HISTORIAS DEL MÁS ALLÁAS ESCRITORAS ESTHER CROSS Y BETINA GONZÁLEZ RECOGEN VIVENCIAS PAORMALES REALES DE DIVERSOS AUTORES
Fabiana Scherer —
El verdadero misterio de la vida está en lo visible, no en lo invisible”, escribió Oscar Wilde en el álbum de visitas de Cheiro, el conocido quiromántico que vaticinó su futuro en la prisión de Reading. Cheiro se ubicaba detrás de una cortina para no verle la cara al consultante y, así, evitar cualquier pista sobre su nombre, fisonomía o profesión. “Cuando llegó el turno de Oscar, me sorprendió la diferencia enorme entre las líneas de una mano y la otra. Le expliqué siempre sin verle la cara que la izquierda representaba las tendencias hereditarias y la derecha, las adquiridas –narran las escritoras Esther Cross y Betina González en La aventura sobrenatural–. La mano izquierda mostraba un destino brillante que se veía completamente destruido en la mano derecha. Su mano izquierda es la de un rey, pero la derecha es la de un rey que se exilia a sí mismo, le dije. El hombre al otro lado de la cortina no se rio. ¿En qué fecha?, preguntó. Alrededor de sus 41 o 42 años ”.
Wilde tenía entonces 39, corría el año 1893 y estaba en el mejor momento de su carrera. “El autor siguió prestándose al juego de la lectura de manos durante los años que siguieron, incluso en los días previos al juicio que cambiaría su suerte para siempre. Charlotte Robinson, «la Sibila de la calle Mortimer», tal como él la llamaba, le leyó las manos en varias ocasiones. Incluso hizo un molde de yeso de su mano izquierda. En julio de 1894, le confirmó el vaticinio de Cheiro: «Veo una vida brillante hasta cierto punto, después no veo nada: una pared»”.
En La aventura sobrenatural, Cross y González proponen un recorrido por las experiencias protagonizadas por algunos de las personalidades y escritores más relevantes, entre los años 1870 y 1918. Por allí aparecen Robert L. Stevenson, William B. Yeats, Wilde, Arthur Conan Doyle, Sigmund Freud, Lizzie Siddal, Alice James, Vernon Lee y Aleister Crowley, entre otros nombres que se dedicaron a experimentar e ir más allá en su forma de pensar la vida y la muerte.
El verdadero misterio de la vida está en lo visible, no en lo invisible”, escribió Oscar Wilde en el álbum de visitas de Cheiro, el conocido quiromántico que vaticinó su futuro en la prisión de Reading. Cheiro se ubicaba detrás de una cortina para no verle la cara al consultante y, así, evitar cualquier pista sobre su nombre, fisonomía o profesión. “Cuando llegó el turno de Oscar, me sorprendió la diferencia enorme entre las líneas de una mano y la otra. Le expliqué siempre sin verle la cara que la izquierda representaba las tendencias hereditarias y la derecha, las adquiridas –narran las escritoras Esther Cross y Betina González en La aventura sobrenatural–. La mano izquierda mostraba un destino brillante que se veía completamente destruido en la mano derecha. Su mano izquierda es la de un rey, pero la derecha es la de un rey que se exilia a sí mismo, le dije. El hombre al otro lado de la cortina no se rio. ¿En qué fecha?, preguntó. Alrededor de sus 41 o 42 años ”.
Wilde tenía entonces 39, corría el año 1893 y estaba en el mejor momento de su carrera. “El autor siguió prestándose al juego de la lectura de manos durante los años que siguieron, incluso en los días previos al juicio que cambiaría su suerte para siempre. Charlotte Robinson, «la Sibila de la calle Mortimer», tal como él la llamaba, le leyó las manos en varias ocasiones. Incluso hizo un molde de yeso de su mano izquierda. En julio de 1894, le confirmó el vaticinio de Cheiro: «Veo una vida brillante hasta cierto punto, después no veo nada: una pared»”.
En La aventura sobrenatural, Cross y González proponen un recorrido por las experiencias protagonizadas por algunos de las personalidades y escritores más relevantes, entre los años 1870 y 1918. Por allí aparecen Robert L. Stevenson, William B. Yeats, Wilde, Arthur Conan Doyle, Sigmund Freud, Lizzie Siddal, Alice James, Vernon Lee y Aleister Crowley, entre otros nombres que se dedicaron a experimentar e ir más allá en su forma de pensar la vida y la muerte.
