martes, 29 de marzo de 2016
ARTE PARA SALVAR AL PLANETA
¿Puede el arte salvar el planeta? La obstinación con la que los artistas dedican su obra -y su vida- a esta causa hace pensar que sí. Con acciones en el terreno, recreando la naturaleza, en duras expediciones o a golpe de imaginación, los artistas propalan el mensaje de los ambientalistas de las más bellas maneras.
Venecia fue el inicio de una carrera dedicada a la naturaleza: la de García Uriburu. Pionero en esto es Nicolás García Uriburu. Nadie hablaba de calentamiento global cuando él, en 1968, tiñó de verde los canales de Venecia para despertar la conciencia del mundo. "El arte no tiene más lugar fuera de la naturaleza: su lugar es dentro de la naturaleza", decía su Manifiesto, de 1973, que junto con otras piezas memorables integra la exhibición que pone en primer plano su perfil de militante ecológico en la galería Henrique Faria (Libertad 1628). Usando un pigmento fluorescente que toma su característico color verde al contacto con microorganismos del agua, Uriburu dejó su marca también en el Sena, el East River de Nueva York y en el Riachuelo, donde, en 2010, se unió a Greenpeace para denunciar su polución crónica. Coloreó su cuerpo, mapas, objetos y realizó exquisitas pinturas.
"Como artista siempre estoy tratando de salvar al mundo, pero si fuera ingeniero lo salvaría de otra manera. Hay que hacer lo más posible por la naturaleza", dice, incansable. "No conozco gente que haya tratado el tema más temprano que yo. Le dediqué mi vida. Soy un artista comprometido con esta causa. Ahora hay una conciencia más grande, pero para muchos es una moda", afirma. Su obra sigue teniendo plena vigencia: "Lamentablemente. Cosas que pensábamos que no íbamos a ver ya están pasando. Todo va más rápido de lo que creíamos".
"El arte no puede salvar al mundo, pero sí puede mostrarle al mundo lo que hay que salvar", dice la artista local Matilde Marín. Comenzó a hacerlo en 2008, con paisajes, y en junio mostrará otro capítulo en la Galería Patricia Ready de Santiago de Chile: una serie de fotos de pequeñas islas que responden a la idea del cuidado de la tierra y el agua. Además de su obra, dirige por tercer año el proyecto Arte y Naturaleza en el Museo de Arte Contemporáneo de Salta (MAC).
Tierra y agua en las fotos de Matilde Marín. "Tenemos planificado trabajar en Salinas Grandes junto con 21 artistas de la región noroeste en vinculación profunda con el paisaje. Los artistas toman el medio ambiente como límite móvil. Recorriendo el río, caminando sobre la extensión de sal y sus piedras, han tejido un sensible encaje.
Un homenaje a la naturaleza que se ha convertido en objeto de cuidado y no sólo de contemplación", cuenta Marín.
Otra artista viajera y ambientalista es Andrea Juan. "El arte puede y debe crear conciencia y sensibilizar porque llega adonde las cifras de los científicos no pueden: a través de los sentidos, a las emociones más profundas y desde allí puede movilizar hacia cambios de conducta", afirma.
Su obra de los últimos 12 años está ligada a la Antártida y a cuestiones medioambientales, siempre en busca de formas distintas y poéticas de transmitir la incidencia del cambio climático en ese continente.
Realiza proyecciones, videoinstalaciones, sites specifics y performances que registra en fotografía y video. También creó un programa de arte en el marco de la Dirección Nacional del Antártico. "Un centenar de artistas se acercaron con el ideal de sumar sus proyectos a esta particular red internacional de seres sensibles comprometidos con la utopía de un mundo sostenible", dice.
En la plataforma Sur Polar comparten los resultados ( www.surpolar.org ). Ya tienen un calendario de exposiciones: abril en Bogotá, mayo en Bilbao, junio en Madrid y septiembre en Washington.
Hay una infinidad de artistas haciendo sus aportes. La obra de Alexandra Kehayoglou, por ejemplo, son bosques y caminos tejidos por los que se puede transitar e interactuar. Largas alfombras que evocan los paisajes nativos muchas veces desconocidos.
"Mi idea es homenajearlos, agitarlos como bandera. Tejo inyectando amor a la tierra, en el bastidor, con lana, reproduciéndola, con la intención de que le llegue a aquel que atraviesa un sendero, a quien se sienta en un pastizal. Mi idea es que piense en la extinción del mundo natural. Y que se vaya pensando en cambiarlo", plantea.
Caminos tejidos en lana en el taller de Alexandra Kehayoglou. "Me gusta pensar el arte como esa posibilidad de enfrentarte con una realidad ambiental, con un punto de vista, ubicarte en ese simulacro del fin del mundo.
Me parece que le hace bien al artista trabajar así. Con una misión que está por fuera de la obra y del artista, todo se vuelve más real y más poderoso", analiza.
Marcos Acosta es otro convencido. Pinta ciudades amenazadas por catástrofes naturales o paisajes tapados por la sombra de edificios, que mostrará a fin de mes en una exposición en el Museo Caraffa en Córdoba. Vive entre esas dos pesadillas, y las pinta una y otra vez. "Tal vez el arte sea uno de los pocos medios por los que podemos aspirar a salvarnos. El verdadero arte permite ver. Y sin dudas el camino es ése: poder ver lo que tenemos y tuvimos para amarlo, detenernos y reconstruir."
Expresiones en la Antártida, de Andrea Juan. Energía solar para África En el mundo, Olafour Eliasson es el "artista climático" del momento. Danés radicado en Berlín, su forma de poner la lupa en las urgencias del planeta es mediante megainstalaciones de luz y agua que replican fenómenos atmosféricos: un sol que brilla dentro de la Tate de Londres, cascadas que caen desde edificios al río Hudson, en Nueva York, y túneles de niebla y de arco iris para recorrer en su país, entre otras maravillas.
Su proyecto Little sun (www.littlesun.com) va más allá del arte: lleva distribuidas 170.000 lámparas que funcionan con energía solar en áreas de África sin red de electricidad. En el Palacio de Versalles se espera con ansiedad su próxima presentación. "El planeta me inspira, pero más la gente: La tensión cultura y naturaleza, a veces de manera crítica, a veces en forma positiva", dijo
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