La UBA kirchnerista y los dilemas del pluralismo esquivo
La consagración universitaria de Boudou en la universidad más importante del país resultó una lección política y también social e institucional inquietante.
Luciana Vázquez
Conferencia de Amado Boudou: "El caso Boudou como víctima del Lawfare."Captura
Con la presencia de Amado Boudou ayer en un seminario en la carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, se constata el regreso insistente de tres problemas centrales que pesan sobre el kirchnerismo, y le pesan a la sociedad en épocas de hegemonía kirchnerista, y que ponen como epicentro de su despliegue a la vida universitaria. Cuando la libertad de cátedra se confunde entonces con libertad de militancia.
De Boudou ida y vuelta hacia atrás en el tiempo hasta Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, el primero en 2011 y en 2015 el segundo, reaparecen obsesiones del kirchnerismo y lo contrario, sus imposibilidades políticas. Se trata del problema del pluralismo y la enorme dificultad del kirchnerismo para concebirlo y construirlo; el problema de la verdad y la capacidad kirchnerista para enredarla y reconstruirla a voluntad, en este caso la verdad jurídica que supone la condena firme de Boudou, y el problema institucional que acarrea en la vida universitaria ese funcionamiento kirchnerista que escapa al debate franco y excluye voces distintas en el aula universitaria.
La presencia de Boudou en la UBA está envuelta por una fuerte polémica en torno a los derechos de un condenado por la Justicia, sobre todo en una causa tan significativa para la vida republicana. ¿Es aceptable que un condenado preso, con prisión domiciliaria en este caso, un exvicepresidente de la Nación, dé una clase en una universidad, con el reconocimiento que eso implica y la autoridad que le confiere, si además esa universidad es pública, es decir, es patrimonio de toda la sociedad y no de un sector político?
Los argumentos en contra de su presencia apuntaron a dos cuestiones técnicas. La primera, la existencia de una sentencia accesoria que le prohíbe a Boudou tener cargos públicos. Hay juristas que rechazan esa posición en la medida en que se trató de una charla puntual y no de un nombramiento o cargo en una cátedra. La otra, si un preso, no importa si cumple su condena en prisión o en prisión domiciliaria, puede dar una charla en una universidad. Voces expertas sostienen que la única libertad que se le debe quitar a un condenado es la libertad ambulatoria y, en la medida en que la virtualidad le permite dar clases a la distancia, esa prohibición no se quebró.
Los argumentos para cuestionar a Boudou que cuentan con mayor validez son, en cambio, éticos.
El escándalo que supone ese reconocimiento, el de protagonizar una exposición universitaria con pretensión de verdad, a un condenado por la Justicia en una causa de tanta sensibilidad social, política e institucional. En ese punto, la sentencia confirmada en todas las instancias es la verdad jurídica que funda en ciertos momentos la verdad política y social. No para Boudou, que llegó a la UBA para dar su charla sobre “El periodismo en su laberinto. Guerra jurídica y mediática, noticias falsas, operaciones políticas y otras delicias de la independencia”, ni para la cátedra que lo convocó, un seminario responsabilidad de los docentes Gustavo Bulla y Daniel Rosso.
Hay consensos entre juristas de mayor o menor distancia al kirchnerismo de que el largo proceso legal que llevó a Boudou desde el inicio de la investigación en 2012 hasta su condena ocho años después fue un proceso legal. Y sin embargo, el condenado preso surgido de ese proceso dictó cátedra desde la universidad más importante del país sin que en esa presentación ninguna voz repusiera esa verdad jurídica legal alcanzada al menos en un debate balanceado.
Otros expositores como Cristina Caamaño, de la AFI, y algunos periodistas convocados, todos se identifican con el kirchnerismo.
Hay consensos entre juristas de mayor o menor distancia al kirchnerismo de que el largo proceso legal que llevó a Boudou desde el inicio de la investigación en 2012 hasta su condena ocho años después fue un proceso legal. Y sin embargo, el condenado preso surgido de ese proceso dictó cátedra desde la universidad más importante del país sin que en esa presentación ninguna voz repusiera esa verdad jurídica legal alcanzada al menos en un debate balanceado.
Otros expositores como Cristina Caamaño, de la AFI, y algunos periodistas convocados, todos se identifican con el kirchnerismo.
La UBA kirchnerista
No es casual que ese drama social y político se despliegue en las carreras de periodismo, obsesión del kirchnerismo desde el desembarco de Néstor Kirchner en el poder. El peso que el kirchnerismo les otorga a las palabras y los relatos políticos es proporcional a la importancia que les atribuye al dominio de los medios de comunicación y a los periodistas. Si la política es conflicto, la disputa también se da en el campo discursivo, sobre todo cuando los hechos y los datos de la realidad van por un lado y las palabras van por el otro. Quien domine el discurso domina la percepción de la realidad. En esa concepción mecánica del funcionamiento del sentido común social, como una dimensión controlable y manejable desde la centralidad de los medios hegemónicos y de quien controle a esos medios, muy discutible hoy en época de paridad de debates en redes sociales, se basa el interés del kirchnerismo por los medios de comunicación y el periodismo. El dueño del mensaje tiene el poder.
La presencia de Boudou como expositor puso presión sobre la UBA y sobre sus autoridades, cuestionadas por su silencio. Tanto el rector de la UBA, Alberto Barbieri, como la directora de la carrera de Comunicación de la Facultad de Sociales, Larisa Kejval, sostuvieron el mismo argumento: la libertad de expresión, atendible según voces del mundo del derecho también en el caso de un condenado, y también la libertad de cátedra.
