martes, 24 de diciembre de 2024

JUSTICIA ELECTORAL Y EL ESCENARIO


Se agotan los tiempos para que el oficialismo derogue las PASO
En la Justicia Electoral preocupa la falta de certezas sobre el cronograma.
Laura SerraLa mayoría de los distritos no definieron su cronograma
Salvo que en las próximas semanas se alcance un acuerdo de cúpula entre el Gobierno y un sector del peronismo, las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO) se mantendrán en pie en el calendario electoral del año próximo. El presidente Javier Milei pretende derogarlas, pero el oficialismo sigue sin conseguir los votos necesarios en el Congreso para avanzar, con el agravante de que los márgenes de tiempo se agotan por los plazos que impone la legislación.
En la Justicia Electoral hay expectativa y no poca preocupación frente a las incertezas que exhiben las autoridades políticas en la definición del cronograma de los comicios legislativos que se avecinan. Si bien la legislación no contempla un plazo máximo para modificar las reglas electorales, en la Justicia deslizan que lo razonable es que cualquier cambio debería producirse, cuando mucho, antes de la convocatoria formal a elecciones que debe realizar el Poder Ejecutivo.
Según la ley vigente, Milei debe convocar a las primarias 90 días antes de su realización; el plazo máximo es el 5 de mayo próximo. En la Justicia Electoral advierten que en abril, a más tardar, quede establecido el cronograma definitivo, ya que, a partir de ese mes, corren los distintos plazos que prevé la ley para que los 24 distritos del país pongan en marcha el operativo con vistas a las elecciones generales de octubre, operativo que podría complejizarse con el debut de la boleta única de papel (BUP), advierten.
“Después de esa fecha cualquier cambio en las reglas electorales podría ser política y jurídicamente objetable”, deslizan.
Sin convocatoria a sesiones extraordinarias este mes, en enero continuará el receso legislativo, que podría incluir febrero si en el transcurso del mes próximo el Gobierno no logra un acuerdo con un sector del PJ para derogar las PASO.
Una vía alternativa, la suspensión por única vez de las primarias –opción que seduce a un sector de Unión por la Patria–, tampoco reúne, al menos por ahora, un consenso generalizado. El oficialismo requiere la mayoría absoluta de los votos para que cualquiera de estas alternativas prospere, mayoría que hoy no logra alcanzar, ya que en los bloques dialoguistas –Pro y la UCR– no hay consenso interno para avanzar.
Los márgenes de tiempo se acortan –apenas un par de meses para que ambas cámaras sancionen la reforma–, con el agravante de que, desde el principal distrito electoral del país –Buenos Aires–, el juez federal Alejo Ramos Padilla ya alzó su voz para reclamar premura la definición del cronograma.
“La planificación de los procesos electorales en la provincia de Buenos Aires para 2025 requiere de prontas decisiones. La falta de certezas sobre la modalidad de convocatoria (simultaneidad, concurrencia o desdoblamiento) y los nuevos desafíos que acarrea la BUP imponen una pronta y eficiente planificación”, advirtió Ramos Padilla.
El magistrado envió la semana pasada un informe al gobierno nacional y provincial en el que alertó sobre la “falta de certezas” para las elecciones del año que viene en ese territorio, que concentra nada menos que el 40% del padrón electoral. “Es urgente que las autoridades políticas brinden cuanto antes las certezas que permitan avanzar con la organización de los comicios para no ponerlos en riesgo”, advirtió.
Kicillof y Jorge Macri
El gobernador bonaerense, Axel Kicillof, sin embargo, no apurará una definición sobre su estrategia electoral hasta que no se resuelva a nivel nacional si se derogan las PASO. Sucede que Buenos Aires tiene su propia ley de primarias, cuya realización está atada en tiempo y forma a las PASO nacionales.
Entonces, si Kicillof insiste en desdoblar la fecha de los comicios legislativos en su provincia –estrategia con la que busca consolidar su liderazgo distrital y proyectarse como candidato presidencial en 2027–, resulta clave que el Congreso derogue la ley nacional de primarias.
A la espera de una definición del Congreso, el gobernador hizo trascender que se tomará su tiempo y que recién en febrero anticiparía una decisión. Cristina Kirchner, enfrentada a Kicillof, insiste en que las elecciones provinciales se realicen el mismo día que las nacionales, es decir, que se mantenga la concurrencia para potenciar su posible candidatura a diputada nacional.
