domingo, 31 de marzo de 2024

PADRE MUJICA Y LA PARTE Y EL TODO


Sangre, sudor y lágrimas en la tragedia del padre Mugica
El libro de Ceferino Reato reabrió la polémica alrededor del sacerdote 
Por Roberto Bosca  Doctor en Derecho y Ciencias sociales; profesor universitarioEl padre Carlos Mugica en la Villa 31, con algunos de sus pobladores
“Aprendamos de la historia, sobre todo de sus páginas negras, para no volver a cometer los errores del pasado”. Así comienza la introducción de Vida.
Mi historia a través de la Historia, libro recién publicado donde el papa Francisco vuelve su mirada hacia los hechos más relevantes de carácter local y global que entrelazan su experiencia personal en el escenario del acontecer social y político del que le tocó ser protagonista y testigo. Uno de esos teatros es la llamada guerra sucia, a la que dedica un entero capítulo.
Mirar la historia como él lo hace, en uno de sus momentos más oscuros, con una actitud de relectura sine ira et cum studio, es el signo de una madurez que todavía no supimos conseguir. La Conferencia Episcopal Argentina encargó a un equipo de teólogos e historiadores una revisión del rol que la Iglesia Católica había cumplido en ese proceso, publicado también en fecha reciente. El copioso material producido fue condensado en tres volúmenes titulados La verdad los hará libres. Esta obra significó un nuevo paso en un tortuoso devenir de sangre, sudor y lágrimas.
Como subrayaba Cicerón en una sentencia tan citada como desatendida, la historia es magistra vitae. Revisitar el pasado no se identifica con un mirar para atrás y quedar convertido, como la mujer de Lot, en una estatua de sal. El tiempo pretérito puede ser una prisión, pero también una ayuda para construir mejor la posteridad. El examen de lo que hicimos es, por el contrario, muy saludable, si nos sirve para acercarnos a la verdad, aunque duela, pero para eso se necesita la valentía de los honestos. Son los que están dispuestos a soportar una realidad que no es la que hubieran deseado.
Mirar y escuchar
Los 70 siguen siendo los años más concurridos en la inquisición retrospectiva de la historia. Queremos encontrar en el pasado una explicación para el presente que nos permita cambiar nuestro futuro. Esa actitud explica el éxito de la saga de la literatura setentista. El libro de Ceferino Reato Padre Mugica. ¿Quién mató al primer cura villero? Los usos políticos de un asesinato que conmovió a la Argentina (Planeta) se inscribe en esa dirección. Propone una nueva mirada sobre un personaje central de los 70, situándonos en esa perspectiva de comprender para aprender.
Una característica de su revisión de nuestra historia reciente consiste precisamente en mirar y decir sin prejuicios, como es su estilo, lo que no se ha visto ni escuchado, o no se ha querido hacer, casi siempre debido a la tan traída y llevada construcción del relato. Una cosa es mirar y otra ver, así como una cosa es oír y otra escuchar. Estamos ante un nuevo ejemplo en el que se desarticula la estrategia por la que lo histórico es subordinado a lo político y donde la historia es sustituida por una memoria subjetiva.
En el trepidante escenario de los años 70 hubo unos actores que fueron víctimas y otros que fueron victimarios. El sacerdote tercermundista Carlos Mugica ¿a qué categoría pertenece? Es una pregunta de difícil respuesta y el libro no intenta proporcionarla. Tal vez pueda ser contado entre ambas. Mugica fue –salvadas las distancias ideológicas– lo que los españoles denominarían un cura trabucaire, calificativo que se asignaba a los clérigos que en las guerras carlistas se oponían a los liberales, incluso con las armas (trabucarie proviene de trabuco). Las opciones políticas siempre han sido la tentación del clero, como una forma del clericalismo.
Una fe ideológica
La personalidad de Mugica ha sufrido glorificaciones y anatemas, pero Reato no incurre en esos simplismos y señala una doble ambigüedad, en la persona y en el escenario en que le tocó actuar. En sus recuerdos, el Papa rememora el macartismo, allá en los años de la Guerra Fría, y lo trae a nuestro tiempo, cuando todavía se sigue pensando que ocuparse de restañar las heridas de los pobres es comunismo.
De una parte, no puede desconocerse el amor a los más postergados y la búsqueda de justicia que inspiró la vida del personaje, así como una cierta ingenuidad política que se dejó llevar por el viento de las corrientes ideológicas de su tiempo. Pero tampoco puede dejar de señalarse la opción de Mugica por el peronismo como la única forma de asumir el mensaje evangélico, una autoritaria ideologización de la fe que vulnera la libertad de los fieles cristianos en materias políticas y sociales.
Se reconoce en él haber querido atender el mandato que a fines de siglo XIX lanzó el papa León XIII, que abrió una nueva conciencia cristiana hacia lo social: allez au peuple.
Más de cien años después, el papa Francisco renovó ese pedido. Los tres serían acusados de comunistas, sin que lo fueran, más allá de las candorosas simpatías del cura villero por la revolución cubana y el socialismo nacional.
Pero ¿qué significa identificarse con los humildes? Mugica interpretó reductivamente la consigna leoniana, concibiéndola en clave política, y su forma de encarnarla fue hacerse peronista. ¿Y si el pueblo hubiera sido nazi, como en Alemania, que ungió a Hitler por medio de elecciones democráticas?
La fe tiene una dimensión política, pero no puede quedar subsumida en ella; debe conservar siempre su autonomía, sin lo cual se corrompe como tal. Por eso su praxis, más allá de las buenas intenciones, quedó enredada en el fragor de sus flirteos, propios de un juego político que se jugaba con las cartas marcadas y que le cobraron una trágica factura.
Las modas políticas son, como tales, veleidosas. Hoy son liberales, mañana pueden ser todo lo contrario. Mugica fue arrastrado por la desaforada pulsión socialista que envolvió la década del 60 con sus tormentas apocalípticas, que desgarraron a la sociedad argentina. Si se era cristiano había que ser peronista y si se era peronista se debía optar por el socialismo.

