Coronavirus. Un comité de economistas: ¿solución o problema?
Juan Carlos de Pablo
Preguntas al economista Jeremy Bentham (1748-1832): Nació en Londres, en el seno de una familia de juristas, y se lo consideró un niño prodigio. Fue filósofo, economista, pensador y escritor inglés y fue reconocido como el padre del utilitarismo.
Para definir la extensión y las características de la cuarentena, el presidente de la Nación cuenta con un comité de infectólogos. Quienes piensan que las decisiones públicas no han considerado de manera adecuada el conflicto entre "salud y economía", recomiendan que el titular del Poder Ejecutivo complemente el referido comité con otro integrado por economistas. Buen ejemplo del poder compensador del que hablaba John Kenneth Galbraith, refiriéndose al rol que cumplen las asociaciones de productores y los gremios.
En la Argentina 2020 un comité de economistas, ¿sería parte de la solución o del problema?
Al respecto conversé con el inglés Jeremy Bentham (1748 - 1832), quien no descubrió el principio de la utilidad, sino que acuñó el término utilitarismo y planteó sus implicancias. No solamente a través de sus escritos, sino influyendo sobre la labor desarrollada en el parlamento de su país.
-¿Cuál es la idea central del utilitarismo?
-Todo el mundo habla de la felicidad humana, tanto individual como del conjunto de las personas que habitan un país. La cuestión está en cómo plantearla de manera específica, de modo que puedan surgir propuestas que efectivamente permitan alcanzarla.
-Felicidad, pero en la Tierra, no en el Paraíso.
-Buen punto, lo cual lleva a combinar una "fórmula" de la felicidad, con las limitaciones de los recursos. Paul Anthony Samuelson solía decir que los pobres son ricos sin plata, de manera que el hecho de que aquellos no tengan aviones privados, no quiere decir que no deseen tenerlos.
-Volvamos a cómo plantear la felicidad a través de la utilidad que proporcionan los bienes.
-El principio fundamental es que iguales incrementos en los bienes consumidos no producen iguales incrementos en la utilidad de los consumidores. Más precisamente, el mismo aumento en la cantidad de bienes consumidos genera cada vez menos aumento de la utilidad. Como les gusta decir a los economistas, la utilidad marginal es decreciente.
-¿Y entonces?
-Si a este principio le agrego que la naturaleza humana es única y, por consiguiente, todos los seres humanos tenemos la misma función de utilidad, la maximización del bienestar de una población pasa por una distribución de los ingresos absolutamente igualitaria.
-Vilfreto Pareto, cuando leyó esto, lo enfrentó con los tapones de punta.
-No cuestionó el principio de la utilidad marginal decreciente, pero sí que se pudieran realizar comparaciones interpersonales de la utilidad, echando por tierra toda justificación económica a la redistribución del ingreso. Mi posición es extrema, la suya también; la realidad se sitúa en algún punto intermedio, aunque como en la Argentina 2020 tres cuartas partes del gasto público del Estado nacional son transferencias de carácter social, los dirigentes políticos me hacen más caso a mí que a él.
-Usted fue importante asesorando al Parlamento Inglés en materia de legislación.
-Así es. Según Mary Peter Mack, durante más de 40 años viví recluido en una pequeña y encantadora casa, rodeada de flores, a muy pocos cientos de yardas del Parlamento. Vigilando atentamente los acontecimientos, escribiendo 15 páginas por día, proponiendo incansablemente proyectos de reforma y recibiendo a decenas de informantes y discípulos, a los cuales les prediqué el evangelio del utilitarismo.
-Por eso quería conversar con usted. ¿Qué le parece, en la Argentina 2020, la idea de que el Presidente cuente con un comité de economistas, así como tiene un comité de infectólogos?
-No me parece una buena idea. Y me permito conjeturar que la iniciativa se debe más a la entendible preocupación que tienen algunas personas por cómo el Poder Ejecutivo está actuando frente al coronavirus, que por una mejora en la toma de decisiones pública.
-¿Por qué dice esto?
-Imaginemos la escena. Alberto Ángel Fernández se reúne con ocho economistas y, para que el evento no parezca sectario o meramente racionalizador de las medidas adoptadas, los economistas pertenecen a "escuelas" distintas. Algunos se confesarán clásicos, otros keynesianos, austríacos, marxistas, schumpeterianos, etcétera. ¡Linda manera de hacerle perder el tiempo al Presidente, en un momento donde el tiempo no es precisamente lo que le sobra!
