sábado, 13 de junio de 2020

ORLANDO FERRERES, ANALIZA


Qué pasa con el crecimiento del PBI per cápita

Orlando J. Ferreres

Los datos que presentamos aquí son de una publicación de la Fundación Norte y Sur, que están por salir a la prensa en El Ateneo en muy poco tiempo. Allí se disponen de alrededor de 900 páginas con datos estadísticos de la Argentina desde los inicios de cada serie, en algunos casos con datos desde 1810 o en el año en que se inició determinada producción, por ejemplo, la de soja empieza en 1964. También, en poco tiempo más se va a disponer de dichas cifras por medio de la web, para lo que hay que entrar en el sitio de dicha fundación. Esto permite actualizar las series a cada momento.
Si bien el crecimiento del ingreso per cápita de nuestro país se inició en forma clara a partir de 1880, cuando crece muy vertiginosamente por varios años, ya desde 1860 se venía observando un cambio de tendencia, sobre todo en la inversión que, con sus fluctuaciones, creció significativamente en esos años anteriores.
Es fundamental recordar que el tema de la inversión requiere de, al menos, dos cuestiones:
1. La velocidad de la inversión, es decir, la proporción que la misma represente sobre la actividad económica del país, es decir, su PIB.
2. El tiempo en que se estuvo invirtiendo, es decir, no un año aislado cada tanto sino su profunda continuidad por un tiempo prolongado, por muchos años.
Es lógico que en 1880 se puedan notar varios objetivos políticos y económicos cumplidos aproximadamente en la misma época, pero es fundamental haber articulado las inversiones muchos años antes para tener los resultados en ese momento.
Con respecto al PIB, las inversiones en esa época (1855-1930) llegaron a un promedio de 36 %, pero ese esfuerzo inversor no pudo mantenerse después del golpe de Estado de 1930.
Con la crisis económica de esa época, más la orientación a comprar para el Estado propiedades como los ferrocarriles, la electricidad, el gas y otras que pasaron a engrandecer las arcas del Estado, pero no representaron inversiones netas de capital sino complejas transferencias de recursos a sus propietarios, la mayoría extranjeros.
Desde 1931 hasta 2019, las inversiones sólo representaron el 18 % del promedio del PIB, es decir, la mitad de lo que habíamos invertido en la época en que llegamos a ser el octavo país del mundo. En esta segunda fase, vino también la idea de que consumir es lo más adecuado, por lo cual se incrementó el salario real y se consumió más, pero con el tiempo no se pudo crecer más que la pequeña proporción que indicaba la menor inversión sobre el PIB. Esto se puede notar en el PIB per cápita, que al estar en logaritmos mide, por su mayor o menor inclinación, las tasas de crecimiento de la riqueza de cada uno, en promedio.
Recordemos que esta cifras del PIB per cápita está en dólares 2015, con lo cual, expresadas en dólares de dicha fecha son más altas que las que estamos teniendo ahora en dólares corrientes, por la caída de la actividad en estos últimos años y la devaluación del peso respecto del dólar.
Puede apreciarse que, a partir de 2010, se nota una declinación del PIB o ingreso per cápita del país, lo que refleja las condiciones de inversión que han sido escasas para la situación de hoy de la Argentina. Recordemos que en 1810 nos ubicábamos en algo más de 2.000 dólares de 2015 per cápita y ahora, a pesar de las últimas declinaciones, estamos en una cifra casi 10 veces mayor, en el orden de los 20.000 dólares de 2015 per cápita. Ese número ha bajado, expresado en moneda corriente, y se ubica ahora algo debajo de los 10.000 u$s per cápita.
Se deduce de este artículo, que es limitado en sus alcances, que sin inversión no hay posibilidades de un futuro promisorio para la Argentina.

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