Pese a cuatro años de intervención, la AFI está lejos de normalizarse
Cinco militares retirados desembarcaron en la central a cargo de Sívori, debilitada y sin recursos
Candela Ini
Como si fuera el reestreno de una vieja película, cada vez que un gobierno asume en la Argentina promete el saneamiento de la central de inteligencia. La ex-SIDE, actualmente Agencia Federal de Inteligencia (AFI), mutó en su estructura, en su denominación y su régimen presupuestario fue modificado una y otra vez. Lleva más de cuatro años intervenida, y aun así las tareas de espionaje interno y la filtración de información secreta son algunas de las prácticas que no parecen haber cesado. El resultado de las gestiones que se sucedieron en los últimos años es una agencia debilitada, con menos poder y sin los recursos necesarios para estar a la altura de lo que su rol –encabezar el Sistema de Inteligencia Nacional– requiere.
Con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, se dio en ese ámbito una particularidad. Silvestre Sívori, el joven abogado elegido para conducir la AFI, no responde al Presidente, sino que es un hombre del jefe de Gabinete, Nicolás Posse. Quienes rodean a Milei reconocen que no es una materia que a él le interese. Y se da otra peculiaridad: son al menos cinco los militares retirados que desembarcaron en la central de inteligencia para ocupar cargos de peso que solían desempeñar civiles. Fueron promovidos, según supo la nacion, por el brigadier pasado a retiro Jorge Antelo, actual secretario de Estrategia Nacional, quien está alineado con Posse. “No va a haber internas ni asaltos al poder”, se ilusiona una fuente que tuvo un largo trayecto en el mundo de la inteligencia y que calificó de virtuosos los nombramientos.
El área más importante, que es la Dirección de Contrainteligencia, ya está a cargo de un coronel mayor retirado. Por la ley nacional de inteligencia, su nombre no puede ser difundido. En la estructura actual, a raíz de la intervención, no está la figura de subdirector (conocida como Señor 8), controvertida por la acumulación de poder en gestiones anteriores.
La AFI lleva cuatro años intervenida. La primera intervención se decretó el 21 de diciembre de 2019. La gestión de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani había motivado decenas de acusaciones por espionaje ilegal y, con la promesa de “terminar con los sótanos de la democracia”, Alberto Fernández dispuso la intervención, que incluyó la derogación del decreto que asignaba fondos reservados. Pero la intervención fue prorrogada cuatro veces, y en una gestión de gobierno marcada por turbulentos cambios en su gabinete se sucedieron Cristina Caamaño, Agustín Rossi y Ana Clara Alberdi.
Con la asunción del gobierno libertario, Milei extendió la intervención dos años más, con un extra: no solamente fijó un plazo más extenso que las veces anteriores, sino que delegó en el propio Sívori la facultad de prorrogarla por dos años más. El decreto que lo designó interventor le encomendó a Sívori, primordialmente, elaborar un plan de reformulación, readecuación y acción de la AFI, así como una propuesta de reformulación del plan del Sistema de Inteligencia Nacional y una tarea no menor: “Evaluar, modificar y/o aprobar un nuevo régimen de administración de fondos, ampliando o reduciendo las partidas confidenciales”. Sívori tiene el aval para decidir qué hacer con los fondos reservados, reducidos al mínimo en la gestión anterior.
Según pudo reconstruir ya hay un plan en marcha para modernizar la agencia e integrar la estructura organizativa para normalizar su funcionamiento. Uno de los principales escollos que encuentra la nueva gestión es en materia de organización. Hay una maraña de normativas y, en consecuencia, dos estructuras vigentes en paralelo. Una es la estructura aprobada por la reforma sancionada en el Congreso en 2015, durante el gobierno de Cristina Kirchner, cuando modificó la ley nacional de inteligencia.
La otra es la que se formó a partir de la gestión de Caamaño. Como interventora, Caamaño quiso impulsar la reforma del Sistema Nacional de Inteligencia mediante la sanción de una ley, pero finalmente modificó la estructura de la agencia a través de resoluciones internas, que son reservadas y se superponen.
Otra dificultad que afronta la AFI es en materia de recursos. “La estructura está devastada”, dijo una fuente que conoce en nacion profundidad el estado de situación dentro de la agencia, y explicó que hoy la AFI no cuenta con el equipamiento ni con los medios suficientes para poder desempeñarse como corresponde. Hay fuerzas de seguridad que cuentan con equipamiento más moderno y sofisticado para hacer tareas de inteligencia, según afirmaron expertos en seguridad consultados para esta nota. Según ASAP, el presupuesto ejecutado durante 2023 fue de aproximadamente 15.000 millones de pesos.
