El rey de la dulzura. Emigró de Turín, inventó el chocolate en rama y creó un imperio familiar
En los años 60, Fenoglio bautizó con su apellido a la empresa que sería un símbolo del chocolate
Aldo Fenoglio llegó a Bariloche en 1948 y fundó la icónica marca que es un símbolo de la ciudad; su hijo y su nieta siguen su legado con Rapanui y Franui
Paz García Pastormerlo
SAN CARLOS DE BARILOCHE.- Hay apellidos que cobijan historias mucho más grandes que las de una familia. Uno de ellos es Fenoglio, que en San Carlos de Bariloche es sinónimo de pioneros no solo del chocolate, sino de una identidad cultural.
Aldo Fenoglio nació el 25 de abril de 1912 en la comuna piamontesa de Castiglione Torinese, en Turín. “Mi Nono fue el primer Fenoglio de la familia en elaborar e incursionar en el mundo del chocolate. No tuvo ninguna herencia, fue él quien comenzó con este legado que sigue hoy con nosotros, sus nietos. A mi abuelo desde chico le apasionaron la repostería y el chocolate”, cuenta Leticia Fenoglio.
Aunque no llegó a conocer a su “Nono”, a Leticia siempre le interesó saber sobre el pasado de sus abuelos: “Es un tema que adoro. Tuve muchas charlas con mi abuela, la Nona Inés, con mi tía abuela Nina, mi tía Laura y con mi papá”.
Aldo comenzó su carrera con una pequeña cafetería y chocolatería en el centro de Turín. Luego abrió otra más grande en el Parco Valentino, el parque más importante y antiguo de Turín, que se extiende a lo largo del río Po. Finalmente, en 1948, en plena posguerra, decidió migrar a la Argentina junto con su esposa.
“Ellos se conocieron el día que mi abuela, Inés Secco de Fenoglio, fue a pedirle trabajo. Según ella, él la contrató enseguida porque quedó deslumbrado por su belleza. Así fue como comenzó a trabajar de cajera en la confitería Fenoglio, de Turín. Al tiempo, un día, él quiso besarla en un ascensor y mi abuela le contestó con una cachetada”, se ríe Leticia. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, Aldo la conquistó. Se llevaban cerca de 20 años de diferencia.
Inés Secco de Fenoglio en el cerro Catedral
–¿Por qué eligieron la Patagonia y, en especial, Bariloche para asentarse?
–Si bien recorrieron Rosario y Mendoza, a mis abuelos los cautivaron las montañas, esas que les recordaban a su Piamonte natal. En el álbum familiar atesoramos muchas fotos en las que se los ve disfrutando de la nieve en el cerro Catedral.
En 1964, Fenoglio abrió sus puertas en la esquina de Mitre 202, en la que funcionaba el Hotel Italia. En esa misma esquina funciona actualmente Rapanui
Quienes conocieron a Aldo Fenoglio –sus clientes, familiares y amigos– lo describen como un trabajador incansable, muy creativo y con sentido del humor. Dice su nieta que todos los días estaba pensando en algo nuevo para hacer. “Apenas llegó de Italia instaló la primera chocolatería y confitería de la Patagonia, llamada Tronador. Nada lo detenía cuando estaba determinado a hacer algo. Por ejemplo, cuando llegó de Italia no tenía moldes de bombones, no se los había podido traer en el barco. Entonces puso el chocolate en una bandeja, lo cortó en rectángulos y así nació el chocolate artesanal, el chocolate en barritas. Con esa misma técnica también hizo barritas rellenas con diferentes cremas”, cuenta Leticia.
Uno de los hijos de Aldo, Diego Fenoglio –fundador de Rapanui– recuerda también su calidad humana: “Siempre veía el lado positivo de la vida, estaba de buen humor, no se enganchaba con situaciones que no tenían solución. Me aconsejó y recomendó que nunca me dedicara al juego. Como yo era muy deportista, me recomendó también que no fumara. En todo le hice caso, porque sentí que era muy honesto y siempre decía la verdad. Además, siempre estuvo dispuesto a ayudar a sus amigos o empleados. Ayudó, por ejemplo, a Bernardo Benroth, quien trabajaba con él, a abrir su propia chocolatería”.
Un retrato de Aldo Fenoglio en 1946
–¿Qué anécdotas recordás junto a él?
–Tengo muy lindos recuerdos de cuando salíamos a cazar, en invierno, liebres y perdices, los fines de semana. Y de cuando me enseñó a manejar en “la Estanciera”, con 11 años, en los caminos de tierra. Él me compró mi primera bicicleta.
–¿Cómo era la casa en la que te criaste, cómo era ese ambiente familiar?
–Era una casa-confitería, teníamos los dormitorios en el primer piso. Se vivía una muy fuerte cultura del trabajo, impronta que marcó mi vida. En la confitería, mi madre cocinaba para el restaurante y mi padre hacía la pastelería, los chocolates y los helados. Con mi hermano Bruno los ayudábamos desde chicos a sacarle el cabo a las guindas, a las cerezas, a cuidar que no se quemara el dulce de mosqueta en la paila de cobre. A veces yo ayudaba a mi padre a realizar las mezclas de los helados. Con mi abuela Emilia íbamos a buscar hongos al bosque y luego los enhebrábamos para secarlos detrás del horno a leña donde se cocinaban las tortas. Toda la familia estaba abocada a producir.
