miércoles, 30 de marzo de 2016

LA OPINIÓN DE GUSTAVO MARANGONI


El triunfo de Mauricio Macri lo instala en el reducido club de políticos que llegaron a la presidencia a partir de la creación de su propio partido. Durante el siglo XX sólo Perón y Frondizi pueden reclamar esa exclusiva membrecía (Hipólito Irigoyen quizás, pero no fue el único ni el más importante de los fundadores de la UCR. Su figura fue creciendo con el abstencionismo revolucionario que consolidó su liderazgo y visión para triunfar como referente exclusivo tiempo después.) Este hecho señala la exigencia social de nuevas formas de vehiculizar demandas. El tiempo dirá si la fuerza política de Macri perdura como el peronismo o se diluye como la UCRI-MID. Pero que se haya consagrado venciendo al justicialismo e integrando en un rol subalterno dentro de Cambiemos a la UCR señala un acontecimiento significativo, más notorio además si se contempla que fue acompañado de la victoria en la decisiva provincia de Buenos Aires y en municipios populares del conurbano.


Detrás de todo éxito hay méritos propios y errores ajenos. Pero aquí esa cuestión no resulta tan relevante como el suceso en sí. Y mucho más interesante en términos de gobernabilidad resulta que deba coexistir con una realidad en ambas cámaras del Congreso de la Nación que lo lleva a negociar, en principio, mucho más que buena parte de sus predecesores. Esta realidad de "gobierno dividido" (el Ejecutivo no goza de mayoría en el Legislativo) supone un desafío para el primer mandatario, pero también para las distintas fuerzas y actores que tienen en sus manos la posibilidad de tratar, modificar y aprobar los proyectos del Presidente (o sancionar los propios, dado el caso).

¿Cómo se definirá una estrategia realistaen estas circunstancias desde el Gobierno? ¿Con la búsqueda y la construcción de una nueva hegemonía a partir de la cooptación de voluntades utilizando los recursos de los que dispone el Estado nacional? El mismo interrogante pero desde la oposición: ¿se tratará de condicionar entonces a la nueva administración ante la necesidad de cada ley con exigencias de alto costo fiscal en un escenario ya exigente en la materia? En ambos casos estaríamos frente a versiones de realismos tácticos, con mayores o menores ventajas circunstanciales para los jugadores en cuestión pero muy poco atractivos para generar un entorno de certidumbre. Frente a este escenario, se puede presumir que los agentes económicos y los inversores locales y externos no encontrarían muchos estímulos para comprometerse con el largo plazo; aun bajo el escenario de una consolidación inicial de un liderazgo personalista instituyente con sustento en altos índices de aprobación en la opinión pública, que por definición son de alta volatilidad, como ya se puede apreciar en sondeos de opinión que preservan la imagen del Presidente, pero señalan menos satisfacción con la gestión del gobierno en sí.

¿Cómo hacer de este presente de necesidad una oportunidad virtuosa? Quizás una posibilidad radique en la comprensión del carácter permanente de la negociación alrededor de acuerdos puntuales. La paradoja política es que la fragmentación del presente nos puede dar mejores condiciones que las hegemonías del pasado. Esto asumiría el formato de coaliciones legislativas mutantes porque la política argentina tendrá más incentivos para configurarse a partir de las necesidades de la gestión de los territorios. La gobernabilidad que se visualizará en las cámaras será en realidad la manifestación de las realidades fiscales y la distribución de fondos entre los tres niveles de gobierno. La buena noticia es que las negociaciones serán por cuestiones muy concretas: los recursos. El límite es que éstos, que siempre son escasos, ahora lo son más.

Pero es más factible labrar acuerdos a partir de concretas discusiones materiales que por difusas percepciones conceptuales y simbólicas. De allí que ganen protagonismo, fundamentalmente en la oposición, quienes gestionan y representan realidades locales que aquellos que accedieron a sus bancas cuando se apreciaba más la fidelidad al anterior PE que a la representación local. Esa lógica se pudo apreciar en Diputados con la abrumadora mayoría obtenida para la propuesta de salida del default, llave también para el acceso al crédito de las provincias. Y el Senado parece continuar la misma lógica, reafirmada por la masiva presencia de gobernadores en esa cámara para manifestar su acompañamiento a la sanción definitiva.

Será una responsabilidad de la dirigencia, superado el default, encarar la discusión política por excelencia de la coyuntura argentina actual que es la cuestión fiscal, esto es, cómo estructurar una distribución con más equidad federal de los recursos en un contexto que obliga necesariamente a mostrar un sendero de disminución del rojo en las cuentas públicas. La macroeconomía requiere de la política -para encarar con seriedad una estrategia de crecimiento con estabilidad- un plan consensuado para reducir gradualmente el déficit. Agotado el financiamiento de los gastos corrientes vía la emisión monetaria por su impacto en la inflación, debe suponerse también que se ha comprendido la inconveniencia de recurrir al endeudamiento para ese propósito. La superación del viejo círculo vicioso argentino exige reducir gradual pero sostenidamente el estrés generado por el peso del gasto sin caer en un juego de suma cero Nación-provincias. Superar la lógica del clásico ajuste supone necesariamente escoger una estrategia que nos devuelva el crecimiento como forma virtuosa de resolver el problema. Ése será el desafío de la Argentina posdefault.
Politólogo y banquero, ex presidente del Banco Provincia

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