martes, 2 de junio de 2020
LA PÁGINA DEL DR. JUAN CARLOS DE PABLO,
Inversores, atentos a la nueva oferta
Juan Carlos de Pablo
Ante la prórroga otorgada para intentar un acuerdo exitoso por la deuda, el mercado quedó expectante.
La reina pensaba que no podría sobrevivir a serle infiel a su marido, hasta que una tarde comprobó que podía sobrevivir perfectamente”. Escuché esta humorada en uno de los tantos espectáculos ofrecidos por Les Luthiers. En cuanto a la forma en la cual estamos encarando ciertas tareas en las empresas y en los estudios profesionales; ¿no estará ocurriendo algo parecido? Necesitábamos el “empujoncito” forzado por la cuarentena, en la feliz expresión de Richard H. Thaler, premio Nobel en economía en 2017, para advertir que la interacción humana no presencial es más fácil de lo que creíamos. ¿En qué medida esto llegó para quedarse?
Al respecto consulté al austríaco Kurt Wilhelm Rothschild (1914-2010), quien no tenía ninguna relación con la conocida familia de banqueros. ¿Se imagina presentarse en una entrevista de trabajo con ese apellido? Siendo judío, y encima con inclinaciones de izquierda, en 1938 no tuvo más remedio que abandonar su país, y migrar a Suiza. Su madre falleció en un campo de concentración nazi. Tuvo la enorme suerte de conseguir una de las dos becas que habían instituido en la universidad de Glasgow para estudiantes en peligro, financiadas por la sección escocesa del Servicio Estudiantil Internacional.
–Su primer destino, luego de la graduación, fue algo peculiar.
–Así es. Por ser considerado “extranjero enemigo”, por tres meses y medio fui internado en un campo, donde conocí a mi compatriota Josef Steindl. Experiencia nada agradable, similar a la que también sufrieron, entre otros, Heinz Wolfgang Arndt, Hans Wolfgang Singer, Piero Sraffa y Paul Patrick Streeten.
–Luego de lo cual… –Enseñé en la universidad de Glasgow entre 1940 y 1947; durante casi 20 años trabajé en el Instituto Austríaco de Investigaciones Económicas, y luego dicté clases en la universidad Johannes Kepler, de Linz, de donde me retiré en 1985. –El artículo que publicó en 1947 sobre la formación de precios en mercados oligopólicos lo hizo famoso. ¿Qué dijo en dicho trabajo?
–No planteé una teoría sino simplemente la idea de que en condiciones oligopólicas los precios no resultan de la aplicación de algún procedimiento mecánico, sino del comportamiento estratégico de las empresas; situación ideal para ser analizada por la teoría de los juegos, que debería denominarse teoría de la decisión estratégica. Dicha teoría había sido planteada tres años antes por John von Neumann y Oskar Morgenstern.
–Los oligopolistas, ¿se matan entre ellos, o se ponen de acuerdo?
–Si se pusieran de acuerdo, actuarían de manera monopólica. Los oligopolistas se matan entre ellos, pero sabiendo que, como son pocos, la decisión de cada uno repercute tanto en los otros que éstos reaccionan y dicha reacción repercute sobre quien adoptó la decisión original. Por eso se habla de comportamiento estratégico.
–En la Argentina, como en el resto del mundo, el coronavirus está afectando todo de manera significativa. En particular, está modificando la forma en que operan las empresas, los estudios de profesionales, etcétera. ¿En qué medida los cambios que se están produciendo serán transitorios y reversibles, y en qué medida llegaron para quedarse? –No lo sabemos a ciencia cierta, pero ya que me lo pregunta ensayaré una conjetura. Pensemos en una fábrica del producto que a usted le parezca. La elaboración requiere el concurso humano, porque difícilmente resulte eficiente, desde el punto de vista económico, una planta 100% robotizada. Pero la elaboración del producto, así como su transporte hasta los domicilios de los demandantes, son solo un par de las tantas tareas que se realizan en una empresa.
–Deje ejemplos de otras.
–La recepción de los pedidos, el planeamiento de la producción, la facturación, los cobros, los pagos, la publicidad, las reuniones de coordinación, etcétera. Lo que está ocurriendo en su país, pero no solamente en la Argentina, es que todo esto, que antes de hacía de manera presencial, ahora se realiza de manera remota.
–¡Pero no es lo mismo!
–No será lo mismo en el caso de la ópera, donde hay que gente que prefiere pagar fortunas por escuchar
Che gélida manina en vivo y en directo, en vez de oír la mejor interpretación que hizo Luciano Pavarotti, que se consigue por monedas. Pero aquí estoy hablando de cobrar, facturar, coordinar, intercambiar puntos de vista, etcétera. Además, no se ofenda, pero lo acuso de ser porteño. –¿Por qué dice eso? –Porque si viviera en el interior de su país entendería eso de que “Dios es argentino pero atiende en Buenos Aires”. Un productor radicado en Salta, ahora no tiene que viajar hasta la Capital Federal para reunirse con sus pares en la cámara empresaria que los agrupa, sino que se comunica desde su oficina. Lo cual le permite ahorrar tiempo y dinero.
–Sí, pero le complica la vida a quienes prestan servicios aéreos, de hoteles, etcétera.
–Inevitable, pero con ese criterio prohíba internet para resucitar a los carteros. Volvamos a la cuestión que motivó esta conversación. Terminada esta emergencia, veremos qué ocurrirá con la demanda de trabajo que está siendo descolocada por la nueva forma en la cual se encara el resto de las tareas en las instituciones. Mi impresión es que la modificación operativa generada como consecuencia del coronavirus, en buena medida llegó para quedarse.
–¿Una tasa de desocupación de 20% de la fuerza laboral?
–No creo, pero más que la reducción de la demanda agregada de trabajo,
lo que se va a plantear es una fuerte modificación en el tipo de demanda de servicios laborales. Hoy en el mundo trabajan más personas que hace 50, 100 o 200 años, pero no en el mismo tipo de trabajos. Pasamos de la agricultura de subsistencia a una agricultura altamente tecnificada, de un sector industrial artesanal a otro mucho más moderno. En la mayoría de los países una minoría de personas produce mercaderías, la mayoría servicios, y esto va a continuar.
–Todo esto me asusta.
–Lo entiendo, pero por favor que la incertidumbre no lo paralice. Hace un par de meses, cuando comenzamos a tener que modificar nuestra forma de trabajar, pensábamos que sería, no digo imposible, pero sí muy difícil, adecuarnos a las nuevas tecnologías. Particularmente los “adultos mayores”, como nos denominan los funcionarios creyendo que designándonos así no nos ofenden. Pues bien, resulta que ahora nos damos cuenta de que, luego de ciertos tropiezos iniciales, le encontramos la vuelta. Siempre ocurre. Las primeras películas fijaban la cámara delante de un escenario, porque se pensaba que el cine consistía en otra forma de mostrar el teatro; con el tiempo alguien descubrió que el cine es mucho más que teatro filmado. Con la interacción humana, pero no presencial, tiene que estar ocurriendo lo mismo.
–Don Kurt, muchas gracias.
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