Quien también evalúa desacoplar las elecciones de las nacionales es Jorge Macri, jefe de gobierno porteño, preocupado por la avanzada libertaria que encabeza Karina Milei sobre su bastión; para ello necesita que la Legislatura apruebe la reforma, que incluiría la suspensión de las primarias locales.
El primo del expresidente Mauricio Macri también sigue de cerca lo que pueda suceder a nivel nacional con las PASO, ya que el bloque kirchnerista –clave para otorgarle los votos en la Legislatura– anticipó que cualquier decisión en el distrito debería estar atada a la estrategia electoral que se trace a nivel nacional.

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Un plebiscito para la hegemonía mileísta
Claudio JacquelinKarina y Javier Milei, máximas figuras del proyecto libertario
Las elecciones de mitad de mandato suelen ser un examen sobre lo realizado por un gobierno tanto como el trampolín o la oquedad, de cara al futuro. La gloria o Devoto. Santiago Caputo lo sabe y Javier Milei lo internalizó y lo explicita. Por eso, el Presidente ya anunció, con su conocida audacia (o temeridad), que pretende que los comicios de octubre de 2025 sean un plebiscito sobre su gestión. Mucho más que una simple y regular elección de legisladores nacionales y provinciales, que determine la composición de los poderes legislativos. Por más relevante que este proceso pueda ser. Una cosa, en definitiva, lleva a la otra.
La imagen de un oficialismo fortalecido y de una oposición descompuesta que hoy muestran las encuestas, así como las noticias que surgen de cada espacio y la percepción mayoritaria que la sociedad tiene de cada uno son el combustible que alimenta toda las ilusiones libertarias y difumina cualquier nubarrón que asome sobre el horizonte de acá a diez meses. Una eternidad para la Argentina de siempre y más para la velocidad a la que cambian las cosas en estos tiempos. Pero en las buenos épocas solo hay lugar para soñar y no para imaginar pesadillas.
Traducir en votos propios el porcentaje de imagen positiva que arrojan los sondeos es para el triángulo de hierro del poder tan relevante como convalidar en las urnas la profunda división y debilidad que existe en las fuerzas opositoras. Lo que importa para la Casa Rosada es el impacto dinámico que el resultado tendría a futuro en el ánimo de sus adversarios y en la opinión pública, más que la estática y formal distribución de bancas del Congreso que arrojaría el recuento de los votos.
Las idea dominante (basada en numerosos antecedentes, algunos muy recientes) es que las mayorías se construyen más sobre el poder real presente y las expectativas que por la pertenencia partidaria original de los elegidos.
Peronistas como el mochilero Edgardo Kueider y su compañero de bloque Carlos “Camau” Espínola, o los legisladores tucumanos jaldistas son más que botones de muestra. A esa mercería también han hecho significativos aportes Pro y el radicalismo. Y prometen seguir haciéndolo otros si al oficialismo le siguen soplando vientos favorables.
El fundamento que sostiene la táctica y la estrategia del mileísmo es la certeza de que seguirá siendo formalmente una fuerza minoritaria en el Congreso, aun cuando haga una muy buena elección como a la que podría aspirar hoy.
Por lo tanto, para cambiar la relación de fuerzas y poder legislar y gobernar con menos (o nulas, si es posible) restricciones y así construir el escenario que se propone, el oficialismo libertario necesitará algo más que el número de legisladores que surja de los fríos porcentajes electorales. Eso dependerá del sentido de que se dote al resultado, del significado que adquiera y del peso simbólico que logre darle.
Los antecedentes demuestran que para los gobiernos en minoría parlamentaria las elecciones de mitad de mandato son relevantes tanto por su propia performance como por la de sus adversarios (internos o externos).
Las victorias del oficialismo de Néstor Kirchner, en 2005, y del de Mauricio Macri, en 2017, dejaron enseñanzas disímiles. Uno consolidó su proyecto y anuló construcciones opositoras. El otro abroqueló a sus adversarios y no expandió ni afianzó su propia alianza. Ganar no siempre implica imponerse.
