viernes, 11 de enero de 2019

LECTURA RECOMENDADA,


Jo Nesbo hace justicia con ‘Macbeth’
La novela del creador de Harry Hole basada en la obra de Shakespeare es un 'thriller' brutal sobre el poder y la adicción
Michael Fasbender como Macbeth.
“Jo Nesbo es un maestro contemporáneo del thriller y ha entendido todo lo que el género le debe a Macbeth”. No, no soy yo quien dice esto. Cuando me sentí atrapado hasta la última página por esta adaptación que Nesbo ha hecho para el proyecto Hogarth Shakespeare y me puse a escuchar el podcast de The New York Times Book Review sentí cierto alivio. Allí, James Shapiro, gran experto en la obra de Shakespeare, estaba loando la versión que el creador de Harry Hole había escrito y que en España ha publicado Lumen con traducción de Lotte Katrine Tollefsen. Más de 600 páginas de violencia, complejidad y retrato de un mundo desesperado y moralmente deleznable, una novela que hace justicia a la obra que le sirve de inspiración, llena algunos huecos y desarrolla algunos personajes (de ahí las 600 páginas) que en el original son meras sombras.
Macbeth fue escrita en 1606 y para los expertos es junto con El rey Lear la más oscura escrita por el bardo inglés. Nesbo decide situar su novela en una ciudad indeterminada de Escocia, suena bastante a Glasgow, en la década de los setenta del siglo pasado. Un lugar aplastado por la contaminación, la corrupción, el declive económico y en la que la gente se refugia en las drogas, el juego y la violencia. Un lugar que busca un líder que no encuentra y en el que la muerte es un ingrediente más.
Hay dos claves esenciales en la novela, como las había en la obra de teatro: la personal, sobre todo Macbeth con Lady, y la política y social. Para abordar ambas, Nesbo se vale de un espectacular elenco de personajes que incluye policías, gente de la noche, políticos, gánsteres, brujas fabricantes de poderosas drogas, moteros y por encima de todos la propia Lady Macbeth, dueña de la vida, el ocio y la cartera de quienes acuden cada noche, desesperados, a jugarse lo que tienen a su casino. Ella es la sombra de Macbeth, su acicate, causa de su insomnio y víctima a la vez. Puede que el origen de su relación no esté del todo bien explicado, pero su interacción es inmensa.
Las setenta primeras páginas son pura acción en las que, entre otras cosas, muere Duncan (que nadie me acuse de destripes, por dios) y se convierten en un paseo por el infierno antes de pasar a describir las complejas tramas que lo rigen. Macbeth es un adicto al poder y a la droga y ambos le hacen sentirse invulnerable y débil. Su lucha por llegar a lo más alto se llevará a muchos por delante, le creará dudas, lo destrozará. Banquo, el hombre que lo crió, su maestro en la policía, es uno de los personajes que camina entre dos aguas, en situaciones complejas que no admiten blanco o negro. Su hijo Fleance y el policía Angus, estudiante de teología que se niega a participar en masacres y ajusticiamientos, son quizás los dos únicos personajes puros, o todavía por corromper, de una novela incómoda y violenta en todos los sentidos.
Macbeth es un adicto al poder y a la droga y ambos le hacen sentirse invulnerable y débil.
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Me encanta Walter Kite, el periodista radiofónico que mantiene con su voz el espíritu de una ciudad cloaca. Me fascina Caithness, una policía que cree en el bien y que lucha por ejercerlo. Pero por encima de todos está Duff (Macduff en el original y, de nuevo, ya sabemos lo que pasa con él y su familia). Policía también, amigo de la infancia de Macbeth, a veces casi verdadero protagonista, se trata de un hombre egoísta y arrogante con un oscuro pasado y convertido, casi, en antihéroe total. O Hekate, el malo del que casi nada se sabe, solo que fabrica la súper droga que todos quieren, Macbeth incluido, y con la que controla la ciudad en la sombra. Hay muchos más pero no quiero aburrir.
Nesbo dice que cuando le ofrecieron ser parte del proyecto se negó porque él no escribe nada que no sea una idea original. Luego se lo pensó y condicionó su participación a que le dejaran elegir Macbeth. No podemos saber qué piensa Shakespeare, pero sí podemos decir bien alto todo lo que hemos disfrutado con este príncipe de las tinieblas.

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