martes, 29 de marzo de 2016

HISTORIAS DE BUENOS AIRES



En 1910, el presidente electo Roque Sáenz Peña le ofreció ocupar el cargo de Ministro de Relaciones Exteriores a Ernesto Mauricio Carlos del Corazón de Jesús Bosch Peña, quien ocupaba un cargo diplomático en París. El hombre aceptó y regresó a Buenos Aires con su mujer, Elisa de Alvear. 


Juntos concibieron la idea de construirse una mansión que les recordara su vida parisina. Resolvieron que fuera en la zona de Palermo (en las actuales Libertador y Kennedy), frente al Parque 3 de Febrero, donde ya estaban el Jardín Zoológico, el Jardín Botánico, la Rural, el futuro campo de Polo (en ese entonces era un club deportivo de diversas actividades) y el Hipódromo. La zona tenía mucha actividad social, pero casi no había residencias.
Contrató los servicios del arquitecto de moda, el exquisito francés René Sergent, quien terminaría ocupándose de los palacios de otros Alvear: además del Bosch, el Errázuriz (de Matías Errázuriz y Josefina Alvear) y el Sans Souci (de Elvira Alvear). Con la ejecución de arquitectos argentinos, Sergent ideó todo esto sin moverse de Europa.
La construcción del Palacio Bosch se inició en 1911 y su inauguración oficial se realizó el 6 de septiembre de 1918, durante el baile de presentación en sociedad de María Elisa Bosch Alvear, hija mayor del matrimonio. 

Fue la introducción en sociedad de Elisita, pero también fue la presentación del palacio. Era la primera vez que en una mansión se encargaba la construcción de un salón adaptado a las necesidades de los bailarines. Dijo La Nación: “Destinada especialmente para el baile, la sala no ostenta otro adorno que largas banquetas y taburetes tapizados en brocatos ‘vieux rose’ y oro y un gran piano de cola”.
A partir de la construcción del Palacio Bosch, Palermo comenzó a transformarse en uno de los lugares más exclusivos de Buenos Aires.
En la mansión de Elisa Alvear y Ernesto Bosch se hicieron grandes fiestas, para agasajar a extranjeros, para presentar en sociedad a otras dos hijas –Teodolina y Teresa– y para convidar a los amigos y parientes que luego de dar unas vueltitas por el parque de Palermo y el Rosedal, paraban a tomar un copetín antes de emprender el regreso al centro.
Elisa de Alvear estaba encantada con su espléndida casa. Pero apareció en escena Robert Woods Bliss, embajador de Estados Unidos. Acotemos que Bliss, junto con su mujer, Mildred Barnes, establecieron el Instituto Cultural Argentino Norteamericano (ICANA), entre muchas otras iniciativas.
En 1928, visitó la Argentina el presidente electo de Estados Unidos, Herbert Hoover. Por falta de una residencia propia, Hoover fue alojado en el Palacio Noel (Suipacha y Libertador, actual sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco). Luego de la visita, el gobierno norteamericano le encomendó a míster Bliss la misión de comprar una casa para que fuera la residencia de los embajadores de su país. 


En varias oportunidades, el señor Bliss le manifestó a Ernesto Bosch su interés por el palacio, pero el argentino no tenía ninguna intención de desprenderse de él. Ante la insistencia de Bliss, Bosch le dijo que se la vendía por algo más de dos millones de pesos, un valor que excedía en más de un millón cualquier tasación seria. Para Bosch, esa era una manera elegante de dar por terminado el asunto. No esperaba que un par de semanas después, Bliss le comunicara que aceptaban la oferta.
Contrariado, pero dispuesto a mantener su palabra, Bosch anunció en su casa que se mudaría. Elisa estaba furiosa. El matrimonio se mudó a un palacio en Montevideo y Quintana (Recoleta). Con todas las comodidades, por supuesto. Pero no era lo mismo.
Desde 1929, el palacio Bosch es la residencia de los embajadores de los Estados Unidos.

D. B. 

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