Aunque no hay un número exacto de empleados de la AFI, dado que se trata de una cifra reservada, se estima que hoy trabajan allí unas 2000 personas, de las cuales aproximadamente el 80% tienen menos de tres años en carrera.
“Caamaño convirtió a la AFI en un centro de estudios”, se lamentó un experto en inteligencia y seguridad. Con el objetivo de transparentar la gestión, la fiscal redujo las partidas de fondos reservados y, con la austeridad como otro de los pilares, subastó bienes que habían sido adquiridos por la gestión de Arribas. Una de las grandes manchas de la gestión de Caamaño fue la filtración de nombres de espías que aparecían en una lista enviada a la Justicia. Luego, durante la gestión de Agustín Rossi, ocurrió el atentado contra Cristina Kirchner. Los riesgos fueron subestimados.
“El hippismo de la AFI para transparentarla terminó debilitándola”, admitió un exfuncionario del gobierno del Frente de Todos. Son muchos los desafíos que enfrenta hoy la AFI para poder cumplir con la ley de inteligencia nacional, que establecen como su actividad central la obtención, reunión, sistematización y análisis de la información específica referida a los hechos, amenazas, riesgos y conflictos que afecten la seguridad exterior e interior de la Nación.
El saldo de las últimas gestiones es una agencia desarticulada, con menos poder y sin una identidad definida.
Como si fuera el reestreno de una vieja película, cada vez que un gobierno asume en la Argentina promete el saneamiento de la central de inteligencia. La ex-SIDE, actualmente Agencia Federal de Inteligencia (AFI), mutó en su estructura, en su denominación y su régimen presupuestario fue modificado una y otra vez. Lleva más de cuatro años intervenida, y aun así las tareas de espionaje interno y la filtración de información secreta son algunas de las prácticas que no parecen haber cesado. El resultado de las gestiones que se sucedieron en los últimos años es una agencia debilitada, con menos poder y sin los recursos necesarios para estar a la altura de lo que su rol –encabezar el Sistema de Inteligencia Nacional– requiere.
Con la llegada de Javier Milei a la Casa Rosada, se dio en ese ámbito una particularidad. Silvestre Sívori, el joven abogado elegido para conducir la AFI, no responde al Presidente, sino que es un hombre del jefe de Gabinete, Nicolás Posse. Quienes rodean a Milei reconocen que no es una materia que a él le interese. Y se da otra peculiaridad: son al menos cinco los militares retirados que desembarcaron en la central de inteligencia para ocupar cargos de peso que solían desempeñar civiles. Fueron promovidos, según supo la nacion, por el brigadier pasado a retiro Jorge Antelo, actual secretario de Estrategia Nacional, quien está alineado con Posse. “No va a haber internas ni asaltos al poder”, se ilusiona una fuente que tuvo un largo trayecto en el mundo de la inteligencia y que calificó de virtuosos los nombramientos.
El área más importante, que es la Dirección de Contrainteligencia, ya está a cargo de un coronel mayor retirado. Por la ley nacional de inteligencia, su nombre no puede ser difundido. En la estructura actual, a raíz de la intervención, no está la figura de subdirector (conocida como Señor 8), controvertida por la acumulación de poder en gestiones anteriores.
La AFI lleva cuatro años intervenida. La primera intervención se decretó el 21 de diciembre de 2019. La gestión de Gustavo Arribas y Silvia Majdalani había motivado decenas de acusaciones por espionaje ilegal y, con la promesa de “terminar con los sótanos de la democracia”, Alberto Fernández dispuso la intervención, que incluyó la derogación del decreto que asignaba fondos reservados. Pero la intervención fue prorrogada cuatro veces, y en una gestión de gobierno marcada por turbulentos cambios en su gabinete se sucedieron Cristina Caamaño, Agustín Rossi y Ana Clara Alberdi.
Con la asunción del gobierno libertario, Milei extendió la intervención dos años más, con un extra: no solamente fijó un plazo más extenso que las veces anteriores, sino que delegó en el propio Sívori la facultad de prorrogarla por dos años más. El decreto que lo designó interventor le encomendó a Sívori, primordialmente, elaborar un plan de reformulación, readecuación y acción de la AFI, así como una propuesta de reformulación del plan del Sistema de Inteligencia Nacional y una tarea no menor: “Evaluar, modificar y/o aprobar un nuevo régimen de administración de fondos, ampliando o reduciendo las partidas confidenciales”. Sívori tiene el aval para decidir qué hacer con los fondos reservados, reducidos al mínimo en la gestión anterior.