Aldo Fenoglio, con su esposa y sus hijos, Diego y Bruno
El primer Fenoglio en la Argentina también inventó el chocolate en rama. Un día, mientras limpiaba la mesada de granito en la que trabajaba, se le ocurrió probar esas delicadas láminas de chocolate ondulado que se formaban al presionar con fuerza la espátula sobre la superficie. Luego las comercializaría y serían un éxito.
“Se requiere una mente alerta y esos momentos de iluminación, ya que es probable que muchos otros chocolateros en diferentes partes del mundo realizaran esa tarea a diario, pero a ninguno se le ocurrió darle forma a esa materia prima, ponerle un nombre y lanzarla a la venta. Hoy, además del chocolate en rama, comercializamos un producto que se está viralizando, al que llamamos Ramón: es un chocolate en rama pero más grande, elaborado con dos chocolates: blanco en su interior, y con leche por fuera”, cuenta Leticia, CEO y cofundadora junto a su padre Diego y su hermano Aldo de Rapanui y Franui.
El oficio chocolatero se fue contagiando en la familia a lo largo de las generaciones. “Desde chicos, tanto mi papá con sus padres, como nosotros con el nuestro, nos ‘sumergimos’ en la herencia familiar. Recorríamos las fábricas, cocinábamos en casa junto a ellos, olíamos el aroma a chocolate y, a veces, incluso jugábamos a las escondidas entre las bolsas de cacao. Aunque éramos chicos, ya nos involucrábamos en las fiestas, envolviendo huevos de Pascua o armando cajas de chocolate en Navidad. Y, claro, probando siempre los productos nuevos antes de que salieran al mercado”, afirma Leticia.
Unos de los primeros chocolates a cargo de Fenoglio
La confitería que Aldo Fenoglio abrió en 1948 –originalmente llamada Tronador– pasó a llamarse Fenoglio en los años 60. Durante la siguiente década, la empresa creció y se hizo conocida gracias a la enorme cantidad de turistas que visitaban Bariloche.
En 1996, Diego Fenoglio fundó su propia empresa, Rapanui, con una única sucursal ubicada en una de las esquinas más emblemáticas de la ciudad, la antigua sede de la confitería Tronador. La elección del nombre se debe al nombre de la casa familiar (Rapa Nui) donde Diego creció y aún reside. En esa aventura lo siguieron sus hijos Leticia y Aldo. La chocolatería Fenoglio fue vendida algunos años más tarde y luego cerró sus puertas.
La primera confitería de Aldo Fenoglio, abierta en el año 1948, se llamó originalmente Tronador
–¿Tu padre te pidió que continuaras su legado?
Diego: –Nunca me pidió que continuara el legado, pero percibí que disfrutaba tanto de lo que hacía que debía ser muy gratificante. Me hice cargo de la empresa cuando falleció. Fue un golpe fuerte para mí: yo tenía 20 años.
Los Fenoglio en la actualidad: Diego (con sombrero), Leticia (derecha) y el resto de los integrantes de la familia
Aldo Fenoglio falleció el 12 de diciembre de 1969, a los 57 años, pero sin dudas su impronta emprendedora continuó a través de sus descendientes. Desarrollos originales como el chocolate en rama y las barritas de chocolate ya son parte de la identidad gastronómica de Bariloche. Gracias a Aldo y a otros maestros chocolateros como él, la ciudad se transformó en la Capital Nacional del Chocolate. También Diego inscribió su nombre entre los innovadores al crear los bombones Franui, las frambuesas bañadas en dos chocolates que ya son un clásico argentino.
Así lo cuenta él: “La historia es tan linda como sencilla. Tenía en casa una plantación de frambuesas, las usaba para hacer mermelada para mí todos los años. Alguna vez hice frambuesas en almíbar. Pero hubo una temporada en que la cosecha superó todas mis expectativas y me iluminé. Dije: ‘Si hago esto, lo combino con chocolate y juego un poco, puede salir algo interesante’. Y a los dos o tres días lo probé, bañé las frambuesas de casa que estaban congeladas, les puse el toque especial y se las di de probar a la gente que trabaja conmigo, que son los más exquisitos con el tema del chocolate. Nunca me voy a olvidar. Lo que les dije a todos es: ‘Abrí la boca y cerrá los ojos’. Después les puse el bombón en la boca y en la medida que iban mordiendo supe que el producto sin duda iba a ser un éxito”.
Entre el 28 de marzo y el 1 de abril se celebrará en esta ciudad una nueva edición de la Fiesta del Chocolate, un clásico de Semana Santa para locales y visitantes.
–¿Qué creés que pensaría tu abuelo, si pudiera estar este año en la Fiesta del Chocolate en Bariloche?
Leticia: –Creo que mi Nono estaría orgulloso al ver hasta dónde ha llegado su legado. Estoy segura de que, de estar presente, se pondría su delantal blanco y nos ayudaría a elaborar la barra de chocolate más larga del mundo, que este año alcanzará los 218 metros y más de 2,5 toneladas de chocolate.
http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA
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