Negar a San Martín es negar nuestra identidad
Eduardo Emanuel García Caffi
Por distintas vías, que en apariencia parecen contra puestas, han adquirido actualidad propalaciones tendientes a minimizar al papel decisivo que tuvo el general José de San Martín, Padre de la Patria y Libertador de la Argentina, Chile y Perú, en las páginas de la historia.
Los formatos pretenden presentarse como diversos: a veces poniendo en duda sus orígenes filiatorios. Otras, por medio de divulgaciones que ponen énfasis en comidillas sobre su vida privada. Y, por último, buscando minusvalorar las contribuciones que San Martín realizó a medio continente.
Uno de los que más afanosamente insisten al respecto es un economista que ha tomado protagonismo en los últimos tiempos. Acaso esta subrepticia exposición pública lo haya convencido de que ha llegado el momento propicio (para él) de conseguir que el Libertador sea percibido como “un mito” y “un invento”.
Cuando el presente nos plantea tantos desafíos, ¿hace falta negar el legado que nos dejó San Martín? ¿Es justo poner en tela de juicio un ejemplo de coherencia, de ejercicio del poder limitado en el tiempo, mentor de una epopeya protagonizada por ejércitos de liberación ( jamás de conquista), impulsor del establecimiento de bibliotecas y escuelas, convencido de las bondades de promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad y de un hombre que prefirió el exilio antes que tomar partido en una guerra civil, porque era un convencido de la necesidad de constituir la unión nacional y consolidar la paz interior?
La vida pública del Libertador se extendió por diez años, entre 1812 y 1822, concluidos los cuales se retiró. Sus gestiones fueron breves: unos dos años y medio como gobernador-intendente de Cuyo y trece meses como protector del Perú.
Un estudioso de la historia no puede ignorar que en el siglo XIX, sobre San Martín, no escribió únicamente Bartolomé Mitre, sino Juan García del Río y Benjamín Vicuña Mackenna, ni puede soslayarse la Necrologie publicada por Adolph Gérard en el mismo mes de agosto de 1850. Tal temeridad implica soslayar el vasto acervo documental y bibliográfico que han producido autores de las más variadas orientaciones historiográficas y políticas, que han hecho un balance positivo de su figura. En este contexto, negar a San Martín es negar nuestra identidad.
La historia argentina, compleja, plagada de divisiones luctuosas, merece transitar por caminos de concordia y des apasionamiento, lo que no implica, de ningún modo, renunciar a nuestras convicciones e intereses nacionales. Los esfuerzos de San Martín por concretar la unión nacional en un país independiente, con progreso y en libertad, fueron comprendidos varias décadas más tarde, cuando enemigos enfrentados en luchas fratricidas las reemplazaron por el debate político civilizado entre adversarios, que podían disentir sin altisonancias vacuas.
El Instituto Nacional Sanmartiniano, la Academia Sanmartiniana, las Asociaciones y los Instituto s Sanmartinianos en el exterior y nuestro pueblo sabemos perfectamente, con mucho orgullo, cuánto le debemos
El autor es el presidente del Instituto Nacional Sanmartiniano
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