domingo, 20 de mayo de 2018

ESCRITOR Y LECTURAS RECOMENDADAS


He dicho que temo a la muerte. He pronunciado ese temor como quien desea ahuyentar un fantasma, librarse de las cadenas del insomnio, quitarse de encima el miedo a lo desconocido. Me ha preguntado qué imágenes vienen a mi mente cuando ese temor me asalta en medio de la noche ciega. He enumerado lentamente visiones sombrías y contado que a menudo sueño con mi propio entierro.
Me ha recomendado un libro. Se titula Sostiene Pereira y lo ha escrito Antonio Tabucchi. Ha acompañado esa sugerencia de una pregunta:
-¿En qué situaciones siente usted que está muriendo mientras vive?
Resultado de imagen para Antonio Tabucchi

La pregunta continúa reverberando en mi interior. He comenzado a leer la novela con la esperanza de que encontraré en ella algún sosiego.
Sostiene Pereira en ese texto que una mañana de calor bochornoso, mientras se disponía a organizar la página cultural del periódico portugués donde trabajaba en los años sangrientos del salazarismo, el Lisboa, llamó por teléfono a un tal Monteiro Rossi, un autor por él desconocido que había escrito en una revista católica una profunda reflexión sobre la muerte. El columnista, a quien convocó para ofrecerle ser colaborador de la página cultural, le respondió que no se sentía particularmente atraído por la resurrección de la carne, un tema que a él sí lo obsesionaba. Sostiene Pereira que, en los resquicios que le dejaba el hábito de hablar con el retrato de su esposa muerta, un hábito que no había podido abandonar desde que ocurrió el deceso, pensaba de manera inevitable en la muerte, la suya y la de los demás. Cierta tarde, sostiene, se encontró con Monteiro Rossi, quien se ofreció a escribir un elogio fúnebre de Federico García Lorca, a la que sucederían otros de ideas igualmente revolucionarias, apologías inconvenientes para un periódico que no deseaba i
ncomodar a las autoridades del salazarismo.

Resultado de imagen para Antonio Tabucchi, LIBROS
Pereira sostiene que una mañana en que revisaba una traducción suya, siempre inclinado a traducir a poetas franceses y no a portugueses nacionalistas, como se le recomendaba, recibió un sobre de Monteiro Rossi con otra pieza exaltada y por eso impublicable. Decidió que se imprimiera un cuento de Maupassant que él mismo había traducido y la sección Efemérides, seguro de que esos textos no incomodarían al director, aunque este se llevó un disgusto cuando Pereira lo visitó en un hotel de aguas termales en Coimbra. Sostiene Pereira que el director le recriminó que lo interrumpiese mientras comía con una dama, con el solo propósito de discutir la conveniencia de anticipar la escritura de notas necrológicas de autores célebres. Algo ya los distanciaba. De regreso a Lisboa, compartió el almuerzo en el vagón restaurante con una alemana judía que creía que esos días turbulentos no eran los mejores para que los alemanes anduvieran por Europa, sostiene. Enterada de que él se desempeñaba en un diario, insistió para que denunciara lo que estaba ocurriendo. Pereira le hizo entender que, pese a su afán de decir muchas cosas, por encima de él estaba el director, un personaje cercano al régimen, y que como tantos otros en Portugal y en otras partes de Europa se sentía amordazado, impedido de dar cuenta libremente de sus ideas, sostiene.
Resultado de imagen para Antonio Tabucchi, LIBROS

Pereira se sintió perturbado cuando el doctor Cardoso, con quien conversó en la clínica en la que se alojó para tratar una cardiopatía, dijo que habitan en el hombre muchas almas y que solo una de ellas se impone en cada momento. A veces, insistió, otro yo hegemónico reemplaza al anterior.

Una noche golpearon brutalmente a su puerta, sostiene. Eran tres hombres armados que buscaban a Monteiro Rossi, a quien había dado cobijo. Una vez que lo encontraron, Pereira escuchó gritos sofocados, y en cuanto quiso ir a detenerlos sintió el golpe de una culata en su cara. Los tres hombres se fueron; Monteiro Rossi yacía ensangrentado en el piso. Estaba muerto. Ese día, sostiene, Pereira utilizó un ardid para sortear la censura y publicar la crónica del atroz episodio en el Lisboa.
Resultado de imagen para Antonio Tabucchi, LIBROS
He terminado la novela. Desde entonces procuré entender por qué mi terapeuta la ha puesto en mis manos. Es la historia de un colega del oficio que vivió silenciado, temiéndole a la muerte, abrazado a recuerdos, impedido de abrir los ojos al presente en medio del horror del autoritarismo. Cuando me reencuentro con él, repito la pregunta que me hizo la última vez:
-¿En qué situaciones siente usted que está muriendo mientras vive?
Es un buen modo de decirlo, sostiene.

V. H. G.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.