Ruth Corcuera. Pionera del estudio del arte textil, fue la embajadora del poncho argentino
1929-2023
Daniel Gigena
Pionera del estudio de los textiles americanos, académica emérita de la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA), “embajadora” del poncho argentino, difusora del trabajo de artesanas de distintas comunidades y humanista comprometida con el desarrollo cultural del país, la historiadora Ruth Corcuera falleció anteayer, a los 94 años, en la ciudad de Buenos Aires. Había nacido en Buenos Aires el 24 de enero de 1929. Integrante de una tradicional familia catamarqueña, los Valle Quiroga, fue pareja del diplomático y escritor Mario Corcuera Ibáñez (1927-2019).
Era madre de la artista María Silvia Corcuera, del juez de la Cámara Nacional Electoral Santiago Corcuera y del biólogo y ambientalista Javier Corcuera. “Fuiste un ejemplo de sabiduría, generosidad y cariño a la gente y a nuestra tierra –escribió su hija en redes sociales–. Nos diste una mirada amplia de nuestro mundo y nos formaste para ver lo mejor de él. Siempre vas a estar con nosotros, aunque tu ausencia va a ser dura. Gracias por todo eternamente”. Esos tres dones –sabiduría, generosidad y afecto– están presentes en su obra, que constituye un legado invalorable sobre el patrimonio cultural de los textiles.
En 1953, Corcuera se graduó como profesora de Historia en la Universidad de Buenos Aires, donde conoció a quien sería su esposo (estudiaban juntos griego y latín, contó) y al que acompañó en sus misiones diplomáticas por más de cuarenta años. En 1957 y 1958 asistió a los cursos dictados por el etruscólogo Massimo Pallotino en la Universidad de Roma, donde adquirió una sólida formación clásica. De 1965 a 1970 residió en Perú, como esposa del entonces secretario de la embajada argentina e integró el seminario de Arqueología del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica de ese país, donde se doctoró en Historia. Colaboró con la investigadora Josefina Ramos de Cox en un proyecto sobre las coincidencias culturales entre artesanos andinos de diversas regiones, lo que daría origen a un apasionante recorrido por distintos centros textiles de América, Europa, África y Oriente.
En 1985 publicó su primer clásico, Herencia textil andina (reeditado y ampliado en años posteriores) y Gasas prehispánicas. En 1991, Azul sagrado. Cuadernos del Sahara, con textos e ilustraciones sobre tejidos egipcios y del África Occidental. Durante su permanencia en Dakar, la capital de Senegal, junto con el embajador Corcuera Ibáñez (designado por el presidente Raúl Alfonsín), había recogido testimonios de tejedores y tejedoras, a los que consideraba artistas. “A poco de andar, me di cuenta de que los tejedores eran más importantes que los tejidos, y que el tejido solo me interesaba cuando diagnosticaba inteligencia, racionalidad, emotividad y sentido estético, elementos que conforman la libertad que supone el acto de creación”, escribió en ese trabajo.
En 1999 publicó Ponchos de las tierras del Plata, que fue traducido a varios idiomas. Este libro, con reflexiones sobre el carácter sagrado, ceremonial y cotidiano que revisten estos tejidos, germinó en el magistral Ponchos de América. De los Andes a las pampas (2017), suerte de “diccionario” ilustrado del poncho, con sus diseños, colores, materiales y significados. En 2001, había dado a conocer Posibles tradiciones textiles africanas en el mundo andino. Presencia y negación. Otras obras suyas son El arte del algodón en Catamarca 1910-1961 (2004), donde revalorizó saberes y prácticas ancestrales en manos de artesanas de la tierra de sus antepasados criollos; Mujeres de seda y tierra (2006), De arraigos y desarraigos (2008) y Entre lo efímero y lo perenne (2009).
La filosofía, la historia, la estética y la etnografía conviven en los estu---dios de Corcuera junto con su gran humanismo y amor por el país. Donó a su querido Museo Etnográfico, que la homenajeó en 2020, colecciones de textiles americanos y africanos. “Me presentaría como una argentina criolla, una mestiza del siglo XX”, sostuvo en un documental de la ANBA. “Nos tenemos que alegrar con las maravillas que recibimos de la naturaleza, sin destruirla”.
“Fue una gran intelectual y profesional comprometida con el alma de los pueblos originarios con los que se relacionó y acompañó para fortalecer la investigación de los textiles andinos, que es una de las formas de identidad –dijo a la actual la nacion presidenta de la Academia de Bellas Artes, Matilde Marín–. Compartí con ella entre 2009 y 2014 la Mesa Directiva de la ANBA y fue un gran honor para mí, una artista que recién ingresaba en la institución, escuchar las reflexiones y los aportes con los que siempre estuvo presente prestigiando la Academia”.
“Sus contribuciones han trascendido las fronteras argentinas –escribió en Facebook la artista Zulema Maza–. Ruth Corcuera fue reconocida en la región y en el mundo por sus hallazgos y publicaciones, ha dedicado 60 años de su intensa vida al arte del tejido”.
Corcuera obtuvo varias distinciones en su trayectoria como el Premio Tierra (otorgado en 1990 a quinientos investigadores y artistas destacados del patrimonio precolombino), el Premio Sor Juana Inés de la Cruz (por Mujeres de seda
y tierra) y el Premio Olga Amaral, en 1999. En 2012, fue reconocida en el Primer Encuentro de Tejedoras de las Américas con participación de artesanas de toda América, de Estados Unidos a la Araucanía, en Perú, y en 2014 el Premio Konex en la categoría de folklore.
“Hoy vivimos, por el aporte tecnológico que comunica culturas distantes, en una zona peligrosa de pérdida del conocimiento del propio pasado –dijo en 2017, al ser declarada personalidad destacada de la cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en un acto en el Museo de Arte Popular José Hernández–, pero no podemos sino pensar que estamos en un momento inaugural de una tradición que no niega, sino que recuerda y trata, a la vez, de incorporar lo externo”.
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