Los saberes del campo no le eran ajenos al general Manuel Belgrano
El general Manuel Belgrano tuvo vinculación con el campo
Hace más de una década nos ocupamos del general Manuel Belgrano y el campo en esta misma sección, pero la lectura de los documentos del creador de la Bandera siempre nos brinda muchas sorpresas, y mucho más en este año en que conmemoran los 250 años de su nacimiento y el bicentenario de su muerte.
En su Diario de la marcha a Rosario, de 1812, son permanentes los comentarios sobre los campos, los manantiales naturales, la calidad de las aguas, los cardales, la falta de árboles y por ende de leña, que suplía con cardos o bosta de vacuno dada la época (mes de enero), la cantidad de ganado, etcétera.
No le faltaron tampoco en el camino vecinos que lo apoyaron ofreciéndole sus carretas y sus bueyes sin pedir nada o a lo máximo, por su pobreza, sólo el pago del peón. Él que era un hombre de ciudad la sabía tratar y conseguía fácilmente ese apoyo, como cuando en su marcha al Paraguay doña Gregoria Pérez de Denis le ofreció "sus haciendas, casas y criados" y también sus hijos, o cuando le comentó a un comedido vecino que le había dado un carruaje en Concepción del Uruguay, en abril de 1811: "Debe Ud. hacer quitar lana a los asientos porque están muy altos, y todavía tengo el chichón en la frente de esas resultas".
Ni que decir también de poderosos terratenientes, como Francisco Candioti, a quien los hermanos Robertson definieron como "el verdadero príncipe de los gauchos, señor de 300 leguas cuadradas de tierra, propietario de 250.000 cabezas de ganado, dueño de 300.000 caballos y mulas; de más de 500.000 pesos atesorados en sus cofres, y en onzas de oro importadas del Perú.
Belgrano se había adentrado de algún modo en las cosas del hombre de campo y su sabiduría, en una carta del 19 de octubre de 1814, quizás desde San Isidro. Allí le reprocha a Tomás Manuel de Anchorena que "no haya dado un paseo hasta aquí, y no menos para ver a su amigo... no sabía lo del caballo al que noté algo manco cuando vino Milá, más esto puede ser efecto del vaso; hágalo Ud. ver por uno de nuestros paisanos que lo entienden mejor que los aldeanos europeos; el mío tropezaba, y alguna vez manqueaba, y un paisano lo ha compuesto perfectamente sin más que un cuchillo; suele crecerles una callosidad que forma ángulo y está en el centro del vaso, de modo que pisan con aquélla y no con éste, y entonces, sin remedio han de tropezar y manquear, cortándoselas para que pisen con el vaso, quedan buenos de un instante a otro".
Realmente llamativo este párrafo y seguro habrá muchos más en la vasta correspondencia de Belgrano, para aclararlo adecuadamente recurrí a una profesional de ciencia veterinaria, la doctora Nair Guillén, quien me contesta que debe tratarse de una estructura del casco que se llama ramilla que tiene la función de microcirculación, amortiguación, sensibilidad y al soporte de carga del animal. Es un tejido blando que hoy con una gubia, entonces con un cuchillo o algún elemento filoso, se recorta.
Vaya este aporte como uno más a Belgrano, que con muy buen criterio adoptó como figura tutelar la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria, como lo expresara su presidente, el doctor Carlos Scoppa.
R. L. E.
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