de relación.

 En la cuarentena se ha evidenciado un aumento de problemas dentro del ámbito doméstico, cifrado (según estudios) en aumento de violencia entre los miembros de la familia, desencuentros crónicos, situaciones de injusticia en la gestión de lo doméstico y una angustia apretada por la situación convivencial.
Muchas parejas que convivieron forzadamente se la tienen jurada para cuando todo termine. Han administrado el enojo y han postergado su expresión por causa de lo apretado del formato cuarentena que no permite demasiado despliegue emocional sin que transforme la situación en una bolsa de gatos.
"Aguanto, pero cuando la cuarentena termine, me separo y dejo este infierno", dicen algunos, con la rabia de ver los conflictos concentrarse en los metros cuadrados de su casa, con los chicos a los saltos o en trabajoso Zoom escolar, lavando miles de platos (a veces sin ayuda) y teniendo que convivir muchas horas con quien, antes, solamente veían en el final del día o en los fines de semana pautados por las actividades estándar de la familia tipo.

Hay veces que la convicción acerca de separarse surge de una dolorosa percepción del quebranto profundo del vínculo. Violencia, destrato, desamor o vidas que van claramente hacia horizontes muy diferentes. Otras veces, la idea de separarse es más del orden del arrebato por causa de enojos acumulados, inmadurez que dificulta la tolerancia a las frustraciones esperables de la vida y la idea de que siempre lo mejor está en otro lado, sin explorar las potencialidades de la propia situación. Distinguir entre unas u otras causas será importante para el mejor devenir de los casos.
Veremos cómo siguen las estadísticas cuando avizoremos el final de esta pandemia. Qué se aprendió al respecto de la vida y, sobre todo, de la vida en convivencia. Habrá que ver si las elecciones de pareja se hacen, de ahora en más, teniendo en cuenta que la vida es dura a veces y que por ello es bueno estar acompañados por alguien que haga equipo y sintonice en buenas y, sobre todo, malas. Desde que nuestra especie está sobre la Tierra es esa capacidad de formar equipo lo que se ha mostrado como lo más eficaz, por lo que es aconsejable tener en cuenta esa virtud para ejercerla uno mismo y, también, a la hora de elegir compañeros de ruta.

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