La imperturbable vigencia de uno de los artistas más influyentes de los últimos 60 años
PAULMcCartney
por Joaquín Vismara
EL LEGADO VIVO DEL REPERTORIO DE
THE BEATLES ADQUIERE MODOS DE RITUAL AL UNÍSONO PARA TRES GENERACIONES
Asus 82 años, Paul McCartney podría estar dedicándose a cumplir todas las metas que parecía haberse impuesto para su vejez en When I’m Sixty Four. De acuerdo con la canción compuesta en 1967, cuando tenía solo 24 años, el beatle podría pasar su tiempo con las tareas del hogar, disfrutando del calor de un hogar a leña mientras su amada le teje un sweater y haciendo números para intentar alquilar una casa veraniega a la que llevar a sus nietos de paseo. Pero lejos de cualquier idea de jubilación posible, en 2024 Sir Paul se mantiene vigente y encendido con una vitalidad que, lejos de agotarse, parece agigantar cada vez más su flama. Su seguidilla de shows en el estadio de River Plate a principios de octubre (y su desembarco en Córdoba dos semanas después) lo mostraron en su mejor forma, a la altura de la responsabilidad que conlleva ser el custodio del cancionero de la banda más importante del siglo XX. Algo pasó entre sus últimas dos visitas y su paso más reciente por la Argentina. Tanto en 2016 en La Plata como en 2019 en el Campo Argentino de Polo, McCartney había dado muestra de una voz algo trémula, esperable para cualquier ser humano de más de 70 años que recorriese el mundo dando un show de casi tres horas por noche. Ahí, en esos fraseos vocales algo temblorosos, parecía esconderse la señal de que ese superhombre capaz de pasar del bajo a la guitarra acústica y del piano a la eléctrica era, en realidad, tan mortal como cualquiera de sus seguidores. Y ahí donde la pandemia parecía una invitación a un retiro inminente, Macca no pudo menos que hacer exactamente lo contrario. Primero, grabó el experimental y rupturista McCartney III por su cuenta, oficiando a la vez de compositor, productor e intérprete de todos los instrumentos. Después, supervisó el trabajo monumental que llevó a cabo Peter Jackson con la serie documental Get Back, para quitarle a la historia de los Beatles el sabor agridulce que había dejado la película Let It Be más de cinco décadas antes. Después de estar dos años sin pisar los escenarios, McCartney volvió finalmente al ruedo en abril de 2022 con Got Back, un tour con el que hasta se permitió celebrar sobre las tablas su cumpleaños número 80, el 16 de junio de ese año (en rigor, dos días antes de la fecha correcta) y tan solo una semana después lo puso como el acto central del histórico festival Glastonbury. Al año siguiente, cuando la gira se extendía solamente hacia México y Brasil, un quinto desembarco del beatle a la Argentina parecía cada vez algo más utópico, hasta que a mediados de este año, el anunció materializó lo que parecía imposible, con Buenos Aires como segunda escala de un recorrido que tendría a Montevideo como punto de partida tan solo unos días antes. El amague del año previo y la poco grata sensación de que se podía tratar de una última visita teniendo en cuenta su edad hicieron el resto, y tuvieron su efecto en la taquilla.“Gracias John por haber escrito Now and Then””
Pero cualquier especulación posible sobre su edad y su estado físico y vocal se evaporó en River Plate con los primeros compases de “Can’t Buy Me Love”: a sus 82 años, McCartney se mostró mejor que nunca, capaz de interpretar la canción con la misma frescura que lo hizo en su primera visita a la Argentina en 1993. El tema fue el punto de partida de una lista de treinta y siete canciones centrada en el canon beatle, pero que también incluyó algunas escalas en su repertorio solista y también puso en valor su etapa al frente de Wings, ese gran grupo que tuvo la desdicha de ser el paso siguiente a su pasado como parte de los Fab Four. A lo largo de un viaje de casi tres horas que lo tuvo como único protagonista, McCartney se permitió ser bajista, pianista y guitarrista de su propia historia sin solución de continuidad, de acuerdo con lo que el repertorio demandase. Claro que Macca no lleva adelante esta tarea titánica solo, sino que es producto del acompañamiento firme y seguro de una banda que lo secunda desde hace veintidós años, una unidad de tiempo que cobra una dimensión aún mayor cuando se repara en que es el elenco de músicos con el que más ha compartido estudios y escenario (más precisamente: el doble de tiempo de lo que duró The Beatles). El tecladista y arreglador Wix Wickens, colaborador