OCULTISTAS, TELEPATÍA, ESPIRITISMO, MAGIA, VIDA Y MUERTE
“¿Alguna vez, en plena vigilia, vio un objeto o un ser vivo, oyó una voz o sintió que algo rozaba su cuerpo sin que ninguna presencia física justificara esas impresiones? Diecisiete mil personas contestan esta pregunta en Inglaterra a fines de 1880. Una de cada diez lo hace afirmativamente. La mayoría vio a alguien”, escribieron Esther Cross y Betina González a modo de introducción en La aventura sobrenatural. Historias reales de apariciones, literatura y ocultismo (Seix Barral), volumen en el que narran los episodios reales con el “más allá” de personajes como Oscar Wilde, Aleister Crowley y William B. Yeats, entre otros. Vidas que se entretejen con títulares de diarios y manías victorianas. “La pregunta abre una puerta. Hace tiempo que una fuerza empujaba del otro lado y los secretos salen a borbotones”.
“Una búsqueda intensa de aquellas zonas en las vidas de nuestros protagonistas que en general fueron pasadas por alto por los historiadores de la literatura (más preocupados por la filología que por la quiromancia o la telepatía)”, destacan las autoras que dieron inicio a esta “aventura” tres días antes de que se decretara el aislamiento preventivo obligatorio, en marzo de 2020. “Lo sobrenatural, la idea del doble, la relación de la ciencia y el arte, ya estaban presentes también en los libros que habíamos escrito –reconoce Cross (Buenos Aires, 1961)–. Pero además de intercambiar historias y recomendarnos lecturas, a medida que hablábamos se fue afinando un punto de vista en común. El interés estuvo siempre. Recuerdo cuando leí a Virginia Woolf contando que ella y sus hermanos volvían a la casa de la infancia y espiaban por la ventana para encontrarse literalmente, con el pasado. Me impresionó tanto que escribí una novela sobre esa idea o, más que idea, ese impulso”.
La investigación las llevó a leer cartas, diarios íntimos, primeras ediciones quenunca vieron otras, facsímiles de cuentas de bares y tintorerías, postales, notas escritas en papeles con membretes de hotel, revistas olvidadas del simbolismo y varios números de The Yellow Book [publicación literaria trimestral británica que se publicó en Londres de 1894 a 1897]. Algunos de esos documentos surgieron de los sótanos de los anticuarios de París, otros después de largas búsquedas en la Biblioteca Pública de Nueva York y de archivos digitalizados por universidades internacionales.
“Soy uno de esos indignos individuos a cuyos ojos ocultan los espíritus su actividad y de los cuales se aparta lo sobrenatural, de manera que jamás me ha sucedido nada que haya hecho surgir en mí la fe en lo maravilloso”, escribió Sigmund Freud, uno de los nombres que tiene una recurrente presencia en las páginas de La aventura sobrenatural. “Las apariciones de Freud en el libro muestran lo cambiante que era la línea divisoria entre el pensamiento científico y otras formas de interpretación de la realidad en ese momento –analiza Esther Cross–.por un lado, Freud trataba de despegarse de los ocultistas y la avanzada del ‘espiritualismo’. Pero al hacerlo reconocía esa avanzada, que impregnaba la vida. En vez de ignorarla, respondía, a veces con curiosidad, y se ponía a prueba. Él estaba trabajando con materias sutiles y misteriosas como los sueños, la fuerza de lo postergado y lo prohibido, la palabra como lazo entre el alma y el cuerpo, y el lenguaje mismo de la enfermedad que codifica palabras en síntomas. Lo que él pensaba de los ocultistas a veces lo pensaban otros de él”.
Ambas escritoras consideran que estos temas siempre circularon, “mi interés con estos fenómenos comenzó desde muy chica, a los 16 años por unos azares de la vida, por esa sincronicidad, como diría [Carl] Jung conocí a dos astrólogos que, además, leían mucha literatura –comenta Betina González (Buenos Aires, 1972)–.También este interés viene por la lectura de la obra de Borges, en la indagación en torno a la obra de Xul Solar. Este tipo de saber es muy antiguo, viene desde los asirios, los sumerios, atraviesa todas las disciplinas. Muchos artistas se volcaron a esto. La poesía…la poesía es una invocación. Es interesante pensar que la palabra glamour, por ejemplo, viene del escocés y significaba encantamiento. Sí, el glamour era la mirada de una gorgona, de una bruja. Lo esotérico, lo paranormal no se puede dividir de la literatura porque abreva en eso como fuente, como forma de invocación al mundo, como forma de interrogación al mundo”.
