martes, 24 de diciembre de 2024

LA ARGENTINA Y EDITORIALES


Los jacobinos de la utopía regresiva
La argentina. Necesitamos recuperar un liberalismo que incluya sus tres pilares históricos: que en un mismo territorio puedan convivir personas muy distintas, que haya plena autonomía del individuo en cuanto a su plan de vida y que exista libertad de mercado
Marcelo Gioffré


Como un inesperado acto de resistencia, como una metáfora de potente rebelión frente a una deriva que propone una amputación del ciudadano, desmantelando sus vetas espirituales y artísticas y limitando su quehacer a lo mercantil y rentable, en plena city financiera, sobre los escombros melancólicos del Banco de Italia y Río de la Plata, un empresario privado construyó un portentoso centro cultural.
Hace unos días, en una sala de ese centro vi la pieza teatral Ha muerto un puto, que aborda la vida desaforada del escritor Carlos Correas. En el otoño de este año, un jueves, el autor de esa obra se había hecho presente para consultar a Sebreli sobre su amistad con Correas. Aquella relación comenzó con una carta mecanografiada en letra violeta, fechada en 1952 y enviada por Correas a la redacción de la revista Sur. El texto comenzaba con un fundado temor: “No sé si esta carta llegará a sus manos. He buscado su nombre en la guía telefónica sin encontrarlo; pero tengo necesidad de escribirle”. Esta correspondencia es un hecho central de nuestra literatura.
La publicación en una revista universitaria de un cuento homoerótico, “La narración de la historia”, produjo un vuelco en la vida de Correas. A mediados de 1960, un fiscal ultramontano de la época, Guillermo de la Riestra, lo querelló por publicaciones obscenas. Primaba la moralina, una homofobia más o menos explícita, grajeas de intolerancia. El escarnio de aquel sonado juicio marcó a Correas para siempre. Dejó de escribir por mucho tiempo, se cuestionó todo, se entreveró con travestis y hasta formó una pareja heterosexual. Cuatro décadas después, en su departamento del barrio de Once, se cortó las venas y se tiró por el balcón.
Esta historia viene a cuento porque en la Argentina actual, en nombre del combate al kirchnerismo, que ciertamente fue una larga pesadilla, hay en curso una utopía regresiva de vastos alcances. Esgrimen la consigna “Dios, patria y familia”; invocan a “las fuerzas del cielo” para cualquier cometido profano; mezclan sincréticamente los ritos judío y católico con unción medieval; miran con recelo a los grupos Lgtbq+; llaman “enfermos” a los gays; lanzan amenazas de muerte contra autores cuyas obras podrían tener –según un canon que recuerda a los censores de El nombre de la rosa– contenido
Amenazan con volver atrás con el matrimonio igualitario y el divorcio; se hacen las cruces frente al pelo teñido o las uñas pintadas de un muchacho inofensivo
sexualizante; amenazan con volver atrás con el matrimonio igualitario y el divorcio; se hacen las cruces frente al pelo teñido o las uñas pintadas de un muchacho inofensivo. ¿Cuánto falta para que, en busca de la fidelidad perdida, propongan la comercialización de cinturones de castidad, como en la España franquista? ¿Cuánto falta para que sugieran la “cura” de la homosexualidad con electroshocks?
El diálogo no sirve en cuestiones de fe. Por eso los pastores digitales libertarios hablan en sus misas laicas de “cambiar el sentido común”, como si pudieran aplicar una pedagogía ortopédica para disciplinar disidentes. Por eso cualquier divergencia es traición. Por eso sostienen que ninguna obstrucción los va a frenar y que no se puede gobernar con las manos atadas, como si no le estuvieran llamando “obstrucción” y “manos atadas” al mismísimo Estado de Derecho. No toleran tener que administrar la diversidad. No toleran el poder limitado. Pese a su retórica (“vengo a despertar leones”), en la praxis mileísta el individuo deja de ser soberano y entrega todo su poder al líder, que lo guía. Desde la tropa rasa, que recita frases cuyo sentido profundo no termina de captar, hasta los apóstoles áulicos que hablan desde el atril o en las redes, prefieren evitar cualquier idea propia y se ciñen al libreto predeterminado, todo recuerda la estandarización del hombre-masa. El individuo, que en cualquier liberalismo riguroso sería el arquitecto de su futuro, en el mileísmo es un opaco engranaje de la tribu.