Libros De Ceferino Reato | MercadoLibre 📦

OPERACION PRIMICIA por CEFERINO REATO - 9789875668973 - Librería Norte

OPERACION PRIMICIA por CEFERINO REATO - 9789875668973 - Librería Norte
Zivals - DOCE NOCHES por REATO CEFERINO - 9789500752039
Zivals - DOCE NOCHES por REATO CEFERINO - 9789500752039

Operacion Traviata | MercadoLibre 📦

Operacion Traviata | MercadoLibre 📦

Padre Mugica – Planeta de Libros Argentina

De ahí que no pueda desconocerse su ambiguo tratamiento de la violencia, que compartió con el propio Perón. Los montoneros apuntaron al líder a diestra y a siniestra: a su derecha contra Rucci y a su izquierda contra Mugica. Uno y otro prohijaron la lucha armada como un instrumento de la política, pero ambos sufrieron también trágicamente las asperezas de esa zarza ardiente cuyas chispas encendieron.
Aquellos vientos trajeron estos lodos, que en el caso del sacerdote fueron el producto de su mix político religioso, un signo inequívoco del clericalismo temporalista. El clericalismo fue entre nosotros primero de derecha y después de izquierda, pero siempre dispuesto a reaparecer como una patología del hecho religioso, como una verdadera ideología de la fe.
Historia y memoria
El nuevo libro de Reato busca centrarse en una de las construcciones instrumentales de nuestra historia y examina nuevamente una cuestión controversial aún no resuelta. ¿Quién fue el responsable de su asesinato, quién lo mató? El autor revisa los argumentos, los hechos, las pruebas y arremete contra la versión canónica que ha quedado instalada pero con carácter dudoso, la de la culpabilidad de la Triple A.
El historiador desnuda con un prolijo bisturí una a una sus debilidades, exige probanzas que no aparecen, siembra la duda en su permanente búsqueda de la verdad. Pero no hay una conclusión definitiva. El libro deja abierta la cuestión a la comprensión del lector y a su capacidad de discernir hechos y responsabilidades. Pero desbroza la maleza del camino y se aproxima a un tratamiento mas objetivo de una realidad que difícilmente es monocolor.
La historia no está hecha para juzgar sino para comprender, ha dicho Andrea Riccardi, un profesor de la Universidad de Roma Tres, quien ha denunciado la historia justiciera, que más que buscar la sustantividad de lo real se recuesta en actitudes preconceptuales y consiguientes anacronismos. La verdad es una, aunque sujeta a diversas interpretaciones. Los puntos de vista pueden diferir, pero los hechos reinan.
El último aniversario del comienzo de la dictadura militar ha mostrado hasta qué punto las heridas continúan abiertas y los antagonismos permanecen irreductibles. Pero Reato se sitúa en otra perspectiva. Las páginas negras no se blanquean con una memoria siempre subjetiva y no pocas veces interesada en cada uno de los litigantes, sino con un reconocimiento del alma.

