San Martín. El mileísmo ahora pone en duda la “paternidad de la Patria”
Historiadores refutan las polémicas declaraciones que hizo Emilio Ocampo, asesor económico de La Libertad Avanza
Texto Daniel Gigena
Después del papa Francisco, Raúl Alfonsín, los investigadores del Conicet y el Incaa, entre varios otros blancos, le llegó el turno a José de San Martín. El candidato a presidir el Banco Central si Javier Milei es elegido presidente, el economista Emilio Ocampo, afirmó en una entrevista con el diario Los Andes que “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”. También sostuvo que el creador del “mito sanmartiniano” fue el político e historiador Bartolomé Mitre, fundador de la nacion y autor de Historia de San Martín y de la emancipación sudamericana, de 1887. Basta observar las imágenes de los grandes monumentos en honor a San Martín en Santiago de Chile, Lima y Caracas para comprobar el profundo respeto que inspira el héroe argentino en otros países.
“¿Cuál es el mito? El del Libertador de América y el Padre de la Patria. Tiene connotaciones muy importantes. Si uno es el Libertador de América, ya de por sí mira a los demás países desde otro escalón. Alimenta un poco más la idea de excepcionalidad y superioridad, algo que a los argentinos se les critica desde tiempo inmemorial”, sostuvo. Según Ocampo, en sus libros sobre San Martín y Manuel Belgrano, Mitre quiso presentarse como heredero de ese linaje patriótico.
Autor de varias publicaciones de historia argentina además de economía, Ocampo es sobrino en segundo grado de las escritoras Victoria y Silvina Ocampo, y descendiente del militar y político Carlos María de Alvear, director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata en los primeros meses de 1815, un breve período calificado de “dictatorial” y al que se opuso San Martín, en ese entonces gobernador de Cuyo. Tras un exilio de siete años y gracias a una “ley del olvido” impulsada por el general Martín Rodríguez, a partir de los años 1820 desempeñó funciones diplomáticas en Inglaterra, Estados Unidos y Bolivia. “Si quiero buscar en mi árbol genealógico, también tengo parentesco no directo con Pueyrredón –siguió–. Tengo parentesco directo con Rosas. Soy descendiente directo de Manuel Aguirre [...]. Lo soy del general Benito Nazar, que peleó en la batalla de Ituzaingó bajo las órdenes de Alvear. Obviamente, hubo un interés mío inicial por entender la figura de Alvear. Pero que haya sido o no un traidor no me cambia. [...] Como no llevo el apellido, no tengo ningún beneficio particular”. Es autor, entre otros libros, de La independencia argentina. De la fábula a la historia y Alvear en la guerra con el imperio del Brasil.
Consultado el historiador Miguel Ángel de Marco sostuvo que el descendiente de Carlos de Alvear le tiene a San Martín “el mismo desafecto” que su antepasado. “¿No fue el Libertador de América? ¿Y qué hizo formando el Ejército de los Andes, dando libertad a Chile y al Perú, y aun participando, luego del retiro, mediante sus oficiales y soldados, en la última batalla de la Independencia, Ayacucho?”, se pregunta De Marco. En su libro San Martín. General victorioso, Padre de naciones, afirma: “San Martín está en el bronce por lo que hizo, sobreponiéndose a sus humanas falencias y debilidades; no por haber carecido de ellas”. “Ese es su ejemplo, tan vigente como necesario en nuestros días. Su honradez, su vigoroso entusiasmo, su infatigable actitud de servicio constituyen hoy un verdadero acicate”.
Ocampo reveló que en una investigación en los Archivos Nacionales del Reino Unido pudo descubrir “una historia que no tenía nada que ver” con la que le habían enseñado. “Desde que tenemos uso de razón, se nos martilla con que tenemos un Padre de la Patria. Ese es un personaje ficticio. San Martín no fue el responsable de la independencia argentina. La independencia lo precedió. Se originó en 1810 y se declaró en 1816. En gran parte, porque San Martín no quería ir a Chile sin que se la hubiera declarado. Si no iba como jefe de un Ejército de un país independiente, España lo consideraría un reo, un traidor. Habría ido directamente a la horca, de haber sido capturado”.
“En Emilio Ocampo hay un uso de la historia relacionado con su ascendencia –dice la historiadora Camila Perochena a la nacion–. Es verdad que Mitre construye un ‘mito sanmartiniano’ y convierte a San Martín en el Padre de la Patria, pero eso no significa que todo lo que ha escrito pertenezca al orden de la ficción.
San Martín fue central en el proceso independentista, tanto del territorio de lo que hoy es la Argentina como de Chile y Perú; no creo que ese rol pueda ser minimizado. Obviamente, los historiadores y los políticos construyen historias nacionales donde partes de esos procesos se usan políticamente y se mitifican, pero eso no quiere decir que sean del orden de la ficción o de la mentira”.