suyo desde 1989, funciona como el director artístico de una banda que tiene en Rusty Anderson el guitarrista ideal, una tarea compartida con Brian Ray, que a su vez pasa al bajo cada vez que Sir Paul abandona su mítico Höfner 5001 por otro instrumento. En el fondo y centro del escenario, Abe Laboriel Jr., tan marcial a la hora de tocar la batería como sutil al momento de incorporar su voz en los coros. Sin más agregados que un trío de vientos, McCartney y su banda son capaces de recrear fielmente cada momento histórico que deciden revisitar. Puestas una al lado de la otra, “Junior’s Farm” y “Letting Go” funcionaron como un recordatorio de cuánto podía llegar a apretar los dientes Wings a la hora de rockear, mientras que “Drive My Car” y “Got to Get You Into My Life” sacaron a dos clásicos beatle de la nostalgia y demostraron su vigencia. La lista hizo foco en los grandes éxitos del catálogo de los cuatro de Liverpool (de “Let It Be” a “Get Back”, pasando por “Lady Madonna” y “Ob-La-Di, Ob-La-Da”) con algunas omisiones sorpresivas (“Yesterday”, una fija en casi todas sus visitas anteriores) y otras esperables (“Back in the USSR”, retirada de sus conciertos desde la invasión rusa a Ucrania), y también tuvo lugar para canciones por fuera del cánon más obvio, como “Getting Better”, el pseudo country de “I’ve Just Seen a Face” y el viaje psicodélico de “Being for the Benefit of Mr. Kite!”.
En 2024 Sir Paul se mantiene vigente y encendido con una vitalidad que, lejos de agotarse, parece agigantar cada vez más su flama
Dentro de ese tour de force, McCartney se permitió recorrer el principio y fin de la historia beatle, y también su prehistoria: primero, interpretó “In Spite of All the Danger”, la primera canción que grabó junto a John Lennon y George Harrison en 1958, a la que le siguió “Love Me Do”, el kilómetro cero de la discografía de los Fab Four en 1962. Más tarde, hizo sonar en vivo “Now and Then”, la canción creada a partir de una grabación póstuma de Lennon, que intentaron completar en 1995 con Harrison y Starr y que tuvo su versión definitiva el año pasado a modo de epílogo de la historia de la banda. Y a los ya clásicos homenajes a los compañeros que se fueron con “Here Today” y “Something”, la tecnología permitió una nueva variante a la hora de los bises, con un “dueto virtual” con John Lennon en “I’ve Got a Feeling”, con la voz aislada de su interpretación en la terraza de Apple Corps en 1969. Capaz de apelar a que todo un estadio se quede callado para escucharlo interpretar “Blackbird” en el más absoluto silencio, o bien de desplegar un arsenal de llamaradas, fuegos artificiales y láseres de colores en el cénit de “Live and Let Die”, el mayor impacto del show, McCartney estuvo en manos de un repertorio que atraviesa generaciones quizás como ningún otro, y que hace que el tarareo masivo de “Hey Jude” erice la piel al pensar en el arco de edades de las 80 mil voces que lo están interpretando al unísono. Y si la inclusión del proto metal “Helter Skelter” a la hora de los bises fue una muestra de su entereza, el cierre no pudo haber sido más simbólico: el medley final de Abbey Road (“Carry That Weight”, “Golden Slumbers” y “The End”) fue un recorrido emocional de menor a mayor que terminó con McCartney, Anderson y Ray sacándose chispas con sus guitarras hasta desembocar en su ya clásico “Y al final, el amor que te llevás, es igual al amor que recibís”. La frase cobra otro peso si se tiene en cuenta que la perspectiva con la que fue escrita en 1969 no es la misma al ser interpretada 55 años después. Pero así y todo, cuando Sir Paul se despidió del público con un “hasta la próxima”, no sonó a despedida, sino a una promesa que ojalá se cumpla en breve.
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Con vista al río: diez bares y restaurantes para comer junto al agua
Dulce María, frente al muelle de Martínez
En una ciudad que le da la espalda al Río de la Plata, no abundan espacios desde los cuales disfrutar de su horizonte; aquí, algunas propuestas para ganarle al cemento urbano
Sebastián A. Ríos
í creció la ciudad de Buenos Aires, negando la orilla. En los últimos tiempos, la fisonomía de la costanera ha ido cambiando, y lo mismo sucedió en los distintos paseos costeros de zona norte, a través de la multiplicación de espacios verdes que nos amigan con el río más ancho del mundo. Y si bien aún son pocos los bares y restaurantes “con vista”, hay varios que destacan en el paisaje y vale la pena tener en cuenta.