Dirán que todo esto es irrelevante comparado con la baja de la inflación, el ajuste fiscal y el equilibrio de las cuentas públicas. Falso: no es trivial, porque constituye el núcleo último, la molécula del país que imaginamos: ¿queremos que nuestros ciudadanos sean burros de carga que pasan por la vida sin saber qué es una película, una novela o una obra de teatro, que solo ofrezcan su sagrada condición a una fría maquinaria productiva? ¿Queremos un país cuyos ciudadanos en sus horas libres solo tengan entretenimientos esterilizantes y represivos? ¿Pensamos una sociedad que repute “zurdos, ensobrados y vagos” a todos los artistas? ¿Pensamos una sociedad donde las diversidades sexuales sean caracterizadas como desviaciones y deban vivirse con vergüenza? ¿Queremos una sociedad en la que los relatos eróticos sean objeto de censura y sus autores escarnecidos, acusados de pervertir a la juventud?
Dirán que es esto o el kirchnerismo, que ya mostró las catastróficas consecuencias de sus políticas. Por algo el Presidente habla de plebiscito y no de elección. Han tenido cierto éxito en polarizar con Cristina Kirchner y volatilizar al resto de las fuerzas, dejando huérfano de representación a un tercio de la sociedad. Pero lo que no calculan es que la sola amenaza de una alternancia entre dos populismos impedirá que llegue alguna inversión que no sea brutalmente arrebatadora. Vendrán solo si les aseguran recuperar el capital en uno o dos años, vendrán si les dan totales exenciones impositivas, vendrán si les garantizan que el derecho laboral está derogado y los sindicalistas están convertidos en herbívoros animalitos domésticos. ¿Qué empresario schumpeteriano se arriesgaría en un país en el que descaradamente se acepta que condenados sean candidatos? ¿Por qué vendrían cuando ante cualquier conflicto deberían someterse a altos magistrados sospechados de corrupción?
El Presidente se ufana de que despidió a treinta y cinco mil empleados públicos y nadie parece reparar en que esa es una medida tanto o más populista que el despropósito de Kicillof cuando expropió YPF y nos dejó un juicio que inevitablemente debería pagarse a futuro. Huyen hacia adelante. Esos despidos, que suelen ser de empleados eficientes (mientras consensúan con los sindicatos no tocar a los verdaderos ñoquis), serán una futura fuente de desequilibrio fiscal: no bien esos trabajadores prueben que tenían muchos años de antigüedad y que el propio Estado nunca llamó a concurso para pasar a planta permanente, ganarán los juicios y habrá que pagar la cuenta del populismo de derecha. Que sea un populismo de la crueldad, según el cual los vampiros fiscalistas gozan viendo gente sufriendo, no lo hace menos populismo que el de Kicillof.
Populismo no es únicamente dar dádivas con dinero ajeno, como ha hecho toda la vida el peronismo, hundiéndonos. Populismo es también entregar compensaciones simbólicas cuando estas son demandas insatisfechas de ciertos sectores. Bukele es un populista de la mano dura. Trump o Le Pen son populistas de la xenofobia. Milei es un populista del ajuste: no importa que en el corazón de ese ajuste fermente un futuro monstruo, no importa que la inflación se baje con un manifiesto desequilibrio cambiario y déficit de infraestructura, que se pagarán más temprano que tarde. Milei es también, y centralmente, un populista de la utopía regresiva: encarna la revancha del machismo, de la homofobia, del autoritarismo, de los que piensan que el sexo es solo para la reproducción, de los que odian a los hippies y a los bohemios.
Necesitamos recuperar la utopía de un liberalismo que incluya sus tres pilares históricos: que en un mismo territorio puedan convivir personas muy distintas, que haya plena autonomía del individuo en cuanto a su plan de vida y, por fin, que exista libertad de mercado.

