Una idea de Alberto que mató Cristina
Joaquín Morales Solá
La eliminación de las primarias abiertas y obligatorias es una causa perdida. El primer acuerdo de Alberto Fernández con los gobernadores sin consultar a los Kirchner, madre e hijo, está chocando irremediablemente con la oposición partidaria al Gobierno y con la propia vicepresidenta y su heredero. El primero que se descabalgó de ese proyecto fue el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, un disciplinado seguidor del cristinismo, que firmó el acuerdo inicial con el resto de los gobernadores. Luego lo hizo el propio Presidente, en cuya casa, la residencia de Olivos, se pergeñó y se hizo público el documento que proponía la eliminación de las PASO para las elecciones legislativas del inminente 2021. Sin la oposición y sin la franja más importante de la coalición peronista gobernante, el cristinismo, el proyecto que elimina esas elecciones primarias quedó definitivamente herido. Cristina Kirchner le dio en su momento a Alberto Fernández el poder de administrar, pero no el de legislar, que se lo reservó para ella. Esta es la primera prueba tangible de que el Presidente debe negociar primero las leyes con su vicepresidenta o no tendrá leyes.
Fueron dos los argumentos para eliminar las PASO. Uno: la supuesta peligrosidad de esas elecciones cuando se prevé que para entonces no habrá desaparecido del todo la pandemia del Covid-19. Las elecciones deberían celebrarse en agosto del próximo año. La otra: esos comicios significarán un gasto que para el Presidente y los gobernadores será insoportable en un país que vivirá todavía una larga crisis económica. Los dos argumentos son perfectamente refutables. Estados Unidos acaba de celebrar elecciones presidenciales con una curva de contagios más elevada que la de la Argentina. Las democracias en serio cumplen religiosamente sus ritos y no cambian las reglas. Por otra parte, los gastos de las elecciones pueden ser elevados, pero son mucho menores que algunos caprichos del oficialismo, como la reforma judicial, que solo trata de quitarles poder a los jueces federales. Los jueces tienen que ser jueces buenos, pero con poder.
Pícaro, el Presidente intuyó que el proyecto inconsulto podía provocar la ira de Cristina Kirchner, como realmente la provocó. Prefirió no convertirlo en un proyecto del Gobierno, sino de legisladores que expresaban a los gobernadores. Lo firmó un diputado que responde al gobernador de Tucumán, Juan Manzur, un albertista de la primera hora. “Está en manos del Congreso”, dice ahora Alberto Fernández. Y en verdad lo está, cuna y tumba de la idea de eliminar las primarias. Ya Máximo Kirchner les había adelantado a destacados diputados de la oposición, cuando se conoció el documento de Olivos, que no estaba de acuerdo con la eliminación de esas elecciones. “Nosotros no sabíamos nada. Nos enteramos por los diarios y no estamos de acuerdo”, les dijo. La primera persona del plural (“nosotros”) fue un giro que se interpretó como que esa oposición incluía a su madre. La incluía. Cuando el miércoles pasado, el proyecto ingresó a la Cámara de Diputados en nombre de los gobernadores, fue Cecilia Moreau, hija de Leopoldo y fanática compañera del cristinismo, la que llamó a legisladores opositores para aclararle que Máximo Kirchner seguía militando en la oposición a la eliminación de las primarias.
Hasta gobernadores del opositor Juntos por el Cambio, como el jujeño Gerardo Morales y el correntino Gustavo Valdés, estuvieron de acuerdo con la eliminación de las PASO. Horacio Rodríguez Larreta no estuvo en la reunión de Olivos ni está de acuerdo con esa eliminación. El gobernador de Mendoza, Rodolfo Suárez, está de acuerdo solo con algunos cambios en la ley que establece esas elecciones. Los comicios para elegir los candidatos pueden ser un infierno para los oficialismos, incluidos los de las provincias, que a veces no son el mismo oficialismo nacional. Una derrota en las primarias puede vaciar de poder a los gobiernos, sean el nacional o los provinciales. De todos modos, es poco explicable que los gobernadores de la oposición terminen como aliados del cuarto gobierno kirchnerista solo por alguna ventaja circunstancial. En el caso de Morales, ya había quebrado la coherencia de la oposición cuando sus diputados desertaron para votar con el Gobierno el impuesto a la riqueza.