El objetivo final libertario es, por lo tanto, construir a partir de las elecciones de 2025 una hegemonía, que es mucho más que una mayoría, capaz de concretar un cambio radical (el triunfo de la batalla cultural) que imponga no solo un nuevo sentido común, sino que tenga su correlato institucional.
Reforma constitucional
En el final de ese camino se encuentra, casi por defecto, una reforma constitucional, como ya les ha anticipado Santiago Caputo a varios interlocutores. El propósito es borrar de la carta magna cualquier vestigio de constitucionalismo social para volver al proyecto liberal alberdiano original, alterado no solo por las reformas de 1957 y de 1994, que incluyeron nuevos derechos no solo individuales.
También, el sueño libertario acuna la ilusión de quitar algunos principios surgidos de las reformas de 1860 y 1866, en particular en lo que refiere a la coparticipación. Que cada uno (empezando por las provincias) viva de lo que produce y exporta. Esa es la idea subyacente. Ni más ni menos, Aunque esté aún en estado muy germinal, ya tiene sus promotores dentro del Gobierno y entre algunos de sus formadores de opinión, sobre todo del ala económica. Otra idea de nación.
Aunque Caputo diga abiertamente que “hay que volver a la Argentina de antes de 1916” (nota al pie: cuando accedió al poder el primer presidente elegido por el sufragio secreto y obligatorio), el retrofuturismo puede ir todavía más atrás. También podrían buscar revertir algunos importan tes avances cívico-sociales fundacionales, impulsados hasta por otro prócer de los libertarios, como Julio Argentino Roca. Entre los ideólogos mileístas no escasean los que reniegan, por ejemplo, de la educación obligatoria, gratuita y común, no ya de la reciente ley de interrupción voluntaria del embarazo. ¿Quién cree que el mileísmo quiere cambiar solo la matriz económica?
La construcción electoral tiene ese norte aunque en lo inmediato asomen muchos ítems y tareas bastante más pedestres (y menos nobles), que no pueden eludir, aunque quisieran. El decisionismo personalista tiene limitaciones. Todavía.
La construcción en marcha de la fuerza oficialista en todo el país, así como la cooptación de dirigentes y voluntades son tareas cotidianas a las que el trío metalero Javo-KariSanti les dedican tiempo, esfuerzo y recursos (con buenas y no tan bellas artes). De nuevo, Kueider, Espínola, los radicales con peluca, como Mariano Campero, o flamantes exmacristas, como el subjefe de espías Diego Kravetz, pueden dar fe.
La consolidación de la identidad es un objetivo estratégico. Nada de lo que pueda poner en riesgo la nitidez
La elección de mitad de mandato es crucial para el proyecto hegemónico mileísta
Santiago Caputo lustra manzanas para tentar a posibles pecadores y lograr el control de la Corte
Una reforma constitucional es el objetivo final
del espacio libertario tiene cabida.
La construcción de alianzas solo podría tener lugar en la medida en que no puedan dejar dudas de que la orientación y el liderazgo son indiscutiblemente mileístas. Y de que son imprescindibles para asegurar el éxito mayor. Cualquier asociación que amague con desteñir el violeta está cancelada. Al menos, hoy. Lo explicitó ayer Milei: “Con Pro vamos juntos en todos lados o, si no, iremos separados”. Él fija las condiciones.
Esa es la encrucijada vital que enfrentan hoy Mauricio Macri y los que aún no dudan de su autoridad y liderazgo dentro de Pro. Son los que todavía esperan que las frías aguas del Nahuel Huapi esclarezcan al expresidente y le aporten el vigor y la motivación para la tarea política que le han visto flaquear últimamente. Otras actividades parecían haber concentrado su libido.
Las esperanzas macristas de ser socios de los libertarios con derecho a voto en el directorio de la empresa dominante se van diluyendo día a día, con los logros macroeconómico-financieros del Gobierno, la defección de muchos de sus dirigentes y la desafección de una parte de sus votantes, cuya magnitud no logran dimensionar, a los que no les ofrecen identidad ni narrativa claras. Por eso, lo último es prioridad.
“En el primer trimestre de 2025 tenemos que definir y comunicar qué somos, dónde estamos y qué proponemos”, dice con más preocupación que ilusión una de las figuras a las que Macri suele escuchar.
El operativo de acoso con pretensiones de derribo encabezado por Karina Milei sobre el bastión macrista porteño aceleró los tiempos.
