miércoles, 31 de enero de 2024

CLAVES AMERICANAS Y CULTURA POLÍTICA


Claves americanas México y las elecciones de EE.UU.
Andrés Oppenheimer
Hay una persona que puede decidir quién ganará las elecciones de noviembre en Estados Unidos y que ni siquiera vive en este país: es el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. No exagero. El presidente populista de izquierda de México controla las llaves para abrir o cerrar las puertas de la inmigración ilegal a EE.UU., que se convirtió en el principal tema de la campaña electoral estadounidense. Antes de compartir con los lectores a cuál candidato estadounidense sospecho que tratará de ayudar López Obrador, miremos los datos concretos.
Según una nueva encuesta de Harvard CAPS-Harris del 22 de enero, la inmigración pasó a ser la principal preocupación de los votantesestadounidenses, superando a la inflación. Y gran parte de los esfuerzos de Biden para frenar el flujo migratorio van a depender de la buena voluntad de López Obrador. A pedido de la Casa Blanca, López Obrador envió en años recientes a tropas de su país a la frontera sur de México para frenar parte del flujo de refugiados venezolanos, cubanos y nicaragüenses que llegan a México para ir a Estados Unidos.
Además, a través de una política llamada “dispersión interna”, el gobierno mexicano transporta a muchos de los migrantes que detiene en la frontera sur de México a otras partes del país, para dificultarles llegar a la frontera norte. Asimismo, México acordó aceptar de regreso a algunos migrantes no mexicanos devueltos por las autoridades migratorias estadounidenses. México está recibiendo alrededor de 30.000 migrantes rechazados en la frontera norte al mes, alrededor del 10% del récord de 300.000 personas detenidas en la frontera con EE.UU. en diciembre.
El gobierno de Biden ha tenido varias reuniones de alto nivel con el gobierno mexicano para pedir mayor colaboración en detener el flujo migratorio. Pero López Obrador está haciendo una enorme exigencia a cambio de la ayuda de México. En una reciente conferencia de prensa, López Obrador exigió que Washington, entre otras cosas, invirtiera $20.000 millones en planes de desarrollo para países latinoamericanos y caribeños, suspendiera el embargo estadounidense a Cuba y levantara las sanciones petroleras a Venezuela, según informó la cadena NBC. Sin embargo, es un secreto a voces en círculos diplomáticos que López Obrador está pidiendo en privado al gobierno de Biden algo que es mucho más importante para el presidente mexicano: que EE.UU. no critique la democracia cada vez más autoritaria de México.
México celebrará el 2 de junio elecciones presidenciales, en las que López Obrador está tratando violar las reglas electorales, además de gastar enormes recursos estatales, para ayudar a su candidata, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Quien sea elegido en México asumirá el 1º de diciembre. Arturo Sarukhan, exembajador de México en Washington, ha resumido en dos palabras la política de López Obrador hacia EE.UU.: “chantaje diplomático”.
“Es patente que López Obrador está jugando a abrir y cerrar la llave de los flujos migratorios a través de territorio mexicano a la frontera con EE.UU.”, escribió Sarukhan en el diario mexicano El Universal. López Obrador busca que EE.UU. permanezca en silencio sobre las elecciones de México, añadió. Sarukhan agregó que “dada la simpatía de López Obrador por Trump”, no sería descabellado especular con que el presidente mexicano usará el flujo migratorio para ayudar al expresidente en las elecciones estadounidenses.
En efecto, no me sorprendería que López Obrador abriera las puertas a la inmigración ilegal para ayudar a Trump. Al presidente mexicano le gusta Trump, porque es un populista con sueños autoritarios que no critica la erosión de la democracia ni las violaciones de los derechos humanos en México. (Para ser justos, Biden tampoco ha sido un paladín de la democracia en México, pero en general es mucho más defensor de las libertades fundamentales que Trump).
Lo que más le importa a López Obrador es proteger a su gobierno –y a su candidata– de las críticas de Estados Unidos en materia de democracia y derechos humanos. Por eso, las elecciones estadounidenses dependerán en buena medida de si Biden encuentra la forma de lograr la ayuda de López Obrador en la frontera sin convertirse en su rehén político.

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El problema no es solo la economía
Diego M. Jiménez

No es nuevo, tampoco sorprendente, y genera reacciones acompañadas de poses que simulan republicanismo. Es decir: es negativo cuando lo hacen quienes se oponen a nosotros, pero está justificado cuando proviene de nuestra propia factura. Forma parte de nuestra cultura política que, entre otras particularidades, cree que llegar a acuerdos es una manifestación de debilidad y falta de liderazgo. Gobernar por decreto o bajo su amenaza, justificando el modo por urgencias, crisis u otras razones, es parte de nuestro sello costumbrista, un resabio monárquico implantado en nuestra vida pública.
Ya en el siglo XIX, como gobernador de la provincia de Buenos Aires y encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Juan M. de Rosas reunió la suma del poder público y las facultades extraordinarias por delegación de la Legislatura bonaerense. El suyo es un ejemplo que sobresale, pero que luego cada uno de quienes ejercieron la primera magistratura imitó con mayor o menor intensidad. Siempre buscando la complicidad del Parlamento, que demostró y demuestra falta de principios en esta materia. Abocado, en esas coyunturas, a la búsqueda de antecedentes que expliquen su malabarismo constitucional.
Es cierta la simpatía vernácula por el caudillismo y su arraigo en la manera de hacer política de la dirigencia local. Nos equivocamos al ver solo feudos en el interior del país, amén de un pésimo uso de un término que corresponde a la Europa del medioevo. Comunas y gobernaciones del más variado tinte político se aferran al poder y lo dejan en herencia a familiares y seguidores fieles. Esto ocurre en distritos pobres y ricos, no es propio de una ideología o región del país, es producto de un paternal ismo anticuado y cor rompible, que no nos cansamos de avalar.
Parece que nos gustan los mandones que resuelven por nosotros y que nos evitan transitar los grises, cambiantes, contradictorios y ricos caminos del diálogo. Nos resulta fácil ceder nuestro poder deliberativo en pos de tomar velocidad en las decisiones porque nos parece que perdemos resolución y eficacia si no lo hacemos. La división de poderes la defendemos para atacar al otro grupo político que tenemos enfrente y contrarrestar sus arrebatos autoritarios, pero la debilitamos e infringimos cuando nos toca gobernar, justificándonos en nuestras razones, siempre mejores que las de los otros. Practicamos un juego de parecidos, no de diferentes.
No somos republicanos y las instituciones molestan cuando no avalan los proyectos mayoritarios, olvidando que estos siempre son circunstanciales. Las instituciones son corruptas, son ineficaces, son anticuadas, están llenas de ineptos, no entienden el cambio de época si y solo si no acompañan los deseos de quienes gobiernan.
Entonces el problema no es solo económico, es de cultura política. La trampa está en creer que bajando la inflación y retomando el sendero de crecimiento el país se comienza a arreglar. El económico es un aspecto importante, pero para nada suficiente, dado que la amenaza arbitraria sigue presente, el desdén caudillista sigue vivo y el menosprecio por las instituciones sigue horadando nuestra democracia.
El decreto está allí, dispuesto a torcer la voluntad popular o a seguir sus deseos, a cambiar todo o una parte por medio de un acto administrativo. Dispuesto a romper la división de poderes y a mano de gobernantes de cualquier signo, carentes de deseos de autolimitación y sin que nadie les ponga freno. Tan lejos de la república como cerca del autoritarismo.

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

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