Algunos están ahí, otros más escondidos, dentro de clubes o en escolleras, muchos de ellos con acceso público pero poco evidente; otros se mantienen reservados solo para socios. De cara a los días más templados, presentamos una lista de 10 bares y restaurantes que miran al agua para disfrutar de la primavera.
1. Bar Corona
Plataforma flotante en el Dique 1 de Puerto Madero
Difícil estar familiarizado con el nuevo nombre del bar, sí en todo caso de su imponente espacio, como deck flotante en el dique 1 de Puerto Madero. Hasta hace unos días funcionaba allí la cervecería Peñón del Águila, pero esta misma semana está siendo inaugurado con nuevo nombre y mobiliario. Lo que no cambia es la imponente vista a su entorno conformado por el Puente de la Mujer, el Hilton, el Alvear Icon y los docks de Puerto Madero. Su formato y propuesta es cien por ciento de bar. La dirección es Pierina Dealessi 791, pero basta cruzar el puente en dirección al Hilton para hallar la escalera que desciende hasta la plataforma donde funciona.
2. Garibaldi
Restaurante Garibaldi sobre el mismo Río de la Plata
Llegando a Aeroparque desde el norte, sobre la avenida costanera Rafael Obligado, puede leerse escrito en letras de neón el nombre de este restaurante sobre la entrada para autos. El portón permite ingresar al espigón en cuyo extremo, sobre el río, funciona Garibaldi. El ambiente de su confortable salón cambia con la luz exterior, de día o de noche –el restaurante abre de mediodía a medianoche, todos los días–, pero también según el humor del río.
Las paredes vidriadas invitan a disfrutar del paisaje tanto en una tarde de sol pleno como en noches de tormenta. Su menú fusiona sabores del mediterráneo con toques orientales, y sus platos emblemáticos son rissoto nero di sepia, rissoto de hongos, entraña a la parrilla, capellettis de cazón y milanesa de bife de chorizo rellena de pastrón. La carta de vinos va por los clásicos; más innovadores son sus tragos de autor. La dirección es Obligado 4899; para reservas: 011 2354-2721.
3. Punto Amarradero
Salón de Punto Amarradero
Dentro del Centro de Graduados del Liceo Naval, frente al amarradero, se encuentra este restaurante escondido, al que se accede a través de la colectora de avenida Lugones (Av. Cantilo 3200, Núñez), y que ofrece toda la tranquilidad del río y un menú tradicional y amplio. Se pueden comer desde carnes y pesca, hasta pastas, picadas y ensaladas. Hay opciones para compartir, como parrilladas, e incluso menú infantil. Los platos insignia de su actual carta son el truchón grillé con crema de alcaparras al vino blanco y cremoso de papa, y los sorrentinos negros de salmón con una salsa de frutos de mar que lleva crema, langostinos, tentáculos y rabas de calamar y mejillones al vino blanco. Abre de martes a sábado, de 9 a 24, y los domingos de 9 a 20. Reservas: 011 6035-1936.
4. Parrilla la Nelly
Clásico de zona norte, esta parrilla ubicada en el Puerto de Olivos (Juan Bautista Alberdi 400, Olivos) tiene más de 60 años de historia. Mediodía y noche explota, y ni qué hablar de los días de temperatura amable y sol en los que se disponen las mesas afuera. Su propuesta no es otra que la clásica parrilla argentina, y obviamente también están a la orden del día las minutas. Su teléfono es 011 4794-4466.
5. Mostrador Santa Teresita Olivos
A metros de La Nelly funciona la versión Olivos del clásico esteño Mostrador Santa Teresita. La carta lleva la firma del célebre chef Fernando Trocca, que aquí propone para los mediodías un sistema en el que el comensal puede armar sus platos a partir de preparaciones que cambian todo los días y que se exhiben en amplios mostradores. Hay opción de plato grande o chico, que se arma incluyendo una proteína y guarniciones, todas a elección entre una gran variedad de propuestas.