Ese argumento tiene un problema. Que la charla de Boudou se dio en una facultad de Sociales y especialmente en una carrera de Comunicación fuertemente alineada con un kirchnerismo duro. La decana de Sociales, Carolina Mera, llegó al decanato en 2017 a partir de una construcción transversal con el radicalismo y agrupaciones peronistas no kirchneristas o progresistas. Criticada en ese entonces por esa traición, quebró así el frente común del kirchnerismo en Sociales que históricamente le había asegurado el decanato y se distanció del entonces decano Glenn Postolski, a quien sucedió, el dueño de otro escándalo que se dio en Sociales, el posporno de 2015. “Exoplaneta”: así, por sus posiciones uniformemente extremas, llama a Sociales y especialmente a Comunicación Social un académico que conoce a la UBA desde hace décadas.
Fue recién después de las PASO en 2019, con la posibilidad del retorno al poder, que Mera acortó nuevamente la distancia y unió fuerzas con Postolski y el kirchnerismo más duro de Sociales para ganar las elecciones de Consejo Directivo de ese año. Ese triunfo implicó el crecimiento de La Cámpora en Sociales, cuyos militantes ocupan cargos centrales en la gestión de la facultad.
Los radicales y los peronistas críticos de las estrategias de la decana se presentaron aparte y perdieron.
Además de Bulla, alineado con el kirchnerismo, Rosso, el otro docente a cargo del seminario que convocó a Boudou, es exsubsecretario de Medios de Néstor Kirchner. La directora de Comunicación Social, Kejval, doctora en Ciencias Sociales, se mueve en el mismo marco político, es autora de Libertad de antena, donde analiza el panorama de las radios comunitarias y reconoce la gestión de Néstor Kirchner como fundadora de una democratización de los medios.
La carrera de Comunicación fue una usina de ideas claves para el diseño de la ley de medios.
Pedagogía política
Y ese es el punto más discutible de lo sucedido ayer en la charla protagonizada por Boudou. La libertad de cátedra de la UBA se agitó por encima del derecho a debatir de manera equilibrada cuestiones delicadas de la vida en común justo en un espacio universitario que debería garantizar la pluralidad. El problema es cuando esa cátedra y un espacio universitario todo se alinean abiertamente con una sola línea política.
Cuestionar lo sucedido ayer no es adherir a una especie de cultura de la cancelación que busca condenar al murmullo a voces incómodas. Debatir es confrontar visiones propias con las de los otros, aunque las de los otros resulten antipáticas y difíciles de escuchar, aunque resulten escandalosas y desafíen verdades establecidas. Se puede escuchar a Boudou para debatir después.
El problema central de la charla de Boudou es que haya sucedido no en su calidad de preso sino en su calidad de preso que no debería estar preso y, sobre todo, que haya sucedido en soledad, es decir, excluyendo cualquier posibilidad de confrontación de su palabra con otras voces paradas en posiciones jurídicas rigurosas, atentas a la condena firme, y de análisis de los medios honestos intelectualmente. Una cosa es el pluralismo y otra cosa es elige tu propio preso.
Si lo que sucede en una institución educativa como la UBA permea en la sociedad y crea sentido común, es opinable. Pero sin dudas permea en la clase política. La semana pasada el Presidente asistió al lanzamiento del Instituto de Formación Política del PJ porteño, quizás innecesario e irrelevante: hay una pedagogía kirchnerista mucho más poderosa para sus militantes que postula símbolos y genera incentivos y se ejerce en la mirada contemplativa ante el traspié político, el caso de Victoria Donda, o el que delinque, el caso de Boudou. La consagración universitaria de Boudou ayer en la UBA, convertida en una UBA kirchnerista, resultó una lección política y también social e institucional inquietante.
Pedagogía política
Y ese es el punto más discutible de lo sucedido ayer en la charla protagonizada por Boudou. La libertad de cátedra de la UBA se agitó por encima del derecho a debatir de manera equilibrada cuestiones delicadas de la vida en común justo en un espacio universitario que debería garantizar la pluralidad. El problema es cuando esa cátedra y un espacio universitario todo se alinean abiertamente con una sola línea política.
Cuestionar lo sucedido ayer no es adherir a una especie de cultura de la cancelación que busca condenar al murmullo a voces incómodas. Debatir es confrontar visiones propias con las de los otros, aunque las de los otros resulten antipáticas y difíciles de escuchar, aunque resulten escandalosas y desafíen verdades establecidas. Se puede escuchar a Boudou para debatir después.
El problema central de la charla de Boudou es que haya sucedido no en su calidad de preso sino en su calidad de preso que no debería estar preso y, sobre todo, que haya sucedido en soledad, es decir, excluyendo cualquier posibilidad de confrontación de su palabra con otras voces paradas en posiciones jurídicas rigurosas, atentas a la condena firme, y de análisis de los medios honestos intelectualmente. Una cosa es el pluralismo y otra cosa es elige tu propio preso.
Si lo que sucede en una institución educativa como la UBA permea en la sociedad y crea sentido común, es opinable. Pero sin dudas permea en la clase política. La semana pasada el Presidente asistió al lanzamiento del Instituto de Formación Política del PJ porteño, quizás innecesario e irrelevante: hay una pedagogía kirchnerista mucho más poderosa para sus militantes que postula símbolos y genera incentivos y se ejerce en la mirada contemplativa ante el traspié político, el caso de Victoria Donda, o el que delinque, el caso de Boudou. La consagración universitaria de Boudou ayer en la UBA, convertida en una UBA kirchnerista, resultó una lección política y también social e institucional inquietante.
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