Cómo el Ejército Argentino superó sus antinomias políticas
Entre los uniformados, la división entre peronistas y antiperonistas se cerró con el tiempo mediante decisiones simbólicas, como el nombre de los institutos militares
Rosendo Fraga Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva MayoríaEl ejército distribuye alimentos en La Matanza, en medio de la pandemia
La división entre uniformados peronistas y antiperonistas se resolvió con el tiempo, mediante decisiones simbólicas
El Ejército conmemoró ayer su 210° aniversario en forma virtual, dada a la situación excepcional que viven el país y el mundo por la pandemia.
En las últimas semanas, la ciudadanía lo ha visto desplegado en los asentamientos junto a los curas villeros, trabajando en la asistencia social de los sectores más vulnerables. Al mismo tiempo, un sondeo de Managment& Fit muestra que es hoy una de las instituciones más valoradas por la sociedad, después de la universidad y la escuela pública.
Es en este contexto que el Ejército ha celebrado su nuevo aniversario. Sin embargo, hace medio siglo, el 29 de mayo de 1970, mientras en el Colegio Militar se conmemoraba la fecha, tenía lugar el secuestro del teniente general Pedro Eugenio Aramburu; su asesinato se consumó tres días después, el 1° de junio, en el que fue el acto fundacional de la organización Montoneros.
¿Fue casual o premeditado el día del secuestro? Difícilmente la fecha haya pasado desapercibida, ya que uno de los dos secuestradores era subteniente de reserva del Liceo Militar Paz y ambos fueron a buscar a Aramburu vistiendo uniforme de oficiales del Ejército.
A lo largo del siglo XX, esta fuerza fue caja de resonancia de los conflictos políticos del país, como en menor medida lo fueron también la Armada y la Fuerza Aérea. No solo hubo militares peronistas y antiperonistas, sino también radicales, desarrollistas, liberales, conservadores, nacionalistas. La interacción entre lo militar y lo político era muy intensa entonces y eso hoy sorprende a las nuevas generaciones.
Así como la antinomia peronismo-antiperonismo dividió políticamente a la Argentina desde los años 40 del siglo pasado, lo mismo sucedió dentro del Ejército.
Un movimiento militar fracasó en impedir el retorno de Perón el 17 de octubre de 1945; en 1951 fracasa un golpe encabezado por el general Benjamín Menéndez; en junio de 1955, otro con epicentro en la Armada; tres meses después, tiene éxito el que provocó la renuncia de Perón.
En junio de 1956 se produce un levantamiento militar peronista con participación de civiles contra el gobierno de facto que presidía Aramburu. Lo encabeza el general Juan José Valle. El levantamiento es sofocado y su jefe es fusilado junto con varias decenas de quienes lo siguieron. Estos fusilamientos y el asesinato de Aramburu, catorce años después, aparecen como las dos caras de la violencia política argentina, en la cual dos generales son como los dos lados de una misma moneda.
Cada uno de estos conflictos dejó militares retirados, desplazados y castigados en una u otra dirección. Militares antiperonistas perseguidos durante el régimen que gobernó de 1945 a 1955. Militares peronistas perseguidos en los años siguientes.
Lonardi y Perón habían tenido relación en lo personal al sucederse en la Agregaduría Militar en Chile. Aramburu y Valle no eran enemigos ni habían tenido antagonismo alguno; por el contrario, habían tenido buena relación e incluso amistad.
El primero había sido un antiperonista moderado; el segundo, un tibio simpatizante del peronismo. Pero las circunstancias, y no solo las convicciones, a veces llevan a los protagonistas a adoptar actitudes más extremas de lo que hubieran deseado o previsto.
Aramburu era por temperamento un moderado, aunque esto hoy parezca incomprensible desde la militancia peronista. Valle, a su vez, no pasa a retiro en septiembre de 1955.
Es que no había sido un general manifiestamente peronista.
Ni el primero se hubiera visto a sí mismo adoptando una decisión tan extrema como los fusilamientos; ni el segundo, encabezando un movimiento insureccional como el que lideró en junio de 1955.
Lonardi y Valle desaparecen rápidamente de la escena político-militar. El primero por enfermedad, el segundo por el fusilamiento.