Según pudo reconstruir ya hay un plan en marcha para modernizar la agencia e integrar la estructura organizativa para normalizar su funcionamiento. Uno de los principales escollos que encuentra la nueva gestión es en materia de organización. Hay una maraña de normativas y, en consecuencia, dos estructuras vigentes en paralelo. Una es la estructura aprobada por la reforma sancionada en el Congreso en 2015, durante el gobierno de Cristina Kirchner, cuando modificó la ley nacional de inteligencia.
La otra es la que se formó a partir de la gestión de Caamaño. Como interventora, Caamaño quiso impulsar la reforma del Sistema Nacional de Inteligencia mediante la sanción de una ley, pero finalmente modificó la estructura de la agencia a través de resoluciones internas, que son reservadas y se superponen.
Otra dificultad que afronta la AFI es en materia de recursos. “La estructura está devastada”, dijo una fuente que conoce en nacion profundidad el estado de situación dentro de la agencia, y explicó que hoy la AFI no cuenta con el equipamiento ni con los medios suficientes para poder desempeñarse como corresponde. Hay fuerzas de seguridad que cuentan con equipamiento más moderno y sofisticado para hacer tareas de inteligencia, según afirmaron expertos en seguridad consultados para esta nota. Según ASAP, el presupuesto ejecutado durante 2023 fue de aproximadamente 15.000 millones de pesos.
Aunque no hay un número exacto de empleados de la AFI, dado que se trata de una cifra reservada, se estima que hoy trabajan allí unas 2000 personas, de las cuales aproximadamente el 80% tienen menos de tres años en carrera.
“Caamaño convirtió a la AFI en un centro de estudios”, se lamentó un experto en inteligencia y seguridad. Con el objetivo de transparentar la gestión, la fiscal redujo las partidas de fondos reservados y, con la austeridad como otro de los pilares, subastó bienes que habían sido adquiridos por la gestión de Arribas. Una de las grandes manchas de la gestión de Caamaño fue la filtración de nombres de espías que aparecían en una lista enviada a la Justicia. Luego, durante la gestión de Agustín Rossi, ocurrió el atentado contra Cristina Kirchner. Los riesgos fueron subestimados.
“El hippismo de la AFI para transparentarla terminó debilitándola”, admitió un exfuncionario del gobierno del Frente de Todos. Son muchos los desafíos que enfrenta hoy la AFI para poder cumplir con la ley de inteligencia nacional, que establecen como su actividad central la obtención, reunión, sistematización y análisis de la información específica referida a los hechos, amenazas, riesgos y conflictos que afecten la seguridad exterior e interior de la Nación.
El saldo de las últimas gestiones es una agencia desarticulada, con menos poder y sin una identidad definida.
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Milei avanza con la cumbre para Zelensky, pero padece los frentes abiertos
La Cancillería acelera las tratativas y quiere concretar el evento en el segundo trimestre; la presencia de Lula, la incógnita
Jaime RosembergMilei y Zelensky, el día de la asunción presidencial del libertario
La pirotecnia verbal del presidente Javier Milei volvió a generar un conflicto de política exterior que sorprendió incluso a varios de sus propios funcionarios. Como ocurriera con China y Brasil durante la campaña, el Presidente molestó ahora a Colombia, al tildar al presidente Gustavo Petro de “comunista y asesino”.
El inesperado frente abierto con Colombia llega mientras desde la diplomacia nacional se avanza en la concreción de un proyecto ambicioso y contradictorio con esa pelea: armar en Buenos Aires una trascendente cumbre de jefes de Estado y líderes del continente en apoyo del presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, en su desigual conflicto bélico contra la Federación Rusa de Vladimir Putin.
La idea, comentan desde el Gobierno, empezó a cocinarse el 10 de diciembre pasado, cuando Milei estrechó la mano de Zelensky en la Casa Rosada durante los actos de su asunción como presidente.