Durante la investigación, Cross comenta que una de las historias que más le llamó la atención fue la del ilusionista John Nevil Maskelyne, que “estudiaba los trucos de los farsantes que decían tener poderes paranormales y engañaban al público. Desmontaba todo tipo de trampas, con tanto éxito que se convirtió en un mago famosísimo. Su intención de no engañar y decir abiertamente ‘esto es una ilusión’ le parecía más fascinante a las personas que el supuesto poder extraordinario de los otros”.
Betina creía saber mucho sobre Aleister Crowley [ocultista, místico, alquimista, escritor, poeta, pintor, alpinista y mago ceremonial británico, que fundó la filosofía religiosa de Thelema]; sin embargo, “encontré un personaje tan complejo que fue difícil de describir”.
De 1945 a 1947, la pensión Netherwood alojó a Crowley. Sus dueños, los Symonds, no sabían quién era. Por esos días recibieron un telegrama para que estuvieran preparados para la entrega de un cargamento de carne congelada. Perplejos, denunciaron el asunto. Al día siguiente, una ambulancia se detuvo en la puerta y de ella descendió un hombre pálido y frágil, de unos 70 años. “Tenía el pelo muy corto, barba de chivo y mirada punzante. Traía, además de unos pocos efectos personales, cajas y cajas de libros –detallan en las páginas de La aventura sobrenatural–.era
Crowley, quien había considerado necesario anunciar su llegada mandando un telegrama clave”.
Las historias que más llamaron la atención a Betina González son las menos conocidas, como la de William Sharp, poeta escocés que tenía dentro de sí una voz femenina con la que escribía ciertos libros que firmaba como Fiona Mcleod, la mujer que se manifestó por primera vez en su cuerpo en 1891. “Escribo no porque no conozca un misterio y quiera revelarlo sino porque he conocido un misterio y hoy no soy más que una niña frente él, y me es imposible interpretarlo”, comentó Fiona. Y como aseguran González y Cross, “toda la fuerza creativa de Sharp venía de esa ceguera ‘deliberada’ frente al misterio del alma humana”.
De William Butler Yeats [poeta irlandés], Betina conocía por sobre todo su etapa de simbolista, la etapa de su juventud. “El verdadero Yeats aparece a los 40 años, como dice Richard Ellman, su biógrafo más conocido –destaca la autora–. A los 40 se casa y como bien está en el libro, su mujer desarrolla habilidades de escritura automática. Entonces exploran juntos el más allá, algo que él ya venía haciendo en distintas sociedades secretas desde su juventud, y que poca gente sabe porque Yeats lo mantuvo muy oculto. Sus memorias, sus diarios y la novela inconclusa se publicaron hace relativamente poco y en sus autobiografías publicadas habla de su exploración esotérica, pero no da muchos detalles de sus creencias. Escribir este libro junto a Esther nos permitió conocer cosas nuevas, mirarlas de otra manera. Lo esotérico, por ejemplo, está en toda la obra de Wilde, sobre todo en De profundis (1897) pero yo no la había leído así, hasta que empecé a indagar, a leer con la lente de la época, a tomar a estos protagonistas como hombres y mujeres de su tiempo. Porque nosotros leemos a Wilde desde nuestro tiempo, pero cuando empezás a leerlo con las antenas de un estilo de época, de una filosofía de época, te das cuenta de todas las resonancias que hay en su obra. En El fantasma de Canterville (1887) se burla de la sociedad de investigaciones psíquicas, se burla de los fantasmas, aparece la cuarta dimensión, un tema que era muy muy hablado en la época. Bueno, todos los temas de este libro aparecen en las obras de Wilde pero medio de costado y no es lo que la crítica en general comenta de la obra”.
La relación entre los colores, la música y lo esotérico fue otro de los descubrimientos. “También hasta qué punto se desarrolló en esa época la idea del genio del lugar, un tema al que se dedicó mucho Vernon Lee –agrega Cross–. La variedad de experimentos que se hacían para investigar y desarrollar la telepatía daría para todo un libro”.
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