De todos modos, la eliminación de las PASO tiene un insalvable problema de origen. Esas elecciones primarias son leyes distritales en la provincia de Buenos Aires y en la Capital Federal. En ambos distritos, las leyes deben sancionarse o reformarse solo mediante una alianza del peronismo con legisladores de Juntos por el Cambio. La oposición cambiemita está militando en una tenaz oposición a la eliminación de las primarias del año próximo. Ahora se agregó que tampoco el cristinismo puro está de acuerdo. Nunca podrán lograr, entonces, que esos dos distritos eliminen las PASO. Y en ese vasto territorio vive casi el 50 por ciento del electorado nacional. ¿Qué sentido tendría cambiar las reglas del juego del partido, cuando el partido está por empezar, si quedaría excluida casi la mitad de los votantes del país? Ninguno, salvo la insistencia de modificar las normas según la conveniencia del que manda.
No obstante, la oposición estaría dispuesta a hacer algunas concesiones. Por ejemplo, la de permitir que no haya primarias en provincias donde no exista competencia interna dentro de los partidos o coaliciones. Es una modificación interesante. La última elección presidencial no tuvo ningún partido o coalición con competencia interna y, sin embargo, los argentinos debieron votar en todo el país por un único candidato por cada partido en supuesta competencia con nadie. También la oposición aceptaría reducir a solo un mes el plazo de campaña electoral; actualmente son tres meses. Para achicar aún más los gastos, Mario Negri, presidente del interbloque de Juntos por el Cambio, le propuso a Máximo Kirchner establecer la boleta única, lo que ahorraría el derroche en la impresión masiva de miles de boletas. Tampoco sería necesaria tanta fiscalización porque no existiría el peligro del robo de boletas. No tuvo respuesta para esta última propuesta. El peronismo fue siempre renuente a la boleta única o la boleta electrónica. Solo Dios sabe por qué.
Máximo Kirchner justifica su oposición a este proyecto con el argumento de que leyes de esta naturaleza requieren de un amplio consenso entre oficialismo y oposición. Muy bien. Pero ¿por qué no aplican el mismo criterio para proyectos con efectos más graves y permanentes que la eliminación temporal de elecciones primarias, como, por ejemplo, el de la reforma judicial o el que cambia las reglas para el acuerdo del Senado al candidato a procurador general y jefe de los fiscales? Misterios de la religión cristinista.
Busquemos entonces las verdaderas razones. Una consiste en que La Cámpora, la exitosa creación política del vástago de los Kirchner, quiere competir con peronistas clásicos por el control de cientos de municipios, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Por eso, tampoco está de acuerdo con permitirles a los actuales intendentes la posibilidad de una reelección, que les está vedada por la ley de María Eugenia Vidal que acortó a solo una reelección la vida política de los alcaldes bonaerense. El proyecto fundamental de los Kirchner es convertir a la provincia de Buenos Aires en su propio distrito electoral. Ahí está el 39 por ciento del electorado del país. En 2023 deberían irse, según la ley Vidal, 93 de los 135 intendentes que hay en Buenos Aires.
La segunda razón radica en que este proyecto para eliminar las primarias de 2021 es el primer acuerdo de Alberto Fernández con los gobernadores sin consultar con los dos Kirchner. Pésimo precedente si tuviera éxito. Para ellos, sería el principio de una imprevisible operación de autonomía política por parte del Presidente. Alberto Fernández no fue elegido por Cristina Kirchner para ser autónomo, sino para ser el vicario de la santa patrona del peronismo.
La segunda razón radica en que este proyecto para eliminar las primarias de 2021 es el primer acuerdo de Alberto Fernández con los gobernadores sin consultar con los dos Kirchner. Pésimo precedente si tuviera éxito. Para ellos, sería el principio de una imprevisible operación de autonomía política por parte del Presidente. Alberto Fernández no fue elegido por Cristina Kirchner para ser autónomo, sino para ser el vicario de la santa patrona del peronismo.
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