Donde nadie me espere, de Piedad Bonnett
La resurrección del pasado
"Escribir me ha permitido sentirme más real", asegura Gabriel, el narrador de Donde nadie me espere , de la colombiana Piedad Bonnett (Antioquia, 1951). La autora da voz a un protagonista decadente, vagabundo y exiliado, con signos de enfermedad mental, que busca en el pasado los pedazos de su vida. Desde el título se vislumbra su desesperanza y soledad.
De chico, Gabriel pierde a su madre y a su hermana melliza. De adulto, termina vagando por las calles hasta que es rescatado por un amigo de su padre, que lo envía a un centro de salud y rehabilitación. Dividida en cuatro partes, la novela explora el pasado del personaje en la búsqueda de una explicación sobre cómo ha llegado a convertirse en el hombre que es. El acto de escribir, presentado como una suerte de diario desordenado, es un intento de entretejer las diversas desgracias que lo llevaron a su situación actual. La pluma de la escritora logra transmitir la angustia y la paranoia de todo ese recorrido.
Desde dar vueltas por las calles hasta regresar a la casa paterna ya vacía, pasando por el reclutamiento como paramilitar, el viaje de Gabriel se hace carne en la prosa de Bonnett. Apenas mencionada, a las particularidades de la vida personal se suma la memoria social. La historia no dicha sobre la guerrilla colombiana y sus efectos sobre la psiquis de sus habitantes. Gabriel logra escapar, no ser uno más de los tantos cuerpos de labradores, ladrones y mendigos a los que dejan tirados empuñando armas que no son suyas. El miedo activa su supervivencia. La pregunta por la dignidad humana sobrevuela toda la novela. ¿Cuándo se deja de ser hombre y se pasa a ser una bestia? ¿Cuándo el desarraigo lleva al extremo de cometer cualquier atrocidad? ¿Cuándo se pierde la decencia?
La cuarta y última parte de Donde nadie me espere se pliega sobre los recuerdos reprimidos de Gabriel. La mirada se torna hacia los resquicios de la conciencia de una persona que padece una enfermedad mental y trata de lidiar con sus mandatos. Ya en Lo que no tiene nombre (2013) la autora había buscado una respuesta a interrogantes similares al relatar los pormenores del suicidio de su hijo.
Bonnett elige cuidadosamente cada palabra. No sobran ni faltan adjetivos para transmitir el sufrimiento de Gabriel y generar un tono intimista, sin caer en la burda autocompasión. También se intuye una posibilidad redentora: "Me ocupo de resucitar el pasado mientras escribo", sentencia Gabriel.
DONDE NADIE ME ESPERE
Piedad Bonnett
Alfaguara
208 páginas $ 799
N. J.
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