La posibilidad de que “el Jefe” encabece una lista, sea en la ciudad de Buenos Aires o en territorio bonaerense, dejó de ser una especulación lejana, casi descartada, sobre la base de que la secretaria general de la Presidencia y soporte primordial de su hermano no dejaría ese lugar imprescindible para el Presidente.
La posibilidad de una candidatura testimonial, que nunca llegaría a asumir en el cargo para el que fue elegida, empieza a ser evaluada. La muy relativa contundencia con la que altas fuentes de la Casa Rosada niegan alguna probabilidad de esa alternativa alimenta sospechas en lugar de despejar dudas y temores.
El peronismo, en tanto, se asume como pocas veces en su historia como una fuerza en declive y casi naturaliza un escenario de derrota en 2025, salvo algunos exponentes que confían en la vigencia de su pasado más que en la vitalidad de su presente y en su proyección a futuro.
El avance de la Justicia sobre Cristina Kirchner confunde a sus fieles, que ven ese proceso como un activo que la potencia a causa de la victimización. Pero el hechizo solo sigue teniendo efectividad sobre los creyentes, un núcleo duro en el que el piso y el techo se tocan. Axel Kicillof lo ve, pero por ahora no sabe, no puede o no se anima a cortar el cordón umbilical.
El avance del Gobierno sobre la Corte Suprema, de cuyas formas y tiempos todavía no hay certezas definitivas, aunque sí de la intención, también va en línea con la construcción hegemónica.
“Necesitamos que nos asegure gobernabilidad”, expresan en el triángulo de hierro para justificar la embestida con la que se pretende imponer a los dos candidatos a jueces supremos designados por Milei. Una forma elegante de decir que no quiere trabas de ninguna índole. Una obviedad para cultores de verdades únicas. Sin apelación posible.
El gurú presidencial, que sigue ampliando su radio de acción y el círculo de consejeros, empezó a lustrar algunas manzanas con las que imagina tentar a gobernadores y senadores a los que imaginan dispuestos a pecar y a allanar el camino de Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla hacia el cuarto piso de Tribunales. Inscriben en esa lista a varios que todavía no han sondeado, pero en los que imaginan disposición a escuchar propuestas siempre que incluyan atajos principistas (o morales),
Entre ellos anotan desde radicales como Alfredo Cornejo, quien comparte electorado con Milei, hasta mandatarios que están en las antípodas, como Kicillof.
¿Corte ampliada?
La estrategia implica un complejo entramado de operaciones en el que se busca hacer confluir intereses y necesidades. Estas van desde la oferta de lugares en una Corte ampliada para figuras cercanas a esos dirigentes y más que digeribles para el oficialismo hasta despejar espacios hoy cubiertos por personajes que los incomodan.
Los supremos tribunales provinciales y las procuradurías generales entrarían en la negociación. La independencia de poderes no sería precisamente un objetivo a alcanzar en este operativo. Más real politik que nunca.
Todo sea por el proyecto hegemónico que vendría si se gana el plebiscito. Es la película que se está rodando hoy. El final no está escrito. Y la foto de mañana es un futuro todavía demasiado lejano.
Milei no será el primer presidente no peronista que lo intenta. También lo soñó Raúl Alfonsín en el fulgor de la primera mitad de su mandato.
La reforma política y electoral que pretende el Gobierno no solo incluye la derogación de las PASO. Abarca, además, una modificación en la ley que regula el financiamiento de los partidos políticos al reducir significativamente el aporte estatal y no delimitar un tope al aporte privado.
El paquete de reformas incorpora otra iniciativa que tiene en la mira a los partidos políticos de escasa representación popular, algunos de los cuales son utilizados como “sellos de goma” que suelen ofrecerse al mejor postor para permitirles postular sus candidaturas. Es paradójico: fue a través de estos “sellos de goma” con los que Javier Milei logró armar el frente electoral con el que llegó a la presidencia. La iniciativa endurece las condiciones para el reconocimiento jurídico de los partidos, moderniza el procedimiento de afiliación y aumenta los requisitos para que obtengan estatus nacional.
Empero, si la derogación de las PASO le genera dificultades al oficialismo, este último paquete de reformas prácticamente no tiene consenso, por lo cual difícilmente prospere en un año electoral

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