Café de especialidad, jugos naturales (no se sirven gaseosas) y barra de pastelería completan la propuesta diurna. Dato útil: a partir de esta semana cambian las noches, en las que ahora convivirá la propuesta del mediodía con una carta en la que se pide por plato. Capítulo aparte es la locación. El salón se encuentra sobre la orilla, con un amplio ventanal que mira al horizonte infinito que ofrece el Río de la Plata. Incluso cuenta con una terraza que se proyecta sobre el agua. Abre de lunes a sábado, de 9 a 24, y los domingos de 9 a 19. Para reservas: 011 5163-0000.
6. Fara Parador
Visto al río desde las mesas de Fara, en Paraná y el rí
En La Lucila, más precisamente en ese punto en que la calle Paraná termina en el río, se encuentra este sencillo parador, con una carta mucho más amplia de lo que uno esperaría. Hay sándwiches, hamburguesas, chivitos, pero también pastas caseras, pesca del día y parrilla. Además, una amplia carta de pastelería y de bebidas. Se puede disfrutar de las comidas en las mesas con sombrillas o en mesas banco, pero también está la opción de take away, para armar un picnic en la ribera. Fara abre de martes a domingo, de 9 a 19, pero pronto extenderá su horario por la noche, en su temporada de verano. Reservas y pedidos: 011 2791-5800.
7. Tribu
Deck del restaurante Tribu
Del otro lado de la calle Paraná, cerquita de Fara, se encuentra Tribu (la dirección precisa es Juan Díaz de Solís 2794, San Isidro). El concepto es completamente distinto. Su salón funciona dentro del viejo edificio (restaurado) de la estación de tren, con un ambientación que se basa en materiales como la madera y el cuero, y artefactos en mimbre y ratán. Pero para quienes quieren disfrutar del río está su deck, con mesas y cómodos sillones desde los cuales disfrutar del aire y la vegetación costera. Este coqueto parador de río basa su propuesta gastronómica en el horno de barro y la parrilla, pero también hay opciones para el desayuno y la merienda, ya que funciona con horario corrido, de lunes a lunes, de 9 a 24. Sin reserva.
8. Dulce María
Mesas sobre la línea costera en Dulce María
Justo en el ingreso al muelle de Martínez se encuentra Dulce María (Gral. Pacheco 1545, Martínez). El salón es cómodo, pero para quienes buscan contacto con la naturaleza están las mesas en su espacio exterior, junto al río, que ofrecen una inmejorable vista del muelle y de las aguas circundantes. Para la hora del almuerzo, la carta ofrece bruschettas, rabas y papás rústicas. También sándwiches, pizzas, ensaladas, pastas, risottos y algunos ítems para carnívoros como milanesa y bife de chorizo (incluso hay menú ejecutivo). Para los desayunos y las meriendas, las opciones son bien variadas y hay combos con precio fijo. Dulce María abre todos los días, de 10 a 19, pero las reservas son solo para el horario de 10 a 12.30. Teléfono: 011 3767-9549.
9. Malloys Bar
Clásico de Martínez, Malloys (Elcano 1723, Martínez) cuenta con varios salones cubiertos y una decoración estilo “caribeña”, pero también con decks al aire libre que se integran con el verde de la costa. Sus entradas son clásicas, como los langostinos rebozados o los bocaditos de acelga, al igual que sus sándwiches y hamburguesas de cuadril, pollo crispy o bondiola. La coctelería es el eje de su propuesta de bebidas con tragos de autor y jarra de ponche para compartir. Abre todos los días de 12 a 2 de la mañana, y es un establecimiento pet friendly. Tiene espacio para estacionamiento con cargo. Las reservas son solo para fechas especiales, como el Día de la Madre. Teléfono: 011 2295-0740.
10. Perú Beach
Punto de encuentro para los fanáticos de los deportes náuticos
Punto de encuentro para los amantes de los deportes náuticos, Perú Beach cuenta con un bar/restaurante que abre todos los días de 8.30 a 24 (en Elcano 794, Acassuso). Su amplio espacio al aire libre se integra con el verde de la ribera y permite contemplar la práctica de deportes como kitesurf, kayak o windsurf. ¿Qué comer? Desde una trucha a la plancha hasta pizza napolitana, o desde una doble burger crispy a un sándwich de bondiola. Además, de lunes a viernes hay menú ejecutivo hasta las 15, y de 17 a 23, happy hour. Reservas al 011 6000-6427.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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