-Pero entonces, ¿nada puede hacerse?
-Nada, no. El Presidente tiene varios ministros, que se encargan de los aspectos económicos de la realidad, y también cuenta con el presidente del Banco Central. Si esto le resultara insuficiente, yo le recomendaría que sumara a una sola persona.
-¿Qué características tendría que tener?
-Idoneidad profesional y absoluta confianza por parte del primer mandatario. Es importante que la referida idoneidad sea reconocida por buena parte de los economistas.
-¿Cómo funcionaría el esquema?
-A un economista respetad, sus colegas les podrían enviar puntos de vista, pero sobre todo datos y, en especial, propuestas específicas, generando la correspondiente interacción entre profesionales. La persona sistematizaría las iniciativas y se las presentaría al presidente de la Nación.
-¿Nada más?
-Esto no es poco, pero además le tendría que decir al Presidente que algunos de sus colaboradores están metiendo la pata.
-¿Por ejemplo?
-Cuando insisten con el congelamiento de los precios, en un contexto donde los costos aumentan; cuando insisten en que cada empresa tenga que pedir autorización para comenzar a operar, además de cumplir con todas los requerimientos sanitarios, y cuando algunos ministros de su gabinete califican de "interesante" la propuesta de que las empresas le tengan que entregar al Estado parte de sus acciones, como contrapartida de la ayuda que recibieron para pagar parte de los salarios como consecuencia del cierre determinado por el propio Estado.
-¿Y si el Presidente no quiere escuchar nada de esto?
-Entonces, el colaborador presenta la renuncia. No estamos jugando, aquí hay vidas en juego, no solamente por el coronavirus sino por otras enfermedades, hambre, hartazgo, etcétera. En política económica las balas son de verdad, no de fogueo. ¿Para qué está el director de una obra de teatro?, preguntó alguien con experiencia en el ramo. "Para decirles a los actores que están haciendo macanas antes de que se lo diga el público", respondió. En la política económica práctica ocurre lo mismo.
-Comité de economistas, entonces, no.
-Si el Presidente de la Nación lo quiere crear, que lo haga. Pero si me pidiera opinión le diría que las difíciles decisiones que tiene por delante, tienen que ser tomadas por él. Para lo cual, lo que le conviene es ser muy exigente, tanto con los infectólogos como con los miembros de su equipo económico. No se trata de ser amable, sino firme. Porque, como digo, hay mucho en juego.
-Don Jeremy, muchas gracias.
Al respecto conversé con el inglés Jeremy Bentham (1748 - 1832), quien no descubrió el principio de la utilidad, sino que acuñó el término utilitarismo y planteó sus implicancias. No solamente a través de sus escritos, sino influyendo sobre la labor desarrollada en el parlamento de su país.
-¿Cuál es la idea central del utilitarismo?
-Todo el mundo habla de la felicidad humana, tanto individual como del conjunto de las personas que habitan un país. La cuestión está en cómo plantearla de manera específica, de modo que puedan surgir propuestas que efectivamente permitan alcanzarla.
-Felicidad, pero en la Tierra, no en el Paraíso.
-Buen punto, lo cual lleva a combinar una "fórmula" de la felicidad, con las limitaciones de los recursos. Paul Anthony Samuelson solía decir que los pobres son ricos sin plata, de manera que el hecho de que aquellos no tengan aviones privados, no quiere decir que no deseen tenerlos.
-Volvamos a cómo plantear la felicidad a través de la utilidad que proporcionan los bienes.
-El principio fundamental es que iguales incrementos en los bienes consumidos no producen iguales incrementos en la utilidad de los consumidores. Más precisamente, el mismo aumento en la cantidad de bienes consumidos genera cada vez menos aumento de la utilidad. Como les gusta decir a los economistas, la utilidad marginal es decreciente.
-¿Y entonces?
-Si a este principio le agrego que la naturaleza humana es única y, por consiguiente, todos los seres humanos tenemos la misma función de utilidad, la maximización del bienestar de una población pasa por una distribución de los ingresos absolutamente igualitaria.
-Vilfreto Pareto, cuando leyó esto, lo enfrentó con los tapones de punta.