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Niños, su derecho al juego
Es clave que los chicos organicen su diversión y sus actividades sin intervención de adultos, desarrollando habilidades sociales y adquiriendo confianza


El 20 de noviembre fue el Día Internacional de los Derechos del Niño, en conmemoración de la firma de una ley fundamental de la humanidad que está cumpliendo 35 años. Ratificada por casi todos los países del mundo, sin embargo, sigue siendo ignorada por muchos. Los derechos de los niños están siempre vigentes, pero se respetan poco, afirma el psicopedagogo y dibujante italiano Francesco Tonucci, Frato. Impulsor de la iniciativa “La ciudad de las niñas y los niños”, que se replica en distintos lugares del mundo con espacios de juego y calles cerradas al tránsito para su aprovechamiento, difundió un mensaje sobre la Convención sobre los Derechos del Niño y el derecho que los niños tienen al descanso, al tiempo libre y al juego, siendo este último a su juicio uno de los más desoídos actualmente.
“Jugando aprenden, más que con otras formas de aprendizaje incluido el escolar”, afirma, y reflexiona sobre cuántos niños sufren la desaparición del juego a partir de que los adultos decidieron que no tienen capacidad para salir solos de casa, encontrarse con amigos, explorar su barrio conociendo el ambiente y viviendo experiencias que deberán resolver solos. Advierte con preocupación sobre los problemas que esto acarrea, pues aquello que no se concreta en la infancia se manifiesta de manera problemática en la adolescencia.
La campaña Yo Salgo a Jugar, que reivindica el derecho infantil a la autonomía y a salir de sus casas y vivir experiencias, se trasladó a Villa Regina, Río Negro, el pasado 23 de noviembre.
Días atrás, una madre de cuatro niños fue arrestada y esposada delante de ellos en el estado de Georgia, Estados Unidos, acusada de conducta imprudente. Uno de sus hijos, de diez años, salió solo en un distrito rural, mientras ella acompañaba a otro hijo al médico en un estado que no cuenta hoy con legislación que proteja una razonable independencia infantil. Solo hay seis actualmente con esa normativa.
El hecho que saltó a los titulares fue difundido por el movimiento Let Grow (@letgroworg), Déjalos Crecer, una institución preocupada por hacer de la independencia en la infancia algo sencillo, normal y legal, aportando investigaciones y programas para escuelas y padres en dirección a quebrar el temor que conduce a un excesivo cuidado de los pequeños, que la cultura ha impuesto. Entre sus recomendaciones incluyen que, “cuando los padres retroceden, los hijos crecen” y que “demasiada ayuda daña a los niños”, pues obstruye el desarrollo en ellos de la confianza y resiliencia que necesitan, explican. Es así que los desafíos cotidianos pueden terminar generando en los niños ansiedad y depresión, un fenómeno creciente que desde Let Grow perciben con preocupación.
En el libro La generación ansiosa, Jonathan Haidt propone más vida real para los niños, infancias basadas en el juego y no en celulares, integrando las huestes de especialistas que recomiendan demorar el ingreso de los chicos al mundo digital.
Las tareas asignadas en las escuelas enroladas en ese movimiento promueven que los niños redescubran nuevas actividades que pueden desarrollar solos en el entorno real, afianzándose en cuán capaces son para ello. Reemplazan temor por realidad: empoderar a los niños es lo más recomendable.
Los clubes de juego proponen que elijan y organicen su diversión y actividades sin intervención de adultos, desarrollando así también habilidades sociales claves. Es que en el juego los niños aprenden que están en control de su vida. Y si perciben que sus padres confían en ellos, el proceso se torna transformador.
Una misma preocupación compartida por distintos especialistas nos advierte que en nuestras sociedades debemos revisar cuestiones que impactan en el futuro de nuestros hijos y que hoy parecen darse por sentadas.
La realidad nos confronta con la necesidad de cotejar otros patrones y abrir el debate para encontrar caminos alternativos que aseguren su mejor desarrollo.


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Chicanas procesales
La causa por el denominado “Fabiolagate” se inició cuando, en el contexto de la investigación por presunto direccionamiento en los contratos de seguros de organismos públicos, el juez Julián Ercolini peritó el celular de María Cantero, secretaria del expresidente Alberto Fernández. De los chats intercambiados con la ex primera dama surgió que era víctima de golpes, con fotos de moretones que no tardaron en viralizarse. Fue así que el juez citó a Fabiola Yañez para preguntarle si quería hacer una denuncia penal por violencia de género, un delito de instancia privada. Siendo que ella finalmente avanzó por ese camino, Fernández quedó acusado de lesiones leves doblemente agravadas, una lesión grave por el debilitamiento permanente de la salud y por coacciones hacia Yañez para que no presentara una denuncia en su contra.
El exmandatario ya había recusado a Ercolini en la causa seguros. Su abogada presentó un escrito para recusarlo también en la causa por violencia de género. Silvina Carreira lo declaró parcial e incompetente, solicitó que el expediente se trasladara de Comodoro Py a los juzgados de San Isidro, lugar de asiento de los hechos, y lo acusó de haber desoído lo sugerido por organismos especializados en cuestiones de género en cuanto a la asistencia a prestar a la víctima. Objetó también el allanamiento del departamento de Puerto Madero que habitaba el exmandatario cuando se secuestraron dispositivos y lo criticó por las filtraciones a la prensa.
El juez Ercolini rechazó la recusación, pues entendió que “no existe un basamento fáctico ni jurídico que sustente su planteo” y que “ha quedado evidenciado que la actuación del suscripto desde el inicio del expediente, esto es, el hallazgo del material en la copia forense de Cantero, hasta su remisión a sorteo y continuación del trámite, ha sido conforme lo indica la ley y normativa aplicable”. Pero más tarde Ercolini concedió la apelación que presentó la defensa para trasladar el expediente hacia los juzgados federales de San Isidro. Ahora debe resolver la Cámara Federal porteña.
Carreira considera que los hechos que se investigan, de haber ocurrido, sucedieron en esa jurisdicción y así se lo hizo saber al juez.
No había tenido éxito el expresidente al pretender recusar al fiscal Ramiro González, quien lo acusa de lesiones leves y agravadas por violencia de género y amenazas coactivas. Más allá de que ver cómo se resuelve este último incidente en el expediente, lo concreto es que la defensa forzó la suspensión de la declaración indagatoria prevista para el 11 de diciembre. La Cámara Federal porteña convocó a una audiencia para el 26 de este mes.
Es sabido que en el terreno judicial las estrategias, las maniobras y chicanas interpuestas por los actores definen tiempos y partidas. Los ciudadanos observamos con atención las diligencias y confiamos en que la Justicia ponga las cosas en su sitio tanto en estas como en tantas otras causas que comprometen a quienes alguna vez estuvieron en el poder.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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