&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&&


Milei y el sueño peronista de la Corte propia
El país ha descubierto que su presidente cree necesaria una Justicia maleable
 Por Sergio Suppo                                                                   
La lógica que hizo presidente a Javier Milei y que lo mantiene en una alta como provisoria estima social tiene su primera crisis. La Argentina acaba de descubrir que su presidente cree, al igual que la versión kirchnerista y menemista del peronismo, que es indispensable una Justicia maleable y adepta al poder político, incluso si necesita aceitar la relación por medio de bolsos con dinero clandestino.
El éxito electoral libertario se explica con facilidad, en especial ahora que se han consumado hechos que parecían impensables; la llegada al poder de un outsider como Milei, por ejemplo. Con el resultado puesto, puede dimensionarse la magnitud de la coincidencia entre un candidato iracundo que llegó denunciando a todo el sistema político y el deseo de más de la mitad del electorado de quebrar sus afinidades partidarias para acompañar un viraje categórico del rumbo del país.
Algo más. Los argentinos están descubriendo a medida que se desarrolla el mandato al hombre que eligieron presidente. Y el propio Milei se está descubriendo a sí mismo en el rol más complejo que pueda ejecutar un político casi en el debut como dirigente.
Prevalece, antes que esos descubrimientos tardíos, un fuerte deseo social que responde a una pregunta que sobrevoló durante toda la campaña del año pasado, cuando se daba por descontado que el ganador de las elecciones debería llevar adelante un doloroso como ineludible ajuste.
Una clara mayoría de argentinos prefiere bancar la ejecución del plan de Milei convencida de que es mejor soportar un trago amargo que seguir padeciendo una larga decadencia que potencia el empobrecimiento.
El Presidente tiene como soporte el consenso social de que, por traumático que resulte, es necesario hacer los cambios de una vez. Otro asunto es establecer la extensión de esa parte inicial; si puede medirse en meses, como dice el Gobierno, o si habrá que esperar años, según sugieren quienes creen que una mejora de los indicadores sociales tardará en acompañar la reducción de la inflación que se anticipa.
Milei está cubierto por una armadura ideológica que también es el soporte estructural de su personalidad. Toda su realidad es atravesada por la lógica del mercado y el universo de la economía explica sus pasos. De hecho, solo atiende con detenimiento y cuidado a la agenda económica, y poco menos que ignora otros asuntos esenciales de una administración.
Delegó la seguridad y mira como un espectador los pasos de la ministra Patricia Bullrich. La acción social en manos de Sandra Pettovello solo despierta su interés cuando la funcionaria le plantea dilemas insalvables. Lo mismo con las relaciones exteriores, a cargo de Diana Mondino. La educación o la salud le resultan ajenos.
Fuera del círculo de la economía, Milei hizo una jugada que para muchos resultó un descubrimiento y para otros, tal vez los menos, una confirmación. Al anunciar el envío de la candidatura del juez Ariel Lijo como ministro de la Corte Suprema, abrió una grieta respecto de su lucha contra la casta.
¿Cuál es el verdadero interés del Presidente en cambiar el sistema de poder que llevó a la Argentina al enriquecimiento indebido de muchos protagonistas de la función pública a costa del 50% de pobreza? La candidatura al máximo tribunal de justicia de un juez famoso por su desprestigio establece un vínculo con las políticas que en materia judicial llevaron adelante Carlos Menem y el matrimonio Kirchner.
Elevado a la categoría de prócer por los libertarios, el presidente riojano armó una mayoría automática que derrumbó por años la autoridad de la Corte, al tiempo que alentaba el sometimiento de los jueces encargados de investigar al poder.
Néstor Kirchner forzó la renuncia de aquellos jueces de la mayoría automática y fue reconocido por la recreación de una Corte con juristas de prestigio. Pero su esposa borró para siempre aquella decisión; el kirchnerismo terminó intentando ejecutar una condena colectiva a los actuales miembros de la Corte una vez que se agravó la situación procesal de Cristina Kirchner.
Lijo puede ser apenas una anécdota si se confirma una sospecha instalada con fuerza en los últimos días: un pacto con Cristina Kirchner para forzar la salida de tres de los miembros del máximo tribunal para instalar una Corte funcional a los deseos de impunidad de la expresidenta.
Milei necesita los votos del kirchnerismo en el Senado y solo Cristina se los puede dar. Esa fórmula incluiría un acuerdo de impunidad retroactiva y otra para el futuro. La primera, para la jefa de la oposición, y la restante para evitar el juzgamiento negativo de los cambios legales que son imprescindibles para las reformas estructurales que aspira a concretar Milei.
El Presidente atendería en función de esa lógica la experiencia menemista, que acomodó sin escrúpulos los fallos judiciales a sus deseos. Es posible que crea, en función de su perspectiva exclusivamente económica, que una Justicia sometida es una herramienta necesaria para evitar que se caigan las leyes de un nuevo esquema.
Milei puede quebrar un pacto implícito con votantes que lo apoyaron para que termine con las prácticas corruptas de lo que él definió como “la casta”. ¿Es tan así? ¿Es de verdad relevante para la mayoría de los argentinos contar con una Justicia independiente que persiga la corrupción?
Es posible que Milei sepa la respuesta. Es fácil encontrarla en el pasado reciente: cada vez que en forma transitoria la Argentina encontró un respiro a sus crisis económicas, durante el menemismo y en la primera etapa kirchnerista, importó mucho menos que la Justicia cumpliera su misión.
Un presidente que promete dejar como legado un país con el rumbo recuperado quizá solo piense esa herencia como un cambio rotundo de la economía. ¿Será lo mismo si pacta impunidad con el kirchnerismo?

http://indecquetrabajaiii.blogspot.com.ar/. INDECQUETRABAJA

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.