Describe el “uso de la historia” de los líderes de LLA como “bien decadentista”. “Sobre todo el que hace Javier Milei, con su idea de que el país entró en decadencia a partir de 1916 –indica–. Es una idea fuerte del pasado, porque en ese año se lleva a la práctica el sufragio secreto, obligatorio y universal. Situar la decadencia argentina en el comienzo de la democracia de masas es decir algo sobre la democracia. Y hay una contradicción cuando reivindica como el momento dorado de la Argentina el período 1880-1916 desde una mirada libertaria; ese período es el de la construcción del Estado nacional, de consolidación del sistema impositivo, de la burocracia, cuando el rol del Estado fue central. Es una contradicción ver el momento dorado ahí”.
“Es preocupante que quien se presume liberal desconozca que fue al calor de las revoluciones hispanoamericanas cuando surgen las ideas liberales para imaginar un nuevo orden político distinto del absolutismo español y que San Martín fue un actor clave en ese proceso –dice la historiadora y profesora Jimena Tcherbbis Testa–. Ocampo confunde, intencionalmente, los usos políticos que se han hecho de San Martín con la historia, haciendo él mismo un uso político del pasado. San Martín fue un personaje transatlántico que defendió la causa de la libertad. Su lucha fue a favor de la independencia de América. San Martín no fue solo un hombre de armas, sino también de ideas. A diferencia de Ocampo, creo que un gran atributo del Libertador fue no obsesionarse con el poder y permitir que cada región liberada construyera su porvenir. No comprendo cómo alguien que desconoce la historia pretende construir el futuro”, concluye la autora de La causa de la libertad
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Una motosierra contra el zócalo de la mitología nacional
Beatriz Bragoni
La polémica reflotada por Emilio Ocampo sobre el papel de José de San Martín en la independencia sudamericana incita más de un comentario: el más obvio consiste en el habitual uso público del Gran Capitán, pero que en esta oportunidad no aspira a reivindicar, corregir o agregar alguna novedad, sino que tiene propósitos efectistas o disruptivos a sabiendas de la importancia de las dimensiones simbólicas en el debate o conversación pública en plena campaña electoral. El canfatal didato de La Libertad Avanza a conducir el Banco Central hasta su eliminación alza su voz a favor de cambios radicales (la motosierra) que se atreven incluso a trastocar el zócalo de la mitología nacional. Funda sus argumentos en trabajos de archivo, sin develar nada nuevo sobre las clásicas versiones revisionistas que le objetaron sus vínculos con agentes o sus amigos británicos (como escribió Piccirilli hace medio siglo). Algo que no debería sorprender demasiado en función de la enorme transformación operada en el mundo entre la caída de Napoleón, la restauración de Fernando VII, el colapso del imperio español, la inestabilidad de las patrias independientes y el impacto de las guerras en las economías y sociedades locales.
Sin embargo, el argumento utilizado por Ocampo no solo pone en duda la iniciativa, muñeca política y cálculo militar de San Martín en aquella aciaga coyuntura, sino que opera también en el plano de la reivindicación familiar, en tanto es descendiente del gran rival del San Martín posterior a 1814, Carlos de Alvear, su antiguo hermano de la logia de Cádiz y de Londres, que apadrinó su matrimonio con Remedios de Escalada. El reflujo de la revolución en el mundo, que sobrevivió en estos rincones, los ubicó en constelaciones políticas irreconciliables entre los que propendían avanzar en el camino de la independencia y quienes, como Alvear, aspiraban a posponerla en función del adverso panorama internacional: el éxito en la formación del Ejército de los Andes y el triunfo de Chacabuco sumaron brillo al ya identificado como Libertador del sur, desplazando a Alvear y sus allegados a posiciones marginales que orillaron más de una vez en la conspiración.
De allí su fastidio no solo con el Padre de la Patria, sino sobre todo con Bartolomé Mitre: el autor como bien subraya de una historia monumental que ubicó a San Martín en la estela de los grandes revolucionarios sudamericanos, y de quien rescató su papel en la guerra, su tozuda preferencia monárquica y el enigma de su renuncia al protectorado peruano, de la mano de las versiones aportadas por su fiel confidente, Tomás Guido. Pero que Ocampo atribuya a Mitre la construcción de un héroe “ficticio” tampoco es novedoso, en tanto, desde Ernest Renan, ninguna representación del pasado nacional escapa al proceso selectivo de recuerdos y olvidos fungidos en la trama narrativa y monumental del país, y más allá de sus fronteras. Algo semejante arguyó José Hernández en 1879: “Saber olvidar es también tener memoria”. ß
Historiadora del Conicet y la Universidad Nacional de Cuyo, es autora de San Martín. Una biografía política del Libertador.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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