En el encuentro que tuvieron a solas, y jugado en apoyo a la causa de Ucrania en su lucha contra la invasión de Putin, Milei prometió a su par encargarse de la organización de una conferencia regional de apoyo en la batalla política y diplomática que lleva adelante el ucraniano desde hace casi dos años. Un mes y medio después, a través de la Cancillería y en paralelo a la atención de otros asuntos urgentes, el Gobierno avanza en la concreción de ese encuentro, previsto en principio para el segundo trimestre de este año, aunque algunas posibles ausencias notables ponen en duda el éxito de la iniciativa.
Desde la Cancillería dejan en claro que la voluntad de Milei está “más que viva”. Destacan la reciente participación de una delegación argentina en la cuarta conferencia internacional sobre Ucrania, llevada a cabo en el contexto del Foro Económico Mundial de Davos, donde asesores de seguridad nacional de 80 países discutieron la llamada “fórmula de paz” planteada por Zelensky para poner fin al conflicto.
Allí, aseguran fuentes diplomáticas, se reforzaron los “contactos” con otros líderes regionales a fin de tantear su disposición a participar del proyectado encuentro, que Zelensky necesita como el agua en tiempos en los que Estados Unidos y Europa demoran la ayuda económica que el presidente ucraniano necesita para continuar las acciones bélicas con alguna chance de triunfo.
“Estamos viendo cómo sigue el tema Estados Unidos, cuyo apoyo a Ucrania parece más retórico que otra cosa, y lo mismo pasa con la UE y su paquete de ayuda a Ucrania”, comentó uno de los miembros del equipo de la canciller Diana Mondino, al tanto de las conversaciones.
En el marco de las especulaciones previas, y en el contexto del Mercosur, los presidentes de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y de Paraguay, Santiago Peña, que también se vieron con Zelensky en diciembre, estarían en condiciones de participar de esa eventual convocatoria. Podrían también sumarse –según fuentes diplomáticas–los presidentes de Ecuador, Daniel Noboa, y de Perú, Dina Boluarte.
Brasil, la gran duda
Nadie descarta al chileno Gabriel Boric, con posiciones heterodoxas en muchos temas, y al salvadoreño Nayib Bukele, único posible representante de Centroamérica y el Caribe, región mayoritariamente en favor de las posturas de Putin.
Pero las dudas mayores pasan por Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente brasileño, hoy volcado a su alianza con los Brics, que incluye a Putin, y que evitó la foto con Zelensky durante la gira del mandatario ucraniano por el continente.
“No es viable una convocatoria con una representación asimétrica, hay que mantener los contactos, pero claramente sería un problema”, conceden desde el Palacio San Martín, donde no esconden que el vínculo con Brasil no pasa de la frialdad política, más allá de los esfuerzos del embajador en Brasilia, Daniel Scioli, por acercar a los hoy lejanos Milei y Lula.
“Lula no va a venir, simplemente no es posible”, afirmaron a este diario desde uno de los países cuyo presidente tiene voluntad de participar de una eventual cumbre.
La factible ausencia de Brasil (a la que se sumarían otras previsibles, como las de Petro y del boliviano Luis Arce, aliados de Rusia y China en el continente) complica los planes de los organizadores argentinos, mientras desde la embajada de Ucrania en Buenos Aires prefirieron no confirmar ni desmentir la posibilidad de una cumbre.
Mientras tanto, Milei se prepara para la gira que lo tendrá en Israel (del 6 al 9 de febrero), Italia (el 11 de ese mismo mes), y su encuentro con el papa Francisco (al día siguiente).
Sin embajador designado en el Vaticano, el Gobierno prepara algún anuncio. Aparece la figura del diplomático de carrera Pablo Beltramino como uno de los candidatos, pero a la vez no descartado como secretario de Culto. En ese puesto, Mondino anunció al exdiputado de Pro Francisco Sánchez, pero aún no ha sido oficializado. Las declaraciones de Sánchez contra el Papa y sus comentarios agresivos hacia el judaísmo y el islam generaron rechazo y, aunque salió a dar explicaciones, las dudas no quedaron del todo despejadas.
La pirotecnia verbal del presidente Javier Milei volvió a generar un conflicto de política exterior que sorprendió incluso a varios de sus propios funcionarios. Como ocurriera con China y Brasil durante la campaña, el Presidente molestó ahora a Colombia, al tildar al presidente Gustavo Petro de “comunista y asesino”.
El inesperado frente abierto con Colombia llega mientras desde la diplomacia nacional se avanza en la concreción de un proyecto ambicioso y contradictorio con esa pelea: armar en Buenos Aires una trascendente cumbre de jefes de Estado y líderes del continente en apoyo del presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, en su desigual conflicto bélico contra la Federación Rusa de Vladimir Putin.
