sábado, 13 de junio de 2020

SANTIAGO CANTÓN Y EL FUTURO,


Es necesario construir un Estado de Bienestar moderno

Santiago Cantón
Tomó por sorpresa a todos, pero causa más perjuicio donde el sistema social es más vulnerable
Las profundas crisis globales de los últimos dos siglos crearon cambios muy significativos en la relación del Estado moderno. Ya sea que los cambios se hayan producido pacíficamente, o como producto de guerras o revoluciones, el Estado y la sociedad luego de las crisis no eran los mismos. Si bien en ocasiones las crisis facilitaron el crecimiento de gobiernos dictatoriales, también es cierto que muchas veces permitieron reinventar el Estado para proteger mejor a los más necesitados y lograr una sociedad más igualitaria.
En el verano de 1845, Marx visitó a Engels en Manchester y durante unas semanas se reunieron a conversar en la biblioteca Chetham. Sin duda, esas charlas giraron alrededor de la pobreza en Inglaterra como consecuencia de la revolución industrial, y la biblioteca les ofrecía miles de libros para enriquecerlas. Pero había un libro en particular que posiblemente monopolizara la conversación; unos meses antes, Engels había finalizado La condición de la clase obrera en Inglaterra, donde describía la pobreza extrema que se vivía en las ciudades. Al final de ese verano, los dos se reencuentran en Bruselas y continúan trabajando juntos, entre otros proyectos, en el Manifiesto comunista.
Ese mismo año, el político conservador Benjamin Disraeli, futuro primer ministro de Inglaterra, publica la novela Sybil o las dos naciones, donde también describe la opresión a la clase obrera inglesa, criticando la filosofía del laissez faire, que permitía el avance descontrolado de la revolución industrial. La visión marxista de Engels y la conservadora de Disraeli coincidían en el diagnóstico. La diferencia estaba en si la solución era por vía revolucionaria o por la construcción democrática de un Estado que interviniera para lograr una sociedad más justa.
La cifra de muertos por la gripe española, de 1918, se estima entre los 20 y los 100 millones. A raíz de esta pandemia, muchos países fortalecieron el rol del Estado, creando sistemas de salud pública y ministerios de salud. La gripe española también puso en evidencia la necesidad de una mayor coordinación internacional, y se creó en Viena una oficina internacional de lucha contra las epidemias y una oficina dentro de la Liga de las Naciones, que luego se convirtió en la actual Organización Mundial de la Salud.
Los exuberantes años locos del laissez faire durante la década del 20 en Estados Unidos llegaron a su fin con la Gran Depresión de 1930. El impacto económico se sintió en todo el mundo y fue uno de los factores que contribuyeron al crecimiento del nazismo y la llegada de Hitler al poder. En 1932, en el discurso para aceptar la candidatura del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Franklyn D. Roosevelt no deja dudas con respecto al camino para salir de la crisis: "Hay dos formas de ver el rol del gobierno en los temas que afectan a la economía y a la sociedad. La primera busca favorecer a unos pocos con la esperanza de que la prosperidad de esos pocos se filtre y llegue a los trabajadores. Pero esa no es, ni nunca será, la teoría del Partido Demócrata. el gobierno federal siempre tuvo y continúa teniendo la responsabilidad del bienestar general de la población".
El gran salto de calidad del Estado de Bienestar se produce como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, impulsado en Inglaterra por el gobierno laborista presidido por Clement Attlee. El autor intelectual de la reforma fue William Beveridge, un economista progresista del Partido Liberal inglés que en 1942 publicó un informe en el que proponía profundas reformas sociales "desde la cuna hasta la tumba", centrado en la lucha contra "los cinco grandes males": las necesidades básicas, la enfermedad, la ignorancia, la miseria y la inactividad por falta de trabajo. En esos años vivía en Londres René Cassin, quien años después se convertiría en el principal redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Luego de una reunión entre ambos, Cassin opinó que Beveridge era "un economista honesto, aunque tal vez un poco soñador", crítica que, al provenir del hombre que años después escribiría el documento más idealista de la historia, deja muy en claro la profundidad de la reforma que proponía Beveridge. Cassin regresa a París, e influenciado en parte por el informe de Beveridge redactará la Declaración Universal.
En junio de 1946, se crea la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y se nombra presidenta a Eleonor Roosevelt, viuda del expresidente de EE.UU. y reconocida activista por los derechos humanos. Los artículos 22 a 26 de la Declaración Universal representan los derechos económicos y sociales consagrados durante el New Deal. Uno de los miembros más influyentes dentro de la Comisión, el representante de Libia, Charles Malik, expresó que esos artículos fueron "importados dentro de la Comisión" por Eleonor Roosevelt. En 1948, el Estado de Bienestar se había transformado en una realidad en gran parte de los países del mundo y en una hoja de ruta para toda la humanidad gracias a la Declaración Universal.
Desde 1945 hasta mediados de los 70 se consideran los años dorados del Estado de Bienestar. Mientras que en la Europa de los años 30 solo la mitad de los trabajadores tenían algún tipo de protección social, en los 70 esa cifra llegaba al 90%. Un aspecto central del éxito del Estado de Bienestar a partir de 1945 fue el consenso logrado entre las principales fuerzas políticas para sostener una economía mixta que combinaba el sector público con el privado.
Sin embargo, el Estado de Bienestar construido durante décadas chocó a fines de los 70 con la revolución neoconservadora comandada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher. En su discurso inaugural, el 20 de enero de 1981, Reagan aniquila un siglo de construcción de un Estado a favor de los pobres en tan solo 14 palabras: "El gobierno no es la solución para nuestros problemas; el gobierno es el problema". La nueva visión del gobierno como el enemigo, o, en el mejor de los casos, como un espectador indiferente, se propagó por todo el mundo, iniciando un período en el que el futuro de los sectores más necesitados pasó a depender de la teoría del derrame. Según la ONG Oxfam, el 1% más rico del mundo tiene más del doble de riqueza que el 90% de la población mundial. El derrame funciona muy bien, pero hacia arriba.
Muy posiblemente la brecha entre "los que tienen y los que no tienen" se va a continuar profundizando en los próximos años. El mundo ha cambiado significativamente en los últimos 70 años y muchos gobiernos, además de haber debilitado el Estado de Bienestar, tampoco lo adaptaron a los avances tecnológicos de las últimas décadas. Mientras el sector privado nos manda publicidad directamente a nuestro celular o iPad, sabiendo qué café tomamos y cuáles son nuestros gustos en ropa o turismo, y sin tocar un billete nos manda a nuestra casa cualquier cosa que compremos, esta pandemia demostró la ineficiencia y el retraso del Estado, que no ha sido capaz de hacer llegar en forma personal, directa y rápida la ayuda necesaria para millones de necesitados.
Está claro que el Covid-19 nos agarró por sorpresa a todos por igual. Pero con Estados de Bienestar débiles, la sorpresa siempre perjudica más a los sectores más necesitados y agranda la brecha entre ricos y pobres. Si no trabajamos juntos para construir un Estado de Bienestar moderno que disminuya la desigualdad, la próxima sorpresa será una revolución.

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