Pero Perón y Aramburu se siguen moviendo en el ámbito político en los años siguientes. Perón hasta su muerte mientras ejerce su tercer mandato como presidente constitucional, el 1° de julio de 1974. El segundo hasta que es asesinado por Montoneros el 1° de junio de 1970.
Perón sabrá mantener y acrecentar, con gran habilidad y astucia, su liderazgo desde el exilio durante casi dos décadas, y luego culminar su trayectoria con su tercer y contundente éxito electoral presidencial en septiembre de 1973.
Pero la política nunca le hizo olvidar su esencia militar. Es así como una de las primeras medidas que se adoptó tras su retorno fue la devolución del estado militar y el grado de teniente general, de los que había sido privado por el gobierno de facto que lo derrocó en 1955.
Aramburu entrega el poder a Arturo Frondizi el 1° de mayo de 1958, desdeñando las presiones de los sectores militares más antiperonistas para que no lo hiciera. Se mueve con prudencia en el ámbito político entre 1958 y 1962, cuando decide lanzarse creando un movimiento político propio, Udelpa, con el cual se presenta como candidato a presidente a las elecciones de 1963, en las que obtiene un digno tercer lugar.
En los siete años siguientes siempre siguió con atención el devenir político y en la época en que fue asesinado estaba convencido de que solo un acuerdo que incluyera a Perón como protagonista principal podía generar un país en paz.
Mientras el líder del peronismo es un político que no olvida su esencia militar, Aramburu es un militar que va desarrollando una vocación por la política.
Pero esta “grieta”, como denominamos al conflicto y el antagonismo político al comenzar la tercera década del siglo XXI, el Ejército la fue cerrando a través de decisiones de valor simbólico: los nombres de institutos militares.
En los años de predominio antiperonista le fue puesto el nombre de Lonardi a la Escuela de Artillería, arma a la que pertenecía el nombrado. Lonardi había sido el jefe del levantamiento contra el gobierno de Perón en septiembre de 1955, y asumió la presidencia de facto tras su renuncia. Tras solo dos meses en el cargo, fue destituido por las mismas Fuerzas Armadas y reemplazado por Aramburu.
Tras la trágica muerte de Aramburu, se impone su nombre a la Escuela de Infantería, el arma a la que pertenecía. Dentro del análisis político-militar de la época, Lonardi se enrolaba en la línea nacionalista y Aramburu en la liberal.
Tras el predominio antiperonista, le fue impuesto el nombre de Juan Domingo Perón a la Escuela Militar de Montaña. El nombrado había sido un experto jefe de esta especialidad, en la cual se había perfeccionado en Europa.
Pero el nombre de Perón no sustituyó a los dos anteriores: se sumó, y coexistió con ellos.
Luego se le asignó a la Escuela de Ingenieros el nombre de General Juan J. Valle (quizás el nombre más simbólico del peronismo militar) pues había sido el jefe más antiguo de los fusilados en noviembre de 1956. Pertenecía también a esa arma.
El transcurso de los años permitió al Ejército ir superando los duros conflictos internos que lo afectaron durante décadas. Pero ya a fines de los años 60, en el Colegio Militar compartían aulas y dormitorios hijos de oficiales fusilados en 1956 e hijos de otros que habían estado presos en duras condiciones en penales del Sur entre 1951 y 1955. No había entre ellos ni resentimiento ni enemistad alguna. No fue una estrategia premeditadamente sistemática, sino un proceso que se fue dando naturalmente.
Se cumple el aniversario del asesinato de Aramburu y ocho días después, el 9 de junio, el del fusilamiento de Valle.
En el mismo cuartel de Campo de Mayo conviven la Escuela de Infantería que lleva el nombre del primero y la de Ingenieros con el nombre del segundo, en lo que es un buen símbolo de la superación de los antagonismos del pasado.
Además, a la entrada del edificio del Hospital Militar Central, en la avenida Luis María Campos de la ciudad de Buenos Aires, una gran placa conmemora su inauguración, en 1954. El Comandante de Sanidad en la inauguración es el general Aramburu; el de Construcciones, el general Juan J. Valle.
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