La idea, comentan desde el Gobierno, empezó a cocinarse el 10 de diciembre pasado, cuando Milei estrechó la mano de Zelensky en la Casa Rosada durante los actos de su asunción como presidente.
En el encuentro que tuvieron a solas, y jugado en apoyo a la causa de Ucrania en su lucha contra la invasión de Putin, Milei prometió a su par encargarse de la organización de una conferencia regional de apoyo en la batalla política y diplomática que lleva adelante el ucraniano desde hace casi dos años. Un mes y medio después, a través de la Cancillería y en paralelo a la atención de otros asuntos urgentes, el Gobierno avanza en la concreción de ese encuentro, previsto en principio para el segundo trimestre de este año, aunque algunas posibles ausencias notables ponen en duda el éxito de la iniciativa.
Desde la Cancillería dejan en claro que la voluntad de Milei está “más que viva”. Destacan la reciente participación de una delegación argentina en la cuarta conferencia internacional sobre Ucrania, llevada a cabo en el contexto del Foro Económico Mundial de Davos, donde asesores de seguridad nacional de 80 países discutieron la llamada “fórmula de paz” planteada por Zelensky para poner fin al conflicto.
Allí, aseguran fuentes diplomáticas, se reforzaron los “contactos” con otros líderes regionales a fin de tantear su disposición a participar del proyectado encuentro, que Zelensky necesita como el agua en tiempos en los que Estados Unidos y Europa demoran la ayuda económica que el presidente ucraniano necesita para continuar las acciones bélicas con alguna chance de triunfo.
“Estamos viendo cómo sigue el tema Estados Unidos, cuyo apoyo a Ucrania parece más retórico que otra cosa, y lo mismo pasa con la UE y su paquete de ayuda a Ucrania”, comentó uno de los miembros del equipo de la canciller Diana Mondino, al tanto de las conversaciones.
En el marco de las especulaciones previas, y en el contexto del Mercosur, los presidentes de Uruguay, Luis Lacalle Pou, y de Paraguay, Santiago Peña, que también se vieron con Zelensky en diciembre, estarían en condiciones de participar de esa eventual convocatoria. Podrían también sumarse –según fuentes diplomáticas–los presidentes de Ecuador, Daniel Noboa, y de Perú, Dina Boluarte.
Brasil, la gran duda
Nadie descarta al chileno Gabriel Boric, con posiciones heterodoxas en muchos temas, y al salvadoreño Nayib Bukele, único posible representante de Centroamérica y el Caribe, región mayoritariamente en favor de las posturas de Putin.
Pero las dudas mayores pasan por Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente brasileño, hoy volcado a su alianza con los Brics, que incluye a Putin, y que evitó la foto con Zelensky durante la gira del mandatario ucraniano por el continente.
“No es viable una convocatoria con una representación asimétrica, hay que mantener los contactos, pero claramente sería un problema”, conceden desde el Palacio San Martín, donde no esconden que el vínculo con Brasil no pasa de la frialdad política, más allá de los esfuerzos del embajador en Brasilia, Daniel Scioli, por acercar a los hoy lejanos Milei y Lula.
“Lula no va a venir, simplemente no es posible”, afirmaron a este diario desde uno de los países cuyo presidente tiene voluntad de participar de una eventual cumbre.
La factible ausencia de Brasil (a la que se sumarían otras previsibles, como las de Petro y del boliviano Luis Arce, aliados de Rusia y China en el continente) complica los planes de los organizadores argentinos, mientras desde la embajada de Ucrania en Buenos Aires prefirieron no confirmar ni desmentir la posibilidad de una cumbre.
Mientras tanto, Milei se prepara para la gira que lo tendrá en Israel (del 6 al 9 de febrero), Italia (el 11 de ese mismo mes), y su encuentro con el papa Francisco (al día siguiente).
Sin embajador designado en el Vaticano, el Gobierno prepara algún anuncio. Aparece la figura del diplomático de carrera Pablo Beltramino como uno de los candidatos, pero a la vez no descartado como secretario de Culto. En ese puesto, Mondino anunció al exdiputado de Pro Francisco Sánchez, pero aún no ha sido oficializado. Las declaraciones de Sánchez contra el Papa y sus comentarios agresivos hacia el judaísmo y el islam generaron rechazo y, aunque salió a dar explicaciones, las dudas no quedaron del todo despejadas.
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