-No cuestionó el principio de la utilidad marginal decreciente, pero sí que se pudieran realizar comparaciones interpersonales de la utilidad, echando por tierra toda justificación económica a la redistribución del ingreso. Mi posición es extrema, la suya también; la realidad se sitúa en algún punto intermedio, aunque como en la Argentina 2020 tres cuartas partes del gasto público del Estado nacional son transferencias de carácter social, los dirigentes políticos me hacen más caso a mí que a él.
-Usted fue importante asesorando al Parlamento Inglés en materia de legislación.
-Así es. Según Mary Peter Mack, durante más de 40 años viví recluido en una pequeña y encantadora casa, rodeada de flores, a muy pocos cientos de yardas del Parlamento. Vigilando atentamente los acontecimientos, escribiendo 15 páginas por día, proponiendo incansablemente proyectos de reforma y recibiendo a decenas de informantes y discípulos, a los cuales les prediqué el evangelio del utilitarismo.
-Por eso quería conversar con usted. ¿Qué le parece, en la Argentina 2020, la idea de que el Presidente cuente con un comité de economistas, así como tiene un comité de infectólogos?
-No me parece una buena idea. Y me permito conjeturar que la iniciativa se debe más a la entendible preocupación que tienen algunas personas por cómo el Poder Ejecutivo está actuando frente al coronavirus, que por una mejora en la toma de decisiones pública.
-¿Por qué dice esto?
-Imaginemos la escena. Alberto Ángel Fernández se reúne con ocho economistas y, para que el evento no parezca sectario o meramente racionalizador de las medidas adoptadas, los economistas pertenecen a "escuelas" distintas. Algunos se confesarán clásicos, otros keynesianos, austríacos, marxistas, schumpeterianos, etcétera. ¡Linda manera de hacerle perder el tiempo al Presidente, en un momento donde el tiempo no es precisamente lo que le sobra!
-Pero entonces, ¿nada puede hacerse?
-Nada, no. El Presidente tiene varios ministros, que se encargan de los aspectos económicos de la realidad, y también cuenta con el presidente del Banco Central. Si esto le resultara insuficiente, yo le recomendaría que sumara a una sola persona.
-¿Qué características tendría que tener?
-Idoneidad profesional y absoluta confianza por parte del primer mandatario. Es importante que la referida idoneidad sea reconocida por buena parte de los economistas.
-¿Cómo funcionaría el esquema?
-A un economista respetad, sus colegas les podrían enviar puntos de vista, pero sobre todo datos y, en especial, propuestas específicas, generando la correspondiente interacción entre profesionales. La persona sistematizaría las iniciativas y se las presentaría al presidente de la Nación.
-¿Nada más?
-Esto no es poco, pero además le tendría que decir al Presidente que algunos de sus colaboradores están metiendo la pata.
-¿Por ejemplo?
-Cuando insisten con el congelamiento de los precios, en un contexto donde los costos aumentan; cuando insisten en que cada empresa tenga que pedir autorización para comenzar a operar, además de cumplir con todas los requerimientos sanitarios, y cuando algunos ministros de su gabinete califican de "interesante" la propuesta de que las empresas le tengan que entregar al Estado parte de sus acciones, como contrapartida de la ayuda que recibieron para pagar parte de los salarios como consecuencia del cierre determinado por el propio Estado.
-¿Y si el Presidente no quiere escuchar nada de esto?
-Entonces, el colaborador presenta la renuncia. No estamos jugando, aquí hay vidas en juego, no solamente por el coronavirus sino por otras enfermedades, hambre, hartazgo, etcétera. En política económica las balas son de verdad, no de fogueo. ¿Para qué está el director de una obra de teatro?, preguntó alguien con experiencia en el ramo. "Para decirles a los actores que están haciendo macanas antes de que se lo diga el público", respondió. En la política económica práctica ocurre lo mismo.
-Comité de economistas, entonces, no.
-Si el Presidente de la Nación lo quiere crear, que lo haga. Pero si me pidiera opinión le diría que las difíciles decisiones que tiene por delante, tienen que ser tomadas por él. Para lo cual, lo que le conviene es ser muy exigente, tanto con los infectólogos como con los miembros de su equipo económico. No se trata de ser amable, sino firme. Porque, como digo, hay mucho en juego.
-Don Jeremy, muchas gracias.
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